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[1753]

En febrero del año 1753 unos soldados del Príncipe Jablonowski golpearon a un estudiante de los jesuitas, y quizás lo hirieron. Los estudiantes fueron por la noche a casa de los soldados e intentaron atacarlos. Se organizó una pelea; los soldados tomaron las armas y rechazaron a los estudiantes, de los cuales mataron a uno llamado Dwonariski, e hirieron a muchos; los demás se dieron a la fuga. En la escuela castigaron a los culpables.

Del 16 al 17 de mayo se produjo un incendio en la casa de unos judíos de Miedzyrzecz, que en poco tiempo se propagó a todo el pueblo, quemándose 200 casas y la iglesia cismática. No había manera de extinguir el fuego: no había agua, ni ningún aparato. Y aunque llegó mucha gente de las aldeas, más que a extinguir el fuego se dedicaban a saquear.

(Aquí el historiador habla del pleito entre las Escuelas Pías y los Jesuitas de Vilna; como se menciona en otro lugar, lo omito).

El viernes 20 de abril en la aldea de Markowa-Wolica, de la capitanía de Hijov, un niño de tres años y medio, llamado Esteban, que su padre había dejado en el carro cercano mientras araba, se bajó del carro y se fue a casa. Unos judíos que arrendaban tierras en aquella aldea (los rabinos de Pavlow habían pedido a los arrendatarios de Charlejow que les consiguiesen un niño cristiano) iban buscando unos caballos que se les habían escapado. Cuando vieron al niño Esteban lo capturaron y lo llevaron a un bosque vecino, y lo tuvieron hasta entrada la noche. Entonces lo llevaron a la taberna y le dieron pan, miel y aguardiente, y lo emborracharon, para que durmiera toda la noche y el día siguiente. Terminado el sábado, otros judíos, desconociendo de dónde venía, después de hacer salir a las mujeres, despertaron al niño, le vendaron los ojos y le mandaron que se fuera a casa. El niño fue y se golpeó directamente con la puerta, lo cual fue considerado de mal agüero, y se entristecieron. A pesar de lo que habían hecho, uno de ellos tuvo miedo del niño, así que después de quitarle la ropa le clavó un puñal en el pecho; llegaron los demás y lo hirieron en todo el cuerpo. Recogieron la sangre que manaba en un gran plato. Y luego enterraron el cuerpo y se aspergieron mutuamente con la sangre. El lunes después de Pascua fue hallado el cadáver del niño, y cuando volvían con él a casa los padres, y pasaban junto a la taberna, de nuevo volvió a manar abundante sangre de su cuerpo. Informaron de la cosa al Obispo Doltyk, coadjutor de Kiev, quien mandó llevar al tribunal a los judíos, de los cuales se sospechaba mucho. Confesaron el crimen, y fueron enviados al tribunal de Kiev. Después de hacer investigaciones y de que confesaran los judíos, a los cuatro principales criminales los sacaron de la plaza de Zitomire, donde les habían quemado las manos, fuera de la ciudad, al lugar del suplicio, donde fueron hechos pedazos y colgados del patíbulo. Los demás cómplices culpables fueron llevados a otra parte de la población. Uno de ellos, un cierto Zejowel de Kuritowka, pidió el bautismo con su esposa y toda la familia. Fue bautizado, y luego decapitado. Hirsz, la esposa del criminal, huyó.

Este año en el mes de junio en la escuela de Ostrog de los jesuitas, Tadeo Wolodkiewicz, hijo de un oficial de Minsk, dijo que quería ser jesuita. Los jesuitas de buena gana aceptaron, y pidieron vehementemente a su padre que les diera su hijo. Pero el padre no estaba de acuerdo, y sacó a sus hijos de la escuela de Ostrog, y después de las vacaciones de verano decidió traerlos a Miedzyrzecz, y alquiló un lugar adecuado cerca del colegio para que vivieran. Los jesuitas enviaron algunos estudiantes suyos a Miedzyrzecz, en el coche de un noble de clase baja, quienes se escondieron en la casa de un campesino, esperando la llegada del aspirante, para cogerlo y llevárselo. Llevaban ya allí algunos días cuando empezaron a sospechar de ellos. Los apresaron y los interrogaron. Dijeron que venían para llevarse a Wolodkiewicz a Ostrog. Fueron expulsados, pero para aclarar el negocio se quedaron uno de los caballos. Interrogados los jesuitas por carta, dijeron que ellos no sabían nada, y que no les faltaba ningún caballo. Pero el judío a quien habían alquilado el caballo no se calló, sino que dijo el precio que le habían pagado por él. Los hijos de Wolodkiewicz llegaron poco después a Miedzyrzecz y frecuentaron las escuelas Pías.

Notas