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Capítulo 3º. De la Guerra llamada de los Treinta Años y de la Paz de Westfalia.

Los acuerdos de Münster y de Osnabruck son llamados Tratado de Westfalia, porque se celebraron en estas dos ciudades del territorio de Westfalia; la primera era una ciudad gobernada por los católicos, y la segunda por los protestantes. Con este tratado se puso fin a la guerra que había durado treinta años, y que tuvo grandes consecuencias para la posteridad, ya que muchos reinos de Europa cambiaron de manos, y a él se debe principalmente el cambio de situación en la cristiandad.

El origen de la guerra fue la rebelión de los bohemos, los cuales consideraron que el Emperador Fernando II, rey de Bohemia y Hungría, había roto los pactos que había hecho cuando fue coronado rey, y eligieron como rey suyo a Federico V, elector del Palatinado. Fernando reunió el ejército, y vinieron a su auxilio Maximiliano, Duque de Baviera y jefe del ejército, y Juan Jorge, elector de Sajonia. Vale la pena copiar aquí lo que escribí al respecto en Ephemerides Calasanctianae en el año 1902 (Año II, fasc. IV):

“No fue sin razón, sino muy oportuno, aseguro a los lectores, que el primero de los 27 en declarar en la causa del Venerable Glicerio fuera el Rvmo. P. Domingo. Hubo que apresurarse con este religiosísimo varón, pues tenía que irse inmediatamente, ya que fue enviado por Su Santidad (Paulo V) a llevar la espada bendecida al Duque de Baviera, Maximiliano, jefe del ejército imperial contra Federico del Palatinado y sus secuaces herejes y rebeldes. El P. Domingo entregó con la debida reverencia la dicha espada, ante la expectación de todo el ejército, al jefe citado, y le animó a él y a todo su ejército exhortándolos a afirmar la fe ortodoxa, para que los soldados atacaran como fieros leones al enemigo; y además el P. Domingo precedía a las cohortes bélicas armado con la imagen de la Gloriosa Virgen; y de este modo se luchó felizmente, de modo que triunfaron sobre el depravado Federico y sus rebeldes desplegados cerca de Praga, capital del reino de Bohemia, en la Montaña Blanca (en el mismo lugar en que los rebeldes habían elegido como rey a Federico el año anterior), y los católicos entraron gozosos en Praga con muchos signos de victoria”.[Notas 1]

La batalla tuvo lugar el 8 de noviembre de 1620, y dejó muertos en el campo cinco mil adversarios. Federico (que, según cuenta el P. Alber, no intervino en la batalla, sino que se entretenía en la ciudad con vino y mujerzuelas) llegó huyendo a Bratislava, y el emperador le privó de la dignidad de elector, y la transfirió a Maximiliano de Bivera con la condición de que una vez muerto este, pasaría a los herederos del Palatinado. A Juan Jorge, Elector de Sajonia, por el auxilio prestado se le concedió la región de Lausacia como feudo.

Después de esta victoria, Fernando II, en la gloria de su poder, publicó en 1629 el Edicto de Restitución, según el cual todos los bienes eclesiásticos de los que se habían apoderado los protestantes después del Tratado de Passau debían ser restituidos a los católicos. Los príncipes luteranos, y especialmente los electores de Sajonia y Brandeburgo, se opusieron al edicto, y previendo la guerra pidieron ayuda a Gustavo Adolfo II, rey de Suecia, después de firmar entre ellos un tratado en Leipzig; y obtuvieron del rey de Francia, Luis XIII, cuarenta mil áureos anuales. Gustavo se mostró dispuesto a colaborar con ellos, pues estaba enfrentado con el Emperador a causa de la ayuda que este había prestado a los polacos en la guerra con Suecia, y después de establecer una tregua de seis años con Polonia, en el año 1630 invadió el territorio imperial con nueve mil soldados, proclamándose protector suyo. Con su poderoso ejército tomó la isla de Rugen, y expulsó las tropas imperiales de Pomerania, y todas sus ciudades se entregaron a él, sin oponer resistencia.

