DelMonteVisitaGeneral/1696-08

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[1696, Agosto]

Día 1 de agosto de 1696. En Viena. El P. General había comunicado por escrito al Ilmo. Nuncio Santa Cruz su llegada a Viena, y después de comer fue a visitarlo, aunque estaba en su residencia privada de Nuncio. No pudo hablar con él todo lo que quería, porque en aquel momento llegó el Embajador de los Venecianos. Hoy por la mañana vino a ver al P. General el P. Andrés, Rector de San Jorge, que había venido a Viena el día 24 de junio, según lo acordado, para gestionar algunos asuntos, dada la presencia del P. General; pero el P. General no pudo llegar tan pronto, a causa de la visita de Horn. El P. Rector de San Jorge residía en casa del Ilmo. Barón Macolani. El P. General visitó al Ilmo. Señor Conde de Hoyos, nuestro fundador de Horn, y celebró la Misa en su capilla con el P. Rector de Horn, mientras el P. Provincial de Polonia y yo, Secretario, la celebramos en casa de los Padres Benedictinos, que están contiguos al Conde Zernin.

Día 2 de agosto de 1696. En Viena. Como el libelo suplicante, enviado recientemente por el P. Rector de Horn a Su Majestad Imperial[Notas 1], presentado al Supremo Gobierno su intención, ya había llegado a las manos del Obispo y del Cónsul de la Ciudad, para que él preguntara a aquellos a quienes interesaba nuestra fundación, y se enterara de su intención, ayer, el P. Plácido, tanteando el parecer del Cónsul, comprobó que éste era tan afecto a nosotros, que prometió dar sentencia favorable al día siguiente. Pero, había que insistir ante el Obispo, que era quien oponía gran dificultad a este deseo. Por eso, el P. General solicitó una audiencia, mediante el P. Rector de San Jorge, y fue, después de comer, a visitar al Emmo. Kollonitz, a quien encontró tenaz en su decisión, esto es, que intentáramos entrar en Viena aceptando la Casa de los Pobres. Pero, sobre este punto, nosotros encontrábamos gran dificultad, pues en dicha casa hay hombres y mujeres que educan a los pobres sólo hasta los siete años, lo que va en contra de nuestro Instituto. Además, porque allí están los Trinitarios y los Benedictinos, a quienes la gente los llama españoles; y los Servitas, quienes, como dependen de lo que les dan, creen que nosotros les podemos perjudicar. Después de comer, el P. General fue en el coche al suburbio de los Cordeleros (en germano Weisgarblum), y vio la Iglesia y el huerto, que, tanto el Cónsul susodicho como el Senado, nos concederían con mucho gusto; y nosotros podríamos comprar una casa contigua. Al P. General le agradó la abundancia y cercanía de la gente, y un lugar tan ameno, junto a la puerta Stubense de la ciudad de Viena; y, sobre todo, porque allí, en todo el suburbio, no hay otros Regulares.

Día 3 de agosto de 1696. En Viena. Por la mañana vino a visitar al P General el Ilmo. Señor Juan Maholani, Barón y Señor en Castro Ebarhard, Caballero aureolado de la Sacratísima Imperial y Real Majestad, cortesano húngaro, actual Consejero, y lugarteniente personal Regio, de presencia personal en los Juicios. El P. General celebró la Misa donde ayer, y, por la tarde, en el coche del Ilmo. Conde de Hoyos, fue a casa del Excelso Príncipe Dietrichstein, fundador de nuestro colegio de Lipnik, convaleciente de reúma; por eso, aunque quiso obsequiarle, no quiso molestarlo con súplicas, y es que había prometido su favor en Lipnik, como Supremo Prefecto de la Corte, para promover nuestra fundación en Viena. Después, en el mismo coche, con el P. Rector de Horn y conmigo, Secretario, fue a visitar al Ilmo. Señor Conde de Vels, Director de dicha Casa de los Pobres, y Primer Asesor del Consejo de los Regulares, con el que tuvo una prolija conversación acerca de nuestra introducción en Viena; lo encontró muy fervoroso, y prometió que daría en dicha Casa de los Pobres algún lugar para establecer nuestra casa regular dentro de la Ciudad de Viena, de modo que tres de los nuestros estaría a cargo de las cosas espirituales, y la supervisión de la administración temporal; pero que convenía que el Obispo cediera ante nosotros. Ante las reiteradas palabras del P. General, prometió su favor, una y otra vez; “aunque yo solo no soy suficiente”. Prometió y aseguró que, durante el Generalato del mismo P. General, se establecería esta fundación[Notas 2].

