General34/Primer septenio del generalato del P. Tomás Viñas (1912-1919)
Primer septenio del generalato del P. Tomás Viñas (1912-1919)
En el año 1912 no era fácil recibir el gobierno de la Orden de las Escuelas Pías, y tampoco mantenerlo en adelante: eran malos tiempos, tanto fuera como dentro de los muros de nuestro Instituto, de modo que sólo la suma prudencia, pericia y celo de los que presidían podía mitigar los graves problemas que agitaban y urgían a toda la Orden como a casi cada uno de sus miembros, y apenas bastaban las fuerzas del Supremo Moderador para resolverlos. En Italia causaba furor el llamado laicismo, junto con el anticlericalismo; en España aparecían las primeras acciones de los socialistas y las primeras leyes contra la Iglesia y sus institutos; en toda Europa no podían dejar de presentirse los primeros signos de la guerra que en los años 1914-18 que consumió de manera horrenda todo el orbe, y redujo a suma hambre y miseria a todos los pueblos y a sus habitantes.
También en el seno de nuestra Orden había problemas urgentes. Las provincias de Italia, a causa de la disminución del sentido religioso y por falta de vocaciones, iban perdiendo el sentido y decaían; la anemia de vocaciones había comenzado a castigar fatalmente a Austria; en Polonia, la casa de Cracovia, única que nos había quedado y que tenía menos de diez religiosos, era oprimida por graves dificultades económicas y de disciplina; en América Latina, los restos de los llamados Padres Generalicios turbaban la paz y el trabajo de los nuestros; en Bélgica, la recientemente fundada casa de Lovaina estaba oprimida por la deuda, y en el año 1914 fue destruida por un incendio; los austriacos y principalmente los españoles veían con cierta ansiedad y sospecha, manifestada de manera cada vez más vehemente, el deseo de la Santa Sede y de la Curia Generalicia de restaurar definitivamente la perfecta unión jerárquica de la Orden, interrumpida por diversas razones en tiempo de Pío VI en Austria y Hungría y de Pío VII en España. Los húngaros y austriacos temían el excesivo rigor de la disciplina romana; los españoles, la manera un tanto relajada de vida religiosa que existía en Italia…
En este difícil estado de cosas, tanto públicas como nuestras, nuestra Orden quiso un Supremo Moderador adornado de las cualidades citadas de prudencia, autoridad, sabiduría y bondad, como el mismo P. Viñas dijo que debía tener el Prepósito General[Notas 1], y que esforzara y trabajara no poco, casi esperando contra toda esperanza, para que, cargado con la cruz de su ministerio condujera a feliz puerto, en medio de tantos peligros manifiestos y latentes, la navecilla a él confiada.
Y para lograrlo, el P. Viñas no omitió nada. Veamos a continuación qué, cómo y con qué resultado lo hizo durante el primer septenio.
Notas
- ↑ Cf. el discurso latino para la elección del General, pronunciado por el P. Viñas en 1912, en E.C. 1912, p. 95.