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Capítulo 5º. Sobre el Seminario Lauretano
José de Calasanz, nuestro prudentísimo Padre, estuvo muy preocupado acerca de la admisión de niños para vivir con nosotros, según puede verse en las Constituciones de las Escuelas Pías, Capítulo VIII, Parte II, parágrafo X, que dice: “No se permita a los nuestros regentar seminarios o internados de seglares”[Notas 1]. Sin embargo aceptó en el año 1630 el Colegio Nazareno de Roma, y en 1631 el Colegio Lauretano de Nikolsburg para ser regidos por los nuestros. Al parecer nuestro Fundador cambió de manera de pensar cuando, persuadido por sus hijos, escribió el reglamento con las normas a ser observadas en uno y otro colegio. En los Capítulos Generales de 1627 y de 1637 José suscribió una proposición que se refería a nuestros estudiantes: “Procuren los Provinciales, en la medida de lo posible, que las escuelas estén separadas de la casa de los religiosos, para que los estudiantes no puedan entrar en ella fácilmente”. Los padres reunidos en el Capítulo General de 1659 se conformaron a la manera de pensar de José, padre prudentísimo, cuando decretaron: “Se decidió por común acuerdo que no deberán aceptarse seminarios, a no ser que sean como el Colegio Nazareno o el Lauretano de Nikolsburg en Germania”. Y los hijos no olvidaron nunca la sabiduría paterna, a quienes Clemente XII, en la Constitución Nobis quibus del 1 de mayo de 1731, apoyó que se
construyeran, fundaran y dirigieran libremente colegios, seminarios e internados[Notas 2].
Considero que vale la pena recordar la creación del Colegio o Seminario Lauretano y el comienzo de su funcionamiento.
Como hemos dicho antes, las escuelas de la casa de Nikolsburg se abrieron el 20 de junio de 1631. El año 1632 el Eminentísimo Cardenal y Príncipe entregó a nuestro cuidado el Seminario Lauretano fundado por él, con algunos fondos que le correspondían, así como otros que pertenecían al hospital del que tiempo atrás había expulsado a los anabaptistas. Luego en el año 1637, que fue cuando falleció el Eminentísimo Cardenal de piadosa memoria, su sucesor y atrono en el gobierno, el Excelso Príncipe Maximiliano de Dietrichstein, nos entregó de pleno derecho el seminario citado, y eximió a los niños lauretanos (que según la cláusula de fundación eran nueve) de todo servicio en la iglesia colegiata de Nikolsburg, a la que hasta entonces habían estado obligados.
Nos complace transcribir sus palabras, para que quede patente la piedad ferviente e insigne del Eminentísimo fundador.
- “… Nueve niños, cuyo intelecto no haya sido aún alterado por la malicia. En edad desde los 8 hasta los 14 años inclusive, que serán educados en las letras, la piedad y en las buenas costumbres, inocentes de cuerpo y alma, en recuerdo de los nueve coros de espíritus angélicos, que cantan eternamente himnos y cánticos en su sede celeste a la Excelsitud de su Reina, libres de toda mancha y espejo limpísimo de su Virginidad para que la sirvan del modo siguiente: cada día acudirán en buen orden a su santuario con su preceptor, y asistirán a la misa votiva a la Santísima Virgen según el tiempo que convenga, y cantarán devota y distintamente, y después de la misa dirán las letanías a la Santísima Virgen que se suelen decir en la Casa de Loreto (cantándolas también piadosamente), y orarán a su Hijo por nosotros y por toda la cristiandad, para que merezcamos alcanzar su gracia en esta vida y la gloria eterna en la futura.”
