LituaniaMateriales/Vida del R. P. Matías Dogiel

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Lucas Hübel
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Noticia del pleito de los PP. Escolapios y los Jesuitas de Vilna, 1723-1753.
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Vida del R. P. Matías Dogiel

Por el R. P. Antonio Moszynski. Vilna, imprenta de José Zawadzki, 1838

La breve noticia que poseemos sobre nuestro Dogiel aparece en una mención breve sobre él en la Vida de Polacos Ilustres de J. K. Boguslawski, repetida luego en las obras de Bielski y Chodijnicki. Pero consideramos que lo que ahí aparece no satisfará a los lectores si no añadimos algo más amplio acerca de este diplomático para conocimiento de todos.

Dogiel, del ilustre linaje de los Dziadorz, Matías en la Orden, fue bautizado con el nombre de Domingo, nació de una familia noble aunque no rica en Gembule, en el distrito de Lida, el 6 de agosto de 1715. Después de terminar sus estudios en las Escuelas Pías de Szczuczyn, dotado por la naturaleza de un agudo ingenio, y de una feliz memoria, deseando el conocimiento de ciencias más elevadas que las que enseña la escuela, el 17 de febrero de 1730 ingresó en la Orden de las Escuelas Pías, y recibió el hábito en Lubieszow. Allí encontró un lugar adecuado para su avidez de ciencia, y se preparó para servir al bien público con el oficio de maestro, en lo que las Escuelas Pías se diferencian de otras Órdenes.

La Orden de las Escuelas Pías cuya finalidad es la educación religiosa y científica de la juventud y el bien de la sociedad, y la formación en la virtud de los ciudadanos dotados, para poder conseguir esta finalidad debe formar y perfeccionar en su seno a los hombres, de modo que ellos puedan después formar a otros. De eso se ocupan los noviciados y junioratos escolapios, que podrían llamarse justamente escuelas de pedagogía. En ellos comienza su camino científico el joven que ha sido admitido a ellos. Al mismo tiempo que de la instrucción religiosa, se dedican al estudio de los clásicos antiguos y de los escritores de la patria. Estudian elocuencia, poesía, matemáticas, lenguas; en resumen, principalmente el correcto uso y el ejercicio de cada una de ellas. Luego los mejores de entre ellos completan su instrucción en las ciencias, normalmente en la Universidad. Este es el camino que recorrió Dogiel, exceptuada la Universidad, pues, como se dirá más tarde, sólo le fue posible acumular ciencia con lo que otros le ofrecieron, y luego ejerció su cargo de maestro ayudando a los demás loablemente con la gran abundancia de estudios, que había hecho con gran esfuerzo y dedicación.

Ignacio Scipión de Campo, Mariscal de Corte del G.D. de Lituania lo conoció en su pueblo hereditario de Szczuczyn, donde había un colegio de Escolapios y Dogiel era uno de los maestros, y des cubrió que este hombre tenía una gran formación, y era amantísimo del trabajo, castísimo de costumbres y observantísimo de todos los oficios, y quiso tenerlo como maestro para su hijo. Los superiores de la Orden no pudieron oponerse a la voluntad de un personaje tan importante, cuya ayuda necesitaban.

Los maestros domésticos tienen un trabajo en verdad más difícil que los maestros públicos, pues tiene mayores dificultades e incomodidades. No les pertenece a ellos ningún momento privado. Se podría decir que a ese sustantivo le corresponde el adjetivo de siervo encadenado, sin interrupción. Cualquier error, cualquier fallo que cometa el niño entregado a su cuidado, se atribuye a su negligencia. Si el niño es de una naturaleza poco dotada para aprender, si aprende despacio, la culpa es del maestro, como si él pudiera fabricar el ingenio, o como si fuera poca cosa el contar con la naturaleza y cultivar las cualidades que ella ha dado al niño. A menudo uno se dedica con todo empeño, y después de trabajar sin descanso, su labor es puesta en peligro por la conducta ajena e ingrata de los padres, principalmente si miman en exceso al niño, echando a perder todo el esfuerzo, o bien ignorando el esfuerzo del maestro. En este difícil camino Dogiel tuvo suerte: el niño nació con un ingenio dócil, y sus padres tenían sentido común, así que después de algunos años, no sin alabanzas para él y su Orden, estando el padre en su lecho de muerte, expresó como su última voluntad que nadie sino Dogiel debería acompañar a su hijo para completar su educación. No podía dar un mejor testimonio de su aprecio por Dogiel, pues en el lecho de muerte no se dicen cosas vanas, sino que se expresa lo que es más útil para el hijo. Y ciertamente Dogiel no defraudó en absoluto su confianza, y demostró luego que era justo lo decidido. Conducido por él, alcanzó la edad en la que, para conocer a fondo la gracia de mundo, como dicen, pudo ir a visitar las naciones extranjeras y aumentar la ciencia y la pericia de las cosas. En ese viaje Dogiel fue su compañero. Primero fueron a la Universidad de Leipzig; luego a París, donde maestro y discípulo se dedicaron de lleno a empaparse de ciencia. Dogiel se ocupaba sobre todo de las matemáticas, jurisprudencia, filosofía, no aquella encendida y peligrosa, semejante quizás al vino espumoso, que debilita y obstruye las facultades del espíritu, que debía mantener fuertes y despiertas, sino la que contiene ideas claras y suaves de las cosas, mostrando la verdad, la especulativa. Scipio estudió lenguas antiguas y modernas, elocuencia y jurisprudencia.