Expuso las dificultades de otros Asesores acerca del gobierno de dicha Casa de los Pobres, pues temían que, con el paso del tiempo, nuestros Padres se arrogarían el gobierno absoluto de dicha casa, y nosotros, ´que tanto prometíamos´, hiciéramos poco, tal como ya había sucedido con otros Regulares, decían.

El P. General fue, finalmente, a visitar al Ilmo. Nuncio Apostólico Santa Cruz, con el cual tuvo una larga sesión sobre dicha fundación. Le prometió con mucho interés que conseguiría doblegar a favor nuestro al Obispo, y que trabajaría con todo esfuerzo ante el Emmo. Kollonitz y ante sus Majestades Imperiales a favor nuestro. Por fin, al salir de la sesión, el P. General le presentó al P. Rector de Horn como Comisario para dicha fundación; y, así recomendado, el Ilmo. Nuncio le exhortó a que, cuantas veces fuera necesario, acudiera a él; que debía esperar todo favor. Ayer el P. General escribió los Libelos suplicantes al Emperador, al Rey de Hungría y al Excmo. Conde de Trau, Mariscal de la Provincia de Austria, para que éste fuera el intercesor a favor de nuestra fundación vienense.

Día 4 de agosto de 1696. En Viena. Se proyectaba ya regresar a Italia, y se buscaba la mayor facilidad para hacerlo. Hoy por la mañana, como era el día de Correos, el P. General envió varias cartas. Luego visitó al Obispo de Nitra, al Canciller de Hungría y al Obispo de Viena, negociando muchas cosas, no tanto por las dificultades que él presentaba, sino por las que presentaba otros, acerca de nuestra fundación en Viena. Después de comer, el P. General visitó al P. Visconti, General de los Barnabitas, que había sido promovido al mismo tiempo que él de ser Procurador General a General, muy debilitado en la salud.

Día 5 de agosto de 1696. En Viena. El P. General, en el coche del Conde de Hoyos, visitó al Excmo. Conde Leopoldo de Dietrichstein, Prefecto del los Establos del Rey, hijo del Príncipe fundador de nuestro Colegio de Lipnik, quien prometió su mediación ante el Rey, a favor de nuestra fundación en Viena. Después visitó al Excmo. Conde de Kinski, Canciller del Reino de Bohemia, e íntimo Consejero del Emperador; después, al Excmo. Conde de Harrach, también íntimo Consejero de la Majestad Imperial, y prefecto de sus Establos, los cuales ofrecieron toda ayuda para dicha fundación, afirmando que nuestro Instituto es necesario a esta ciudad. Luego fue al suburbio de San Uldarico, y visitó al Ilmo. Señor Nicolás de Brokaoff, insigne bienhechor y cofrade nuestro, que suele recibir benignamente a los nuestros en su casa, y tratarlos también con cordialidad en la mesa. Finalmente, en otro suburbio, vio y observó la Casa de los Pobres en la zona de los Trinitarios, que han sido introducidos en Viena hace poco, con apoyo absoluto de la Emperatriz, y dicen que nosotros queremos lo mismo, y tenemos los votos negativos de todos los consejeros. En dicho suburbio, actualmente ya están echando los cimientos de un enorme edificio.

