General35/La visita Apostólica a la Orden

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I. Vicario General (1923-1929)
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La visita Apostólica a la Orden

Una Visita Apostólica a toda una Orden Religiosa es una medida muy drástica por parte de la Santa Sede. En las Escuelas Pías todavía pervivía el recuerdo de la infausta Visita del P. Silvestre Pietrasanta SJ (1643-1646) que concluyó con el apartamiento de Calasanz al frente de la Orden y la reducción de esta a congregación sin votos. En las provincias españolas en general la Visita de Mons. Pasetto se consideró innecesaria e injusta; en las provincias escolapias centroeuropeas prácticamente no se enteraron de que había una Visita (tenían otros problemas más graves, como consecuencia del final de la I Guerra Mundial); tan solo en Italia hubo quienes la consideraban necesaria. Hay que decir que había algunos problemas reales que la Santa Sede quería resolver: el primero, la unificación del gobierno de la Orden (la Vicaría de España tenía aún demasiadas competencias, en opinión de las autoridades romanas); había también una necesidad de mayor observancia, y en especial del voto de pobreza (eliminando todo tipo de peculio personal); había que poner al día las Constituciones, y unificar el sistema de formación de los juniores, ajustándolo a las normas del Vaticano… Pero la causa real y última de la visita fue la actitud un tanto altanera y autosuficiente el P. General Tomás Viñas. Un hombre sin duda de muchas cualidades, como puede leerse en su biografía publicada ya en esta revista, pero al mismo tiempo algo imprudente y carente de tacto, especialmente al tratar con las autoridades eclesiales. El Cardenal Vicario y protector de la Orden, Basilio Pompili, se la tenía jurada desde que en 1919 había sido reelegido General, gracias sobre todo a la ayuda de nuestro Cardenal Mistrangelo (con el que Pompili también estaba enfrentado: decía que se ocupaba demasiado de las Escuelas Pías, cuando el Protector era él), que siempre le apoyó. El Cardenal Pompili llegó a decir que “el P. Viñas no obedeció nunca”. Se refería, por ejemplo, a que no siguió las instrucciones de la Santa Sede al proponer la reforma de las Constituciones (tras la aparición del nuevo Código de Derecho Canónico); no hizo nada por suprimir la Vicaría española ni por forzar a la provincia de Hungría a seguir las mismas normas del resto de la Orden. Además, el P. Viñas cometió el error de nombrar Procurador General al P. Everardo Boschi, de Toscana, que se hizo escolapio siendo ya sacerdote, con unas grandes dotes para trabajar con los jóvenes, pero sin cualidades para la escuela (entre otras cosas, por un grave defecto de visión: no veía bien para escribir). El P. Viñas lo llamó a Roma confiando en que haría un gran trabajo como director espiritual del colegio Nazareno (que atravesaba momentos difíciles), y de paso se encargaría de la Procura General. No encajó en el Nazareno, y como Procurador traicionó al P. General, informando secretamente a los Cardenales Laurenti y Pompili de las faltas, reales o imaginarias, del P. Viñas, porque “en conciencia, deseaba acabar con aquel desgobierno”[Notas 1]. No es de extrañar que muchos escolapios llamaran al P. Boschi “el segundo P. Mario Sozzi”, y que luego nadie lo quisiera en su propia provincia toscana[Notas 2]. De él dijo el Cardenal Mistrangelo al P. Del Buono: “Y a ese P. Boschi, que tanto mal ha hecho a su General, dígale que no venga más a verme, porque lo pondré en la puerta. ¡Ingrato y malvado… ha arruinado a su General, o mejor, a su Orden…!”[Notas 3]

En el Vaticano iban acumulando munición contra el P. Viñas, y la gota que hizo rebosar el vaso fue la suspensión a divinis de los tres Padres que formaban la comunidad de San Carlo all’Arena de Nápoles: Tito Bianchini, Francisco Cibarelli y José C. Caponio, por desobedientes. No quisieron entregar el dinero que tenían a su nombre al P. Provincial Oreste Sacchi, para unificar la economía provincial napolitana. La iglesia de S. Carlo tenía mucho culto en aquel tiempo. Los fieles se quedaron sorprendidos al ver que de pronto ya no se celebraban misas ni se escuchaban confesiones. El escándalo fue enorme en Nápoles. Los tres Padres recurrieron a la Santa Sede[Notas 4]. El Arzobispo Coadjutor de Nápoles también apeló al Cardenal Pompili[Notas 5]. Hizo lo mismo con el Cardenal Laurenti[Notas 6]. La primera medida fue ordenar el levantamiento de la suspensión de los padres de San Carlo. El P. Viñas intentó justificar su conducta ante el Cardenal Laurenti[Notas 7]. Al recibir la respuesta del Cardenal, que le hacía algunas preguntas, respondió con una larga carta[Notas 8]. Esta es la oportunidad que esperaba el Cardenal Pompili. En primer lugar, se puso en contacto con el Cardenal Laurenti, de quien dependían las decisiones sobre los religiosos, dando una imagen negativa del P. Viñas[Notas 9]. Posiblemente él mismo informó al Papa Pío XI (que llevaba menos de un año en el cargo) y, de acuerdo con el Cardenal Laurenti, Prefecto de la Sagrada Congregación de Religiosos, le arrancó el decreto de la Visita Apostólica[Notas 10]. Aun entonces el P. Viñas actuó imprudentemente: en lugar de aceptar la decisión, pedir excusas, prometer cambios… fue a visitar a los dos Cardenales y al mismo Papa justificándose, reclamando contra una medida injusta, pues él había actuado (en el caso de la suspensión) de acuerdo con el derecho… Este tipo de actitud no se consentía entonces en el Vaticano, así que pocas semanas después llegó la medida siguiente: el Vaticano exigió la renuncia del P. General y su Congregación, y nombró a un Vicario General para que ayudara al Visitador Apostólico en el gobierno de la Orden.

El P. Viñas escribió el 8 de mayo una Circular a los Superiores y Religiosos comunicando la aceptación por la Santa Sede de la renuncia presentada por la Congregación General[Notas 11].

Curiosamente, pocos meses después (en la noche del 11 al 12 de noviembre de 1923) se produjo en San Carlo all’Arena un incendio que causó graves daños al templo. ¿Castigo divino, como la ceguera y largos años de sufrimiento del P. Boschi?