Vuelto a la patria, dedicó algún tiempo a ayudar al discípulo a ordenar sus cosas: el archivo doméstico, la administración de los bienes, que había gestionado su padre mientras vivía, y que le había ocasionado molestias más de una vez. Al final por orden de sus Superiores se despidió de su discípulo, cuyo amor y gracia se había ganado.

Ya unos años antes Estanislao Konarski, aquel rey de ciencia y doctrina del siglo pasado en Polonia, quería erigir en Vilna un instituto similar al internado de nobles de Varsovia, y en relación con ello escribió por aquel tiempo al Rector P. Torcuato Tyminsky; este aceptó su consejo, y una vez preparadas las cosas como convenía, el mismo Konarski vino a Vilna, y durante la inauguración dijo un discurso ante una multitud de nobles que habían venido de todas partes, presentando los beneficios de aquella institución. Lo cierto es que allí había habido un internado, en un lugar poco cómodo, puesto al cuidado de un gobernador experto, con algunos alumnos, y que cerró al poco tiempo. Tomó a Dogiel para sustituirlo y dirigirlo, el cual gozando del patrocinio real, y de Miguel Czartoryski, Príncipe Canciller del G. D. de Lituania, abrió un internado al ejemplo del colegio de nobles de Varsovia, que conocía de vista, y según los ciertos y sólidos fundamentos del Nazareno de Roma, lo organizó y lo dio a conocer en un folleto titulado Noticia acerca del internado de las Escuelas Pías en Vilna para jóvenes de noble e ilustre prosapia, de 10 páginas, en 4º, donde entre otras cosas se lee lo siguiente: “Puesto que la buena educación, con la que se reforman los pueblos, estuvo siempre en el corazón de los grandes reyes, Su Real Majestad, considerando cuántos beneficios provienen del Colegio de Nobles de Varsovia, bajo la dirección de los Padres Escolapios, otorgó su privilegio para erigir un colegio similar en Vilna para el G.D. de Lituania”.

Dogiel no escatimó esfuerzos para que el instituto confiado a su cuidado alcanzara esplendor y alabanzas, cosa a la que intentaba oponerse la en aquel tiempo poderosa Orden de los Jesuitas, que pretendía para sí el derecho de recibir alabanzas por enseñar las ciencias superiores (es decir, el monopolio). Fueron de mucho ánimo para él en aquel momento sus hermanos, como atestiguan las actas del Capítulo de 1756, que dicen: “Puesto que el P. Matías Dogiel ha afirmado que él va a hacerse cargo del asunto de crear en Vilna un colegio de Nobles, y espontáneamente se ha ofrecido para encargarse de él hasta la muerte, para que la Orden favorezca y proteja ese instituto se ha decidido de manera concorde que los Provinciales actúen con gran cautela en la elección de los profesores que serán enviados a ese instituto, y que una vez adscritos a él, si muestran ser dignos, no los transfieran sin gravísimos motivos a otro colegio, y que si no están a la altura, la autoridad del colegio de nobles tenga derecho a enviarlos fuera, sin esperar el mandato del Provincial”. Incluso antes de que comenzara a funcionar el colegio, Dogiel recibió la merced de ser nombrado Asistente Provincial, es decir, formaba parte de la Congregación Provincial, cargo que ejerció al mismo tiempo que el eximio poeta latino Jorge Ciapinski[Notas 1].

Nombrado Rector del colegio de Vilna, mostró carácter y ánimo potente, buen sentido y total integridad. Compró una casa para internado, puso los cimientos de la iglesia y levantó las paredes a buena altura. Más tarde, a causa de las adversidades y de la crisis en la que se vio la casa de Vilna, bastante después de la muerte de Dogiel fue vendida, y últimamente se ha convertido en vivienda privada, a la que llama Szukowca, en el ángulo de la calle de los Dominicos. La mente activa de Dogiel lo creaba todo desde los fundamentos, o lo transformaba y adornaba mejorándolo. Aumentó la biblioteca principalmente con sus propios medios, comprando obras novísimas; hizo traer instrumentos matemáticos; compró una imprenta, con dinero reunido cuando se ocupó de la educación de Scipión, y obtuvo el privilegio real para editar el volumen del Código Diplomático.