Día 6 de agosto de 1696. En Viena. Por la mañana, el P. General visitó en La Favorita, esto es, en el palacio donde el Emperador, no lejos de la ciudad, suele residir en verano, al Excelso Príncipe Antonio Floriano de Liechtenstein, en otro tiempo Embajador Imperial en Roma, y al presente Prefecto de buenas costumbres del Serenísimo Archiduque, quien le prometió su protección a favor de nuestra fundación vienense; él mismo había entregado a Su Excelsísima Majestad el simple escrito que le había entregado el P. Plácido, Rector de Horn. El P. General celebró la Misa en la capilla de Hoyos, construida a la manera de una iglesia, como lo ha hecho continuamente esta segunda vez que ha estado en Viena. Después de la carta de súplica, este día se le había abierto al P. General la puerta de acceso al Emperador, asignándole para ello las cuatro, y para ver a la Emperatriz, las 6 de la tarde. En cuanto se lo comunicaron al P. General, que había ido con el P. Rector de Horn a comer a casa del Ilmo. Conde Hoyos, se dirigió inmediatamente en su coche, con el P. Provincial y dicho P. Rector, a La Favorita, para la audiencia, pues eran casi las tres de la tarde. Fue admitido después de otros, inmediatamente detrás del General de los Barnabitas. Y, tanto por parte del Emperador como de la Emperatriz, tuvo una benigna respuesta, respecto a nuestra fundación en Viena. El Emperador, en efecto, dijo que ya había enviado el escrito suplicatorio a los consejos habituales, a fin de que, si había algunas dificultades en ello, se pudieran resolver, para lo que prometió su favor. La Emperatriz dijo casi lo mismo, añadiendo que se adhería favorablemente a las opiniones del Emperador.

Día 7 de agosto de 1696. En Viena. Por la mañana el P. General fue visitado por el Ilmo. Conde de Hoyos, y él visitó a la Excma. Condesa de Lamberg, hermana de la Condesa de Hoyos; luego visitó a la Excma. Princesa de Liechtenstein, que estuvo en Roma cuando el Príncipe era Embajador Imperial. Después de comer, fue a ver al Ilmo. Nuncio Apostólico, quien ya en privado había enviado antes a su Rvmo. Auditor a visitar al P. General, a quien había dado de viva voz y por escrito una relación de lo tratado hasta ahora, y de lo que se debía hacer en lo sucesivo, para conseguir nuestra fundación. Finalmente, el P. General visitó al Excmo. Señor Conde Otón de Traun, Mariscal de Austria, quien había prometido, más que ningún otro Mariscal, su ayuda a favor de dicha fundación, con expresiones de gran benevolencia. También escribió, el P. General un libelo suplicante al Emmo. de Kollonitz, tanto a favor de poder obtener dicha fundación, como dándole gracias por el beneficioso patrocinio sobre nuestras dos casas húngaras de su diócesis; de forma especial, por el de la casa de San Jorge.

Día 8 de agosto de 1696. En Viena. El P. General visitó al Emmo. de Kollonitz por segunda vez; y tuvo con él una larga conversación sobre nuestra fundación en Viena, rebatiendo las serias razones que se objetan en contra, y vio al Cardenal cada vez más propenso a conseguirlo. Sobre este asunto y sobre nuestras casas en Hungría, le entregó un libelo suplicante, del que hemos hablado el día anterior, y el Emmo. Cardenal le prometió, no sólo su protección en Viena, sino su favor en Hungría, adonde esperaba ir de un día a otro. Después, el P. General visitó al Mfco. Maholani, sobrino del difunto Arzobispo Szelepcheny, de Esztergom, bienhechor nuestro en Hungría, de quien ya hemos hablado el día 3 de éste. El Emmo. de Kollonitz había prometido que visitaría al P. General, y que vendría con el Obispo; pero vino solo, antes de comer. A la salida, añadió al P. General que saludara a los Emmos. Carpineo, Albani, y Casanacta. El Eminentísimo prometió al P. General, cuando fue a visitarlo esta mañana, una fundación de nuestro Instituto en Neühaisel, ciudad y fortaleza en la Hungría inferior, ciudad que fue arrebatada a los turcos el año 1685, que dista de Prievidza 14 millas húngaras, y 12 de San Jorge, y no menos de 20 leguas de Banska Bystrica, donde están los jesuitas. A eso de mediodía, el P. General fue solo, en un coche, a comer con el Ilmo. Nuncio Apostólico; volvió a casa hacia las 4 de la tarde, con diversas comisiones del Ilmo. para Roma, tanto para los Señores familiares suyos, como para algunos Emmos. Cardenales y para el Sumo Pontífice. Después, con el P. Rector de Horn, en el coche habitual del Señor Conde Leopoldo Carlos de Hoyos, fue a despedir a la misma Señora Condesa María Regina su esposa, y a toda su familia, a la que, por especial razón de su encarecida y continua amabilidad, el P. General profesa un justo agradecimiento, que supera el expresado con los devotos recuerdos de Roma, que él les distribuyó, y que, siendo de muy poco precio, les hicieron muchísima ilusión. Finalmente, antes de salir el P. General, y como testimonio de profunda veneración, todos se arrodillaron y le pidieron la bendición. Luego fue desde allí a despedir al Excelso Príncipe Fernando de Dietrichstein, fundador de nuestros colegios de Nikolsburg y Lipnik, quien lo recibió con el mismo afecto, asegurándole su devoción e interés por la promoción de la fundación en Viena. Y lo despidió.

