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Generalato
En su primera circular, fechada el 9 de septiembre de 1904[Notas 1], el P. Brattina se presenta a los hermanos como nuevo General. Se siente débil para un cargo tan importante, pero confía en Dios y en el apoyo de los Superiores. Cuenta sobre todo con el P. Mistrangelo, Visitador Apostólico, que le ayudará a llevar su peso, lo mismo que los Asistentes Generales. Dos de estos, los PP. Cianfrocca y Bertolotti, residían desde muchos años antes en Roma; quiere que vengan a vivir a Roma el Asistente por España, P. Manuel Sánchez, y el representante de las Provincias del Imperio Austriaco. Y aquí surge la primera dificultad de su mandato: el P. Mistrangelo había pensado como Asistente General en el P. Juan Szölgyémi, rector de Budapest, e incluso le había enviado la patente con el nombramiento. Sin embargo, a vuelta de correo este le escribe diciendo que no puede aceptar[Notas 2]: no conoce otra cosa que dar clase, no habla lenguas extranjeras, tiene poca salud, sus padres son mayores, sus hermanas son viudas y ha de ocuparse de la educación de sus sobrinos… Por su parte, el P. Provincial Gabriel Magyar le escribe diciendo que no ve claro lo del nombramiento de Asistente por la “provincia Austrohúngara”[Notas 3], entre otras cosas, de las que nos ocuparemos más delante. El P. Mistrangelo le responde diciendo que acepta la renuncia por motivos de salud. Y añade[Notas 4]:
Pero, puesto que es intención y deseo de la Santa Sede que yo nombre un Asistente General de vuestra Providencia, que resida en Roma, ruego a Tu Paternidad que te dignes indicarme el nombre de un religioso prudente y discreto, y que domine suficientemente la lengua latina. Exige esto mi dignidad, la confianza del S. Pontífice y el honor y buen nombre de vuestra Provincia. Procuraré enviar cuanto antes el decreto con su nombramiento como Asistente General. Te ruego que, al escribir su nombre y apellido, no omitas tampoco el nombre religioso que tomó en el momento de la profesión. Sea quien sea, que venga alegre; la temperatura de Roma es óptima, y tendremos en cuenta vuestro estilo de vida, costumbres y demás cosas necesarias en cuanto a comida y culto. Además, podrá volver por ahí, cuando lo requiera su cargo.
Es de la mayor importancia, querido Padre, el que tomes todo interés en este asunto, y espero que no dudes nunca de mi benevolencia y paterna caridad para contigo y tu Provincia. Es importante que el Asistente General sea un hombre que sepa y quiera tratar los asuntos de vuestra Provincia en Roma, y ejercer un patrimonio válido sobre ella, así como defender las razones de las otras provincias confiadas a su cuidado, y buscar el bien para todas. Estimo, pues, que será muy provechoso para vosotros y vuestras cosas.
Y puesto que la renuncia del P. Szölgyémy me obliga a posponer la reunión de la Congregación General ya convocada, y suspender el envío de la circular ya impresa, te ruego que cuanto antes elijas una persona y me comuniques su nombre por telégrafo. Al P. Szölgyémy dile de parte mía que me devuelva el nombramiento cuanto antes. Espero tu respuesta cuanto antes.
El P. Magyar, ante este apremio, reúne su Consistorio y elige como Asistente General al P. Gerardo Vary, de 61 años de edad, que había sido maestro de novicios y de juniores, y que seguirá siendo Asistente General hasta 1912.
Llegado el P. Vary a Roma, la Congregación General se propone en su primera sesión, el 8 de septiembre de 1904, reunirse regularmente una vez a la semana, como mandan las Constituciones, todos los sábados de 10 a 12 de la mañana[Notas 5]. Y cumplen escrupulosamente el programa, pues hasta el 14 de julio de 1906, última sesión antes del Capítulo General, se reúnen 102 veces. Es cierto que el P. Brattina sólo asiste a menos de la mitad, pues residía normalmente en su colegio de la Abadía Fiesolana, y además hizo tres importantes viajes internacionales (a España, a Europa Central y a América) durante su corto generalato. Pero cuando él estaba ausente y se trataban simples asuntos administrativos (aprobar la entrada de postulantes en el noviciado, o profesiones) se hacía suplir por el Procurador General (P. Homs). Se trata de un hecho novedoso: durante los generalatos anteriores era normal que uno o varios Asistentes Generales no residieran en Roma (como tampoco lo hicieron los PP. Ricci y Mistrangelo), por lo que las reuniones de la Congregación General eran raras; para algún asunto de más importancia, el P. General consultaba por carta a los Asistentes ausentes, y luego decidía él “en el Señor”.
Estas reuniones tienen lugar normalmente en Roma, en la casa de S. José de Calasanz (Vía Toscana); solo excepcionalmente se celebra alguna en el Palacio Episcopal del P. Mistrangelo en Florencia, o en la Abadía Fiesolana, residencia del P. Brattina. En una ocasión se reúnen en Scandicci, localidad nativa del P. Mistrangelo, donde suponemos que este estaría pasando unos días de vacaciones y les invitaría a visitarle. Tenemos las actas de todas ellas. Nos enteramos, por ejemplo, que el 10 de septiembre de 1904 se decide poner teléfono y luz eléctrica en la casa. En estas reuniones no solo e toman decisiones relativas a toda la Orden, sino que se discute también sobre los problemas (nada simples, como veremos luego) de la Provincia Romana, a pesar de la buena voluntad de dar más autoridad al Provincial. El P. General informa ampliamente a la Congregación acerca de sus viajes internacionales. Se percibe por las actas de estas reuniones que la Congregación General hacía un buen trabajo de equipo, y si algún roce surge en algún momento (con el P. Vary, y con el P. Viñas) se trata más de un tema de relación con sus países respectivos, más que de tipo personal.
El P. Brattina era un hombre de ciencias (profesor de matemáticas), y un buen rector del colegio de la Abadía Fiesolana. Tampoco estuvo mucho tiempo al frente de la Orden, por lo que no tuvo tiempo (o no considero cosa suya escribir cartas circulares. Sin embargo, además de la de saludo tras su nombramiento, y la de anuncio del Capítulo general de 1906, escribió al principio de su mandato una de contenido educativo, sobre nuestro ministerio: hay que educar bien en Piedad y Letras. Sobre todo, lo primero. Tenemos descuidada esta parte. Cultivar la vocación de los muchachos, para que se hagan escolapios. Nada de relajación por parte de los religiosos; ejercicios de mortificación. Conviene que las Provincias tengan postulantados, para niños de al menos 12 años, legítimos, que sepan leer y escribir. Que estudien latín y humanidades, sobre todo[Notas 6].