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Capítulo 56º. Sobre algunos religiosos de las Escuelas Pías investidos con la dignidad episcopal en Germania.

Además de los dos ya citados que recibieron la dignidad episcopal, los Ilmos. y Rvmos. PP. Adolfo Groll de S. Jorge, obispo de Györ, y Antonio Bajtay de la Madre de Dios, obispo de Alba en Transilvania, hubo otros religiosos elevados a la plenitud del sacerdocio, que no pueden dejarse en silencio. Los voy a citar a continuación, ordenados por fechas.

Luis Ceferino Gorski de S. Juan Nepomuceno nació en Roczmirowa el 24 de abril de 1735, e ingresó en la Orden el 25 de julio de 1741.

Fue un varón de dotes eximias y de gran honra para la Orden, que después de terminar el noviciado y estudiar profundamente las humanidades y las ciencias fue destinado a enseñar en las clases inferiores y retórica. Después de enseñarlas con gran diligencia y mucho provecho en la piedad y en las letras para sus discípulos, a petición del Ilmo. Sr. Conde Wenceslao Rzewuski, castellano de Cracovia, jefe del ejército del reino, fue designado tutor de sus nobilísimos hijos, para que los instruyera en la esperanza del Reino, y les enseñara preceptos sólidos de vida y de doctrina. Como ejerció su oficio con diligencia en lo relativo a la erudición y la doctrina, se ganó la benevolencia perpetua de aquel hombre, y fama y aprecio para la Orden.

Fue nombrado prefecto de las escuelas y el internado de Zloczow durante unos años, y trabajó mucho en él para que los jóvenes estudiantes fueran formados no sólo en las letras, sino también en la piedad y buenas costumbres. Como tuvo éxito en ello, hubo tantas peticiones de gente noble que quería formar allí sus hijos que el edifico de Zloczow se quedó pequeño y en su tiempo hizo una ampliación, de modo que nuestro nombre ganó fama y se propagó en aquellas tierras. Fue nombrado luego rector de aquella casa, y dirigió a los demás con sus palabras y con su ejemplo; promovió el esfuerzo por la observancia regular, y gobernó a los religiosos confiados a él con suavidad y espíritu de mansedumbre, tratándolos con gran caridad. Promovió admirablemente la construcción de la casa; construyó un magnífico colegio y aumentó los ingresos. Y lo que es más: se ganó perpetuamente para sí y para el colegio a los excelsos príncipes Radzivill, herederos de aquel lugar, y al príncipe Poniatowski, castellano de Cracovia y pariente del Serenísimo rey Estanislao, que era entonces el poseedor de los bienes hipotecados de Zloczow.

Así, pues, tras algunos años administrando aquella casa, destacó por sus virtudes ilustres, su integridad de costumbres, su autoridad, su fe y su fortaleza, de modo que en el Capítulo Provincial de 1766 fue elegido unánimemente vocal para el Capítulo General de Roma, donde gestionó con gran destreza los negocios de la provincia, y se dio a conocer a muchos ilustres varones de Italia, principalmente al Gran Duque de Toscana, Pedro Leopoldo, en cuya nobilísima sede, Florencia, resolvió el arduo y dificilísimo negocio de la casa de Bandinelli, que había confiado a su destreza el Ilmo. y Rvmo. Conde de Riaucour, obispo de Tolemaida. Vuelto a la provincia, cuando le habían confiado el gobierno de la casa de Varsovia, a petición del Ilmo. y Rvmo. D. Samuel Giowinski, obispo de Hebrón y sufragáneo de Lviv, se hizo cargo de la casa de Lviv, y trabajó mucho con aquel obispo para que se consolidara aquella fundación. Luego fue nombrado superior y rector de Varsovia, y mostró tener tales dotes como conviene que las tenga el rector de la primera casa, y las ejerció. Con sus muchos méritos y virtudes se ganó el aprecio de todos los capitulares, y fue elegido y confirmado para el gobierno de la provincia, y la gobernó con increíble destreza, fe, constancia, vigilancia y honor sumo y utilidad para la Orden. Después, decidió llevar una vida tranquila de preocupaciones, y dedicarse a Dios.