Por intervención suya, la finca de Merecz, que en otro tiempo perteneció al colegio escolapio de Werenowo, fue concedida al colegio de Vilna, con la condición de que se pagara cada año una cantidad para la construcción de la iglesia de Lida. Invirtió cien áureos imperiales ligados al Subtesorero Sapieha en el capítulo del colegio de Vilna.

Después de haber trabajado mucho por el colegio de Vilna, comenzó un tema sumamente útil para todo el pueblo de Lituania, concretamente la conservación de materiales escritos para que nos se perdieran. Ya se había ocupado de este asunto antes que él el Obispo Zabuski de Kiew, quien escribió lo siguiente en su programa literario: “Puesto que ninguna nación carece de ese tipo de compendio diplomático (como el de Sommerberg), excepto la nuestra, donde son muy frecuentes los incendios en los edificios de madera, que sufren incendios cada año, en los cuales son reducidos a cenizas irreparablemente pergaminos de gran valor, para evitar este tipo de desgracia considero que es muy necesario que todos los documentos que se conservan en los archivos, principalmente de las catedrales, colegiatas, abadías, conventos, universidades, familias nobles y ciudades, con sus derechos y privilegios, que son como los árboles que darán sombra a los nietos, se reúnan e impriman bajo el título Código Diplomático Polaco y de las provincias unidas y sujetas, etc. Pero el consejo del activo y docto Obispo (ignoro qué fue de él) no se siguió.

Está perfectamente claro que comparando las antiguas gestas con las actuales nos pueden enseñar muchas cosas; pero no es cuestión de acercarse a ellas a través de turbias y oscuras elucubraciones, sino por medio de fuentes ciertas, no sospechosas, como lo son sin duda los documentos antiguos, autentificados con sus firmas y sellos. Ayudan a conocer mucho los acontecimientos de la historia nacional. Perfectamente conscientes de ello, Rymer en Inglaterra, Rappold y más bien Sommersberg en Silesia, Hennig y Napierski en Curlandia y Letonia, y el Canciller Rumiancov en Rusia, es decir, gente trabajando bajo sus órdenes y patrocinio, se han dedicado a reunir antiguos documentos y darlos a la imprenta. El historiador que carece de materiales originales, se dedica a resumir o copiar a los que le precedieron en esta tarea. A no ser que aparezcan nuevos hechos siempre tiene que apoyarse en el testimonio de otros, como el cojo en el báculo. Su esfuerzo sonará a narración fabulosa, adornada de erudición, con disquisiciones filosóficas y consejos, pero no encontrarás en ello el rostro serio de la crónica y de la historia, sino que sonará a hueco. Los documentos antiguos muestran características y rasgos patriarcales. De modo que si el lector se despide de nuestros tiempos y peregrina a aquellos antiguos, trata con hombres que dejaron de vivir mucho tiempo atrás; aprende de ellos; se mezcla con ellos hasta el punto, diré, de conocer su índole, sus hechos, su estado, la condición en la que vivieron; y a partir de sus palabras puede juzgarlos, capta y entiende sus vicios y virtudes, su modo de vida. Esto es lo que hace el historiador. Pues el historiador da la palabra a esos hombres a los que presenta, de modo que están presentes y hablan por sí mismos. En un apalabra, sólo a partir de la acumulación de documentos se pueden explicar los hechos de manera absolutamente crítica. Dogiel se dedicó a coleccionar estos documentos. El Rey Augusto III, alabado por su Consejo, viendo que era necesario consultar archivos y bibliotecas extranjeros, lo decoró con el título de legado real y de la república polaca para que pudiera llevar a cabo más fácilmente su propósito. Y le entregó muchas cartas de recomendación cuando Dogiel se puso en camino. Se dedicó a investigar en bibliotecas y archivos reales y principescos, públicos y privados, en Germania, Francia y Holanda. Al regresar a la patria investigó, indagó y en parte copió archivos de Polonia y Lituania, de los Príncipes Radziwill, Nieswicz y otros muchos privados, tanto entre las obras manuscritas como en las impresas, y de este modo con una dedicación admirable, con no poco gasto y trabajo, reunió una enorme colección de documentos de gran valor, que servirían como material para la historia de Polonia y Lituania. Sin embargo no encontró muchas cosas que le sirvieran en el extranjero; la mayor parte los encontró en la patria, con ayuda d elos archivos de Letonia, Curlandia y Suecia, donde Albertrandi había reunido mucho material sobre Polonia. El archivo secreto de los Cruzados de Königsberg no parece que lo visitó, ni parece que le interesara.

