GinerMaestro/Cap20

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Capítulo 20: GENERALATO TEMPORAL: CUESTIONES GRAVES

Innecesario parece subrayar a estas alturas de nuestra narración que toda historia y toda biografía exige forzosamente una selección de hechos y personajes. No todo lo que ocurrió en el tiempo interesa a la posteridad, y los historiadores, en su labor selectiva, no pueden menos de reflejar sus propias preferencias y dejarse influir por las apetencias y modos culturales de la época en que escriben, incluso cuando se trata del núcleo de nombres y acontecimientos que, por un mínimo común de objetividad, son insoslayables en cada historia.

Y esto sea dicho tanto del conjunto de esta larga biografía que nos ocupa como de cada uno de sus capítulos. Y sin duda sería curioso, además de interesante, comparar la labor de selección realizada por cada uno de los hagiógrafos y biógrafos, particularmente en este decenio del Generalato temporal que va desde el Breve de Gregorio XV, del 28 de abril de 1622, al de Urbano VIII, del 12 de enero de 1632.

En nuestro caso hemos optado por dividir el conjunto en dos bloques, más homogéneo el primero que el segundo. Del primero nos hemos ocupado en el capítulo anterior, bajo el tema concreto de la expansión o nuevas fundaciones; del segundo trataremos en el presente, agrupando aquellos acontecimientos que hemos juzgado ineludibles o, al menos, muy interesantes para la debida comprensión de la compleja figura de Calasanz.

Sin duda, otras muchas cosas ocurrieron en ese decenio de las que cabría hablar. Bastaría recordar las posibilidades o perspectivas que ofrece desde distintos puntos de vista un recorrido programado por las 1.631 cartas conservadas que escribió el Santo en ese período, con el complemento de las que a él le escribieron. Pero, aunque todo ello es historiable, desgraciadamente se impone la selección, que implica muchas pretericiones.

Cuestiones graves las hubo en este decenio, cuestiones graves las habrá en el siguiente y gravísimas en lo que luego le quede de vida. Pero entre tantos problemas, contradicciones y aflicciones que componen el entramado de su existencia, a veces da pena no poder dar el tiempo suficiente para acompañarle en sus horas nocturnas de paz y sosiego espiritual, en coloquio o monólogo con Dios y sus santos, o simple silencio interior, en que se dejaba inundar de gracia y presencia divina. O también da pena no dedicar más páginas a aquellas horas diurnas, en las que 'con mano temblorosa' -como recordaba un alumno suyo-enseñaba a hacer palotes o preciosa caligrafía a los niños, y con pulso firme les trazaba el camino para llegar a Dios.

Notas