En cuanto a Monseñor Pasetto, una de las primeras cosas que hizo, tras ser nombrado Visitador, fue visitar la Curia General y la Provincia de Nápoles. El 6 de abril de 1923 da cuenta al Cardenal Laurenti de su visita[Notas 12]:

“Eminencia,

De acuerdo con la orden que V.E. se dignó benignamente impartirme con carta fechada el 8 de febrero de 1923, nº 398/23, he visitado la Curia General y la Provincia de Nápoles de la Orden de las Escuelas Pías, y ahora someto a V.E. cuando creo haber podido ver y comprender en la visita.

Curia General.

Los Padres Asistentes Generales Addeo Salvatore, Tiboni Francesco, Rapp Giuseppe y el P. Everardo Boschi, Procurador General, reconocen y declaran que la marcha poco confortante de la Orden y especialmente de las Provincias Italianas de la Orden es debida en gran parte a la falta de un buen gobierno general. Dicen, y lo demuestra con hechos, que el actual P. General Tomás Viñas, es un óptimo y docto religioso, pero no es un hombre de gobierno, porque le falta la prudencia. Poco propenso a pedir y a aceptar consejos, lo hace todo por sí mismo, casi como si no tuviera Asistentes Generales. Se puede decir que entre él y la Curia la ruptura es casi completa.

Solo el P. Ilarri Marcelino, español, Asistente y Secretario General (alter ego) es “cor unum et anima una” con el P. General, aprueba totalmente su gobierno, lo exalta y se sorprende de que no sea conocido y valorado. El P. General es un hombre que se deja vencer por la primera impresión (que para él tiene valor de criterio recto y seguro), y actúa en consecuencia, sin calma y sin reflexión, cayendo, quizás sin darse cuenta, en frecuentes e inevitables contradicciones consigo mismo. No ha visto, y por consecuencia durante su generalato no ha hecho nada por la real mejora de la Orden y de cada Provincia; en lugar de ello, ha cometido graves errores. Las decisiones que esa S. Congregación ha tomado en varias circunstancias difíciles para la Orden de las Escuelas Pías, él las consideró y considera como imposiciones, como disminución de su autoridad generalicia, y no deja de quejarse. Es poco amado, poco considerado como padre: vive y le dejen vivir de buena gana en aquel rudo aislamiento que se ha formado él mismo.

Yo hablé varias veces con el P. General, y por lo que me contó sobre su manera de actuar, reconocí que el juicio de la Curia sobre él era exacto: no es un hombre que pueda gobernar.

Provincia Napolitana

Especialmente como consecuencia de los últimos dolorosos incidentes bien conocidos por V.E., la Provincia Napolitana (exigua, casi agonizante) está dividida en dos grupos. El primero está formado en torno al P. Juan Crisóstomo Sacchi, Provincial, y el segundo en torno al P. Tito Bianchini, ex Provincial. El P. Bianchini con los suyos reside en S. Carlo all’Arena en Nápoles. Entre los dos grupos, no puede negarse, existe una oposición muy viva y llena de pasión.

El P. Sacchi se esfuerza por controlarlo todo por sí mismo, el provincialato, la rectoría de S. Carlo, la procura de los bienes de la Provincia, la rectoría de hecho (no de título) del colegio de Bellavista, para desarmar así al P. Bianchini, dispersar el grupo y obligarle a volverse humillado y vencido a la Provincia de Liguria, a la que pertenece. El P. Bianchini, por su parte, apoyándose en su nombramiento municipal como rector de S. Carlo y en calidad de copropietario de los bienes de la Provincia Napolitana, resiste con los suyos eficazmente, y hace vanos los intentos del P. Sacchi.

Al P. Sacchi le sostiene el P. General; al P. Bianchini, la Curia Arzobispal de Nápoles, de cuya estima goza plenamente.

En ambas partes hay méritos y errores. El P. Sacchi tiene el mérito de haber fundado y dirigido el Colegio internado de Bellavista, con muchos sacrificios, y comete el error de considerar al P. Bianchini como un enemigo. el P. Bianchini tiene el mérito de haber gobernado durante 9 años la Provincia Napolitana en momentos difíciles, y comete el error de resistir al P. Sacchi, su Provincial ahora. No es justo, me parece, que Bianchini sucumba ante Sacchi, ni que Sacchi sucumba ante Bianchini. Sería necesario que entre las dos partes contendientes interviniese la autoridad paterna, conciliadora, prudente, del P. General; pero esta falta y faltará, porque nadie da lo que no tiene.

A este grave mal que daña la Provincia Napolitana, se añaden otros ciertamente no pequeños, y son los siguientes:

a)Irregularidades en la administración (entradas no registradas, salidas anotadas con título falso)
b)Contrato de profesores seglares (sacerdotes y laicos) en lugar de los Padres Escolapios, que se ocupan más bien de otros oficios que no corresponden al espíritu de su Instituto. En Bellavista hay 5 Padres, de los cuales solo dos enseñan, y pocas horas a la semana.
c)Permanencia en el Colegio internado de Bellavista del hermano Rafael Pace, sobre el cual corren voces difamatorias por su comportamiento incorrecto en un pasado no muy lejano, no solo con un barbero de Nápoles, sino con el actual hortelano del Colegio de Bellavista.
d)Irregularidad de la situación del P. Francesco De Stefano, el cual, enfermo de psicastenia, vive desde 1913 con su propia familia en Mariglianella (Caserta) sin el breve de secularización porque nunca lo quiso pedir, y sin el de exclaustración, porque el último breve de exclaustración que le concedieron caducó en 1916.
e)Falta noviciado y aspirantado.
f)Falta espíritu religioso, idea de vida religiosa, formación religiosa en casi todos los sujetos de la Provincia.

Quizás, a modo de experimento, e incluso para evitar soluciones que podrían tener consecuencias desastrosas para cada religioso y ofrecer materia de grave sospecha para la gente, estaría bien de momento elegir de Toscana, o de Liguria, un nuevo Provincial que se dedicase con caridad, paciencia y prudencia a restablecer un poco de concordia en la Provincia Napolitana, o al menos a atenuar las causas de la desidia. Un Provincial de vida santa que infundieses con su ejemplo y con su palabra el verdadero espíritu calasancio en la agonizante provincia de Nápoles.

