GinerMaestro/Cap13/12
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13.12. Quema de las naves
Cuando llegó a Roma José Calasanz en la segunda mitad de febrero de 1592, daba la impresión de llevar en el bolsillo el billete de vuelta. Venía con aires de vencedor, de quien tiene todas las cartas en regla y algún as en la manga. En su primera carta al párroco de Peralta, en efecto, dice que apenas llegó consiguió una canonjía en Urgel, gracias a la influencia del secretario del embajador de España, el aragonés don Pedro Jiménez Murillo, y de un camarero secreto del papa, el también aragonés don Jaime Palafox, más tarde marqués de Ariza. Pero el Datario se negó a concedérsela, por ser recién llegado, prometiéndole la primera canonjía que vacase. Además de estos dos protectores, cuenta con el favor del mayordomo del papa, mediante un cartujo amigo suyo, y también confía en que le eche una mano el viejo cardenal Colonna. Sería, pues, cosa de pocos meses.
Pasaron diez y Calasanz seguía con la misma actitud optimista del primer día, y volvía a expresarla así en carta a su párroco: 'a mis sobrinas de la casa de Pere Ferrer de mi parte dará encomiendas y a mi hermana y sus hijas y les dirá que desseo mucho bolver presto a España por poderles ayudar en lo que huvieren menester y que tengo muy gran confiança de ser provehido presto'.<ref group='Notas'>C. 4.</ref> En mayo de 1593 mantiene todavía los mismos deseos y esperanzas: “yo procuraré con la brevedad [posible] de dar la buelta”.<ref group='Notas'>C. 5.</ref> Al año siguiente, en septiembre, sigue hablando de volver, pero ya no hay prisas: “Quando será Dios servido que yo buelva a esa tierra…”.<ref group='Notas'>C. 6.</ref> En las cartas siguientes deja ya de mencionar deseos y esperanzas de volver. No obstante, sigue luchando por conseguir una canonjía, sin la cual parece que sería humillante volverse a su tierra, fracasado. De hecho, consigue el ansiado beneficio en Barbastro, pero después de un largo y enojoso pleito renuncia a sus derechos adquiridos y se llega a un acuerdo entre los litigantes al empezar el año 1598. Podía entonces haber vuelto a España, mas no volvió, quizá por no hacerlo con las manos vacías y quizá por no dejar abandonada la obra de las escuelas de Santa Dorotea. No ha roto, pues, del todo los hilos que le atan a la Dataría Apostólica, y aunque ha renunciado a “beneficios de residencia” aspira a alguno no residencial, y el 27 de junio de 1599 escribe otra vez a Peralta diciendo que el Datario “me ha ofrecido de darme simples como se ofresca la ocassión”.<ref group='Notas'>C.7.</ref>
Había otra canonjía en el aire desde hacía años, la mejor de todas, de la que no hace mención, tal vez porque no llegaba a término el largo proceso del que dependía su concesión. Desde 1592 empezó Felipe II los trámites para secularizar el cabildo de la Seo de Zaragoza, formado hasta entonces por Canónigos Regulares de San Agustín. Su embajador en Roma, el duque de Sesa, es quien lleva las gestiones ante el papa Clemente VIII.
Con fecha del 24 de noviembre de 1594 escribía el rey al duque una importantísima carta en la que le propone quiénes han de ser los nuevos veinticuatro canónigos, y le dice: 'los Canónigos hasta 24 conforme a la traça, seis reglares que hay aora en la Iglesia han de ser los primeros. Después los quinze siguientes que se han de tener por los mejores sugetos del Reino de Aragón, aviendo procedido primero diversas informaciones de las personas más graves de él… [y siguen quince nombres]… todos tenidos por cristianos viejos, ‘limpios’ i de buenas costumbres. La elección de los otros tres hasta 24, he querido remitirlos… para que lo hagáis de los ocho Aragoneses nombrados en la memoria que va con esta, que se entiende que están en esa Corte [de Roma], escogiendo los que os pareciere de los más a propósito i que uvieren andado en este negocio'.<ref group='Notas'>Cit. en J. POCH, ‘Mossén Josep Calassanç a la diòcesi d'Urgell (1587-1591)’: Cat 195 (1977) 38.</ref> Dadas las fechas de estos trámites (1592-94) y el interés que manifestaron por favorecer a Calasanz en sus pretensiones a canonjías el secretario de la embajada y el camarero secreto del papa, ambos aragoneses, sería extraño que no consiguieran del duque de Sesa la inclusión del nombre de Calasanz en la lista, ocupando uno de los tres puestos que destinaba el rey para los aragoneses ilustres residentes en Roma.
