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Algunas cualidades más destacadas del P. Tomek

En las páginas que preceden aparecen ya algunos rasgos de la personalidad del P. Tomek. Vamos a añadir algunos más, para tratar de ofrecer un retrato más completo de este hombre extraordinario que dirigió los destinos de las Escuelas Pías durante unos momentos nada fáciles de nuestra historia.

Sin duda era un hombre que se ganaba el afecto de la gente, como prueban miles de cartas de nuestro Archivo. Como prueba también el hecho de que fuera elegido con amplias mayorías por tres veces para el cargo de General. Era un hombre que había sufrido en sus carnes las consecuencias de dos guerras mundiales, y eso debió ayudarle a ser compasivo y próximo a todos los que sufrían, por cualquier causa. Pero al mismo tiempo era un hombre extremamente fiel a la Santa Sede y al cargo que se le había confiado, y jamás permitió (en las cartas que conservamos) que la gente actuara al margen de la ley, por mucho que le doliera.

Algo que le hacía sufrir mucho eran las abundantes peticiones de secularización de muchos sacerdotes escolapios, antes ya del Concilio Vaticano II. Según el tono de la petición, así respondía él: normalmente la primera respuesta era que no iba a prestar ninguna ayuda al que quería secularizarse, pues, aunque no podía impedir la secularización, tampoco estaba obligado a apoyarla; su deber, como General de la Orden, era defender los vínculos de los votos de sus religiosos. Cuando el demandante insistía e insistía, y el P. Tomek veía que no había nada que hacer, el P. General encargaba al Procurador General que diera un voto favorable a la consulta que siempre hacía la Sagrada Congregación de Religiosos cuando recibía una petición. Pero siempre invitaba al religioso a reflexionar, arrepentirse y no abandonar a su Madre. Y cuando alguno, años más tarde, pedía el retorno a la Orden, le recibía con los brazos abiertos, a no ser que hubiera algún obstáculo legal (haberse casado y tener hijos, por ejemplo).

La normativa de la época era exigente con respecto a los viajes de los religiosos al extranjero. Necesitaban el permiso del P. Rector, del P. Provincial y del P. General. Cuando el motivo de la salida era una peregrinación (a Lourdes, a Roma), siempre concedía el permiso. Cuando la petición era para estudiar idiomas en el extranjero durante el verano, prestando servicio en una parroquia, por ejemplo, solía conceder permiso con ciertas condiciones: que estuviera de vuelta a la comunidad para la fiesta de Calasanz (27 de agosto), y que tuviera garantizados el alojamiento y el mantenimiento durante ese tiempo. No concedía, en general, viajes por simple turismo.

