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Capítulo 34º. Sobre el P. Wolfang Zuikaner de Sta. Isabel.

Mientras estas cosas ocurrían en Hungría, el Rvmo. P. Carlos Juan Pirroni asumía el cargo de General. Este hombre había nacido en Campi, el 7 de junio de 1640, e ingresó en nuestra Orden el 7 de junio de 1640. Fue un sacerdote insigne por su celo por la observancia regular y por su erudición en las buenas artes, y celebérrimo por su propagación en nuestra Orden. Como había mostrado una gran destreza para gestionar asuntos, tanto como provincial de Nápoles como en el cargo de procurador general, y al mismo tiempo una gran piedad, en el Capítulo General de 1677 fue elegido Prepósito General, cuando tenía treinta y siete años. Si fue elegido a una edad inmadura para un cargo de tal relieve, es porque gozaba de un gran aprecio, siendo proclamado por todos un religioso calasancio perfecto en todo, tanto por su prudencia como por sus conocimientos. Tenía una facundia egregia, por lo que le llamaban nuevo Tulio, segundo Horacio. Su fama se propagó entre gente muy famosa, principalmente ante el Ven. Pontífice Inocencio XI, persuadido por el cual escribió una obra muy apreciada titulada Sobre las regalías francesas, en defensa de la Santa Sede[Notas 1], y también ante el Excmo. D. Juan Fernández Pacheco, Marqués de Villena y virrey de Nápoles. Por obra y celo suyo salieron los primeros religiosos escolapios hacia España, y fundaron allí nuestro instituto. Siempre animó con nuevos estímulos a nuestros religiosos que se encontraban En Germania luchando contra los herejes. En sus cartas insistió fuertemente para que entre nuestros estudiantes estuvieran siempre vigor la piedad con las letras. Si había que corregir o cambiar algo, lo hacía notar con ánimo paterno y firme. Al comienzo de su gobierno asumió el Hospicio Apostólico de S. Miguel ad Ripam Tiberinam, en el cual muchos hombres adquirieron fama por su santidad a laboriosidad. Contrajo la enfermedad de la tisis nueves meses después de ser confirmado en su cargo de Prepósito General por segunda vez, y falleció piadosamente en el Señor en Roma el 13 de abril de 1686.

Entre los documentos de nuestra casa de Prievidza (Archivo General) Hay dos cartas al Rvmo. P. General Carlos Juan Pirroni escritas por el Rvdo. P. Miguel Krausz de la Visitación. La primera de las cuales dice lo siguiente:

“Benedicite. Escribo brevemente y con prisa a Vuestra Paternidad. Mientras considero la resolución de Vuestra Paternidad sobre los descontentos, daré noticias de lo que va totalmente descontento, estos es, de las llamas de la guerra húngara, que han devorado toda Prievidza; de nuestro Colegio semidestruido, y de todo lo demás saqueado; nosotros apenas salvamos la vida. Me encuentro en la fortaleza de Bojnice con cuatro religiosos nuestros; a los demás los envié a Polonia, pero sólo Dios sabe si habrán llegado, porque por todas partes por las montañas hay muchos asaltos, asesinatos y cosas similares. Pues la guerra, con el silencio de la ley, ocasiona la licencia de los hombres perdidos. En todas partes los que corren más peligro son los sacerdotes y religiosos. No habría enviado a los hermanos en un tiempo tan peligroso, pero estando el señorío de Bojnice exhausto y despojado, no podemos mantenernos fácilmente aquí. Pues ni aun aquí estamos en seguridad. Pues aunque el señor provisor redimió esta fortaleza y la ciudad por tres millones de táleros, nos amenaza la destrucción. Yo de buena gana me iría a Polonia, pero es igual de peligroso ponerse en camino que esperar la muerte aquí, a la cual estábamos ya todos destinados el 26 de septiembre. Escribiré más, pero ahora no puedo porque el correo tiene prisa. Me encomiendo a su gracia y favor paterno.
En la fortaleza de Bojnice, 3 de octubre de 1678.
Humilde hijo en Cristo, Miguel de la Visitación de la B.V. María, m.p.
P.D. Cuando salí de Polonia encomendé los asuntos de la Provincia al P. Francisco de Jesús María, rector de Piotrkov”.