Cuando el año 1754 el autor se dirigía a Varsovia con algunos manuscritos, hubo un incendio en la casa en que residía y se quemaron todos los documentos. Fue mucho su dolor, como él mismo escribe en el prólogo de su obra: “¡Qué fácilmente, qué pronto se pierde un tesoro que consta de tantas cosas preciosas, que contiene riquezas tan raras, reunido con tanto esfuerzo y tanto gasto!” Sin embargo el noble varón no se desanimó en el trabajo comenzado, y con la ayuda, el empuje y la solicitud por el progreso de la ciencia del Príncipe Federico Miguel Czatoryski, Canciller del G.D. de Lituania y del Subcanciller Andrés Hodzick, encontró el camino para los documentos públicos de una y otra región. Llegó así a los archivos y biblioteca de José Zaduski, que había trabajado en esa obra, y tenía una amplia colección de tratados de paz. También al archivo de Debowski, Obispo de Kiev, que había investigado en muchos archivos de España, Austria y Nápoles, y había copiado todo lo que se refería a Polonia. Dividió su obra en ocho volúmenes; deseando publicarla, anunció que se iba a publicar, a un precio de 12 áureos imperiales. Aunque el dinero que iba a recibir era poco en comparación con los gastos, Dogiel confiaba en el patrocinio real, y sintiéndose animado por muchos nobles, puso manos a la obra. La fabricación de los tipos e Liepzig; luego el papel, y el difícil traslado a causa de la guerra de los manuscritos ya preparados en Königsberg desde hacía algunos años, retrasaron la impresión. El 14 de noviembre de 1758 Dogiel obtuvo una audiencia con el Rey, en la cual le entregó el primer volumen, ya impreso. Al año siguiente le envió el 5º volumen. Tenía la intención de dedicar el cuarto al príncipe Carlos, hijo del Rey de Curlandia, cuando dirigiéndose por esta y otras causas a Varsovia, en pleno vigor de su edad, a los 45 años de edad y 30 en la Orden, el 24 de febrero de 1760 abandonó el mundo, con gran dolor por parte de todos.

En Dogiel estaban unidas de manera indisoluble la inocencia y rectitud de costumbres con la firme adhesión a las verdades de la fe y unas dotes de sublime ingenio y ciencia luminosa. Como ministro del altar estaba perfectamente formado en las virtudes necesarias para cumplir su misión, y desempeñaba santamente su función. Era fogoso, agudo pero con moderación, centrado en su propósito, constante en la amistad, unido de corazón a su Orden más de lo que pueda decirse, amante del trabajo y laborioso, de índole sumamente amable, sin preocuparse de sí mismo y de sus propios intereses; sin embargo era un tanto vehemente cuando se irritaba, lo que según algunos fue la causa de su muerte prematura. Era familiar con la ciencia de los hechos históricos, por lo que pensaba escribir una historia de Polonia, cosa que hubiera hecho si no se lo hubiese impedido su temprana muerte, pues las dificultades nunca fueron un obstáculo para él. Conocía las lenguas antiguas, y de las modernas hablaba muy bien el francés y el alemán; conocía tan bien el francés que las cartas que escribía, principalmente a los Scipiones, las escribía en esta lengua. Todos le veneraban: los más famosos y elevados del Reino le honraban con su favor y su amistad. David Janocki lo llama el varón más docto y sabio de su siglo. El Obispo José Zaluski lo llamaba honorable y docto religioso de las Escuelas Pías y amigo suyo.

Pero los grandes hombres siempre tuvieron grandes y malignos enemigos, pues nunca faltan los espíritus ligeros e innobles que se revuelven contra los grandes, especialmente, creo, cuando ven que no pueden ponerse a su nivel. Incluso hubo enemigos de Dogiel entre los hermanos de su Orden, a cuyo honor alabanza y bien él se dedicó totalmente, y en cuya honra y gloria él sobresalió. Principalmente hombres de otros tiempos, apegados tenazmente a costumbres antiguas, estimándose más sabios que nadie, pretendiendo ser los dueños del umbral de la verdadera sabiduría, a través del cual nadie podía entrar si no les daba permiso, y sin poder soportar que aquel joven pretendiera ser más excelso que ellos, por lo que sus sanos y óptimos consejos, dignos de todo elogio, los comparaban con sus cómodos estudios, y los consideraban tentativas dañinas. Esta vilísima envidia al final degeneró en maldad, por lo que despreciaban a la persona y se reían del fruto de sus trabajos. Y esta maldad se convirtió en acto, pues alteraron la tipografía de su primera obra impresa, con lo cual echaron a perder varios cientos de ejemplares, hasta que se dieron cuenta y lo corrigieron. Cuando Dogiel vino al Capítulo de Vilna en 1759 como Rector de Lubieszow, en la llamada sesión de legitimación de las personas, en la que se comprueba el derecho de los asistentes al Capítulo, cuando el Secretario, como se suele hacer, preguntó: “¿Alguno de vuestras paternidades y reverencias sabe si alguien de los convocados es digno de exclusión de la sala capitular por irregularidades canónicas?”, Sebastián Wykovski, ex provincial, indicó que la presencia de Dogiel en el Capítulo no era canónica, y que por tanto debía salir, pues había cambiado el lugar y la casa de la llamada fundación de Scipión a favor del colegio en otra. Dogiel había previsto que se lo iban a echar en cara, y ya antes había obtenido la dispensa de censuras eclesiásticas por parte del Nuncio, y la potestad de intervenir en el Capítulo, pues podían aparecer algunas dificultades. De este modo, Dogiel mostró el decreto de la Nunciatura; pero aunque redujo al silencio a sus enemigos, no pudo extirpar la malicia de sus corazones.

