BerroAnotaciones/Tomo3/Libro2/Cap07
CAPÍTULO 7 De lo que hizo el P. José, Fundador Para ganar el alma del P. Esteban
En todo tiempo y en toda circunstancia N. V. P. José de la Madre de Dios, General y Fundador de la Orden de las Escuelas Pías, demostró gran deseo de la salvación del P. Esteban de los Ángeles. Por eso, durante muchos años, sin ser aún sacerdote, quiso retirarlo al noviciado a hacer ejercicios espirituales; lo tenía lo más posible a su lado, y, cuando por la mañana no iba a la oración mental, mandaba llamarlo, y tanto en privado como en público lo exhortaba y corregía sus defectos y culpas con toda caridad paterna. Paso por alto las muchas veces que lo soportó con gran paciencia, para no llegar a graves castigos, dado lo lo favorecido que estaba por Púrpuras y Potentados. Si así no lo hubiera hecho hubieran aparecido rumores grandes, y otras cosas parecidas, algunas de las cuales también he tocado en otros tomos, cuando venía cuento.
Cuando el Revmo. P. Visitador Pietrasanta nombró al P. Esteban por Superior General de nuestra pobre Orden de las Escuelas Pías, como por los Padres era reconocido indigno de este título, y pedían, en su puesto y autoridad de General, a su V. P. Fundador, se revolvieron con tanta indignación contra el P. Esteban, por no haber rechazado él por sí mismo tal dignidad, y porque sabían que se había procurado aquel cargo y dignidad con trampas injustas, se sublevaron, digo, de tal modo, que temiendo un gran daño, huyó a la habitación del V. P. Fundador, quien lo defendió, y le alabó de tal manera, que lo recibieron por Superior; y luego me escribió a mí y a otros, para que lo reconociéramos como tal, y él mismo lo cita como su Superior.
Además, me dijo a mía que cada día hacía oración particular por la salud espiritual el P. Esteban, y muchas veces al día.
Muchas veces acudió a él, en diversos intentos de arreglo, por medio de más personas; pero el P. Esteban se aprovechaba de estas ocasiones para dar largas y palabras, y, como suele decirse, tener engatusado a N. V. P., el cual, aunque conocía el artificio, no se echaba para atrás, a no ser cuando veía que en lo estipulado podía haber alguna ofensa a S. D. M.
Muchas veces trató con los Padres de casa de permitirle ir a San Pantaleón, para que no anduviera vagabundeando solo por la ciudad.
Cada vez que el P. Esteban mostraba deseo de hablar con N. V. P. Fundador, y le llegaba alguna visita suya, N. V. P., sin mirar su incomodidad, iba a encontrarse con él, y le hablaba con la mayor caridad paterna, recordándole siempre la obligación de atender a las virtudes religiosas.
Después de la reducción de nuestra pobre Orden a Congregación, tan miserable y lamentable como la dejó el Papa Inocencio X, el P. Esteban hizo que aparecieran diversas y gruesas deudas, en contra de nuestra casa de San Pantaleón, que ascendían a más de un millar de escudos. En estos casos N. V. P. decía: “Pobre alma, pobre alma; Dios le perdone el mal que nos ha hecho, y le dé gracia de reconocerse y hacer penitencia. Recomendémoslo a Dios, que es gran caridad pedir a Dios por él, para ganar un alma. ¡Oh cuánto vale esto, y cuánto agrada a Dios!” -Y lo decía con tanto sentimiento que nos enternecía a todos nosotros-.
Si después alguno respondía a esto, recordando el mal hecho al conjunto de nuestra Congregación y Orden, N. V. P. respondía: “¡Oh, qué tontería! ¡Qué necio es el hombre!, que en sus angustias fija los ojos en las causas segundas, y no en el primer motor, que es Dios. El P. Esteban nos sirve de copero de la voluntad de Dios; por eso debemos estar agradecidos a S. D. M. por el favor que nos hace de mortificarnos de este modo, y pedir por la salud espiritual del P. Esteban, que es instrumento de Dios”.