La otra carta dice lo siguiente:

“Benedicite. No puedo describir suficientemente nuestra miseria a Vuestra Paternidad. Después de que superé el peligro huyendo de Prievidza, caí en otros mayores con todos los religiosos de nuestra casa de Prievidza. El día 25 de septiembre nos llegó el rumor, y no era falso, de que el ejército de los húngaros con cosacos y escitas estaba al llegar. Rápidamente huimos a la fortaleza de Bojnice, dejando sólo dos hermanos para cuidar la casa, que quisieron quedarse. Al día siguiente, hacia las 15 horas, los ejércitos escitas y cosacos, tras superar las montañas, invadían los llanos de este señorío. Hacia las 21 horas todo el cuerpo del ejército con tres generales plantó el campamento junto a Prievidza. Otros iban a incendiar las granjas y aldeas de los alrededores. En la primera hora de la noche habían reducido a cenizas el castillo llamado Teutopsona, y también Prievidza. Nuestra casa fue semidestruida, con las ventanas, puertas y todo lo que estaba a la vista destruido por su furor. Nuestros dos hermanos fueron capturados y llevados al campamento sin su hábito religioso, pero más tarde los despidieron sin vestidos. La ciudadela misma pagó tres millones de táleros en rescate, para que no fueran quemados los demás bienes ni aldeas, ni ella misma, pero esta soldadesca tiene una palabra griega o fenicia, y no respetó la promesa hecha. Y como los demás castillos han sido saqueados y no hay quien les resista, y como los religiosos nuestros son muchos especialmente si somos asediados y no podemos quedarnos todos, envié a cuatro para que fueran a través de las ciudades de las montañas, pero también por allí estaba cortado el camino, así que no pueden seguir hacia Podolín, y Dios sabe qué les ocurrirá si la ciudad de Banská Bystrica, donde están refugiados, cae en sus manos, pues en esta guerra nadie sufre más que el clero y los religiosos. Así que tanto los que están en Brezno como estos de Banská Bystrica están en sumo peligro. Dos que había enviado antes oigo que huyeron por montes elevados, pero no sé si llegaron ya a Podolín. Recientemente envié otros cinco por las montañas, pensando que de este modo podrían evadirse pero como todos los lugares están ocupados por los malditos soldados, se vieron obligados a volver. Los envié después por el camino de Moravia, para que más tarde a través de Silesia puedan entrar al fin en Polonia. Rogué al P. Provincial de Germania que quisiera mantener al menos dos de los nuestros en su provincia hasta que lleguen tiempos mejores, o hasta que puedan ir fácilmente a Polonia. Si nos concediera esta gracia, haría una obra de misericordia. Sé que en el último Capítulo General se estableció que el Provincial no puede enviar religiosos de su provincia a otra sin permiso del Padre General, pero yo aquí y ahora, con tanto peligro y tanta urgencia, no pude hacer otra cosa sino darles permiso para que se fueran como pudieran a Polonia. Yo también espero ir allí, si Dios quiere, también por Moravia y Silesia, pero me veré obligado quizás a dar la vuelta hasta Banská Bystrica, pues por las montañas, que debería atravesar, existe el peligro de los rústicos que acechan para robar en las sendas de montaña, y los caminos principales oigo que están cerrados. Y no veo otra manera de escapar que dando una larga vuelta. El P. Rector permanece aquí en la fortaleza con uno u otro; los dos hermanos (a los que algunos días se une el padre rector) están en la casa de Prievidza, para que no la destruyan por completo. El P. Nicolás está en un castillo no muy lejos de aquí. Ya no puedo esperar durante más tiempo la resolución de Vuestra Paternidad acerca de algunos descontentos aquí, porque día a día aumentan las tropas que lo devastan todo, ahora están minando la fortaleza de Bojnice. Encargué al P. rector que si llegase alguna carta de Roma por medio de algún correo, si fuera posible, y con mucha prudencia, la remita a Podolín, a donde espero poder llegar dentro de cuatro semanas dando un gran rodeo. Estamos afligidos en todas partes, y nuestras cosas están yendo a peor; en Hungría a causa de los desastres de la guerra; Polonia está devastada y apenas recuperada de la peste. Por lo demás me encomiendo a la gracia y el favor de Vuestra Paternidad.
En la fortaleza de Bojnice, a 6 de octubre de 1678.
Humilde hijo en Cristo de Vuestra Paternidad, Miguel de la Visitación de la B.V. María, m.p.”

