GinerMaestro/Cap21/05
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21.05. El inquietante problema de la expansión
De todo el revuelo levantado por los memoriales del Clº.' Castiglia, lo que más preocupó al Fundador por sus consecuencias inmediatas lo expresó varias veces en sus cartas, como en ésta del 2 de abril de 1633: 'están tan creídos en Palacio de que aceptamos más casas de las que podemos atender, siendo éste uno de los puntos del memorial, que han restringido darnos licencia'.[Notas 1] Y este punto del memorial lo consideraba el Santo como “la infamia más grave que se haya hecho jamás contra la religión”.[Notas 2] Efectivamente, una cosa era constatar la creciente demanda de fundaciones y el consiguiente peligro de descomposición de la Orden por atender a demasiadas, y otra muy distinta afirmar que de hecho se habían aceptado ya en número excesivo. De haber sido así, la solución lógica por parte de la Santa Sede hubiera sido no sólo impedir ulteriores fundaciones, sino exigir el cierre de algunas o muchas de las existentes, cosa que no hizo nunca, ni siquiera en el momento de la reducción de la Orden a Congregación sin votos, Y era una medida expresamente pedida por el ‘Memoriale delli Inconvenienti’, a la que había respondido el Fundador con razones sólidas.
Es indudable que tanto el P. General y sus Asistentes como la Orden misma tenían clara conciencia de que la excesiva expansión entrañaba un grave peligro, y que la constante demanda de fundaciones era una tentación. Baste recordar que en la Visita Apostólica de 1625, uno de los puntos que el propio Fundador señaló como peligro de relajación futura era 'aceptar más lugares sin tener sujetos aptos para mantenerlos';[Notas 3] que en marzo de 1627 elevó una súplica a Urbano VIII para que, en vista de que insistentemente se pedían nuevas fundaciones, el papa prohibió al General atender las demandas durante dos años, y el papa lo concedió;[Notas 4] que, de nuevo, en octubre de 1631, los convocados al Capítulo General decidieron ante el cardenal Ginetti que “en adelante no se acepten nuevas casas sin el consentimiento de S. S.”.[Notas 5]
Durante el año 1633, en que ocurre el conflicto provocado por Castiglia, recuerda el Fundador en sus cartas las razones de siempre que le impiden aceptar nuevas fundaciones, además de las restricciones absolutas de la Santa Sede, tomadas a raíz de los memoriales calumniosos. Al p. Cherubini, que pensaba fundar en Loreto le dice el 12 de enero de 1633:
- No cabe pensar por ahora en aceptar casa en Loreto, porque es necesario establecer muy bien las ya erigidas antes de abrir otras nuevas, teniendo mucha gente pero inútil, ya sea por edad, ya por el poco saber; por lo que conviene formar buenos alumnos y tener de reserva'.[Notas 6]
Y al Sr. Horacio Gaetani, que pedía fundación en Anagni:
- siento grandísimo disgusto por no poder cumplir la propuesta que se me hace de fundar Escuelas Pías en esa ciudad, habiendo entre otras dificultades estas dos: el mandato de S. S. de no aceptar nuevas casas sin su previo consentimiento o del Card. Barberini y lá escasez de personal que nos aflige tanto que sentimos dificultad en atender a las ya fundadas'.[Notas 7]
Y al P. Alacchi:
- como el Sumo Pontífice ha sabido que somos pocos y las instancias que de todas partes nos llegan con recomendaciones de Príncipes, Duques, Cardenales y otros prelados, a quienes no se puede desatender, no pudiendo entonces desempeñar nuestro ejercicio como se debe, por ello nos ha hecho esa prohibición; así que no cabe pensar en Cesena ni en Lugano, ni en otra parte'.[Notas 8]
Las peticiones debieron de ser muy numerosas a juzgar por las expresiones generales que aparecen de vez en cuando en las cartas de Calasanz. Sirvan de muestra sólo dos, sacadas de cartas dirigidas al P. Alacchi, quien había intentado durante tres años (1630-33) fundar en Venecia, sin ser llamado, y acabó en rotundo rechazo. Como contraste a esta actitud adversa de los venecianos, le escribía Calasanz el 11 de diciembre de 1632: 'En cuanto a la obra de las Escuelas Pías de Roma, cada cual diga lo que quiera, pero si no gustase, no sería tan requerida diariamente por muchas ciudades y tierras principales, y a veces vienen obispos a pedirlas para sus diócesis'.[Notas 9] Y cuatro meses más tarde le volvía a escribir: “Si tuviera ahora mismo diez mil religiosos, los podría distribuir todos en un mes por todos los lugares en que me los piden con grandísima insistencia, pues nuestra religión es requerida y procurada por muchos Sres. Cardenales, Obispos, Prelados, grandes Señores y ciudades principales, como puedo demostrar con diversas cartas”[Notas 10]
Dicho así, en términos generales, podría parecer jactancia y exageración. Las cartas, empero, existían, y en abundancia. Quizás muchas de ellas hayan desaparecido por tratarse de peticiones o proyectos no atendidos. Con todo, entre las conservadas y las alusiones que aparecen en las cartas del mismo Fundador o en las de sus corresponsales contemporáneos, hemos logrado una lista impresionante de fundaciones rechazadas, entre las que abundan más las de poblaciones pequeñas y 'pobres', dispuestas a mantener por sí mismas, o a cargo de bienhechores hacendados los gastos de la fundación y su sustento. Y tratándose de “rechazos”, impresiona no poco que tuviera el Santo la osadía de negarse a complacer a cardenales, obispos, condes, duques, marqueses y otros personajes que le brindaban generosamente su aportación, su protección o su interesada recomendación.