BerroAnotaciones/Tomo3/Libro2/Cap05
CAPÍTULO 5 Lo que hizo N. V. P. Fundador Después de la muerte Del P. Pietrasanta, jesuita [1647]
Cuando se supo con certeza la penosa muerte del P. silvestre Pietrasanta, y se le pudieron ver expuesto en la iglesia muchos de nosotros, Religiosos de las Escuelas Pías, -de cuya Orden dicho Padre había sido Visitador Apostólico- N. V. P. Fundador y General dijo al P. Juan [García del Castillo] de Jesús María, llamado Castilla, entonces Superior de la Casa de las Escuelas Pías de San Pantaleón, y al Sr. Pedro Ciesi, Maestro de nuestra escuela de música, que le gustaría que a la mañana siguiente se cantara una Misa de Difuntos por el alma del P. Pietrasanta, nuestro antiguo Visitador Apostólico; como también que nuestros Religiosos Sacerdotes celebraran todos una Misa por su alma, y le fueran aplicados todos los sufragios que se suelen hacer por nuestros Religiosos Superiores.
Muchos de nuestros Religiosos celebraron Misas sencillas; pero se dejó de cantar la Misa solemne, por justos respetos; sobre todo, para no dar ocasión a que alguno tomase este acto de caridad en el sentido contrario. Sin embargo, N. V. P. Fundador lo quería de todo corazón, para devolver bien a quien nos había hecho tanto mal. Y como no se había cantado la Misa, y algunos de nuestros sacerdotes no dijeron la Misa por el P. Pietrasanta, él lo sintió, y me dijo a mí:
“Éstos de nuestra casa no han querido cantar la Misa por el alma del P. Pietrasanta. No entienden cuánto le gusta a Dios hacer bien a quien nos hace mal. Grandes daños, verdaderamente, nos ha hecho el P. Pietrasanta, pero pedir por él es acto de perfección. Yo he dicho la Misa por su alma, y siempre he pedido por él en todos estos tiempos pasados, con el mayor afecto del corazón que he podido, porque en los sufrimientos sería una gran torpeza mirar las causas segundas, y no a Dios, que los manda para nuestro mayor bien”.
Después, con toda verdad puedo decir, aseverar, y afirmar que N. V. P. Fundador no hablaba nunca de dicho Padre Pietrasanta, sino cuando era para bien, excusando todas sus otras acciones. Y cuando alguno insistía en lamentarse, él lo reprobaba con mucha energía, demostrando especial disgusto por ello, pues no todos tenían su sentimiento.
Sobre este caso, no tenía otra exclamación que:
“Dejemos obrar a Dios; que si es obra suya la defenderá, y encontrará el modo de hacerla resurgir. De los pobres tiene verdadero cuidado el Padre de los pobres, que es Su Majestad. Dejémosle actuar a él”.