GinerMaestro/Cap15/18
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15.18. Reacción decisiva de los luqueses
Durante la estancia del P. General en Luca, en el verano de 1616 se descubrió el secreto de la fórmula de concordia de la última Dieta en aquella comunidad. La reacción fue inmediata. Hubo protestas y al alborotos. Ya no se trataba -decían- tan sólo de la pobreza, en la que tan habían llegado a conceder en un principio. Ahora se exigía cambiar el propio ministerio, reconociendo como principal el de las Escuelas Pías y poniendo cortapisas y limitaciones a la labor pastoral para la que habían sido fundados. Era como una traición al propio P. Fundador. Incluso en cuestiones de pobreza, a pesar de los atenuantes transitorios, en el fondo se les presentaba el panorama de la renuncia total a bienes estables, la suma pobreza.
Como es normal en estos casos, la chispa de la protesta saltó pronto de Luca a Roma, en cuyas tres casas se provocaron también tensiones, que el mismo Bernardini califica de turbulencias y sublevaciones.<ref group='Notas'>'Da queste cose si (può) comprendere lo stato turbulento, nel quale la congregatione si ritrovava, poichè d’ogni parti se sentivano sobblevationi e travagli' (PosCas, p.283). Sobre lo ocurrido en Luca escribió con detalle Bernardini en sus Crónicas (o.c., f.78-81), así como el P. Erra (o.c., p.23-24).</ref> Concretamente respecto al tumulto de la casa de San Pantaleón, escribe:
- En la casa de las Escuelas Pías no faltaron igualmente disturbios y se supo que dos jóvenes habían compuesto un memorial en que con poquísimo respetó decían que no querían escuelas, ni voto de pobreza ni nada parecido y procuraban soliviantar a uno y otro para hacerles subscribir. El rector de la casa (Casani), habiendo tenido noticia de ello, procuró convencerles de su error y consiguió que rasgaran el memorial aunque no por ello quedaron tranquilos'.<ref group='Notas'>PosCas, p.283.</ref>
El hecho de que no se aluda al P. Prefecto en todo esto parece indicio de que estaba ya en Frascati con sus compañeros.
En estas circunstancias, tanto en Luca como en Roma, dieron pruebas de su actitud contraria a las escuelas y a las limitaciones de su propio ministerio, impuestas en favor de aquéllas. Pues, a pesar de la escasez de personal, manifestada por Bernardini al protestar por la fundación de Frascati, aceptaron en Luca la dirección del seminario diocesano, y en Roma el oficio de confesores de las Oblatas del monasterio de ‘Tor di Specchi’, a dos pasos de la iglesia de Santa María in Pórtico. Quizá hubo en ello cierta reacción lógica por la fundación de Frascati, asumida por el Prefecto, quien dejando por este motivo plazas vacías en las escuelas, forzaba a los luqueses a suplirlas. Pero, en realidad, a estas vacantes fueron añadiéndose otras, pues los sublevados se iban negando a dar clase y no hubo más remedio que recurrir a seglares de nuevo para solucionar el problema. La situación empeoraba de día en día.<ref group='Notas'>Así resume Calasanz en un memorial: 'Intendendo poi li Padri della Casa di Lucca che il principal istituto della Congregatione haveva di esseré l’essercitio delle scuole pie hanno di tal maniera tumultuato che si sono affatto alienati di attendere più alle dette scuole et cosi parimente quelli de Sta. Maria in porticu in occasione forse questi il pesso del seminario di Lucca et I'amministratione de sacramenti nella sua Chiesa che per non volervi e non potervi attendere di presente alcuno di queste due case bisogna adoperar molti secolari et haver posto all’essercitio dell’orationl continua un fratello laico novitio che a mala pena sa leggere' (EGC II, p.50), El compromiso de confesores en ‘Tor di Specchi’ lo aceptaron en octubre de 1616 (cf. ERRS, o.c., p.61). Lo cual confirma la suposición de que los tumultos, al menos en Roma, debieron darse después de la fundación de Frascati, ausente de Roma Calasanz.</ref>