Sin embargo, es evidente que, mientras no se lleve a cabo la renovación o restauración en el gobierno general de la Orden, en vano se intentará hacer la del gobierno de casa Provincia.

Someto este modo personal de ver las cosas al sabio juicio de V.E.

Postrado al beso de la S. Púrpura, de V.E. Hum. Siervo, Ermenegildo Pasetto, Visitador Apostólico”.

Es en este contexto dramático que comienza el Vicariato del P. Del Buono. Podemos imaginar bien el trauma que para él representó abandonar su querido colegio de Chiavari y sus clases de latín para desplazarse a Roma a desempeñar otras tareas para las que no se sentía preparado. Su aprensión debió ser mayor a causa del ambiente en que la Orden vivía, y que él no podía ignorar. Y así se lo dijo al Visitador en cuanto le vio, pero este consideró su humildad un signo positivo para ejercer el cargo al que había sido llamado[Notas 13].

Notas

  1. AGSP Reg. Gen. 320. “Eminencia Reverendísima: El abajo firmante, Procurador General de las Escuelas Pías, P. Everardo Boschi, movido únicamente por el deseo de proveer, en cuanto le sea posible, al bien de su Orden, y despojándose por ello de cualquier criterio o juicio subjetivo, expone a Vuestra Eminencia algunas cuestiones graves con el ruego vivísimo de que sean examinadas seriamente y que se llegue a una solución práctica y eficaz para gloria de Dios y mayor incremento de las Escuelas Pías. Cuestión I. Las Constituciones Hace dos años fueron presentadas a la Santa Sede. El Rmo. P. General trabajó incansablemente en ellas durante mucho tiempo, preparando un volumen en realidad demasiado grande y demasiado serio, mezclando con las Constituciones de S. José de Calasanz muchos cánones del código de derecho canónico, muchas reglas de alcance particular, sea para las provincias, para los colegios, para las celebraciones de los capítulos, etc. etc. Una obra, en resumen, que, presentada especialmente a los jóvenes, les va a asustar antes incluso de leerla. Después de compilar este volumen, el mismo P. General lo envió a todos los provinciales de la Orden para que lo examinaran con sus respectivas congregaciones y le enviaran luego por escrito sus informes. Después de lo cual, todos los provinciales fueron llamados a Roma para tener casi un nuevo Capítulo General. La discusión de las Constituciones duró casi un mes, con dos reuniones diarias. Naturalmente, cada uno de los provinciales sostuvo su punto de vista como habían escrito antes, de modo que, resumiendo el deseo y el voto de la mayoría, se puede concluir que la Orden pedía el texto íntegro de San José de Calasanz con aquellas ligeras modificaciones que fueran necesarias para ponerlo en conformidad con el código de derecho canónico. Que todas las demás normas de alcance particular se debían reunir más bien en un volumen aparte. Que la gran cantidad de notas de los capítulos generales fueran en gran parte abolidas, especialmente donde se conceden privilegios en realidad demasiado numerosos, que en la práctica ocasionan confusión, y que se refieren a la disciplina y la observancia regular. El Rmo. P. General parece que no tuvo muy en cuenta estas discusiones y deseos, y se presentaron las Constituciones tal como están. Nótese que incluso después de presentar el volumen a la Santa Sede, llegaron y continúan llegando al Procurador General vivas recomendaciones para que la Orden tenga de nuevo las reglas de S. José de Calasanz, con las correcciones que impone la Iglesia. Cuestión II. El Procurador General Parecería que esta cuestión no debería ser movida por el Procurador General en el cargo, justamente porque está involucrado en ella, pero nuevamente protesto que prescindo de cuestiones personales y miro solamente por el bien del Instituto. El Procurador General se elige de esta manera: el P. General presenta la candidatura, y los capitulares votan a favor o en contra en el mismo Capítulo General. Ahora bien, cuando el Procurador General elegido por el Capítulo es un español, este efectivamente ejercita su cargo para toda la Orden, pero cuando no es español, entonces España, que después de haber participado en esta elección celebra por su cuenta otro capítulo, nombra dos procuradores, uno que se queda en España con el título de Procurador General, y otro que viene a roma con el título de Vice-procurador o Procurador para las cuestiones de España y América, cuestiones que se ocultan al Procurador General reconocido por la Santa Sede. Si se añade a todo esto que España se gobierna más especialmente con un Vicario General, se ve claramente que esta de hecho no está unida a toda la Orden. Que haya una persona con el título de Vice-procurador para las cosas de España y de América será una cosa buena y útil, pero no lo es en absoluto que el gobierno de la Orden esté dividido de este modo, como está dividida la misma administración y el archivo, que le fue quitado al actual Procurador General desde el principio de su cargo, de modo que no tiene nada excepto unos pocos documentos de Italia y de las provincias de Europa Central reunidos en estos últimos tres años. Todo lo referido al Procurador General y a los Procuradores de España no se contempla en las Constituciones, pero dicen que resulta de un motu proprio de Pío X, que el mismo Procurador General no ha conseguido conocer hasta ahora, y que debería ir a buscarlo en los archivos de esa Congregación, o pedirlo directamente de oficio al Rmo. P. General para ver al menos qué dice. Ciertamente se impone una decisión, pues las provincias de la Orden en Italia y en Europa Central se encuentran en una situación de odiosa inferioridad. Cuestión III. el Colegio Nazareno Tiene una historia gloriosa y dolorosa al mismo tiempo. En estos últimos años de hecho no responde al espíritu de las Escuelas Pías, porque los Padres dependen exclusivamente o casi de una comisión laica, porque no se cumple nada o casi nada de lo que se refiere a la vida religiosa, y porque son tales las condiciones que los superiores no pueden cambiar a ninguno de