Hay un detalle entrañable en la correspondencia del P. Tomek. A todos los sacerdotes que cumplían sus Bodas de Oro Sacerdotales, y a los hermanos al cumplir los 50 años de su profesión solemne, les escribía una carta personal (que dirigía al P. Rector de su comunidad, para que la leyera en público durante la celebración), en la que no solo le felicitaba, sino que alababa sus largos servicios prestados a la Orden (tenía secretarios que le informaban cumplidamente). Vamos a reproducir, como un ejemplo, la carta que escribe al H. Indalecio Baña[Notas 1]: “Carísimo Hermano: Estando ya para cumplirse el 50º aniversario de su profesión solemne, no quiero dejar pasar tal fecha sin enviarle mi felicitación paternal y, al mismo tiempo, agradecerle de corazón todo lo que durante los cincuenta años transcurridos ha hecho para gloria de Dios y honor de la Escuela Pía. Es tanta la labor que ha realizado en todos los colegios en que la obediencia le ha puesto que agradecido tiene que estar a Dios por las fuerzas y las gracias abundantes con que le ha colmado para que pudiera cumplir su misión en la Escuela Pía. Y la Escuela Pía da gracias a Dios por su valiosa ayuda y cooperación en todo, y pide al Omnipotente le conceda aún el poder trabajar para gloria suya y bien de tantas almas. Además de su trabajo asiduo y constante en los Colegios de Murcia [Yecla], Monforte, Celanova, Bilbao, San Fernando de Madrid y ahora en Sevilla, me es muy grato el recordar de un modo particular su labor en el establecimiento de las Escuelas Pías en Colombia. Cuánto pueda decir la Escuela Pía de Colombia del sacrificio y trabajo del Hº Indalecio, sólo Dios lo sabe. No dudo que el 1 de noviembre estarán muy unidos espiritualmente a Vd. tantos y tantos escolapios que convivieron con el Hº Indalecio y que experimentaron las delicadezas de su buen corazón. Con amor paternal le bendigo y le felicito en tan solmene día. Que el Señor le dé aún muchos años de vida para que pueda continuar trabajando en las Escuelas Pías para bien de muchas almas. Reciba también este telegrama del Santo Padre, en que le concede la Bendición Apostólica. Suyo en el Señor…” Responde emocionado el H. Indalecio[Notas 2]: “Por lo mismo que me creo indigno de las frases tan laudatorias que V.P. me dedica, es mayor mi gratitud; yo no he hecho más que cumplir con mis obligaciones lo mejor que he podido, pero ¡con cuántas negligencias e imperfecciones! Espero de la misericordia de Dios y de las oraciones de V.P. Reverendísima me perdonará el Señor tantas flaquezas propias de la naturaleza humana”.

Examina cuidadosamente las peticiones que algunos religiosos hacen por motivos familiares: asistir a la boda de un hermano (siendo junior), o la ordenación de un sacerdote de su pueblo, o ir al lado de sus padres enfermos… Y decide en cada caso, normalmente consultando al superior, atento siempre a no sentar antecedentes peligrosos. A algunos religiosos, a quienes contesta de modo negativo, le comparte detalles de su vida, similares a los de ellos: su hermano había muerto en un campo de concentración; él no pudo estar cerca de sus padres cuando murieron…
Cuando las cosas se ponen mal en algún lugar, anima a los religiosos a seguir adelante confiando en Dios. Hungría, Los Ángeles, Buffalo, Venezuela, Nicaragua, Japón, Cuba… En sus cartas encontramos ecos de las escritas por Calasanz después de la reducción de la Orden.
Por el favor que nos hace, hemos de destacar su gran orden al conservar los documentos. Tenemos perfectamente ordenados sus protocolos, en 122 cajas que forman el cuerpo principal del “Fondo Tomek” de nuestro Archivo General de San Pantaleo. Conserva juntas entradas y salidas, con el mismo número, la carta que le llega y su respuesta. A veces son varias cartas juntas, por tratar del mismo asunto, incluso con fechas diferentes. Creemos que fue también él quien ordenó en una veintena de álbumes de fotos todas las que fue reuniendo durante su generalato, normalmente de sus visitas canónicas. Existe además otra parte del fondo, con documentación en húngaro con personajes no escolapios. Y, para terminar, cajas con sus diarios en húngaro, que pacientemente transcribió a partir de sus notas taquigráficas después de terminar su generalato en 1967.
Sin duda tenía una mentalidad legalista y bien ordenada. Estudiaba cuidadosamente las actas de capítulos locales y provinciales, y si había algún detalle que no era conforme a las Reglas o al Directorio de los Capítulos, mandaba que se corrigiera. No quería correr el riesgo de que alguien pidiera luego la anulación del capítulo por un defecto de forma. Examinaba cuidadosamente los programas de formación y calendarios de todas las casas de formación de la Orden (y los hacía revisar a la Comisión Pedagógica, formada por algunos escolapios de Roma), e indicaba todas las modificaciones que debían hacerse si alguna cosa no le parecía correcta.

Notas

  1. AGSP, Fondo Tomek, Prot. 1478/1957.
  2. AGSP, Fondo Tomek, Prot. 1604/1957.