- “Pues ¿de qué modo pagaremos a la Gran Madre de Dios todo el bien que ha hecho por nosotros? Pues desde la más tierna infancia, como se dice, hasta ahora, en que hemos llegado a la canicie por la divina gracia, siempre hemos experimentado su piedad y misericordia, pues en esta vida mortal nunca hemos carecido de bienes, tanto corporales, como espirituales y de fortuna; ella es fortaleza en la debilidad, seguridad en los peligros, constancia en las persecuciones, inmediato auxilio en las necesidades; honores y dignidades, tanto eclesiásticos como seculares en los que abundamos; y suficiencia de bienes materiales que hemos recibido. Y esperamos conseguir de Dios por la intercesión de nuestra abogada la Madre de Dios, cuando por la voluntad de Dios nos llegue la muerte, la felicidad de la vida inmortal. Nos acercaremos con aquella mujer del evangelio con pobre, recto y simple espíritu a depositar en el gazofilacio la moneda para la Virgen riquísima en todos los honores. Aunque hay basílicas inmensas, santuarios decorados de oro y piedras preciosas, admirables oratorios en casas pontificias, imperiales y reales, edificios magníficos y opulentos monasterios en todo el mundo cristiano dedicados y consagrados a su nombre, honor y memoria, en los cuales el Señor poderoso ha hecho grandes cosas por su Madre (mirando su humildad), su nombre es santo y su misericordia infinita; ha mostrado el poder de su brazo; ha dispersado a los soberbios de corazón; ha derribado del trono a los poderosos y ha exaltado a los humildes; ha colmado de bienes a los hambrientos, y ha despedido vacíos a los ricos, según el testimonio evangélico de la Gran Madre y Maestra, la cual es adorada, alabada, glorificada y magnificada por todas las gentes, y es llamada dichosa, confiamos en que también será aceptada por su piedad esta humilde casa que ahora hemos erigido desde los cimientos según el modelo de la casa de Loreto, en otro tiempo en Nazaret de Palestina (en la cual convertida en Madre de Dios concibió al Salvador del mundo), con el permiso de N.S. el Papa Urbano VIII, y adornada con perpetuas gracias espirituales, en nuestra ciudad hereditaria de Nikolsburg, en frente del monasterio de los PP. Capuchinos, y que aceptará en su humildad el culto divino que se celebrará allí en su honor de acuerdo con nuestra institución, y lo presentará a su Hijo…”[Notas 3]
Deberíais ver en nuestros tiempos a los alumnos del seminario adornados con aquel candor de inocencia y pureza que el Eminentísimo fundador deseaba, principalmente por medio del arte de la música, con el que él los quería enriquecer. De la Memoria que escribí de la visita hecha a aquel seminario el 27 de abril de 1904 por el Ilmo. y Rvmo. P. Alfonso M. Mistrángelo, obispo de Florencia y Prepósito General de las Escuelas Pías, copio lo siguiente: “La visita de la casa de Nikolsburg se llevó a cabo con gran gozo, no sólo por el admirable orden que había en todas las cosas, y por la manifiesta simplicidad y bondad de los alumnos, sino por los recuerdos ancestrales que vinieron a la memoria. ¡Oh venerable colegio, que Calasanz amó como a la niña de sus ojos! ¡Venerable seminario, que recibió el nombre de la Virgen de Loreto, que reúne quince adolescentes, que frecuentan ocho escuelas medias del gobierno, y cultivan la música según el deseo del Eminentísimo Fundador el cardinal Dietrichstein! ¡Cuánto espíritu y provecho muestran en esta divina arte en la academia musical que hubo después de la cena, con un programa compuesto por obras de Lohr, Dürrner, Strubel, Mozart, Kleffel, Beethoven, Abt, Schubert y Haydn y presentado magníficamente, no digo por novicios, sino por auténticos avanzados en el arte, con instrumentos y con el canto, los cuales, dirigidos por el Rvdo. P. Josef Klofecio de S. Antonio, su maestro de música, merecen todo elogio”.
Nuestro Santo Padre bendijo desde el cielo el Seminario Lauretano; en la tierra sus hijos se esfuerzan por observar perpetuamente sus preceptos paternos, que dicen como sigue:
- “Algunos preceptos enviados para las escuelas en Germania ya para el Seminario Lauretano en Nikolsburg (carta enviada el 11 de julio de 1633).
- El prefecto de las escuelas por la mañana y por la tarde debe cerrar o mandar cerrar todas las escuelas, y donde no haya puertas o cerraduras, las ponga sin tardar, y lo mismo no sólo los días de trabajo, una vez terminadas las actividades escolares, sino también los días de fiesta después de la misa en los oratorios y lugares similares.
- Nadie, a excepción del prefecto, puede ir a la escuela de otro sin permiso del superior del colegio; ni puede tratar o castigar a alumnos que no son de su clase.
- Mientras los alumnos se reúnen, no falte ningún maestro, ni aquellos a quienes se les ha encargado vigilar; una vez hayan entrado a la escuela, a nadie se le permita entrar en ella, para hablar con los alumnos de nada, ni se permita a los extraños (de fuera) entrar, bajo ningún pretexto, a no ser que tengan permiso del superior, quien se mostrará bastante parco al conceder ese tipo de permisos.
- Quien viole (este precepto), la primera vez recibirá disciplinas en los hombros, mientras recitará el salmo ‘Miserere’; si vuelve a caer en la misma falta, el superior aumentará el castigo.
- No se permite a ninguno de nosotros, que no haya sido designado para ello, ir al edificio del seminario lauretano, y el superior designará atentamente con qué compañero puede ir allí en el futuro, si es oportuno.
- Tanto menos podrá entrar, nadie, en las habitaciones del seminario lauretano.
- A ninguno de nosotros, que no fuera designado u obtuviese permiso para ello, le está permitido hablar con los alumnos lauretanos, ni expresa ni accidentalmente.
- Quien no respete estos preceptos relativos a los lauretanos, será castigado con tres días de ayuno a pan y agua a discreción del superior, y si después del castigo volviera a caer en la misma falta, es superior podrá y deberá castigarle de manera más severa.
- Estos y otros preceptos, reglas y prohibiciones serán escritos en un libro especial, y pueden traducirse al latín o, para que se entiendan mejor, a la lengua vernácula, es decir, la propia de aquella tierra. Y obsérvense al pie de la letra, porque si así se respetan, producirán siempre un gran fruto.
- Siervo en el Señor, José de la Madre de Dios, m.p.”