A primeros de noviembre regresó a Roma el P. Bernardini y constató la gravedad de la situación, particularmente en las Escuelas Pías, por aquella especie de huelga de brazos caídos. Y allí fue a instalarse. En la primera quincena de noviembre tuvo audiencia con el papa, de la que se alegraba mucho el P. Cioni, escribiendo: 'Me ha gustado mucho que haya hablado con el papa y también la respuesta que le ha dado. Con esta información no será tan fácil a los otros hacer progresar sus ideas, como han hecho hasta ahora aquí. Mientras tanto, apoyándonos en la oración, confío en que Dios nos hará saber su voluntad'.<ref group='Notas'>PosCas,.p.250. La carta está fechada el 17 de noviembre de 1616, luego la audiencia ocurriría cosa de una semana antes. En carta del 26 del mismo mes aún le decía 'me alegraré de saber que ha llegado bien' (ib., p.251).</ref> Son palabras sibilinas, pues nos quedamos sin saber quiénes son esos “otros” que han hecho progresar sus ideas hasta aquí. Hay quien interpreta que el papa previno a Bernardini “contra la parte contraria (Calasanz, Casani, Giustiniani, Ruzola) “.<ref group='Notas'>Cf. ib., p.250.</ref> Lo cual supondría que tanto el General como Cioni -que se alegra de la respuesta del papa- estaban convencidos de las razones de los sublevados, que habría apoyado también Pablo V, y esto ya en la primera quincena de noviembre de 1616 en que tuvo lugar la audiencia. Pero, por lo que veremos luego, tanto Cioni como Bernardini fueron los últimos en ceder a las presiones de los descontentos, con la esperanza de que fuera aceptada por el papa la fórmula de la Dieta. Y sólo a últimos de enero o principios de febrero de 1617 se dieron por vencidos, aceptando el sentir casi unánime ya de la oposición. Por consiguiente, los “otros”, a cuyas ideas se opuso el papa en la audiencia, eran sencillamente los sublevados.
No tardarían mucho en llegar a Frascati las noticias de lo que estaba ocurriendo en las Escuelas Pías de Roma. Es probable que Glicerio las comunicara oportunamente al P. Prefecto, el cual, muy preocupado por la situación, con fecha del 23 de noviembre, le escribe una carta, lamentándose de la actitud de los luqueses y pidiéndole que informe debidamente de todo ello al viceprotector de las Escuelas Pías, Mons. Monaldeschi, y al Cardenal Protector. Dice:
- Le recuerdo que hable con Mons. Monaldeschi y le informe del modo con que hoy día llevan las escuelas los Padres, pues con los ojos puestos en su antiguo instituto es imposible que duren ni hagan provecho alguno. Y deseo que el Sr. Cardenal, como comisario de este asunto del Instituto que se ha de tener, lo resuelva, pues es mucho mejor que estos Padres no emprendan la obra, que tomaría como un apéndice de su congregación… Nuestro Señor [¿el papa?] ponga su mano a fin que las escuelas vayan con la perfección y provecho que es necesario para la reforma de la juventud'.<ref group='Notas'>EGC II, p.60-61. En el memorial presentado al papa en sept. de 1615 se dice que Monaldeschi es Viceprotector de las Escuelas Pías (cf. PosCas, p.205, n.8).</ref>
Parece indudable que se refiere directamente a la famosa fórmula que tenía que ser confirmada con breve apostólico. En ella el instituto de las Escuelas Pías era reconocido como 'principal y propio' de la congregación y no como secundario o simplemente apéndice. El Prefecto, que parecía haber dejado ya en manos de los luqueses su obra, vuelve por sus fueros con energía. Lo cual era ponerse frontalmente contra la actitud general de toda la Congregación.