Cuando luego se encontraron los adversarios del emperador, ambos ejércitos se enfrentaron en Liepzig el 17 de septiembre de 1631. El ejército imperial, al mando de Juan Tzerklas, conde de Tilly, fue derrotado. Con lo cual los frutos de la victoria de diez años antes, y el poderío del emperador, se perdieron. Soberbio a causa de su suerte favorable, Gustavo se dedicó a asolar fácilmente toda Germania. Sólo en la ciudad de Múnich tomó el 80% mediante asedio y asalto. Al año siguiente, en la batalla de Lutzen en Misnia, en la que se enfrentaba al ejército imperial mandado por Wallenstein, fue herido por la espada y golpeado por una bala, y fue arrastrado por el caballo, y falleció a causa de las heridas, aunque ganó la batalla.

Después de la muerte del rey Gustavo, cambió la suerte de la guerra, a pesar de que conocieron algunos éxitos conducidos por el Conde Oxenstein, canciller del reino, y de Bernardo de Weimar; sin embargo en la batalla de Nordlingen cayeron junto con 16.000 soldados en el año 1634.

Con ocasión de este desastre, el elector de Sajonia firmó la paz con el emperador en Praga en el año 1635. Sin embargo continuó la guerra, movido principalmente por la falacia de que con su esfuerzo rompería el poder de Austria y España. Hasta que todos los príncipes, desgastados por tanta calamidad, decidieron tratar de las condiciones para la paz, movidos por los hechos. Los príncipes católicos celebraron consultas con Francia en Münster, y los príncipes protestantes en Osnabruck con Suecia durante cuatro años, a las cuales por fin siguió el 14 de octubre de 1648 la Paz de Westfalia, bajo el emperador Fernando III, y los representantes de los reinos de Francia y Suecia.

Los principales efectos de los artículos fueron los siguientes:

1.A los suecos se les entregó Pomerania Ulterior con la isla de Rugen, y los ducados de Bremen y Werden con la fortaleza de Wirmar, además de cincuenta cientos de miles de táleros.
2.Francia consiguió Alsacia, Breisach, Philipburg, etc., y algunas diócesis.
3.A Federico el Palatino se le devolvió la dignidad de elector, aunque la mantuvo también Maximiliano de Baviera, con la restricción a un solo heredero de su línea. Además el Palatino recuperó también la parte del Palatinado Superior.
4.Se concedió total libertad y soberanía a Suiza y Holanda, independizándose de Austria y de España.
5.Se confirmó el derecho de libertad de religión no sólo a los luteranos, sino también a los calvinistas.

Los protestantes se alegraron mucho con este tratado de paz; los católicos, y el príncipe de los católicos, el Sumo Pontífice, lo lamentaron mucho. El dominio civil de las instituciones eclesiásticas sufrió una transformación, que recibió el nombre de secularización[Notas 2].

Notas

  1. El Ven. P. Glicerio Landriani de Cristo Sch.P., ejemplo preclaro de todas virtudes, tuvo como guía y maestro de espiritualidad al P. Domingo de Jesús María. Este varón, de la familia Ruzola, había nacido en Calatayud, del reino de Aragón (se puede ver mucho sobre él en Ephemerides Calasanctianae, como más arriba). La imagen de la Virgen de la que se hace mención fue encontrada por el P. Domingo profanada por los herejes en las ruinas del castillo de Strakonitz, devastado por los herejes. Se puede ver ofrecida a la veneración popular en Roma, antes en el templo de San pablo, ahora en el de Sta. María de las Victorias en las Termas (Cf. P. Marcellino Dorelli de Sta. Teresa, carmelita descalzo, Guida di S. Maria della Vittoria alle Terme, Roma, 1915).
  2. Cf. J.Alber, Inst. Histor. Ecclesiast. y P. Pedro Celestino Kaliszewski Sch.P., Traités des puissances de l’Europe, les plus célèbres et les plus intéressants, depuis celui de Passau en 1552 jusqu’à celui d’Aix-la-Chapelle en 1748. Varsovia, 1764.