En efecto, entre la documentación relativa a todo este asunto, existente en el Archivo de la Seo de Zaragoza, apareció en 1952 (sic) una lista de nombres propuestos para el nuevo cabildo y en el nº. 26 se lee: 'El D. Josephed (sic) de Calasanz, natural de Peralta junto a Monçón, que está en Roma'.<ref group='Notas'>Véase fotografiada esa página en C. BAU, ‘Historia de las Escuelas Pías en Cuba’, junto a p.1. A raíz de este hallazgo escribió un artículo en ‘El Noticiero’ el canónigo archivero, Francisco Fernández Serrano, con el título: ‘San José de Calasanz, ¿canónigo de la Seo?’ (El Noticiero,3 de julio de 1952), publicado de nuevo en V. FAUBELL, ‘Antología periodística calasancia’, p.63 -66.</ref> Y al margen se añade “limpio”, como exigía Ia carta del rey, es decir, de limpia sangre, sin mezcla de judío ni morisco, etc., como se decía entonces. Y todo hace suponer que esta lista de Zaragoza está en directa relación con la mandada por Felipe II a su embajador romano, y que la inclusión del nombre de Calasanz fue obra del duque de Sesa, aconsejado por su secretario y los demás influyentes amigos que conocían y apreciaban los méritos del pretendiente hijo de Peralta. Esa lista de Zaragoza, por tanto, debe ser de 1594-95.
El rey pretendía obtener del papa no sólo la secularización del cabildo -o sea, que los canónigos fueran del clero secular y no Regulares-, sino también el Patronato real sobre todas las dignidades y canonjías, a lo que se resistía Clemente VIII, por lo que el asunto se fue alargando. Calasanz tuvo que saber que estaba incluido en la lista de candidatos. Y como de ellos habían de elegir luego las dignidades de doctoral, magistral, penitenciario y lector, por concurso,<ref group='Notas'>En la citada carta de Felipe II se lee: 'i aunque los canónigos Doctoral, Magistral i Penitenciero i Lector se han de proveer por concurso de votos del Arçobispo i Cabildo, es conveniente que los nombre yo, sin ellos, esta primera vez' (cit. en J. POCH, l.c.)</ref> es muy probable que con miras a ese posible concurso escribiera Calasanz un esbozo para desarrollarlo luego de palabra o por escrito. El tema gira en torno a los méritos de Zaragoza respecto a Roma, con expresa referencia a la Virgen del Pilar.<ref group='Notas'>Ya hablamos de ello en el cap.1</ref>
Felipe II murió (13 de septiembre de 1598) sin haber conseguido ni el Patronato real ni el cambio de cabildo, porque ambas cosas iban juntas. Su hijo y sucesor, Felipe III, reanudó los trámites en 1599 y, por ser más indulgente en sus pretensiones patronales, consiguió la bula (15 de julio de 1604) de secularización y el Patronato reducido a cuatro meses al año.<ref group='Notas'>Felipe III escribió a su embajador romano el 14 de octubre de 1607: '… pidió el Rey mi señor, que haya gloria, a la Santidad de Clemente VIII tuviesse por bien secularizarla y darle el patronato de todas las dignidades y canonjías, y por no haberse acabado en vida de su Magestad, hize yo la misma instancia y su Santidad fue servido de secularizarla y concederme el patronato de todas las dignidades y canonjías en quatro meses al año, quedándose con la provisión de otros quatro meses y dando al Arçobispo dos meses y al cabildo otros dos…' Y pedía al papa que 'sea servido de concederme enteramente el Patronato de todas las dignidades y canongías de dicha iglesia deZaragoça como lo pidimos el Rey mi Señor y yo' (cit. en J. POCH, 1.c., p.39).