El P. General había querido visitar en el mismo viaje al Excmo. Buccelleni, Supremo Canciller de la Corte Imperial, pero atareado, como otras veces, con reuniones públicas, no lo había podido encontrar en su despacho; pero, lo que no pudo hacer de viva voz, lo hizo, por escrito, es decir, con un libelo suplicante, que le dejó en poder del P. Rector de Horn. Realmente, se trata de un hombre de mucha importancia y autoridad ante al Emperador y toda la eximia Corte.

Mientras tanto, se estaba preparando el equipaje para salir por la mañana, y el P. General enviaba cartas a diversas casas. Pero, cuando ya anochecía, llegó un mensajero, diciendo que había llegado el tan esperado Excelso Príncipe Esterasi, Palatino de Hungría, con quien el P. General había querido hablar, para presentarle sus obsequios, por la fundación proyectada por él en Kittsee, cerca de Bratislava; pero, sobre todo, para impetrar de él su patrocinio vienés. Acudió a él, y, recibido con toda cordialidad, tuvo abierto ante él el campo de todos aquellos asuntos, por los que, respectivamente, se mostró muy atento e interesado, es decir, la fundación del colegio de Kittsee y la promoción del de Viena. Después de despedirse de él en su residencia Cerniniana, se volvió a visitar el Nuncio Apostólico Santa Cruz, para despedirse también, y lo recibió muy amablemente.

Día 9 de agosto de 1696. En el camino. Hacia las seis de la mañana, acompañado en el coche del Ilmo. Señor Duque de Hoyos hasta fuera de los suburbios de Viena, y un noble cortesano de los Dietrichstein a caballo, salimos de la Metrópoli Imperial en un pequeño coche conducido hasta Padua; y como era la víspera de San Lorenzo, tras una comida de ayuno, llagamos a Draschirchen, en Austria, después de cuatro leguas. Habíamos salido de Viena a las 6, y llegamos allí a las once. Recorridas cuatro leguas más, hicimos noche en Neustadt.

Día 11 de agosto de 1696. En el camino. Después de recorrer una media legua al comenzar el día, hacia las siete llegamos a Merszuslog, donde celebramos la Misa y nos quedamos a comer, para arreglar el coche, y que los tres caballos, uno detrás de otro, pudieran tirar del mismo coche por los caminos escabrosos, angostos y montañosos de Estiria y Carintia, por otra parte más cortos que los demás caminos. Tres leguas más después de comer, y llegamos de noche a Kindberg.

Día 12 de agosto de 1696. En el camino. Recorridas tres leguas, nos paramos en Pruck, junto al río Mur, para decir las Misas y comer; unas pocas leguas más, casi dos horas antes del ocaso, llegamos a Leoben, y por insinuación del P. General, fui a ver a aquel médico del que hemos hablado arriba, para darle gracias, pudiendo experimentar lo amable que fue conmigo.

Día 13 de agosto de 1696. En el camino. Después de tres leguas, llegamos a comer a San Lorenzo, distante un cuarto de Knittelfeld; otras tres más, y llegamos a cenar a Judenburg.

Día 14 de agosto de 1696. En el camino. Después de tres leguas de camino, comimos en Hundsmarck; y al cabo de otras tres, llegamos a Neumark al anochecer.

