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Última revisión de 16:07 15 jun 2015
Capítulo 49º. Sobre cuestiones calasancias y públicas, y sobre el Rvmo. P. Andrés Boschi de S. Sebastián, General de la Orden.
El año 1713 las cosas estaban tranquilas fuera, y turbadas en casa. Juan Chilko, que se había metido por la fuerza en la parroquia de Prievidza con la ayuda del príncipe Rakoczy, y no sé bien con qué espíritu actuaba, pues en otro tiempo había sido novicio nuestro en Podolín, y una vez salido de allí había sido hecho cofrade nuestro con participación en nuestro méritos, empezó a decir muchas cosas desvergonzadamente ante charlatanes como él, e incluso ante el Excmo. D. Juan Palffi y su consorte, nuestros fundadores, en vilipendio de nuestra Orden, calumniándonos, como si fuera sólo una congregación y no una Orden aprobada por la Sede Apostólica, inútil para la república cristiana, nacida para perderse por ríos y bosques, más que para formar a la juventud, para lo cual ya habían sido fundados los jesuitas. Sostenía que nuestros padres, a los que poco podía dañar como Orden fundada, vivían una vida poco religiosa en Bojnice. Pero, habiendo visto y oído la rectitud de su vida, el fundador ni hizo otra cosa sino rechazarla como una calumnia propia de un pésimo envidioso. Para que la inocencia de nuestros padres apareciera clara y patente, citaron al estúpido ante el consistorio del metropolita de Esztergom un día de marzo, y le obligaron a explicarse con respecto a las calumnias. Y así se hizo, y se tuvo que tragar sus acusaciones y vómitos antiguos, y lamentándose humildemente ante los nuestros pidió ser acogido en cristiana amistad. Pero la zorra muda de pelo, que no de costumbres. A escondidas siguió frenando nuestro feliz caminar, pero siempre para confusión suya.
El 2 de junio de 1714 fue un día muy feliz para nuestro colegio, pues el Serenísimo y Emmo. Príncipe Cardinal Cristiano Augusto, duque de Sajonia y Arzobispo de Esztergom, yendo de su residencia de Santa Cruz a Bojnice, saludó efusivamente a los nuestros al pasar por la plaza de Prievidza, y en medio de aclamaciones se dirigió como huésped a la fortaleza, y allí se quedó para reposar de la fatiga del viaje. El 5 de junio, rodeado de canónigos, muchos gobernantes extranjeros y familiares de nuestros fundadores, el Primado y sacerdote real visitó nuestro primer colegio en Hungría, en Bojnice. Aquí, después ser saludado en nuestra iglesia con unas palabras de bienvenida, dio amablemente gracias, y una y otra vez prometió ser padre de nuestra Orden, y mostrar su afecto paterno. Después el P. Benito de la Anunciación de la B.V.M., profesor de retórica, entretuvo sin cansarlo durante cuatro horas al Purpurado Senador de la Iglesia Romana, acompañado de los suyos y otros próceres de la república, con representaciones teatrales, con música exquisita y escenas dialogadas en los entreactos, agradables a todos los sentidos. Cuando terminó este drama elegantísimo, presentó un poema yámbico senario bastante conocido en el mundo literario con sentido cabalístico, que poco después, a ruegos de gente muy docta entregó a la prensa[Notas 1], ante la admiración de todos, y que explicó con facilidad. Explicó que servía para recordar aquel año, a saber:
C o L L eg I V M Pr I V I D I ense
100 + 50 + 50 + 1 + 5 + 1000 + 1 + 5 + 1 + 500 + 1 = 1714
Creo que vale la pena transcribir lo que dice el Necrologio de este hombre de insigne ingenio.
El P. Benito Szlaukovski de la Anunciación de la B.V.M. nació en Banska Bystrica el 15 de mayo de 1685. Ingresó en nuestra Orden el 25 de marzo de 1702. Terminado el noviciado hizo primero los estudios de filosofía y después los de teología, y los terminó de manera tan brillante que pronto fue guía de otros que se dedicaban a esos estudios. Durante varios años fue profesor en nuestras escuelas públicas de letras humanas y retórica, con grandes alabanzas.
No sólo enseñaba a escribir con elegancia a sus discípulos con gran celeridad para llegar a escribir composiciones, sino que también les enseñaba música, de manera que cantaran versos latinos, que componía con gran facilidad, y así los muchachos aprendían a cantar con el son de las cuerdas y los números. Y como siempre andaban con alguna cancioncilla, de esta manera iba añadiendo modos muy ingeniosos de componer. Especialmente brilló nuestro Benito en la poesía y en los artificios poéticos, que en aquel tiempo gozaba de gran admiración incluso por parte de los príncipes, como eran los anagramas, cronósticos, cabalísticos, etc., y poemas dispuestos de diversas formas, como rosas, cruces y círculos. Este hombre adquirió en prosa la gravedad de Plinio; fue fácil y experto en la ciencia de los números o aritmética, de modo que apenas hubo ninguno parecido a él en todo el Reino, y ninguno superior. Inventó la gramática llamada vulgarmente del Condado, y la enseñó de manera distinta a la ordinaria. Brilló como aficionado a la música, y destacó tanto tocando instrumentos musicales, como enseñando maneras de cantar, y componiendo sinfonías y melodías, o introduciendo tonos discordes con voces acordes. Existen gran cantidad de monumentos de talento musical que él dejó y fueron diligentemente enviados a Prievidza, San Jorge y Nitra; son tan dulces y de tan gran variedad, que no sólo destacaron en su tiempo, sino que también los músicos de hoy los tienen en gran aprecio y honor. El P. Benito murió en el Señor en Krupina el 11 de septiembre de 1758.