Habiéndose ido nuestros religiosos con el P. Miguel de la Visitación, Provincial, y el P. Esteban Kintzel de la Anunciación, rector, en busca de protección a Bojnice y Kesselek, dos hermanos profesos se quedaron y permanecieron para guardar el colegio de Prievidza: uno era el clérigo Wolfang Zuikauer de Sta. Isabel, el otro era el lego Simón Szlopniczki de S. Pedro.

Creo que vale la pena hacer un retrato de estos dos religiosos, principalmente del P. Wolfang.

Wolfang de Sta. Isabel, en el siglo Simón Zuikauer, había nacido en Lublov, diócesis de Cracovia, el 28 de octubre de 1653. Tomó nuestro hábito en Podolín el 24 de febrero de 1671 de las manos del P. Rector Glicerio Nayman de Todos los Santos. Emitió la profesión solemne en el mismo lugar el 19 de marzo de 1672 en manos del P. Provincial Pablo Frankowics de la natividad de la B.V.M. Recibió las cuatro órdenes menores en Zyrnavia el 20 de agosto de 1675, y fue ordenado sacerdote el 18 de marzo de 1684 en Cracovia por el Ilmo. Nicolás, obispo de Laodicea.

Simón de S. Pedro nació en Podolín y allí se unió a nuestra orden recibiendo el hábito el 1 de agosto de 1665, y emitió también allí sus votos el 15 de agosto de 1667.

Cuando los pérfidos bandidos irrumpieron en el colegio de Prievidza, se escondieron durante largo tiempo bajo el techo de la torre de la iglesia el clérigo Wolfang y el H. Simón. Fueron descubiertos y desnudados por los despiadados atacantes, que se burlaban de su cristiana honestidad, ridiculizados por delante y por detrás; fueron tirados al suelo, varias veces a punto de morir sin la ayuda de algunos polacos; fueron llevados al campamento de los aliados de Tököly. Una vez allí, a uno lo vistieron con una birreta y el otro con un manto que le pusieron por encima. Mientras tanto los religiosos cautivos fueron guardados benignamente por el jefe francés y el polaco lograron que muchos cautivos, principalmente menores, fueran guardados en el campamento, y con una gran cantidad de cautivos, principalmente niños, fueron llevados al colegio fuertemente protegidos por polacos, y custodiados por una fuerza importante hasta que se retirara el ejército enemigo, y de este modo recuperaran la libertad. La parte occidental del colegio y las torres del techo estaban bastante destruidas, y el clérigo Wolfang extinguió un inicio de incendio bajo el tejado antes de que se hiciera mayor.

En el año 1681 nuestro Wolfang fue destinado a la casa de Brezno con otros eximios compañeros de sufrimientos y paciencia, de quienes hablaremos más tarde. Fue capturado en la irrupción de los herejes que tuvo lugar ese año, y sometido a castigos atrocísimos, tirado al suelo, pateado. Después de recibir muchos insultos y golpes, los rebeldes que invadieron Brezno se los llevaron atados y cautivos con ellos. A este hermano lo habían cargado con el peso de tocino y objetos robados, y apenas podía caminar. Después de llevarlo consigo varios días por bosques y montes, de amenazarlo de muerte, de burlarse de él y de decirle que se lo iban a comer asado, al final lo dejaron en paz, y dirigieron todo su furor hacia el compañero.