Por el contrario, los hombres famosos por su virtud, que podían apreciar rectamente su mérito y su conocimiento, lo alababan y le concedían su favor. Celebraban su inocencia y su abstinencia, su preocupación y cuidado por el honor de la Orden, el íntimo afecto de su corazón por ella, las virtudes propias de su estado. En las actas del Capítulo de 1756 celebrado en Lubieszow, encontramos también este testimonio: “La Congregación da gracias de corazón a Matías Dogiel tanto porque el dinero que ganó con su propio esfuerzo en el palacio de los Kuzki lo gastó en el colegio de nobles, como porque hizo venir de Francia al mismo colegio, no sin gran trabajo y gasto, una imprenta desde la lejana Francia, y luego enriqueció la biblioteca con obras de gran valor, buscando aumentar la gloria de ese colegio; finalmente, porque en poco tiempo compuso y sacó a la luz la Obra diplomática del Reino de Polonia y del G. D. de Lituania, sin ahorrar gastos y superando grandes obstáculos”.

Así, pues. El 23 de mayo de 1755 apareció en Wichovia el edicto para que Dogiel pudiera editar su obra de acuerdo con las cancillerías del reino y del G. D. de Lituania. Obtuvo el permiso para editar los tres primeros volúmenes. Tenía el permiso para editar, pero la obra no estaba completa, a causa de la decisión del consejo permanente, que la obstaculizaba, no se sabe por qué. Además de las vicisitudes de la política en aquellos años, también los consejos de algunos amigos fueron un obstáculo para que resultara de provecho una obra de tanta importancia, que había despertado la esperanza y el deseo de tanta gente. Gaspar Freszczkowski, Provincial de Lituania, designó para completar y editar los manuscritos de Dogiel a dos famosos varones famosos y alabados por su conocimiento en aquel tiempo: Juan de Canti Wykoroski y Matías Tukallum[Notas 2]. En primer lugar se dedicaron a publicar el cuarto volumen, ya terminado, e intentaron eliminar los demás impedimentos que prohibían editar el resto. Pero los hechos retrasaron sus deseos, y sólo el cuarto volumen salió a la luz. Más tarde, como el Estanislao Augusto pidió a Naruszewski que escribiera la historia de Polonia, y este andaba reuniendo material en todas partes, y como los manuscritos de Dogiel se conservaban en las Escuelas Pías de Vilna hasta entonces, por orden del Rey fueron enviados a Varsovia, y entregados a la biblioteca real. Fueron de gran ayuda para Naruszewski. El rey mismo quería hacerlo imprimir a su costa, pero la situación crítica del tesoro y las dificultades políticas se lo impidieron. Más tarde los manuscritos fueron devueltos al colegio de Vilna, cuyo Rector Rafael Danilowicz, tras informar al entonces P. Provincial Alejandro Glogowski, los donó a la Universidad de Vilna en 1817, de donde el año 1836, junto con los manuscritos Albertrandi fueron enviados a la biblioteca pública imperial de Petersburgo.

Digamos algo sobre los volúmenes editados y los manuscritos y lo que se trata en ellos.

Registro Documental del Reino de Polonia y del Gran Ducado de Lituania,

En el cual se contienen pactos, acuerdos, tratados, alianzas, tratados de paz, de mutua amistad, de subsidios, de juicios, de comercio, así como convenciones, convenios, concordatos, transacciones, declaraciones, estatutos, órdenes, bulas, edictos, decretos, rescriptos, sentencias arbitrales, infeudaciones, homenajes, incluso pactos matrimoniales y de dote, también cartas reversales, de concesiones, de libertad, de inmunidad, de donaciones, de pignoraciones, de renuncias, de erecciones, de obligaciones, de ventas, de compras, de permutas, de cesiones, de protesta y otras de todo género, confirmadas mediante documentos públicos y que ahora se exhiben por primera vez fuera de los archivos públicos. Vilna, en la tipografía real y de la República del Colegio de los CC. RR. De las Escuelas Pías, 1758, en folio, 623 páginas.