los religiosos, quienes, encima, no se distinguen al menos por su celo sacerdotal. No es fácil enumerar todos los inconvenientes que se derivan para la Orden de ese instituto, que en la actualidad es la llaga más grave de las Escuelas Pías. Su Santidad Benedicto XV, que conocía al detalle todas sus miserias, como conocía bien la Orden de las Escuelas Pías, a la que quería mucho, había resulto que el P. General enviase a la Comisión laica una especie de ultimátum, exponiendo en qué condiciones solamente podrían continuar los escolapios en el colegio Nazareno, pero después de su muerte todo quedó en silencio, y el mal continúa. Es, pues, necesario volver a tomar el asunto y decidir; el Procurador General, si se le pregunta, dará a propósito amplia información. Cuestión IV. La casa de San Pantaleo Ha quedado prodigiosamente en pie después de superar tantos acontecimientos políticos y religiosos: evidentemente, aparece sobre ella la protección del Santo Fundador, el cual no ha dejado de llamar de mil maneras a sus hijos en torno a su tumba, para ser más dignamente venerada y para que se vieran de nuevo en torno a él los hijos del pueblo. Benedicto XV, de santa memoria, que, además de conocer perfectamente la Orden de las Escuelas Pías, deseaba ardientemente su florecimiento también en Roma, ordenó perentoriamente al Rmo. P. General que reivindicara esta casa, estableciera en ella la curia general y abriera en ella las escuelas u obras juveniles que permitiesen los locales. Él mismo aseguraba que compraría la casa citada de S. Pantaleo, y ayudaría a los Padres Escolapios de otros modos, allá donde ellos no llegaran. Mientras se llevaban a cabo los tratos con el Municipio de Roma, el sumo Pontífice pasaba a mejor vida, y los escolapios continuaron las gestiones para llevar a cabo el deseo del llorado Pontífice. Hoy las gestiones están terminadas, y sólo falta poner en marcha las obras según un diseño que nos asegura amplitud y belleza de los locales, donde se podrán establecer las citadas obras juveniles según el espíritu calasancio. La Provincia Romana, que se ocupó bien poco de S. Pantaleo en los años pasados, ahora da un paso al frente reclamando derechos sin fundamento, los cuales, si realmente existieran y se debieran reconocer, serían completamente perjudiciales para la institución escolapia, como resulta de los muchos documentos existentes en el Archivo General. De modo que la casa de San Pantaleo, según la intención de Benedicto XV, para el bien de las Escuelas Pías, deberá ser la sede del General y de su curia; tener escuelas elementales y obras subsidiarias de las escuelas dependiendo exclusivamente del mismo General; tener profesores escogidos de las diversas provincias y los mejores que puedan encontrarse, dependiendo también ellos del P. General; convertirse San Pantaleo en casa internacional, y por ello la provincia romana deberá necesariamente tener su sede en otra casa de Roma o de la Provincia. Concluyendo con esta exposición, se quiere pedir a la S. Congregación de Religiosos que apruebe este diseño, si lo considera útil para el bien de las Escuelas Pías. Cuestión V. Las provincias de Italia Exigen un criterio y un sistema de gobierno totalmente diferente de que se practica actualmente. También sobre este asunto harían falta largas explicaciones que no caben en estas páginas. Cuestión VI. Las provincias de Europa Central El Procurador General a propósito de ellas recibe frecuentemente informaciones poco halagüeñas, que supone han llegado también a Vuestra Eminencia. Para tratarlas y resolverlas convenientemente podrá preguntar al nuevo Asistente General P. José Rapp, residente en Roma con el P. General en Vía Monserrato 152. Confiando en que Vuestra Eminencia se interesará por las cuestiones expuestas, el Procurador General infrascrito pide perdón por las molestias y, presentando sus respetos más distinguidos, se confirma devotísimo siervo E. Boschi, Procurador General de las E. Pías”.
  2. Él, en carta al P. Del Buono, de fecha 12 de diciembre de 1924 (AGSP Reg. Gen. 260 b, 42) escribe: “Quiero declarar, en razón a la verdad, que yo me opuse siempre a la Visita Apostólica, desde que de lejos se veía la amenaza, porque nunca creí y no creo que sea el mejor remedio al mal que puede haber en un instituto. Incluso cuando fui enviado por el Eminentísimo Cardenal Vicario a presentar el saludo de la Orden a Monseñor Pasetto, hablé claramente y lloré muchísimo, lo mismo que hablé claramente al Cardenal Laurenti y a los Monseñores de la S.C. de Religiosos. Teniendo esto en cuenta, no entiendo cómo puedo haber declarado providencial la Visita Apostólica. Yo de hecho no lo recuerdo, y si lo dije, en aquel momento estaba distraído y quién sabe en qué sentido lo dije.” Su excusa no fue muy convincente.
  3. Diario, 24 de julio de 1923.
  4. AGSP Reg. Gen. 320. “Eminentísimo Príncipe Sr. Cardenal Basilio Pompili, Vicario de S. Santidad Pío XI, Protector de la Orden de las Escuelas Pías. Para prevenir gravísimos inconvenientes y escándalo público entre los fieles, tratándose de una iglesia bastante frecuentada y céntrica como la de S. Carlo all’Arena en Nápoles, servida por los Padres de las Escuelas Pías, y además para prevenir también la total ruina de la minúscula provincia religiosa, me permito dirigirme humildemente a Vuestra Eminencia para que, como Protector de la Orden, tenga la bondad de interesarse para poner el remedio adecuado. No quisiera que la iglesia de S. Carlo all’Arena, por el capricho de quien gobierna la Orden, sufriese la misma suerte que la de la casa general de Vía Toscana en Roma, es decir, convertirse en un almacén. Aparte de eso, hay cosas gravísimas de orden interno que requieren pronto arreglo, enviando un visitador apostólico. V. Eminencia, que presidió el último Capítulo General, conoce nuestras cosas, que han ido a peor desde entonces, hasta el punto de que el mismo Procurador General P. Boschi me decía el pasado mes de noviembre estas palabras textuales: “Este hombre (hablando del P. General) debe estar enfermo y parece que ya no tiene la cabeza en su sitio”. Y los documentos que tengo en mi poder y que puedo mostrar en cualquier momento lo prueban claramente. (línea ilegible) Tal vez en estos mismos días los Padres de S. Carlo all’Arena serán todos suspendidos a divinis, ya que el P. General no quiere oír ninguna explicación. No quiero aburrirle más; repito, las cosas son muy graves y urgentes. En Roma ninguno de los nuestros se mueve; es necesario hacer algo. Rogándole perdone mi audacia, beso la S. Púrpura… P. Tito Bianchini ex Provincial”.
