GinerMaestro/Cap10/01
Aviso OCR
Este texto ha sido obtenido por un proceso automático mediante un software OCR. Puede contener errores. |
10.01. Un español en Roma
Llegó tarde a la gran fiesta de la coronación. El 2 de febrero, mientras Calasanz asistía —quizás— a la consagración de la nueva iglesia del Monasterio de Montserrat, se celebraba en Roma la consagración episcopal del Cardenal Hipólito Aldobrandini, que había sido elegido papa el 30 de enero con el nombre de Clemente VIII. Y el 9 de febrero de 1592 tenía lugar con la pompa y solemnidad acostumbradas la entronización y toma de posesión de San Juan de Letrán. Ciertamente, ni lo sospechaba siquiera, pero tendría ocasión de asistir a la coronación de los cinco papas sucesivos.
Por otra parte, llegó en buena hora, pues el año y medio anterior había sido aciago para Roma. Desde que murió Sixto V a finales de agosto de 1590, habían ocupado la silla de San Pedro cuatro papas: Urbano VII (+ 27 de septiembre de 1590), Gregorio XIV (+ 15 de octubre 1591), Inocencio IX (+ 30 de diciembre de 1591) y el recién elegido Clemente VIII. Lo más grave, sin embargo, fue que en aquel agosto de 1590 se declaró una epidemia y duró hasta septiembre del ano siguiente. Si no exageran los datos, murieron unos 60.000 habitantes, más de la mitad de la población, que en febrero de 1591 una estadística calculaba en 116.698.<ref group='Notas'>PASTOR, vol.22, p.301. Nótese que en febrero de 1591 se estaba aún a mitad de la epidemia</ref> Parece confirmar la exageración otra noticia de mayo del mismo año, según la cual en dos meses habían muerto 40.000 personas.<ref group='Notas'>Ib., n.2.</ref> Quizá haya que restar bastantes miles a esos cálculos redondos, pero muchos miles debieron ser las víctimas si dos años más tarde, en 1593, una detallada Relación daba un total de 9.627 almas.<ref group='Notas'>Ib., vol.24, p.344, n.1.</ref>
Y como los males nunca vienen solos, sobre todo para los pobres a la epidemia se unió el hambre y la carestía que encareció progresiva mente el precio del trigo, llegándose incluso a tumultos graves del pueblo desesperado, que a principios de febrero de 1591 tomó Por asalto los graneros que había junto al Panteón, en la Plaza Judía y en Campo dei Fiori.<ref group='Notas'>Ib., vol.22, p.302-307. El estado achacoso de Gregorio XIV le impedía enterarse personalmente del estado deplorable de la ciudad. Un simple párroco, en un discurso 'ad Gregorium XIV P. M. de veritate dicenda', le decía: 'Populus Romanus panis ac frugum precio in dies magis crescenti rerum penuria mendicare cogitur' (ib., p.304, n.4).</ref> En noviembre de 1592 todavía era preocupante la situación, y Calasanz escribía al párroco de su pueblo:
- Aquí… el año tenemos muy caro y las provisiones muy ruines y si de la tierra del Rey no vienen, se espera muy mala primavera, valdrá ya la carga de trigo dessa tierra aquí a diez escudos. Después que murió Sixto V es la ciudad más cara que ay en Italia y padesce mucho la gente común'.<ref group='Notas'>EGC II, c.4. El trigo debía salir de las tierras o reinos de Felipe II, particularmente de Sicilia, de donde se abastecía tradicionalmente incluso la Corona de Aragón. En diciembre de 1590 escribía Gregorio XIV carta autógrafa a Felipe II en demanda de trigo (cf. PASTOR, o.c., p.302). Quizás estas noticias dadas por Calasanz provenían de sus conversaciones con el camarero secreto del papa, don Jaime de Palafox, que en todos estos años hasta final de siglo, al menos, interviene en la importación de trigo en Roma (cf. J. LÓPEZ NAVÍO, ‘Ambiente histórico y social…’, p.232-235).</ref>
Roma era la ciudad más cara de Italia y sin duda era también, en aquel fin de siglo, una de las más populosas de Europa. Las mayores que había visto Calasanz en España eran Valencia con unos 60.000 habitantes y Barcelona con 30.000. La mayor metrópoli española era Sevilla, con 90.000 almas.<ref group='Notas'>Cf. n.3 del c.5, aplicando el índice demográfico 5.</ref> La preeminencia de Sevilla se debía al hecho de ser, en cierto modo, la capital del Nuevo Mundo, pues en ella se concentraba todo el tráfico con las Indias; la de Roma, sin duda, provenía de su condición de capital del mundo católico. Y, en efecto, como se decía en una Relación de 1605, 'la ciudad puede tener cerca de 100.000 almas, de las cuales más de los dos tercios son forasteros'.<ref group='Notas'>Cf. PASTOR, vol.24, p.344, n.3. Por 'forasteros' se entiende no romanos.</ref> Y entre ellos, uno más, el español José de Calasanz.