</ref> En la nueva lista de canónigos, que ocuparon sus sitiales el día 16 de noviembre de 1605, no figuraba ya el Dr. Calasanz, pero tampoco estaban otros, o porque ya habían muerto o porque habían sido promovidos a sedes episcopales aragonesas.<ref group='Notas'>Cf. ib.</ref> La ausencia de Calasanz, sin embargo, se debía al hecho de que desde los primeros meses de 1599 había decidido no pretender beneficios residenciales.<ref group='Notas'>F. Serrano en su artículo de ‘El Noticiero’ sugiere que el nombre de Calasanz fue incluido en la lista última por el Cabildo mismo (cf. V. FAUBELL, o.c., p.65). López Navío, por su parte, propone que el principal responsable de tal nominación fue el cardenal Ascanio Colonna, amigo de Calasanz y Virrey de Aragón desde l60l-1604, en cuyo cargo tenía suficiente influencia para conseguir su propósito (cf. J. LÓPEZI-NAVÍO, ‘Ambiente histórico…’, p.252-253). Pero la documéntación aducida por Poch hace más verosímil que la inclusión del nombre de Calasanz se debiera a los personajes de Roma cercanos al duque de Sesa y que tuviera lugar en el primer intento de Felipe II y no en tiempos de Felipe III. Por otra parte, mal podría influir el Cabildo si se trataba precisamente de formarlo con esas listas.</ref> La Seo de Zaragoza perdió con ello un dignísimo canónigo.
No deja de ser extraño que en todo este asunto de pretensión de canonjías no intentara Calasanz una de ellas en la recién creada diócesis de Solsona. Las circunstancias no podían ser más favorables: la diócesis fue erigida por bula papal del 1 de agosto de 1593 con un cabildo compuesto de cuatro dignidades (deán, arcediano, chantre y tesorero) y doce canonicatos; la mayor parte de la nueva diócesis la formaban los grandes monasterios de Canónigos Regulares de San Agustín (Santa María de Solsona, San Pedro de Ager y San Vicente de Cardona) y 258 parroquias que hasta entonces habían pertenecido a la diócesis de Urgel; algunos de los nuevos canónigos consiguen su beneficio acudiendo directamente a Roma.<ref group='Notas'>Cf D. COSTA Y BOFARULL, ‘Memorias de la ciudad de Solsona y su Iglesia’ (Ed. Balmes, Barcelona 1959), vol. I, p.334-347</ref> Quizá Calasanz no creyó honrado pretender una canonjía en una diócesis que nacía con un desagradable pleito con la suya propia de Urgel, en el que andaba por medio el obispo Capilla, protestando por el enorme desmembramiento.
Todavía hubo otra oferta –la última- por parte del secretario de la Embajada de España, acreditando con ella la sincera amistad y el interés por favorecer a Calasanz. La recuerda Berro, situándola en el Año Santo de 1600, poco después de la muerte del párroco de Santa Dorotea. Dice:
- … muchos pensaron e hicieron diligencias para que se concediera la parroquia [de Santa Dorotea] a D. José, pero no quiso aceptar en manera alguna, ni esta carga ni tampoco una canonjía en la ciudad de Sevilla, de 1.200 escudos de entrada, diciendo que por la parroquia hubiera tenido que abandonar las Escuelas Pías; y al secretario de la Embajada del Rey Católico, agradeciéndole la oferta, dijo: "He encontradó en Roma mejor modo de servir a Dios, ayudando a estos pobres muchachos; no lo dejaré por nada del mundo"“.<ref group='Notas'>BERRO, I, p.73.</ref>
Es, sin duda, una frase genial, que da pleno y gozoso sentido a toda su vida. Y será fiel a esta decisión hasta la muerte. Con ella dejaba para siempre sus aspiraciones a prebendas eclesiásticas por las que –entre otras cosas- había ido a Roma. En cierto modo, aquello era quemar las naves.