  5. RG 320, 15.1.23: “Eminencia Reverendísima El P. Tito Bianchini, antes Provincial de los Padres de las Escuelas Pías, se ha dirigido a mí para que le haga llegar con mi recomendación la carta adjunta, que me parece digna de ser bien examinada. El Padre General ha fulminado la suspensión a divinis a todos los padres que sirven la iglesia de la Orden situada en un barrio importante de esta ciudad, sin darme ningún aviso, de modo que la iglesia, frecuentadísima especialmente en los días de fiesta, ha quedado sin misas y sin confesores con grave escándalo entre los fieles, que tienen en gran estima al P. Bianchini. Ruego a V.E. se interese para examinar y resolver la disputa, y especialmente para proveer al ejercicio del culto en la iglesia citada. Con la misma fecha he escrito a propósito al Emmo. Cardenal Prefecto de la S. Congregación de Religiosos para prevenirle sobre el grave conflicto entre el P. Bianchini y el actual Provincial P. Sacchi, residente en Portici. Hago notar que civilmente la iglesia es de patronato del Municipio y el Alcalde es favorable a Bianchini. Sería de desear un arreglo. Beso la S. Púrpura… su devotísimo servidor Miguel Arzobispo Coadjutor del Card. Arzobispo de Nápoles. A Su Eminencia Sr. Cardenal Basilio Pompili, Vicario de Su Santidad”.
  6. RG 320, 15.1.23: “Eminencia Reverendísima Me encuentro en la necesidad de implorar la intervención de Vuestra Eminencia para reparar el grave incidente surgido en la Iglesia de S. Carlo all’Arena de los Padres Escolapios, situada en un barrio populoso de esta ciudad. A causa de un desgraciado incidente entre el ex provincial y el actual de los citados Padres, el Rmo. Padre General residente ahí ha fulminado la suspensión a divinis a todos los religiosos que sirven la citada iglesia. Esta grave medida ha sido tomada sin dar ningún aviso a esta curia, de modo que el quedar la iglesia sin misas y sin confesiones ha producido un grave escándalo entre los fieles que en gran número la frecuentan, especialmente en los días de fiesta. Ruego a V.E. se interese con su autoridad para examinar y resolver la disputa por medio de un Visitador Apostólico, y para proveer con amable solicitud al funcionamiento normal de la iglesia. De Vuestra Eminencia Rma. su devotísimo servidor Miguel Arzobispo Coadjutor del Card. Arzobispo de Nápoles. P.D. Le ruego me perdone con su bondad acostumbrada por el modo impropio con que le dirijo la presente. A Su Eminencia Rma. Sr. Cardenal Camillo Laurenti. Prefecto de la S.S. de Religiosos.”
  7. RG 320 17.1.23. “A Su Eminencia Rma. Sr. Cardenal Camillo Laurenti, Prefecto de la S. Congregación de Religiosos. Ayer por la mañana me trajo el P. Procurador la orden de Esa Congregación 1º de levantar la suspensión a divinis a los PP. Tito Bianchini, Giuseppe Caponio y Francesco Cibarelli, religiosos de la Provincia de Nápoles, y 2º de designar un administrador que sustituya al P. Oreste Sacchi. De otro modo, añadió el P. Procurador, la S. Congregación dispondrá por sí misma en ambas cosas. A pesar de que la orden citada supone la condena de lo que yo he hecho con respecto a esos religiosos, como no se me pida que me defienda, no me defiendo. Solamente ruego que V. Eminencia Rma. lea los siguientes puntos, y luego juzgue si mi conciencia y mi autoridad merecen alguna consideración. En la 1ª Congregación Provincial de Nápoles (en presencia del P. Tito Bianchini, como Asistente Provincial), tenida el 19 de julio de 1922, se decidió por unanimidad que “todos los propietarios de la Provincia de Nápoles hagan una única procura al P. Provincial Sacchi, encargando al Abogado Scocchera la parte legal”. De acuerdo con esta decisión, en el mes de agosto, con escritura del Notario Sanseverino se confió al P. Sacchi el mandato general de procura, de acuerdo siempre el P. Bianchini y los demás, sin que ninguno discrepara. Por lo demás, como religiosos no podían discrepar. Se tomó la decisión de realizar esta procura general con la finalidad de dejar en las manos del Provincial temporalmente un asunto tan delicado como el de proveer con tiempo a la sucesión con el mínimo daño de la propiedad, y de dar la posibilidad de obtener un mejor resultado en los tratos para recobrar el edificio de Nápoles, alquilado ahora a la Prefectura, y que se quería dedicar de nuevo a escuela para los pobres. Cuando tuvo la procura, el P. Sacchi comenzó a trabajar para constituir una Sociedad Anónima, semejante a la que crearon hace muchos años los PP. Escolapios ligures, y que ha dado excelentes resultados, y a la creada en algunas provincias por los PP. Barnabitas. El P. Sacchi ha dado dos pasos, no definitivos, para la creación de dicha sociedad, los cuales, sometidos a la consideración de la Congregación General, han sido aprobados por unanimidad. Así estaban las cosas cuando la mañana del 22 de diciembre de 1922 un ujier entregó al P. Sacchi un acto legal con el cual los PP. Binachini, Caponio y Cibarelli revocan la procura que habían hecho el pasado mes de agosto, y declaran nulo cualquier acto que él haga en su nombre, amenazando con acudir a la ley en el caso de que el P. Sacchi se permita contravenir sus disposiciones. Las firmas de los tres Padres habían sido autenticadas pro el Notario Plano. Tras recibir el acto legal, el Prov. Sacchi envió a los tres Padres una carta firme y prudente, a la cual ellos respondieron: “las razones para revocar la procura a V.P. Rma. las expondremos