Muchos de estos grupos de forasteros, además de la embajada de su país, tenían su propia iglesia nacional e incluso en ciertos casos su propio hospital u hospicio para pobres, y en torno a estas sedes solía girar toda la colonia de connacionales. Para los españoles, la embajada estaba en la plaza a la que dio nombre, Piazza di Spagna, donde sigue todavía. Y dos eran las iglesias propias: la de Santiago de los Españoles, que daba a la Plaza Navona, y la de Montserrat, con hospital, erigida por Alejandro VI para los de la Corona de Aragón, y hoy única iglesia nacional española, desde que en el siglo pasado se abandonó la otra.
José de Calasanz, además de frecuentar la embajada en estos años primeros de su llegada a Roma, debió acudir muchas veces durante su vida a la iglesia de Montserrat, por ser la de su 'nación', además de que guardaba recuerdos recientes de otros sacerdotes de su mismo apellido y familia, tal vez.<ref group='Notas'>Particularmente dos: el primero, Antonio Calasanz, que durante cuarenta años fue cantor de la capilla papal y decano de la misma al final de su vida. Fue prior de la Iglesia desde 1568 a 1570 (cf. Arch. de dicha iglesia, Libro 5, E, f.lv; Libro 1213, fechas: 3 de diciembre de 1568 a 1 de enero de 1570). En el ‘Liber mortuorum’ 1021 se lee: 'a 6 juliol de 1577 enterraren mossen Antoni Calasanz, decano de la capella del papa'. Su lápida sepulcral se encuentra hoy frente a las tumbas de los papas Borja. El segundo Calasanz fue el arcipreste y prior de Santa María del Romeral, de Monzón, sobrino y heredero del anterior, que asistió a su muerte y entierro y pagó unas mandas de su tío a dicha iglesia: 'oy 6 de sept. de 1577 el sr. Bartolomé Calasanz, sobrino y heredero del redicho Antonio [Calasanz] ha pagado al sr. Matheo Corvera, clavario de la dicha iglesia [de Montserrat], a buena cuenta de dicha donación [de 600 escudos] 400 escudos…' para decir las misas que dejó encargadas Antonio Calasanz (ib., Libro 1637, f.19). Son notas inéditas dejadas por el P. J. López Navío. Cf., además, J. LÓPEZ NAVÍO, ‘Ambiente histórico y social…’, p.211-212; ID., ‘Testamento de Micer Juan Calasanz’, p.14 y 26; J. POCH, ‘El Fundador de las Escuelas Pías…’, p.389-390.</ref> Hasta su muerte conservó entre sus papeles unas letanías marianas, con los siete dolores y gozos que se cantaban dicha iglesia romana.<ref group='Notas'>Cf. RegCal 13,23*.</ref>
Los 'forasteros' —en este caso, más las naciones que los individuos- tenían en Roma otros protectores, dispuestos siempre a defender ante el papa los intereses de sus naciones protegidas a cambio de pensiones, recompensas y distinciones. Eran las familias de la aristocracia, entre las que ordinariamente había algún miembro en el colegio cardenalicio. En un memorial del Duque de Sesa, embajador de España en aquellos años, figuraban los nobles que recibían o pretendían pensiones españolas, y eran los Colonna, Orsini, Conti, Sermoneta, Frangipani, Caetani y Cafarelli,<ref group='Notas'>Cf. PASTOR, vol.24, p.281.</ref> a los que hay que añadir obviamente los Farnese y los Doria, tan ligados junto con los Colonna a los grandes fastos de la historia de España. Y Calasanz hallará espléndida acogida en el palacio de los Colonna.