Día 15 de agosto de 1696. En el camino. Después de tres leguas, comimos en Friesach; otras tres, y anochecimos en Dirnfeld.

Día 16 de agosto de 1696. En el camino. Después de tres leguas largas, llegamos a comer a Mailbruchen. Al anochecer, después de dos largas leguas, y bajo la lluvia, llegamos a Buccheli, o Cardn.

Día 17 de agosto de 1696. En el camino. Después de dos leguas cortas, llegamos a Villach, donde comimos; y, después de otras dos, muy duras, a Arnoldstein, por la noche.

Día 18 de agosto de 1696. En el camino. Después de dos durísimas leguas, llegamos a Tarvisio; dos más, y, ya entrada la noche, llegamos a Pontebba, en los confines del Estado Imperial y Venecia.

Día 19 de agosto de 1696. En el camino. Por un camino malísimo y peligroso a causa de la caída de piedras, entre miserias de gente pobrísima, que se alimentaba de los productos del bosque, y pueblos sometidos a salteadores, por ser limítrofes, a la hora de comer llegamos a Reziunda. Por la noche, tras puros precipicios y barrancos, durante dos leguas (habían sido tres leguas por la mañana) llegamos a Venzone. A la mañana siguiente, pasamos por Chiusa, o la Puertas del Estado Véneto, donde se paga la llamada cortesía por los que como nosotros tienen un acuerdo para que el auriga pague en las aduanas. Allí se puede ver a un soldado de guardia sin una pierna, a otro sin… etc. Pues ¿qué enemigo puede haber tan tonto que intente expugnar aquellos precipicios?

Día 20 de agosto de 1696. En el camino. Tras dos leguas de montaña, llegamos a comer a Santo Tomás; y apartándonos del camino otra media, a Gradiscuta para pasar la noche.

Día 21 de agosto de 1696. En el camino. Apartándonos la mitad de un cuarto de legua, llegamos a Fonte Frigida, donde comimos. Y a un tercio de legua del camino, al anochecer, a Conegliano.

Día 22 de agosto de 1696. En el camino. Navegamos en una barca el río que llaman Piave, durante tres leguas, es decir, 15 millas italianas, y llegamos a Treviso a la hora de comer. Después de 10 millas, al anochecer, a Mestre.

Día 23 de agosto de 1696. En el camino. Durante dieciocho millas, por una llanura amena, entre palacios rurales de los vénetos, diseminados constantemente por aquí y por allá, poblada, cultivada, fértil, admirablemente situada, por la ribera del Río Brenta, llegamos a Padua a eso de mediodía, polvorientos, y cansados del calor y del camino. Nos detuvimos, para descansar, en una habitación alquilada bastante cómoda, y con huéspedes amables, de una misma cultura; pero, sobre todo, por la piedad del Señor Martín, a quien llamaban el alemán, dueño del mismo albergue. Y, especialmente, porque habían quedado lejos las inevitables estridencias de las campanas.

Día 24 de agosto de 1696. En el camino. Después de pasar la noche en la casa de dicho Martín el alemán, pero sin recuperar suficientemente las fuerzas, después de tanto camino y tanta aspereza del terreno de Estiria, de Carintia, y del Foro Julio, durante este día también descansamos en Padua. Por la mañana visitamos la Basílica de San Antonio, y, uno por uno, todos dijimos la Misa en el mismo altar sepulcral. El P. General celebró a intención de la Ilma. Condesa, esposa del Conde de Hoyos, fundadora, por sucesión, de nuestra casa de Horn; como había prometido a la salida de Viena, y en acción de gracias por la gran amabilidad que ella había tenido con el mismo P. General.

Mientras tanto, tratamos de proseguir el camino hacia Bolonia con cierta comodidad, lo que parecía oportuno, pues los tres caballos estaban cansados de tirar de un coche de cuatro plazas.