a los Superiores Mayores, cuando nos las pidan”. El P. Sacchi recurrió entonces a la autoridad del P. prepósito General, el cual, ante el acto cumplido por los tres religiosos, ciertamente grave y contrario a la esencia de la Vida Religiosa, no creyó necesario preguntarles las razones de su manera de obrar, sino exigirles que en el plazo de diez días a partir del 29 de diciembre los tres religiosos mandaran hacer otro acto legal, con el cual se devolviera la procura hecha en agosto a favor del P. Provincial Sacchi. Se les dio esta orden en virtud de santa obediencia. Pasados no diez, sino trece días, no habiendo recibido el P. General el acto legal, ni siquiera una línea de los tres Padres, les castigué con una censura de suspensión a divinis por su contumacia, y les di el primer aviso. Esta es, Eminencia, la historia simple y fiel, comprobable con documentos en mi poder, de cuanto ha sucedido. Mi acción coercitiva, a pesar de que me parecía clara, quise someterla a la opinión secreta de un religioso no escolapio, buen canonista, quien la aprobó. Juzgue, pues, Vuestra Eminencia, si contra mi conciencia y en detrimento de mi autoridad puedo levantar yo a los citados tres religiosos la suspensión a divinis y dejar las cosas como están. Y note Vuestra Eminencia que no he entrado en absoluto en las acusaciones que podría hacer en muchas otras cuestiones a los PP. Bianchini, Caponio y Cibarelli; no se me ha pedido, por lo tanto no lo haré. Pero quiero declarar que el único religioso que puede ser ahora administrador de los bienes de Nápoles es el P. Provincial Oreste Sacchi. Besando… Tomás Viñas. Roma, 17 de enero de 1923.
  8. RG 320, 21.1.23. “Al Ilmo. Sr. Cardenal Camillo Laurenti, Prefecto de la S. Congregación de Religiosos. Eminencia Reverendísima. Excluyo absolutamente que V. E. haya podido creer que el Genera de las Escuelas Pías ha querido faltar, no diré a la obediencia, sino ni siquiera a la reverencia hacia esa S. Congregación. El estado de ánimo profundamente entristecido después de tantos hechos desagradables y graves que ciertamente no han hecho saber los tres napolitanos, la rebelión, con la que paga el P. Bianchini el trato fraterno y las atenciones usadas con él, explican el tono de mi carta, que tal vez haya disgustado a V. Eminencia. Le pido disculpas. Y entro ya en materia en respuesta a la venerada carta de V. Eminencia del 17 de enero. Lamento no poder responderle brevemente, como quisiera, pero me parece que la importancia de la cuestión así lo requiere. Y espero que V. E., en lugar de aburrirse, se alegre, tanto más porque con esta carta creo poder resolver también las cuestiones pendientes del P. Caponio y del Hermano Pace. Ante todo, quiero señalar a V. E. que el 18 levanté por telegrama a los tres padres napolitanos la suspensión a divinis, diciendo que la S. Congregación mandaría ulteriores resoluciones. Desde hace quince años a esta parte, la Provincia napolitana, compuesta por término medio de doce religiosos, está dividida en dos grupos: el grupo de la vida común y el que está en contra de ella. Mi predecesor el Rmo. P. Sánchez, no pudiendo resolver los conflictos entre los dos grupos, y preocupado por cómo dar un Provincial a aquellos religiosos, nombró sucesivamente tres Visitadores o Comisarios permanentes (PP. Bertolotti, Homs, Viñas). Nombrado yo General, y conociendo bien aquella Provincia, dividí los dos grupos: destiné a Bellavista in Portici el grupo de la vida común; a la casa de S. Carlo all’Arena de Nápoles, a los que estaban en contra; al colegio de Campi Salentina, no pudiendo arreglar mejor las cosas por falta de individuos perfectamente clasificados, envié a los menos radicales de ambas partes. Se nombró Provincial al P. Tito Bianchini, venido de Liguria, que debió abandonar por ciertos roces con su Provincial; Rector de Bellavista al P. Sacchi; Rector de Campi al P. Caponio: procuré contentar a todos. Siguieron lloviendo todavía las acusaciones mutuas; las dos partes seguían mirándose de reojo. Pero, aconsejado por mí el P. Provincial, y practicada, en lo posible, una cierta independencia entre las tres casas, se consiguió obtener cierta paz. Llegamos así al Capítulo Provincial de 1922. Viendo la insistencia con que el P. Bianchini me había pedido a menudo que le descargara del provincialato, petición repetida en el Capítulo, y sabiendo que el P. Caponio no podía ser reelegido rector de Campi (ni siquiera fue puesto en la bina por el Capítulo), cambié la distribución, nombrando Provincial al P. Sacchi, que estaba en la terna del Capítulo, y envié a los Padres contrarios a la vida común a s. Carlo all’Arena, dándoles como rector al P. Bianchini, propuesto en la bina por los Capitulares. Me alegré de este arreglo mío cuando supe que los PP. de S. Carlo deseaban abrir de nuevo las escuelas, cerradas en 1904, en el edificio de Donnaregina, que se había dado en alquiler a la Prefectura, y que para este fin habían dado unánimemente la procrea única al P. Sacchi, Provincial, el cual, además de vencer las dificultades encontradas para hacer evacuar el edificio alquilado, debía arreglárselas para encontrar los medios para evitar los enormes gastos de las sucesiones. Y de hecho el P. Sacchi se puso a trabajar para conseguir esos objetivos. No se dio al P. Sacchi la administración de los bienes de Nápoles, que ciertamente no puede tener, y no tiene. Tanto es así que el P. Sacchi me escribió el 26 de diciembre lo siguiente: “A pesar de todo (es decir, del mandato unánime de la Congregación Provincial) hasta hoy no he quitado al P. Bianchini el cobro del alquiler del edificio de Nápoles, mientras que por el contrario desde el mes de julio el colegio de Bellavista paga los impuestos y el agua de aquella propiedad”. Por lo demás, proveeré para que no se falte al canon 515, p. 3. Y aquí entra la cuestión del H. Pace, pero sobre ella informará con documentos el P. procurador, cuando esa S. Congregación lo pida. Aceptada la dimisión del P. Bianchini, nombrado el P. Sacchi Presidente