El querido clérigo Wolfang de Sta. Isabel. Matemático, pintor, constructor, perito en varias artes, más tarde fue ordenado sacerdote, y trabajó fielmente en la decoración de templos y en las mejoras de las casas. Pasó muchas penalidades, y siempre estaba alegre en la adversidad. Durante cinco días sufrió una perforación del corazón en la fortaleza de Bojnice, a cuyas termas había ido desde Prievidza al principio de sentirse mal. Falleció piadosamente en el Señor el 4 de abril de 1690. Fue enterrado en nuestra sepultura de Prievidza con muchas lágrimas.

En el volumen Germania et Hungaria Scholarum Piarum, del Archivo General de Roma, en la página 107 se lee lo siguiente sobre la muerte del Cl. Wolfang:

“A finales de marzo comenzó a sentirse mal, quejándose del corazón, y rogó que lo llevasen a las termas de Bojnice. Fue llevado sin poderse valer y enfermo a la fortaleza de Bojnice, y después de que le administraran algunos remedios gratis, y de que le acompañaran para servirle y para consuelo espiritual el P. Francisco de S. Wenceslao y el clérigo Valentín Román de S. José, bien dispuesto y consciente de que se estaba muriendo, diciendo con el P. Francisco la recomendación del alma, concretamente las palabras ‘socorredle ángeles del cielo’, allí entregó su espíritu a Dios, hacia las diez de la noche del 4 de abril. Su cuerpo fue llevado por oficiales de la fortaleza, acompañado por una multitud de gente de Prievidza, bajo la dirección de D. Juan Alejo, prefecto de Bojnice, a Prievidza, en medio de una gran procesión de hombres y mujeres, con nuestros religiosos y escolares. Su cuerpo fue depositado en el sepulcro del colegio en medio de muchas lágrimas y mucho dolor, tanto de los nuestros como de los seglares, y con la presencia también de los párrocos vecinos. El amantísimo padre, amado de Dios y recordado por los hombres, falleció a los 37 años de edad y 19 de vida religiosa. Fidelísimo obrero den la viña de Dios de Hungría, infatigable y dispuesto para todo tipo de trabajos por Dios y por la Orden”.

En recuerdo del P. Wolfang se nos ocurren las siguientes palabras del libro de los Macabeos (2º, 12, 46): “Es santo y bueno orar por los difuntos, para que sean absueltos de sus pecados”.

El 10 de julio de 1697 se celebró en Prievidza el capítulo local para elegir el vocal que iría al capítulo provincial. Fue elegido el P. Valeriano Bercewiczy de la Inmacualda concepción de la B.V.M., vicerrector. Al día siguiente 11 de julio se concluyó en primer lugar que en adelante se comprobaran los sufragios y misas celebradas por nuestros difuntos de aquella casa, de la misma manera que se hace en el Capítulo Provincial por nuestros difuntos de la provincia. Al llegar la noche, se oyó un gran estrépito en la casa y a las puertas y dentro de las habitaciones de los religiosos, que llenaron de terror la casa hasta el 24 de agosto, como se cuenta brevemente en el testimonio siguiente:

“En el nombre del Señor, amén.
Como desde la noche del 11 de julio del año 1697, los religiosos de las Escuelas Pías de nuestra casa de Prievidza fueron aterrorizados muchas veces por ruidos nocturnos, y como pensamos que se trataba de molestias enviadas por la Divina Majestad, hicimos oración y diversas mortificaciones, y el P. Viceprovincial mandó que en la vigilia de San Bartolomé Apóstol todos y cada uno de los religiosos que estaban en la casa ofrecieran por el alma que lo pedía ayunos confesiones, comuniones y la indulgencia plenaria, y dispuso que al día siguiente, fiesta de S. Bartolomé, se distribuyeran limosnas, y en dicho día se ofrecieran tres misas por el alma que las pedía, y por ella se había ofrecido hasta entonces unas sesenta. En la fiesta del día citado, 24 de agosto del año citado, después de las once de la noche se oyeron tres golpes en la puerta del padre viceprovincial, que estaba bien despierto, que fueron seguidas de las palabras ‘Demos gracias a Dios’ y luego ‘Todo espíritu alabe al Señor’, dos veces. Poco después, hacia las doce menos cuarto de la noche, vino el espíritu al hermano José de San Gabriel, el cual fue examinado aquella misma noche por el padre viceprovincial en presencia nuestra, bajo juramento y honradez de conciencia, y dijo lo siguiente: que había sido despertado de su sueño y estando bien despierto vio dentro de su habitación, sin ninguna duda, cerca de la puerta, que estaba cerrada, a quien conoció muy bien por los rasgos de la cara, como si fuera de día, con nuestro hábito religioso, y el rostro blanco, el padre Wolfang de Santa Isabel que estaba frente a él, tal como cuando estaba vivo (había fallecido en la fortaleza de Bojnice el 4 de abril de 1690, y había sido enterrado en nuestra sepultura de Prievidza), y le oyó pronunciar claramente estas palabras: ‘Yo soy el que os ha estado molestando hasta ahora. Ahora ya estoy libre del purgatorio. Por lo tanto llama a todos y decid el Te Deum laudamus en el oratorio’. Entonces todos y cada uno de los infrascritos que estábamos entonces en casa (el P. Francisco y el P. Edmundo habían sido enviados a la fortaleza de Bojnice para rendir servicios espirituales), nos reunimos en la sala superior sur, y el padre viceprovincial nos precedió hacia el oratorio, y abrió la puerta, que estaba cerrada, y al abrirla todos y cada uno vimos que en medio de la oscuridad de la noche todo el oratorio estaba iluminado, y había en tres candelabros tres cirios ardiendo, puestos en forma de triángulo escaleno. Dos eran amarillos y estaban puestos en el altar; eran las que se solían encender para las conferencias espirituales. El tercero era blanco y estaba bendecido, y era el que se solía encender contra los truenos, que se conservaba detrás del lado izquierdo del altar, en la ventana murada del oratorio. Todos quedamos asombrados, y luego llenos de alegría espiritual, nos dimos cuenta de que habían sido colocados y encendidos de manera prodigiosa, pues ninguno de nosotros, según afirmamos bajo juramento y con honradez de conciencia, los había encendido aquella noche, ni los mandó encender, ni parecía posible que hubiera venido nadie de fuera. Así que todos arrodillados en el oratorio dijimos con gran consuelo interior el Te Deum laudamus, dimos gracias a la Santísima Trinidad, a la Santísima Virgen María y a san Bartolomé Apóstol. Cuando terminamos, el padre viceprovincial mandó que los tres cirios con los candelabros fueran llevados encendidos ante el Santísimo sacramento, para que lucieran allí durante la noche para gloria de Dios, y siguieran ardiendo hasta la meditación de la mañana.
Nosotros los infrascritos testificamos que todas y cada una de las cosas citadas sucedieron, se dijeron y se vieron tal como se cuentan, siendo nosotros testigos auditivos y oculares, y habiéndolas vivido; como testimonio verdadero de la verdad, en pureza de nuestra conciencia religiosa, en nuestro colegio de las Escuelas Pías de la Santísima Trinidad, el día 26 de agosto del año 1697 del Señor.
Lucas (Mösch) de S. Edmundo, viceprovincial de las Escuelas Pías y rector de Prievidza
P. Valeriano (Berzewiczy) de la Inmaculada Concepción de la B.V.M., vicerrector
P. Emerico (Horwath) de la Asunción de la B.V.M.
P. Gregorio (Kelemesy) de la Anunciación de la B.V.M.
H. José (Herchel) de s. Gabriel
H. Fernando (Utloczy) de S. José
H. Martin (Fanotta) de la Presentación de la B.V.M.
H. Antonio (Hurta) de S. Francisco
P. Francisco (Hanak) –ausente – de S. Wenceslao
P. Edmundo (Eder) –ausente – de Jesús”

En cuanto al hermano Simón de S. Pedro, se dice de él en el Hemerologio: “En 1679, el 28 de octubre, falleció en Brezno de Hungría Simón de S. Pedro. Obrero en verdad piadoso, entregado sin descanso a sus labores, que en la fiesta de su patrón, como había pedido con insistencia, accedió al descanso eterno.”

Notas

  1. Manuscrito (italiano y latín) que se conserva en el Archivo General de Roma. (Otra mano: no es original; sólo una parte. Es traducción de la obra del obispo de Pamiers.)