BerroAnotaciones/Tomo3/Libro3/Cap17

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CAPÍTULO 17 Carta del Brazo Eclesiástico Al Eminentísimo Cardenal Roma [1647]

“Emmo., Revmo. y Clementísimo Señor

Es muy conveniente que los institutos de los religiosos sean defendidos y favorecidos, para la buena marcha de la Iglesia; y, cuando cambia la suerte de las cosas, no se vean postergados y deprimidos, no sin daño y perturbación del culto divino.

Hemos visto, desde hace poco hasta hoy, dentro de nuestro Reino, cómo los Padres de las Escuelas Pías han ejercitado la que es su verdadera norma de vida, esto es, la Piedad y las Escuelas, de tal forma, que nos han dado esperanza de que, en adelante, podemos esperar de ellos cosas mayores. Pero he aquí que corre la fama de que, no sólo son prescritos en nuestras Regiones, sino, lo que no se recuerda, hasta se ven obligados a pasar al orden de los sacerdotes seculares.

Y como esto cae dentro de nuestro deber, para que la Iglesia no sufra detrimento, creemos que debemos dar, en lo que podamos, confirmación y protección a su obra de probidad y de trabajo bien realizado. Hacemos esto, Eminentísimo Señor, más aún, le pedimos también a Su eminencia que lo haga, para que con su autoridad, que es más efectiva, esta Orden se conserve ilesa e segura. Lo cual traerá gran utilidad a la Santa Iglesia, singular alabanza a Vuestra Eminencia, y no pequeña tranquilidad a todos nosotros.

Mientras tanto, ofrecemos devotísimamente nuestros deseos y respetos a Vuestra Eminencia.

Varsovia a 25 de mayo de 1647.

Emmos. Y Devotísimos Servidores de Vuestra Eminencia”.

Otra carta al Emmo. Cardenal Spada:

“Emmo. Excmo. y Revmo. Señor

Tanto para afianzar la Religión Católica en el antiguo estado, como para combatir la nociva audacia de los herejes, la fuerza principal está en las Sagradas Órdenes. Ellas, dejando de lado las preocupaciones de las cosas mortales, se dedican a las eternas, con las antorchas de la Doctrina y los ejemplos; y, combatiendo la cerrazón de los errores, defienden valiente y fielmente la gloria divina.

En nuestra República ha florecido mucho en esta alabanza, junto con otras familias, también la Sagrada Orden de las Escuelas Pías, muy versada, con mucho trabajo, y durante todo este tiempo, en la propagación de las cosas divinas. De hecho, ha dado prueba, desde su aún tenue raíz, de las primeras flores, de poder esperar de ella óptimos frutos.

Por eso, como ahora oímos decir que se encuentran preocupados, removidos del camino conocido, y obligados a pasar a la Orden de los sacerdotes seculares, no nos consideramos en absoluto libres de culpa, si no empleamos, en cuanto esté de nuestra parte, todo el esfuerzo para conservar su incolumidad.

Por eso, suplicamos a Vuestra Eminencia, tenga a bien y se digne con su autoridad, de la que goza al máximo, defender esta Orden, que a nadie molesta, y es tan útil a la Iglesia y a la República, y volver a colocarla en el anterior grado de dignidad, con el favor de Nuestro Santísimo Señor.

Si Vuestra Eminencia hiciera esto, prestaría una gran utilidad a la Santa Iglesia y a nuestra República.

Reiterando nuestros deseos y respetos, nos encomendamos A Vuestra Eminencia.

Varsovia, a 25 de mayo de 1647

Servidores Devotísimos de Vuestra Eminencia,

Matías, Arzobispo Gnesniense, de mano propia

Nicolás, Arzobispo de Lwów

Pedro, Obispo de Cracovia

Andrés, Obispo de Poznan

Andrés, Obispo de Luck, de propia mano

Andrés, Obispo de Kulm y de Rom. Del Reino de Trid.

Vicecanciller de Beszno Leszczinsko

Estanislao, Obispo de Kulm

Estanislao de Kalinowa Zaremba de Kyovia

Nunca se ha podido saber con seguridad si Su Santidad, Nuestro Señor Inocencio X, recibió las cartas del Serenísimo Rey, y de toda la Dieta del Poderosísimo Reino de Polonia; porque es cierto que el Sr. Cardenal Mattei, Protector entonces de aquel Reino, me dijo que las había entregado, pero entonces estaba muy desavenido con el Eminentísimo Panziroli, y por eso nos tememos que Su Santidad no las vio, ya que nunca ha aparecido la respuesta a ellas. Su Majestad se lamentó mucho, lo mismo que el Gran Canciller, que, a este efecto, determinó venir a Roma. Pero la muerte le evitó el trabajo. Así lo quiso S. D. M.

Notas