de la Casa de Nápoles y Rector de la iglesia de S. Carlo all’Arena, ocurrieron los hechos que V.E. ya conoce, agravados con un hecho que me anuncia el P. Sacchi con carta de fecha 14 de enero: “Me encuentro aún en Bellavista (donde se encuentra también el H. Raffaele, que no fue acogido por Bianchini), justamente porque el P. Bianchini, además de agitar a todos los sacerdotes penitentes suyos, ha enviado un acto judicial al Alcalde de Nápoles. ¡También contra el Alcalde!” El P. Sacchi visitó al Alcalde, quien le dio cita para el 22. “Trataré con amigos influyentes, dice el P. Sacchi, para que las informaciones se hagan a nuestro favor”. Eminencia Reverendísima, Esa S. Congregación me pide atentamente una persona a quien se podrá dar la procura. Me permito someter a V. Eminencia un plan para arreglar las cosas. Lo hago con todo respeto y, créame, por el bien y por la paz futura de la provincia napolitana. La presencia del P. Bianchini en la Provincia de Nápoles será siempre la de un individuo mal visto: ha sido el promotor del incidente que nos ocupa. Puesto que pertenece a la provincia de Liguria, soy de la opinión que urge devolverlo allí. Colocado el P. Caponio o en Bellavista (verdadero paraíso por el lugar; allí podrá dar clases de ciencias naturales), o en la Provincia romana, a la cual fue incardinado en 1906 (a donde, por desgracia, iría a apoltronarse a los 46 años), el P. Sacchi pasaría a la casa de Nápoles con el H. Raffaele, que ha sido aceptado por él. El P. Cibarelli, que me han dicho que termina este año la licencia en Filosofía, podría seguir en Nápoles. Aunque, siendo médico-quirurgo con ejercicio, como me han asegurado (otro misterio que habría que hacer explicar al ex Provincial P. Bianchini), no confío mucho en su perseverancia en la Orden. Una vez distribuidos de este modo los religiosos, el P. Sacchi, tras recibir la procura obraría con la finalidad expuesta más arriba, aprobado por la Congregación General. Para tratar ciertos asuntos en Nápoles hace falta un napolitano auténtico. Dejando las coas tal como están, sin procura a favor del P. Sacchi, no sé cómo este Padre pueda y quiera ser Provincial, lo cual, unido al escaso número de religiosos, me pondría en un grave apuro. Por lo demás, no creo que yo pudiera dominar la situación y el estado de ánimo imponiendo mi autoridad. Dios sabe cuánto manejos he tenido que emplear para salir adelante con los dos grupos de religiosos: hora me sentiría casi impotente. Suponiendo que el P. Sacchi, sin procura, siguiese como Provincial, tendría un religioso para proponerlo como Procurador, el P. Pompilio Vasca, rector de Bellavista. Pero siendo este Padre un alter ego del P. Sacchi, cambiará el nombre de la procura, no el agente. ¿Querrán los tres religiosos darle la procura? Espero que esa S. Congregación encuentre la manera, teniendo en cuenta estas páginas mías, para arreglarlo todo de la mejor manera posible. Besando la orla de la S. Púrpura… Tomás Viñas de S. Luis. Roma, 21 de enero de 1923.
  9. RG 320, 18.1.23. Emmo. y Rvdmo. Sr. de toda mi consideración. Hace algunas tardes vinieron a verme el P. Bianchini, ex Provincial de los Escolapios en Nápoles y otro religioso de la misma Orden para lamentarse de una suspensión que les había infligido el P. General. Les aconsejé que se dirigieran a V.E. y a la S.C. de Religiosos. Supongo que V.E. habrá ya oído su queja o al menos habrá sido informado de ella por el Sr. Secretario. Ayer por la tarde recibí a propósito una carta de Monseñor Arzobispo Coadjutor de Nápoles, que remito a V.E., si bien el mismo Arzobispo me dice que ha escrito también a V.E. Yo no debo mezclarme en el asunto, pero me creo en el deber de informar a V.E que el P. Bianchini es un buen religioso y generalmente apreciado en la Orden. El mismo P. General en el pasado me lo ha elogiado siempre. El P. Bianchini ama verdaderamente la Orden, ha buscado siempre su bien y está dispuesto a hacer lo que la S. congregación le ordene. Solo pide poder exponer sus razones, cosa que no se niega a hacer ante nadie. En cuanto al P. General, yo creo que está enfermo. Siempre fue impulsivo, es cierto, pero me parece que ahora además se ha vuelto irracional. ¡Está enfrentado con casi todas las provincias de la Orden! Hace casi dos años que no viene a verme, creo que porque le hice algunas observaciones sobre su manera de obrar, observaciones que me había sugerido Benedicto XV, de santa memoria. El llorado Sumo Pontífice estaba muy descontento de él. Es bueno que V.E. sepa todo esto. Para la presente cuestión, la S.C. verá qué conviene hacer. Yo no estoy muy enterado. Pero sería deseable que la suspensión dada por el P. General fuera revocada mientras tanto. Conozco el ambiente de S. Carlo all’Arena de Nápoles, y conozco al P. Bianchini, y entiendo que la suspensión, que no era necesaria, es causa de escándalo. Por lo demás, V.E., con su sabiduría y prudencia, haga lo que crea mejor. Perdone las molestias. Beso a V.E. las manos… B. Cardenal Pompili.
  10. Así lo cuenta el Cardenal Laurenti (RG 320): “AUDIENCIA DEL STO. PADRE DEL 6 DE FEBRERO DE 1823. (nº 398/23) Escuelas Pías. Acerca del nombramiento de un Visitador Apostólico. De muchas partes llegan a esta S.C. graves quejas sobre el modo de gobernar del P. Tomás Viñas, Prepósito General de las Escuelas Pías, el cual, según se dice, está enfrentado con casi todas las Provincias de la Orden. Últimamente ha ocurrido un grave escándalo en la provincia Napolitana por haber suspendido a divinis a todos los Padres de la casa religiosa de S. Carlo all’Arena, que ofician en la iglesia pública aneja, situada en un barrio populoso de la ciudad. A propósito de ello ha escrito el Excmo. Arzobispo Coadjutor, Monseñor Sezza, tanto al Emmo. Card. Pompili, protector de la Orden, como a esta S. Congregación: “El P. General en la carta dirigida al Card. Protector) ha fulminado la suspensión a divinis a todos los Padres que oficia la iglesia de la Orden, situada en un barrio importante de esta ciudad, sin