MussestiVida/Cap02

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Cap. 2. Parte de su patria y va a Lérida y otras Universidades para estudiar las ciencias.

Cuando tuvo más edad se fue a Lérida por razón de los estudios superiores, y después fue a otras universidades de España. Algunos dicen haberle oído contar siendo viejo que salió de la casa paterna como huyendo, puesto que el padre, que era soldado de profesión y con un cargo importante, quería que José hiciera lo mismo, pero él, movido por otro espíritu y genio, se fue a escondidas a Lérida a estudiar. Sea lo que fuera, lo cierto es que se aplicó de corazón y se dio a estudiar de tal modo que hacía progresos sorprendentes, aventajando y dejando detrás a buena parte de los estudiantes de su edad. Observando su ingenio feliz, su diligencia y rectitud de costumbres, sus compañeros y los doctores lo consideraban el joven más brillante de su edad.

En medio de la libertad de los estudiantes vivía de tal modo que era considerado como educado y accesible, pero conservaba al mismo tiempo la inocencia de sus costumbres. Y como se veía en peligro de ensuciar su alma, acompañaba las oraciones con ayunos y otros diversos tipos de austeridad para domar mejor la insolencia de la carne, y someterla al imperio de la razón.

Se confesaba y comulgaba frecuentemente, y con su ejemplo y palabras tenía también a no pocos compañeros alejados del pecado. Se entregaba a la práctica de la humildad con gran aplicación, y siendo cortés y humano con todos, todos le tenían en gran estima, y él no se consideraba superior a nadie, sino el menor de todos. Tenía una destreza singular para apaciguar a los que estaban enfrentados, como atestigua en su deposición haber experimentado muchas veces en sí mismo Mateo García, por ser él en aquellos tiempos demasiado vivaz y dispuesto a meterse en peleas, en las cuales encontrándose a menudo en grandes apuros, era librado de ellas por la habilidosa destreza de su amigo Calasanz. Este también depuso que José era tan querido y apreciado por toda la juventud de los estudiantes aragoneses que toda aquella nación, de común acuerdo, lo eligieron su Príncipe en la universidad de Lérida, como acostumbran los estudiantes, prestándole el honor, reverencia y obsequio que convenía. Y nunca había una reyerta entre los jóvenes en la que él no fuera mediador para calmarla, y diestramente ajustaba todas las diferencias con mutua satisfacción de las partes.

Consideraba suma gracia (y con razón) que Dios le hubiera dado su santo temor, y con vigilancia extrema custodiaba su pureza en cualquier lugar en que se encontrara. Era muy amigo de estar retirado, pero de tal modo que para el ejercicio de los estudios y de la virtud, a su debido tiempo no dejaba de conversar. Tenía, finalmente, tal don de divina bondad que podía atender al ejercicio de la caridad para con Dios y con el prójimo, y a los estudios de las letras sin que lo uno fuera impedimento para lo otro.

Notas