-Dedicatoria a Augusto II, por los Padres Escolapios de Vilna, 4 páginas.
-Prólogo, 14 páginas
-Prospecto, 8 páginas.
-Siguen dos privilegios: el primero para vender la obra, prohibiendo a cualquiera que no pertenezca a las Escuelas Pías editar este tipo de material y contenido, tanto en el Reino de Polonia como en el G. D. de Lituania, y en otros territorios hereditarios (Sajonia), bajo pena de 1000 ducados húngaros; el segundo, para establecer una imprenta a las Escuelas Pías de Vilna, con la confirmación real de ambos privilegios.
-Sigue el volumen: Índice cronológico de los documentos que aparecen en este volumen primero, 27 páginas. En la última página, testimonio de la comisión designada para ello confirmando que las copias hechas por Dogiel del Archivo real de Cracovia corresponden con el original. Este tomo consta de dos partes, aunque en el texto no se nota la división. Consta de Bohemia, Hungría, Austria, Dinamarca, Baviera, Marca de Brandemburgo, República Véneta, Sajonia, Francia, Principado de Brunswick, Principado de Meklenburgo, España, Holanda, Transilvania, Silesia, Pomerania, Nueva Marca, Moldavia, Valaquia y Besarabia.

Volumen II: en la 1ª parte, Rusia, Turquía, Tartaria, Crimea, Suecia. En la 2ª: actas correspondientes a resúmenes de Nápoles.

Volumen III: Parte 1ª: Lituania. Parte 2ª: Rutenia, Podolia, Tierras de Belze, de Szepes, principado de Severia, Oswiecin y Zator.

Volumen IV: se contiene todo lo referente a Prusia. Vilna, en la tipografía real y de la república de los CC. RR. De las Escuelas Pías, año 1764. Se encuentra también en Königsberg y en Liepzig, en la librería de Juan Canter[Notas 3]. Proemio, 6 páginas; texto, 522. Índice cronológico, 12 pág.

Volumen V: Livonia. Dedicatoria a Carlos, Príncipe de Curlandia y Sinigalia, 2 pág.; proemio, 6 pág.; texto, 522 pág. Índice cronológico, 18 páginas. Vilna, en las Escuelas Pías, 1759. Contenido de este volumen: sobre todo material correspondiente a Letonia. Pues Gotardo Kötler, Maestre de la Orden Teutónica en Letonia, cuando se pasó a los luteranos se llevó el archivo de Livonia a Nicolás Radziwill, llamado el negro, a cuyo poder fue a parar el archivo.

Volumen VI: Cartas de los Pontífices, Príncipes y Reyes polacos, concordatos, privilegios, resoluciones tocantes a asuntos eclesiásticos.

Volumen VII: Derechos, privilegios, constituciones antiguas del reino y otros documentos no imprimidos antes.

Volumen VIII. Parte 1ª: Complemento del Registro de Documentos. Parte 2ª: Índice cronológico de materiales y asuntos que aparecen en el Registro.

De estos ocho volúmenes, que contienen asuntos de tanta importancia, sólo tres, como dijimos, vieron la luz, en los cuales se ve el inmenso trabajo de Dogiel y el tremendo beneficio para la ciencia y la nación, y al mismo tiempo causa dolor que los demás volúmenes no fueran editados. Y tampoco fueron muy difundidos entre los nuestros y en el extranjero los volúmenes editados: la mayor parte de ellos se quedaron sin vender en la imprenta de las Escuelas Pías de Vilna. No pocos los tuvieron que regalar los Padres, y aún día se ven muchos por aquí y por allá. Está claro que una obra de tanta importancia tuvo pocos compradores. En estos últimos tiempos muchos han comenzado a buscarlos y adquirirlos. Algunos resúmenes de los manuscritos de Dogiel no editados fueron recibido con aplauso en “Daiemcik Wilenski” en 1826, y en Obras de Beneficencia (1822, nº 36) de Tadeo Majewski O.S.B. Son también frecuentes las citas en publicaciones extranjeras de estos volúmenes, y el consejo de que sean publicados también los demás, lo cual parecen indicar que valdría la pena editarlo todo. Principalmente porque en ellos están sepultados tesoros de nuestra lengua e historia. Pues se trata de una colección de documentos relevantes para comprender las relaciones entre Polonia y los países vecinos, de los que se pueden obtener muchos datos y conclusiones referentes a asuntos públicos y políticos, especialmente ahora que carecemos de muchas fuentes sobre los acontecimientos históricos.

Dogiel siguió el ejemplo de Rymer, que editó 17 volúmenes de documentos ingleses. Se trata de un conjunto de documentos de gran importancia. Los demás, como él mismo confiesa en el prólogo del primer volumen, los dejó fuera, para que no aumentara el número de volúmenes. No incluyó documentos más antiguos, ni pudo encontrarlos, a causa de que las guerras y el paso del tiempo los habían destruido. Excluyó algunos auténticos, que no se encuentran en las Escuelas Pías de Vilna.