Después de comer, el P. General fue a visitar al Emmo. Cardenal Barbadici, Obispo de Padua, Prelado de gran probidad y celo, como es conocido por todas partes. Trató con él de varios temas, pero, sobre todo, de cómo implantar nuestro Instituto en las Provincias del Reino Véneto. Su Eminencia prometió además que pensaría con más tranquilidad si podía corresponder a las súplicas del P. General en su diócesis. El Eminentísimo insistía para que el P. General pernoctara en su residencia, sobre todo para estudiar la cuestión en ella con mayor comodidad; pero como había determinado salir muy de mañana, y temía que tanta hospitalidad le ocasionara retraso, le dio las gracias con toda humildad, y se fue, de nuevo, a la habitación alquilada.

Día 25 de agosto de 1696. En el camino. La víspera, visitamos otra vez las basílicas de San Antonio de Padua y de Santa Justina, que es lo mejor que se puede ver en Padua, y en el mismo coche nos fuimos, por el camino más fácil, que nos condujo a Monte Silice, donde también celebramos en la Iglesia Parroquial; en cambio para cenar, pudimos llegar a Rovigo.

Día 26 de agosto de 1696. En el camino. Después de atravesar los canales Albo y Pado, llegamos a Ferrara. Como era domingo, todos pudimos celebrar la Misa en la iglesia de los Padres de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri. Visitando el Foro de Ferrara, salió al a saludar y obsequiar al P. General D. Francisco Anguilla, y lo invitó a su casa; pero, como temía retrasarse en su casa, lo que suele suceder entre los seglares, y no quería pernoctar allí, a causa de la inclemencia del clima de Ferrara, y, sobre todo, por el calor del verano, pensó que sería mejor tomar una breve comida en el albergue, junto al pozo.

Después, por mediación del mismo Sr. Anguilla, el Sr. Doctor Maurilio della Pellegrina, muy amigo del P. General a cuya casa había prometido ir en una carta enviada desde Viena, si se lo permitía el buen tiempo, cuando volviera de las tierras ultramontanas, fue al albergue, para invitarlo a su residencia, a él y a sus acompañantes. Pero, como habían comido, y ya estaban enganchando los caballos para la salida, se pudo librar de sus ofrecimientos con las mejores razones que encontró.

En aquella ocasión el Sr. Maurilio enseñó al P. General una carta del P. Andrés de la Anunciación, Rector de Pieve di Cento, donde le decía que, en el caso de visitar al Emmo. José Renato, Cardenal Imperial, legado en Ferrara, le advirtiera de un caso que había sucedido en nuestra misma casa de Pieve, acerca del afeitado y los latigazos infligidos por los nuestros a un ladronzuelo de velas de nuestra iglesia, y del tumulto que se armó contra el. Por lo cual, tanto el Legado como el Arzobispo de Bolonia, y los delegados de la Sede Apostólica, había nombrado una comisión contra los reos y cómplices. Esto causó mucha preocupación al P. General, siempre solícito de que nuestro hábito no sufriera ningún desprestigio.

Preparada la marcha, salimos de noche por las marismas de Ferrara, hasta Podio Lambertini, cuya inclemencia ambiental se manifestaba en la gran cantidad de ranas que saltaban, y enjambres de mosquitos que zumbaban por todas partes.

Día 27 de agosto de 1696. En el camino. Transcurrida aquella misérrima noche, por causa, sobre todo, de las picaduras de los mosquitos que nos infestaban si parar, por el campo boloñés llegamos a Bolonia.

Muy fatigados y somnolientos por la vigilia de la noche anterior, descansamos en el albergue de las Postas. El P. General estaba preocupado, por haber oído los excesos de los nuestros de Ferrara contra el raptor de los cirios de la Iglesia. Por lo cual, con un solo acompañante, el H. Francisco Mª, y dejándonos en el albergue a mí, Secretario, y al P. Provincial de Polonia, por miedo a que los aires de Pieve di Cento nos afectara a nosotros, desacostumbrados a ellos, se fue personalmente a la misma casa.