Había recurrido al cardenal Protector y he aquí que Giustiniani empieza a amenazar, arrastrando a la vez al Abate Glicerio en la ofensiva. El P. Bernardini, casi consternado, escribe:
- Al combate interno se añadió el externo, pues el cardenal Giustiniani, profundamente disgustado, decía claramente que no quería seguir protegiendo las escuelas ni la congregación, antes bien, quería retirar la subvención de 120 escudos que-daba al año. El Prefecto y el Abate estaban también muy alterados y parecía cierto, pues lo afirmaba el Prefecto y el Cardenal, que el Abate quería abandonar la congregación y dejar de contribuir con las limosnas que solía hacer a las escuelas, ni habría tampoco procurado ayuda alguna de los diversos grandes personajes, como había hecho siempre con gran provecho de la casa por el enorme crédito de que gozaba. Entre lo que daba de lo suyo y lo que recogía de limosna pasaba de 600 escudos-anuales… no se veía cómo se podrían mantener las casas de las Escuelas Pías y del noviciado'.<ref group='Notas'>PosCas, p.283. El disgusto de Giustiniani procedía también de sentirse fracasado en su intento y ofendido en su orgullo, según este último párrafo de las crónicas de Bernardini: 'Il disgusto del card. Giustiniano procedeva da più cose… egli haveva havuto grandissimo desiderio di confermar con tal breve il negotio delle scole e di formare come egli diceva una religione illustrissima rispetto allo stato di povertà, che le dava, ne haveva sentlto.tal piacere parendogli di haver condotto il negotio á buon termine, che se ne era allargato a parlarme con diverse persone e con cardinali et altri grandi, gloriandosi in un certo modo di haver condotto la congregatione a tanta perfetione e predicendo gran cose di lei. Vedendo hora che la congregatione si tirava in dietro e che pretendeva che i decreti fatti non fossero validi, parendogli di esser burlato e conoscendo il poco conto che faceva de lui la congregatione in haverlo fatto trattar col papa in vano… rasentiva tal disgusto che non si potrebbe stimare…' (PosCas, p.283-284)</ref> …
A todo ello se añadía la situación particular de la casa de San Pantaleón, en la que el rector Casani mantenía firme su actitud de defensa de la fórmula, con la primacía de las escuelas sobre cualquier otro ministerio y con las exigencias de la pobreza, que él quería suma. No tenía reparos en manifestar que en caso de separación él estaba dispuesto a abandonar la Congregación por fidelidad a aquellos nuevos ideales. Y naturalmente, tenía que chocar con los de su comunidad que pensaban de modo diverso, entre los cuales el vicerrector Guinigi, cuya tensión con Casani era, por lo visto, conocida. Desde Luca escribía Cioni al General, compadeciéndole por estas contrariedades:
- … le compadezco, pues por lo que me escriben de ahí, habrá encontrado cierta desavenencia en la casa de las escuelas entre el Rector y el Vicerrector. Mas con su prudencia espero que lo haya suavizado todo. El P. Baltasar [Guinigi] ya se fue ahí con aprensión muy fuerte de que el P. Pedro [Casani] había sido en gran parte la causa de las cosas pasadas y parece que sigue siéndolo por ciertos propósitos que tiene… Si al P. Pedro, teniendo su punto de vista, con su acostumbrada viveza, le parece extraño no encontrar a todos los demás de acuerdo con él, tendrá que moderarse, pues es cosa que han de hacer los hombres, y si no concuerdan, se puede decir que es porque Dios no quiere y es señal, además, de que no comunica a todos nuestro ministerio. Conviene, pues, que él acepte el parecer de los demás o bien que ore tanto que Dios haga sentir su parecer a los demás'.<ref group='Notas'>Carta fechada el 26 de noviembre de 1616 (PosCas, p.251-252).</ref>
El P. Guinigi recordará también más tarde esta clara decisión del P. Casani de cambiar de instituto y que por su inmoderado rigor en la pobreza contribuyó a que muchos abandonaran las Escuelas Pías.<ref group='Notas'>'… si come haveva pensiero di mutare istituto, cosi non teneva certo conto del nostro modo di vivere'. Y después de referir el caso extremo, que hemos citado antes (Cf. n.87 de este cap.), concluía: 'il che poi diede occasione di lasciare le Scuole Pie, non piacendo a padri nostri tal modo di vivere' (PosCas, p.1592-1593).</ref>
Sin embargo, en aquel ambiente tenso y de prerruptura todavía se confiaba en que el P. Casani consiguiera del P. Prefecto concesiones para tranquilizar los ánimos y salvar la situación, manteniendo las escuelas.<ref group='Notas'>Con fecha del24 de noviembre de 1616 escribía Cioni a Bernardini: 'Compatisco poi alli travagli loro, ma non mi pare che ha stato piccolo a questo che il P. Pietro se ha resso alquanto, e se lui vorra parlar davver, molto potrà col Prefetto; spero che Iddio non ci mancherà di suo aiuto tirando avanti il suo servitio' (ib., p.221).</ref>