El Registro de Documentos de Dogiel contiene las actas copiadas al pie de la letra. En mi opinión hubiera hecho bien el autor si muchas veces hubiera eliminado repeticiones innecesarias, evitando una extensión que no favorece a nadie. Entre los antiguos se usaba una difusa locuacidad para extenderse en pequeños detalles. Así se repiten también al pie de la letra documentos, como las cartas de los nobles de Bohemia al Rey Casimiro (1467), rogándoles que les patrocine. Los bohemos escriben lo mismo. Hubiera sido suficiente con mencionarlo. En los documentos cuyo encabezamiento copia, indica el día y el año en que fueron registrados en el archivo de Cracovia, señalando en qué libro, con qué número o letra está inscrito en ese archivo. Pero no dice dónde se encuentra el original. Hay muchos que aparecen sin firma, y no dice dónde los encontró. Hubiera sido deseable que en los que fueron impresos se indicase el lugar de impresión, principalmente cuando se trata de personajes importantes. Se puede disculpar a Dogiel, pues trabajaba en medio de tantas dificultades. Dogiel no tiene en cuenta los comentarios de los críticos. A menudo no dice nada sobre el sello, los cordones de los documentos, etc. Por ejemplo, en los documentos de amistad entre los reyes Casimiro, polaco, y Juan, bohemo, leemos al final: “En los cuales aparecen los sellos, como evidencia visible”, pero Dogiel no dice dónde se encuentra el sello, ni dice si se trata de un sello de cera, de panecillo, de masa o de laca, ni de qué color es. Ni si se encuentra en el mismo documento, o colgando; qué imagen y qué inscripción hay en ellos; si el documento está escrito en papel o en pergamino. Y no estaría de más decir de qué color son los cordones, y si está hecho de seda. Finalmente Dogiel no dice nada sobre los autógrafos, algo que corresponde a la paleografía.

Además del Registro de Documentos, Dogiel compuso una obra de no menor valor, que entregó al público bajo el título Límites del Reino de Polonia y el G. D. de Lituania descrito a partir de documentos originales y sacados a la luz. Vilna, Imprenta real y de la república del Colegio de Vilna de las Escuelas Pías. Con permiso y privilegio, en 4º, 131 y 225 páginas.

Los originales de estos documentos en parte estaban en polaco y en parte en latín; Dogiel los copió de os manuscritos de la biblioteca del príncipe Jablonowski, prefecto del Reino en Grodno, como atestigua J. Zaluski. Anunciando en el “Correo Polaco” la edición de los límites del Reino, dice: “parte de los originales se encuentran en el castillo de Cracovia; parte en el Archivo Real”.

Dogiel tenía también la intención de editar el derecho de Polonia sobre Silesia, como afirma el mismo Zaluski, per la muerte le impidió llevar a cabo el proyecto.

Dogiel fue amigo de las Musas, como aparece en su obra: Arco triunfal en la puerta de la casa ducal de Oginski, para el ingreso solemne en la corte oszmiansca del Ilustrísimo y Excelentísimo Sr Tadeo Oginski, Notarlio del G. D. de Lituania, preparado y erigido con aplauso por el Colegio Apolíneo de Sapieha de las Escuelas Pías de Vilna. Año 1740, Vilna, imprenta de la S.R.M. de la Academia de la S.I. Dedicación en verso horaciano, 2 pág.; panegírico en fácil y grácil hexámetro, 24 pág. En folio. En verso polaco: Saludo a la Ilma. Dª. Genoveva Brozstowka, esposa del castellano polaco. Aparece en un libro cuyo título es Colección de versos compuesto en diversas ocasiones, en el Colegio de Nobles de las Escuelas Pías de Vilna, en la tipografía real y de la república de las Escuelas Pías de Vilna, año 1779, en 8º. En total, 209 páginas.

No puedo decir mucho más sobre Dogiel, pues no tengo a mano ni una fuente que hable de él, en el archivo de Vilna de las Escuelas Pías de Lituania. Ojalá al ejemplo de Dogiel otros puedan encontrar todo tipo de documentos que sirvan para aclarar los hechos locales o del reino. A menudo papeles viejos e inútiles pueden levantar el velo que cubre acontecimientos sumamente importantes para la historia. Para que ahora podamos entender el tiempo pasado. Y entre nosotros quizás suja algún Barauti y Capefigne, escritores ilustrísimos de temas históricos. “Preparemos el material, y aparecer un escritor de temas históricos”, dice el sabio Kollataj. Desaparecen ya los síntomas de la sorpresa y la timidez. Produjeron ya obras bellísimas: Wojcicki, Narbutt, Balinski, Kraszevski, y son tanto más hermosas cuanto más pudieron llevar a cabo investigaciones científicas en archivos, y no sólo basándose en ecos de cosas oídas tiempo atrás. Las memorias de Maskievicz tomadas en alguna biblioteca de religiosos; Raszynski las memorias del Conde Paski, y D. Muchanow anuncia un manuscrito de gran valor sobre los Samozvaricos, o sea los falsos reyes o usurpadores. Tantas cosas se encuentran escondidas en los conventos, y en las antiguas casas nobles, que son preciosos tesoros que los ojos perspicaces de los doctos no han visto aún. Ojalá estos tesoros fueran descubiertos, y no fueran destruidos por el tiempo. Saquémoslos a la luz, reunámoslos, y démoslos a la luz o confiémoslos a otros para que puedan ser útiles a la ciencia. La recompensa será el haber hecho bien a muchos, y la conciencia de haber contribuido con un ladrilla a edificar la historia magnífica de la patria.

