BerroAnotaciones/Tomo1/Libro1/Cap20

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CAPÍTULO 20 Cómo las Escuelas Pías fueron unidas A la Congregación de la Beata Virgen María de Lucca [1614-1616]

Viendo Su Santidad Paulo V que la Obra de las Escuelas Pías tenía tan buen nombre en toda la Ciudad y Corte Romana, que, como Su Santidad dice en su Breve, “Uberes fructus ferebat”<ref group='Notas'>Daba abundantes frutos.</ref>; y que cuanto más se extendiera, más frutos daría a la Iglesia, pensó darle ayuda una no ordinaria, uniéndola a la Congregación de los Clérigos Seculares de la Santísima Virgen, erigida en Lucca por el P. Juan Leonardi, de Lucca, que en Roma tenía la iglesia de ´Santa María in Portico´. Y así hizo, en efecto, mediante un Breve particular, expedido el 14 de enero de 1614; que contenía algunos pactos y convenciones entre el P. Prepósito General de dicha Congregación y nuestro D. José Calasanz. Sin embargo, éste siempre mantuvo para sí el nombre de Prefecto de las Escuelas Pías, como Fundador de ellas.

Vinieron dichos Padres en buen número a ayudar a las Escuelas Pías. El primero entre ellos, el P. Pedro Casani, de Lucca, teólogo, hombre insigne en virtud, y de gran espíritu, que sirvió de Padre espiritual a todos los demás.

Nuestro D. José<ref group='Notas'>Al margen aparece la siguiente nota: “El 1 de abril de 1614 dejó a dichos Padres el manejo de la casa, para que cogieran y guiaran las cosas de casa a su gusto, dejando para él sólo el cargo de Prefecto de las Escuelas, al cual también renunció, después de un tiempo notable, y se retiró a Frascati, lo que fue en 1616”.</ref>, después de algún tiempo notable, se retiró a las Escuelas Pías de Frascati, fundadas poco antes por él mismo en aquella ciudad. Lo hizo para que los Padres luqueses pudieran llevar a su modo en Roma dicha santa Obra. Quedaron, no obstante, en Roma algunos de los Operarios antiguos; entre otros, el Abad Landriani, y el susodicho P. Castilla. En ocasiones, de vez en cuando, nuestro D. José venía a Roma, tanto para ayudarlos y consolarlos, como para cualquiera otra necesidad.

Se hicieron también con una Casa, donde la Fontana de Trevi, en Roma, comprándola para hacer un Noviciado. En él vistieron el hábito muchos jovencitos romanos, que eran educados con mucho recogimiento y estricta observancia, como convenía a plantas fundamentales de una Obra tan importante. Los gastos de este Noviciado se hacían todos con vistas a las Escuelas Pías, y la compra fue también pagada, en la mayor parte, por nuestro D. José.

Pero como no a todos se ha dado un mismo espíritu, y entre los Padres de luqueses hubo diversas diferencias y discrepancias en cuanto a las Escuelas Pías, -como se ve en una carta de nuestro D. José, escrita al Abad Landriani-, y también porque a los mismos Padres luqueses le parecía que adquirían más renombre con sus ejercicios de confesionario y púlpito, que enseñando a los niños pobres, se enfriaron de tal forma, que ninguna cosa hacían bien; y además se lamentaban mucho de tener que entregarse a una pobreza más rigurosa, como dice el Sumo Pontífice Paulo V en el Breve, con estas palabras: “Cum autem, sicut accepimus, clerici seculares praefati, bonorum stabilium possessione se abdicare nollint, etc.”<ref group='Notas'>Como, según no han dicho, estos clérigos seculares no quieren renunciar a la posesión de sus bienes inmuebles, etc.</ref>.

Hacia fuera: “Al carísimo en Cristo, el Abad Glicerio [Landriani] de Cristo, en las Escuelas Pías de Roma.

Hacia dentro: “Jesús María.- Tengan siempre ocupado todo el corazón de nuestro carísimo en el Señor, el Abad Glicerio. Aquí, no sólo los alumnos, sino los de la ciudad, piden con frecuencia su retorno, que todos desean cuanto antes. Le recuerdo hable con Monseñor Monaldeschi, para que sea informado de la manera como hoy día los Padres [luqueses] tienen las escuelas, es decir, con los ojos puestos en su Instituto antiguo. Es imposible que se mantengan, y que hagan algún provecho. Deseo que el Cardenal, como Comisario en este asunto del Instituto, -que hay que mantener-, lo resuelva. Es mejor que estos Padres no emprendan la Obra, antes que hacerla como un apéndice de su Congregación, etc. Que Nuestro Seños ponga la mano en ello, para que las escuelas puedan caminar con la perfección que es necesario, en bien de la reforma de la juventud.

De Frascati, a 23 de noviembre de 1616.

Siervo en el Señor,

José Calasanz”.

He copiado esta carta de su original, suprimiendo algunas palabras que no hacen a nuestro caso.

Vicente [Berro] de la Concepción.

De propia mano.

Notas