prevenirme en absoluto, de modo que esa iglesia frecuentadísima, principalmente en los días de fiesta, quedó sin misas y sin confesores con grave escándalo de los fieles, que sienten una gran estima por el P. Bianchini. Ruego a V.E. que quiera examinar este desagradable conflicto, y especialmente que haga proveer para el ejercicio del culto en la citada iglesia”. Y casi en los mismos términos a esta S. Congregación. El Emmo. Cardenal Pompili, al remitir a esta S.C. el original de la carta citada, escribía: “Yo no debo mezclarme en el asunto, pero me creo en el deber de informar a V.E que el P. Bianchini es un buen religioso y generalmente apreciado en la Orden. El mismo P. General en el pasado me lo ha elogiado siempre. El P. Bianchini ama verdaderamente la Orden, ha buscado siempre su bien y está dispuesto a hacer lo que la S. congregación le ordene. Solo pide poder exponer sus razones, cosa que no se niega a hacer ante nadie. En cuanto al P. General, yo creo que está enfermo. Siempre fue impulsivo, es cierto, pero me parece que ahora además se ha vuelto irracional. ¡Está enfrentado con casi todas las provincias de la Orden! Hace casi dos años que no viene a verme, creo que porque le hice algunas observaciones sobre su manera de obrar, observaciones que me había sugerido Benedicto XV, de santa memoria. El llorado Sumo Pontífice estaba muy descontento de él. Es bueno que V.E. sepa todo esto”. La suspensión, por intervención de esta S.C., fue levantada, pero falta por resolver la cuestión surgida en la provincia napolitana sobre el modo general de actuar del P. General, para lo cual se pide un Visitador Apostólico. Como mientras tanto se intentaba hacer nombrar al P. Sacchi Rector de la iglesia de S. Carlo all’Arena por el Municipio de Nápoles, que tiene el Patronato, declarándose indigno el P. Bianchini, esta S.C. debió intervenir por medio del citado Arzobispo Coadjutor de Nápoles, Mons. Zezza, para hacer suspender al Municipio el nombramiento del nuevo Rector en la persona del P. Sacchi, actual Provincial. Mons. Zezza, al referir inmediatamente que el Hon. Alcalde había prometido suspender las gestiones para el nombramiento hasta la decisión de esta S.C., escribía: “Como V.R. me ha preguntado mi opinión sobre la disputa entre el P. Bianchini, el P. Sacchi y el Superior General de la Congregación de las Escuelas Pías, me permito expresar el deseo de que esa S.C. nombre un visitador apostólico en la persona de un religioso piadoso, capaz y prudente, para que examine no solo la cuestión del rectorado de la iglesia, sino también las causas que han originado la misma disputa, y que son de orden interno a la Congregación”. En lo que se refiere al P. Bianchini, de quien refiero lo expuesto, puedo atestar “que es un religioso piadoso y ejemplar, y que en todo el tiempo que ha dirigido la iglesia de S. Carlo all’Arena ha sabido merecer con sus buenas cualidades la confianza y la veneración del pueblo y de muchos sacerdotes de este clero”. Por lo cual se propone nombrar un Visitador Apostólico en la persona de Monseñor Luca Ermenegildo Pasetto, de los Menores Capuchinos, Obispo de Gerra. (manuscrito) En audiencia del 6 de febrero de 1923 S.S., tras oír la relación, quiso nombrar y nombró Visitador Apostólico al R.P. Ermenegildo Pasetto O.M.C., Obispo de Gerra. C. Cardenal Laurenti, Prefecto”.
  11. RG 320 B. El texto de esta Circular enviada al Vicario General de España, P. Antonio Mirats, dice lo siguiente: “Prepositura General de los CC. RR. Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías. Tomás Viñas de S. Luis, Prepósito General de las Escuelas Pías, al Rmo. P. Vicario General, a los PP. Provinciales, Rectores y Religiosos de nuestra Orden en España y América, salud y bendición. Llena de inefable gozo nuestra alma, os dirigimos una última Circular anunciándoos el feliz éxito que nuestras laboriosas gestiones habían obtenido por intercesión de N. Santo Padre José de Calasanz en la compra de la Casa-Madre de S. Pantaleón de Roma. Ciertamente no se ocultó, pues algunas expresiones lo dejaban ver bastante, que nuestro ánimo presentía alguna tribulación más dolorosa que lo que podía habernos causado la intimación de una Visita Apostólica de toda nuestra Orden. Y el Señor ha permitido que no nos equivocáramos. Por indicación de la S. Congregación de Religiosos, a la que llevados por espíritu de obediencia no quisimos ni una palabra oponer, presentamos el día 1 de mayo nuestra renuncia de Prepósito General, juntamente con la de nuestros Padres Asistentes y Procurador. La nuestra fue aceptada como consta en la siguiente carta que fielmente traducimos del italiano (sigue la carta de la nota 897). Las palabras con que hubiéramos bendecido al Señor, conforme Él mismo nos enseña, si en virtud de un capítulo General hubiéramos cesado de nuestro cargo, hoy salen de nuestro pecho con más fervor, avalorado por el sacrificio: ‘De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’ (Lc 17, 10). Al escuchar estas nuestras últimas palabras de despedida, dignaos, carísimos Padres y Hermanos, perdonarnos los defectos que durante nuestro Generalato hayan podido molestaros: nosotros de todo corazón también perdonamos a quienes hayan podido molestarnos. Nuestra Santa Madre María y nuestro Santo Padre José de Calasanz nos bendigan. Roma, 8 de mayo de 1923. Tomás Viñas de S. Luis, Prepósito General dimisionario. Marcelino de la V. del Pilar, Secretario”.
  12. RG 320 A.
  13. Diario, 16.5.23. “S.E. me ha acogido con gran bondad y cortesía, y desde el primer encuentro le he quedado muy agradecido y me ha caído muy bien. Después de alejar al P. Boschi, he quedado a solas con Monseñor, el cual a mis ruegos de librarme de este cargo, para el que me consideraba completamente inadecuado, me invitó a aceptarlo, diciéndome que lo haría muy bien, pues estaba obedeciendo. Me habló de la necesidad de ir de acuerdo en todo, y me añadió que por lo demás él se quedaría uno o dos meses conmigo y luego me dejaría libre para gobernar la Orden”.