Notas

  1. Jorge Ciapinski, escolapio (1718 -1768) no escribió mucho, pero en lo que publicó mostró una madurez e ingenio nada vulgares. Principalmente escribió agudas odas y epigramas en latín, pero la mayoría fueron impresas en simples hojas de papel, y muchas sin nombre, por lo que es difícil reunirlas. Es una pena que no las coleccionara él mismo. Hasta qué punto era famoso como experto en lengua latina nos lo muestra el hecho de que el célebre poeta ruso Lomonosov se escribía con él, y de vez en cuando le pedía consejo. Sobresalió como predicador fluido y persuasivo en la iglesia catedral de Vilna. Obras suyas impresas, y que conocemos son: 1) Sermón en la misa solemne del comienzo del Jubileo, 1751, 17 pág. en 4º. 2) Oda latina a Antonio Prezdziecki. 3) Panegírico a Const. Platerio Inflantium Starosta con un hermoso poema horaciano como dedicatoria. 4) Oda al Conde Miguel Brzostovik. 5). Método de enseñanza en las Escuelas Pías de Lituania. 6) Oración fúnebre por la Condesa Teodora Kracicka, 1754. 7) Panegírico latino por el Príncipe Carlos Raziwill, en folio, 32 pág. 8) Discurso en alabanza de San José de Calasanz, 1759, en 4º, 19 pág. 9) Panegírico por el Ilmo. Marsalski, Príncipe Obispo de Vilna. 10) Oda latina en 78 estrofas, de estilo horaciano, dedicada a Estanislao Augusto, trasladada dos veces al polaco, una por Ignacio Czetwetynski de las Escuelas Pías y otra vez por Pablo Brzostowski, prelado de la iglesia catedral de Vilna.
  2. Juan de Canti Wykoroski se había dedicado a la ciencia en Viena y en Roma. Fue Rector de Vilna y de Lubieszow. Murió en Francia en 1806, a los 75 años de edad. Publicó: Discurso al Serenísimo Rey de Polonia, con una dedicatoria de dos páginas en un estilo grave y solemne. Sobre el final, Vilna, tipografía real y de la república de las Escuelas Pías, años 1764, en 4º, 32 páginas. Este discurso, escrito en lengua latina hermosa y clásica, es digna de la época de Cicerón. Matías Tukallo visitó Roma y fue Provincial. Falleció en Lubieszow a los 80 años. Publicó las siguientes obras: 1. Sobre la sincera piedad de los cristianos, del italiano, Muratori: Vilna, 1787, en 8º, 588 páginas. 2. Breve compendio de la vida de San José de Calasanz etc., del italiano, Vilna, 1807, en 8º, 296 pág. 3. Principios de una sana filosofía de acuerdo con los principios de la religión, del francés. P. du Fanias, Vilna, 1789, en 8º, 2 tomos, 491 y 533 pág. 4. Farmacia doméstica, conteniendo muchas medicinas simples, etc. Vilna, 1789, 2 tomos en 8º, de 187 y 135 pág.
  3. Dogiel hizo un contrato perpetuo con este Canter en 1758, para que todos los volúmenes del Registro Documental impresos o que se fueran a imprimir, si se vendían fuera, sería sólo en la librería de Canter. Pero este Canter no dio ninguna cantidad a cuenta, ni dijo en qué tiempo entregaría el dinero. Sin embargo envió un gran número de ejemplares de los dos primeros volúmenes editados en vida aún de Dogiel a Königsberg. Pasaron 13 años y Canter no dio nada a los Padres Escolapios. El P. Frachiewicz, Rector, informó a Canter de que le iba a poner un pleito, que duró cuatro años, con gran alboroto, y que falló a favor de las Escuelas Pías. Un decreto de la Universidad de Königsberg mandó a Canter que pagara a los Escolapios la cantidad correspondiente a la venta de los libros, y que devolviera los no vendidos. El contrato quedó anulado. Esto según el P. Lenantowik S.P., que actualmente enseña Lógica en a Universidad de Vilna.