Pero por deseo y a ruegos del Ilmo. y Rvmo. D. José Gzybinski, obispo de Kujawy y Pomerania, le acompañó en un viaje a diversos países extranjeros. Cuando regresó fue decorado con el carácter y título de obispo de Cesarópolis y sufragáneo de Chelm. En el obispado vivió virtuosamente, siendo útil a la sociedad civil y eclesiástica, querido de todos, experto conocedor de las cuestiones que le delegaban de la Sede Pontificia, administrador ejemplar de las tareas y cuestiones sagradas, conocedor de la gente en todas partes, y lleno de gloria. Pero ya gastado por los trabajos y deseando encontrar tranquilidad, volvió con nosotros, a los que siguió tratando con el amor de un hermano y la benevolencia de un padre. Falleció en el Señor en Varsovia el 25 de septiembre de 1799.

José Calasanz Basilio Olendski de la Madre de Dios nació en Chelm el 8 de octubre de 1733; recibió el hábito de nuestra Orden el 25 de marzo de 1751.

Fue un hombre nacido claramente para la virtud, que despreciando el esplendor de su famosa estirpe y los bienes de su rica herencia, abrazó nuestro instituto, y después de terminar sus estudios dedicó algunos años a enseñar en las escuelas de gramática y poesía. Y de la misma manera que en el noviciado y durante los estudios fue un modelo de vida íntegra y de virtudes auténticas, al enseñar a los niños las letras y la piedad fue émulo e imitador de nuestro Santo Padre.

Los príncipes Czartoryski, a los cuales le unían los vínculos familiares, quisieron adornarle con la dignidad episcopal, así que fue nombrado obispo de Camisopol y sufragáneo de Kijow, y aceptó el cargo. Una vez ordenado obispo, no dejó de amar con tierno amor nuestro instituto, siendo generoso con nuestras casas, principalmente la de Chelm, de cuya ayuda quedan muchos testimonios, entre otros el singular de enriquecer con precioso ajuar sagrado la iglesia, que había construido magníficamente desde los cimientos su abuela la condesa Wolska, y la adornó con hermosas pinturas y estatuas.

Además nunca dejó de practicar nuestras devociones, y siempre celebró los sufragios por nuestros religiosos. Lleno de virtudes y años, después de alcanzar el máximo decoro de la dignidad episcopal con la santidad de vida, cambió la vida con la muerte en el Señor y falleció en Okiszow el 22 de marzo de 1803.

Cristián Fengler de Santa Walburga vio la luz en Viena, el 17 de septiembre de 1733; ingresó en las Escuelas Pías el 11 de noviembre de 1751.

Fue un hombre grave, prudente, excelente en el uso de las cosas, y con tantas dotes que se veía que estaba destinado a algo grande. Después de terminar con aplauso sus estudios, enseñó con alabanzas a sus alumnos tanto las humanidades como la filosofía y las matemáticas en varios colegios, y de este modo cumplió con su cometido como profesor.

En el año 1770 fue enviado como prefecto y párroco de la academia militar teresiana de Neustadt en Austria, y desempeñó su cargo con tanto mérito que el emperador José II lo nombró abad comendatario del monasterio de Melk, y luego le otorgo el obispado de Györ. Brilló al frente de esta dignidad eclesiástica por sus obras insignes de religión y piedad. Como pastor esparció la simiente de la palabra divina a la grey que le había sido confiada, y protegió contra la pobreza a viudas y niños. Al igual que las demás autoridades eclesiásticas tuvo el honor de asistir a las coronaciones de los augustos emperadores y reyes Leopoldo II y Francisco, y de su augusta esposa María Teresa. Francisco lo consideró de figurar en el número de sus íntimos consejeros de estado.

Habiendo recogido una cosecha ubérrima de méritos en el campo de Viena, a donde por motivos de salud se había retirado, en el décimo quinto año de su episcopado falleció piadosamente el 4 de febrero de 1802. Muchos varones doctos, de los cuales era mecenas, proclamaron sus alabanzas, pero nadie tan famoso como Grúber, que dedicando su obra a nuestro Fengler describió elocuentemente su vida en estilo lapidario.

Notas