Día 28 de agosto de 1696. En el camino. Al amanecer, pues, el P. General se subió al coche biyugo, y se dirigió a Pieve di Cento, sin avisar. Llegó allí hacia las 14 de la mañana, y sólo encontró al Rector, que estaba con un Hermano Operario, porque todos los demás habían salido a celebrar la solemnidad de San Agustín a unas seis millas. El P. General había salido de Bolonia, y, para evitar cualquier peligro, a causa de los aires, había determinado regresar el mismo día. Pero, si faltaba la Comunidad, ¿de qué le servía el viaje? Cuando advirtió, por todas partes, que los habitantes de allí estaban sanos, y, a causa de la larga sequía de la tierra, no abundaban las enfermedades, envió al auriga con el coche a Bolonia, con una carta para nosotros, que allí permanecíamos, explicando la importancia pública de problema; y, a pesar de lo previsto, se quedó allí aquella noche.

Mientras esperaba a que la Comunidad volviera de la celebración de San Agustín, se decidió a intimar la visita local y real. Cuando volvieron, al día siguiente, tras una breve plática, como de costumbre, sobre la verdad extrajudicial de la actuación, y sobre las demás cosas que se suelen decir en las visitas, escuchó a cada uno en particular. Hizo las amonestaciones privadas, dio las oportunas ordenanzas, y de nuevo, con una elocuente conferencia, animó a todos a la observancia regular. Realizó también la visita de las clases, el examen, por separado, sobre el incremento de la Piedad y las Letras, e impartió directrices a nuestros Maestros, para que pusieran el mayor interés en ambas cosas, según los sagrados votos. El P. Provincial fue visitado en aquella ocasión por los Principales del lugar; aunque con ellos, dada la escasez de tiempo, como les dijo cuando quisieron intentarlo, no tuvo ningún acto oficial.

Día 29 de agosto de 1696. En el camino. Después de hacer todo esto y a toda prisa, en un tiempo aproximado de 24 horas, el P. General subió de nuevo a su asiento del coche, acompañado por el P. Rector, Andrés de la Anunciación, y al anochecer estaba ya de vuelta en Bolonia, donde fue directamente a la residencia del Ilmo. Sr. José Mastellari, uno de los últimos fundadores de nuestro Colegio de Pieve di Cento, quien, como los nuestros le habían avisado de su regreso por un mensajero, nos había preparado hospedaje, gracias a la preocupación de dicho P. Rector.

Día 30 de agosto de 1696. En el camino. El P. General celebró la Misa en la capilla del Señor Mastellari con el P. Provincial de Polonia, y luego, conmigo y con un Canónigo de Pieve di Cento, en un coche procurado por el P. Rector, visitó a Arzobispo de Bolonia, el Emmo. Cardenal Boncompagni, quien lo recibió con todos los honores, y le dio una agradable respuesta, después de toda la inspección hecha a nuestra Orden, a raíz del exceso de los nuestros de Pieve di Cento, arriba narrado.

Hoy por la mañana hemos contratado un coche, de dos pares de ruedas y dos caballos, desde Bolonia a Florencia. Después de comer, el P. General con el P. Provincial de Polonia, conmigo, y con el P. Rector, en un coche buscado por él mismo, visitó al Legado de Bolonia, Emmo. Cardenal Durati, quien se mostró muy acogedor, y le prometió lo mismo que había hecho hoy mismo por la mañana el Arzobispo toda ayuda para introducir nuestra Orden en Bolonia, como era deseo de nuestro P. General. Además en el mismo palacio del Legado nos dieron certificados de buena salud a cada uno de nosotros.

Día 31 de agosto de 1696. En el camino. Muy de mañana salimos de Bolonia, con la misma comodidad de ayer, pero añadiendo un tercer caballo para mayor seguridad, por consejo del mismo postillón; en el camino tuvimos que sustituir en el coche otro de los caballos por un caballo más fuerte, porque comenzaba a cojear; así, a través de los montes, llegamos a Loiano, como se dijo en octubre del año anterior; y de allí, a Firenzuola.

Notas

  1. El P. Plácido Feir de S. Bernardo, Rector de Horn, dejó escrita una amplia crónica de sus gestiones como Comisario del P. General para intentar la fundación de Viena, desde el 24 de octubre de 1695 hasta el 1 de junio de 1696. Cf. Arch. Gen, Hist. Bibl. 23. [N. del T.]
  2. Y, de hecho, en 1697 se consiguió el permiso para la fundación en Viena, y se puso la primera piedra del colegio el 2 de septiembre de 1698, siendo General el P. Foci. [N. del T.]