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Año 1612 de Cristo. Décimo sexto de las Escuelas Pías. Octavo de Paulo V.

El presente año<ref group='Notas'>Faltan los párrafos iniciales: Huius novi anni auspitium fatale fuit Rudolpho II Imperatori, nam hocce Regnum temporale cum aeterno commutavit Morti, terribili etiam apud Reges Terrae, sucumbens 20 mensis januarii. Hoc ipso quoque mense migravit ad immortalitatem Cardinalis S. Caesarii Silvester Aldobrandinus, Benefactor Scholarum Piarum non solu in illo casu annii 1608 ut supra eridimus sed in pluribus aliis occurrentiis per 10-12-15 scuta elargiendo. Sepultus est ad Bam. Virginem supra Minervam 29 januarii. Felix autem decursus anni praesentis obvenit Matthiae, quem fratri suo Rudolpho favente sibi septem virorum electorialium benignissimo suffragio succepit in Imperii Romani Coronam exceptum 13 junii. Traducción: El comienzo de este Nuevo año fue fatal para el emperador Rodolfo II, pues cambió este reino temporal por el eterno por medio de la muerte, terrible también para los reyes de la tierra, falleciendo el 20 de enero. También en este mismo mes emigró a la inmortalidad el Cardenal de S. Cesáreo Silvestre Aldobrandini, bienhechor de las Escuelas Pías no sólo en aquel caso del año 1608 citado más arriba, sino muchas otras veces en las que entregaba 10, 12, 15 escudos. Fue sepultado en Sta. María de Minerva el 29 de enero. Pero el paso del año se mostró feliz para Matías, quien, con la ayuda de su hermano Rodolfo, recibió la votación favorable de siete electores, y con ella la corona del Imperio Romano el 13 de junio. </ref> también sirvió para el crecimiento de las Escuelas Pías. Destinado el Rmo. P. Domingo del Carmelo al negocio de comprar la casa para nosotros, se puso en contacto con unos y otros para hacer los tratos. Se añadieron a las Escuelas Pías Glicerio Landriani con Tomás de Victoria, Diego López, Francisco de Vase, Blas y Gregorio. Para llevar a cabo los tratos ayudó el hecho de que el nombre de Glicerio se pusiera al principio, y así brevemente se arreglaron las cosas.

Francisco Silvagio, que conocía muy bien a Glicerio, nos cuenta de la manera siguiente cómo le impusieron este nombre a nuestro Abad. Parece que el día de la canonización de S. Carlos Borromeo en la Basílica Vaticana, para mayor esplendor y magnificencia suya, se expuso un cuadro doctamente elaborado en el que aparecían en orden todos los arzobispos milaneses, entre los cuales estaba incluido S. Glicerio, de la casa y sangre de los Landriani. Se lee en Silvagio que entonces dijo nuestro Landriani: “Tomé este nombre al ser regenerado en las aguas del Santo Baño en memoria de este Santo, ejemplo de la gloria de mis ilustres antepasados. ¡Ojalá (dijo suspirando) pueda seguir sus pasos y practicar sus mismas obras, con las cuales él me guíe, como la columna de fuego guió al pueblo elegido!” Así aparece en el fol. 55 del proceso de su vida de Silvagio. Este pío suspiro no resultó vano, como lo confirmó la santa vida de Glicerio, y con razón pudo decir como Job: “Mis pies han seguido sus huellas”.

En el mismo se lee que se atribuye a Glicerio el ejercicio molesto pero de gran mérito de acompañar a los discípulos a sus casas desde las escuelas. Pues él había observado que los niños no volvían a casa directamente, sino que vagaban acá y allá por la ciudad entre riñas y alborotos, sin que les aprovecharan para nada las exhortaciones a ir con modestia y en silencio por la calle. Así que para evitar los males que amenazaban a aquella juventud, tras haberlo consultado con nuestro P. José, puso en marcha este trabajoso ejercicio con suma humildad, y así, deteniéndose delante de la puerta cuando salían los discípulos, después de besar el crucifijo, precedía las filas, o acompañaba al lado o les seguía hasta que se dispersaban al llegar a sus propias casas. El cual ejercicio no sólo era saludable para los jóvenes, sino que también resultaba ejemplar para la gente, y el P. José quiso que se pusiera en práctica en lo sucesivo en las Constituciones para todos los profesos de las Escuelas Pías, y firmado y corroborado por la misma Sede Apostólica. En cuanto a la constancia de Glicerio para educar a la juventud en las tareas escolares, con la frecuente explicación de la doctrina cristiana y de otras pías labores cuando pidió su agregación a las Escuelas Pías, se verá en los años futuros. Pasemos a ver ahora la cuestión de la casa de Cincia.

Así pues el P. Domingo, carmelita a menudo nombrado, continuó su trabajo, proponiendo a la Ilma. Dña. Victoria Cincia que vendiera su casa a los Padres de las Escuelas Pías, y que rebajara el precio de 15 mil a 10 mil, reservándose sin embargo la propiedad de la casa hasta que el precio íntegro fuera pagado según los términos establecidos en el plazo de cinco años a partir del día de la entrega de las llaves. Tan pronto como nuestro P. José fue informado de lo anterior y se informó de lo hecho a los de la casa y al Cardenal Protector, y se consiguió el deseado acuerdo de unos y otros, se obligó a pagar los diez mil, poniendo como garante al abad Glicerio. Lo cual se concluyó en presencia de los notarios y procuradores de una y otra parte ante el Ilmo. y Excmo. D. Leandro Galganetti Callense, noble jurisconsulto, Caballero narbonense, conde palatino y capitán de la ciudad, con un instrumento de transacción confirmado y firmado por todos solemnemente el 1 de octubre del presente año 1612.

Su inclusión real, actual, civil y corporativa tuvo lugar el 16 de ese mes de octubre como consta en el Libro de Instrumentos, hoja 8, con los que ingresaron de la Congregación y trabajadores, que son los siguientes:

R.P. José de Calasanz, Rector; P. Lorenzo Santilli de Spoleto; Virgilio Marcelo de Firmo; Escipión de Santis, de Spoleto; Gaspar Dragonetti de Leontino; Glicerio Landriani, Abad de S. Antonio; Tomás de Victoria, español; Diego López, de París; Juan García de Segovia; Francisco Franchi de Spoleto; Juan Martini de Fori; Jacobo de Monti, Demetrio Griego.

Está claro que ese mismo día se entregaron según lo acordado doscientos escudos romanos a la Ilma. Dña. Victoria como pago del interés del primer trimestre. Pues ella pedía seiscientos por un año completo. A cuya suma Glicerio contribuyó con 178, más otros 205 que añadió poco después para gastos de la vida común, a principios de junio de este año.

No parece que se nos concedió el uso de la iglesia de San Pantaleo al comprar la casa adyacente y trasladar allí las Escuelas Pías: adquirir el uso de aquella iglesia era otra tarea a cumplir. Cuándo nos concedió su uso la Autoridad Apostólica, se narrará en otro lugar. Ahora pasemos al año siguiente.

Notas