De nuevo se volvió a oír el fragor de la guerra. El año 1715 el emperador turco preparó un gran ejército contra la cristiandad, y a marchas forzadas se preparó para entrar en Europa. El Papa Clemente XI proclama un Jubileo Universal a todos los cristianos, y opone las defensas espirituales para repeler a un tan gran ejército, y encomienda todo tipo de esfuerzos para mitigar la ira de Dios. Apenas el emperador había metido la espada en la funda tras hacer un tratado con los franceses, cuando los turcos declararon la guerra primero a Venecia, a quien había tomado algunas islas en Morea aplastándolas monstruosamente, y luego al emperador romano. El serenísimo y celebérrimo en todo el mundo Eugenio, general del ejército imperial, con el héroe incomparable Juan Palffi, nuestro fundador, salieron a oponerse a los turcos, superiores en número, con gran ánimo. Y los pusieron felizmente en fuga, matando treinta mil turcos y apoderándose de todo su material, el 5 de agosto en el campo de Karlowitz junto al Save.
El Sumo Pontífice hizo un decreto por el cual ambos cleros, secular y regular, debían entregar el diezmo de sus ingresos para ayudar al emperador contra los turcos. Pero el emperador quiso mitigar el rigor de la bula y no quiso ir contra la inmunidad eclesiástica, así que convirtió la necesidad en bondad, y se encomendó al arbitrio del clero. Por lo cual, reuniéndose el clero de Hungría en Trnava bajo la presidencia del Cardenal Cristiano Augusto, arzobispo de Esztergom y Duque de Sajonia, se decidieron las partes con que se iba a ayudar. A nuestras seis casas de Hungría nos correspondieron, para este año y los sucesivos, la cantidad de 553 florines renanos que debíamos pagar.
Sigamos ahora con la narración de los furores bélicos.
El año 1717, que se presentaba como muy peligroso para nosotros, con la ayuda del cielo se convirtió en muy glorioso. El serenísimo duque Eugenio, aunque había puesto en fuga a los turcos frente al castillo de Petrovaradin, dudaba que les hubiera hecho tanto daño como para no intentar alguna otra acción contra el ejército imperial. Eugenio cruzó el Save, y con su ejército fuertemente atrincherado que contaba con cien mil hombres, asedia fuertemente por tierra y agua Zemun. El visir rodea el campamento de los cristianos con un ejército de doscientos mil hombres. Envía cuarenta mil tártaros a ocupar Transilvania, de modo que dividiendo nuestras fuerzas esperaba y se prometía la victoria. Sobre los soldados cristianos cayó una gran consternación, cuando veían venir por todas partes desde Belgrado los numerosos campamentos turcos, que les apretaban y parecía que se los iban a tragar. En el reino se hacían oraciones y súplicas públicas por el ejército imperial, que el pueblo decía fielmente con santo celo, como si estuvieran golpeando la cerviz del enemigo bárbaro. Eugenio, apretado por todas partes, buscó un lugar de refugio alrededor, pero no lo encontró, así que decidió abrirse paso entre los enemigos con la fuerza de la espada, y decidió audazmente luchar por la victoria.
El 15 de agosto reunió a los suyos, les mostró cómo estaban rodeados por la tormenta, y les explicó cómo tenían que ordenarse para lanzar el ataque. El día 16 a las 4 de la mañana ataca al enemigo, y lucha ardientemente durante cinco horas por una victoria dudosa, hasta que al final el enemigo, confundido y desgastado por la densidad de muertos de uno y otro lado, se retira hacia las diez, y el emperador obtiene por segunda vez una victoria inaudita en este mes de agosto, apoderándose de todos los materiales del enemigo. Eugenio brilló por su singular virtud y prudencia, pues no sabiendo cuánto podrían ayudar los de Belgrado que se defendían contra el sitio, durante la lucha en el campo mandó bombardear Zemun, de modo que a causa del humo no pudieran saber ni ver cómo sus compañeros eran derrotados, ni cómo ellos, una vez terminada la cosa, y después de tomado Belgrado, iban a perecer también[Notas 2].
Vencida la dinastía de Temesvar, Serbia, Valaquia inferior, y parte de Bosnia, sin nada que se opusiese a su espada, el vencedor Eugenio habría penetrado en las entrañas de oriente si Galia, siempre envidiosa de Austria y del Imperio, no hubiera hecho venir de oriente a occidente a Eugenio, obligándole a firmar con los turcos un tratado que duró 24 años. ¿Dirás que este era un rey cristiano? ¿No era más bien un protector de los turcos? Estos dos príncipes eran tan amigos que cada uno podía decir del otro: “¡otro yo!”. La diferencia entre ellos es: aquel era un turco bautizado, y este un gallo sacudido[Notas 3].
Notas
- ↑ Buda, 1714, in 4º.
- ↑ El P. Godofredo de Sta. Isabel escribió la historia de la toma de Belgrado y su conversión en una fortaleza desde entonces hasta el tiempo del escritor, y fue editada en Lviv en 1790 y en Liepzig en 1791.
- ↑ El P. Rafael Morgenstern de S. Agapito (nacido en Viena el 19 de octubre de 1737; entró en la Orden el 16 de octubre de 1754; falleció en Baia el 4 de diciembre de 1789) escribió y publicó en alemán en S. Hipólito, en 1783, una obra titula Héroes de Austria de los siglos XVII y XVIII: Tilly, Wallenstein, Carlos de Lotaringia, Luis de Baden, el Conde Guido Stahremberg, Eugenio de Saboya, el duque Alejo de Würtenberg, el conde Luis de Khevenhüller, el conde Otto Fernando de Traun, el conde de Brownen, el conde Leopolde de Daumen, el barón Gedeón de Laudon y el príncipe Wenceslao de Lichtenstein.