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Año 1605 de Cristo. Noveno de las Escuelas Pías. Último de Clemente VIII.
Ephemerides Calasactianae II (1933, 101-104)
Este nuevo año transcurrió entre acontecimientos tristes y alegres. En lo que se refiere a nuestras cosas, es el primero en el que nuestro P. José, según la costumbre de las demás Congregaciones, después de la solemnidad de la Presentación, presentó a su Santidad la cera para ser bendecida, llevando como socio para este obsequio al Rvdo. D. Gellio Ghellini. Tanto pudo su modestia y sumisión de ánimo, así como su sólida facundia, que de nuevo Su Santidad prometió a las Escuelas Pías todo favor, asistencia y patrocinio. Y sin duda también se acudió a Su Santidad como en el año anterior para pedir en este año el documento prometido, como puede deducirse que se pidió a la Dataría que lo expidiera por algunos manuscritos que tenemos. Sin embargo nuestra esperanza de verlo publicado no se hizo realidad, a causa de la enfermedad seguida de la muerte de nuestro Señor Clemente VIII. La cual sumió en el luto la ciudad y el orbe, y fue especialmente sentida por nuestro José, el cual sintió la pérdida del Padre común no solamente por sí mismo, sino por la causa de los suyos y de los pobres. Pues hasta entonces había ordenado y entregado la suma de doscientos escudos cada año para las Escuelas Pías, y además a menudo entregaba como limosnas considerables cantidades de dinero para entregar a los pobres, pues confiaba en la fidelidad de José<ref group='Notas'>Falta: quam obrem Hyppolitus Maroccius specialiter inter elogia inscripsit Sanctissimum fuisse in pauperes studiosos liberalissimus. Traducción: Por lo cual Hipólito Maroccio escribió de manera explícita que Su Santidad fue muy generoso con los estudiantes pobres. </ref>. Este Pontífice de gloriosa memoria se sentó en la sede de Pedro durante 13 años<ref group='Notas'>Falta: et triginta tribus diebus. Nam quinto nonas martii anni praesentis annis essaetus, meritisque dives ad superos (ita pie creditur) e terris migravit. Traducción: y treinta y tres días. Pues el 3 de marzo de este año, cargado de años y rico de méritos, emigró de la tierra a los cielos (así se cree piadosamente). </ref>. Veamos, tal como lo pide el orden de la historia, quién le sucedió al frente de la Iglesia.
Pasado el tiempo normal tras la muerte del Papa Clemente, la Iglesia no careció de Sumo Pastor por mucho tiempo. Puesto que se reunieron 60 padres purpurados en el Vaticano en Cónclave para elegir el sucesor, y el primero de abril con los votos favorables fue elevado al solio de Pedro el Cardinal Presbítero Alejandro de Médicis, titular de las iglesias de S. Juan y S. Pablo, que tomó para sí el nombre de León XIII. A cuya exaltación Roma hizo manifestaciones de alegría, y también nuestro José, por parte suya y de los suyos no se quedó al margen de las mismas. Pero ¡ay! apenas se había dado a conocer por los próceres purpurados el nombre del nuevo pontífice a los embajadores imperiales y reales residentes en la ciudad, y ya se anunció que, atacado de una enfermedad repentina y fatal, el Pastor de la Iglesia había sido tomado de entre los vivos el 17 de abril, como lo había anunciado el oráculo de S. Felipe Neri<ref group='Notas'>Falta: Romanam enim isti Pontifici prophetizans infulam praedixit si diu duraturam. Quin et ipsemet sibi brevitatem istius honoris expressisse visus est, assumpto in gentilicium suum stemma pro symbolo, rosarum manipulo cum inscriptionen: Exaruit vix nata rosa. Traducción: Predijo profetizando que el mandato romano de este pontífice duraría poco. Parece que él mismo quiso expresar la brevedad de este honor suyo cuando asumió en su escudo como símbolo un ramo de rosas con la inscripción: arrancó la rosa apenas nacida. </ref>. Como León XI ocupó durante tan poco tiempo la sede de Pedro, nuestro José se perdió la felicitación, y descuidó inesperadamente la esperada promoción por la autoridad de las Escuelas Pías. Y he aquí otro luto, por el que este año resultó funesto. Pero de la misma manera que después de las nubes sale el sol, es casi obligatorio que al luto siga la alegría, como en el caso del que hablamos ahora.
Terminados los funerales de León XI, el Apostólico Senado de los Padres entre los numerosos candidatos a los honores del pontificado elevó a la cátedra pontificia el 10 de mayo a Camilo Borghese, Cardenal de la Santa Iglesia Romana con el título de S. Crisógono<ref group='Notas'>Falta: Nec aliud praetervolans Aquila designasse visa est. Aquila nempe quasi certa futuri exitus primo Vaticanum collem gyro multiplicita festina, quam festiva circumvolans in Adriani molem descendens, quasi defessa volata super gentilitio Gregorii XIII draconem preferente, insigni substitit, et eo subsistentia situ Burchesionum stemma exprimens Camillum Pontificem non tam vano augurio portendit, quam certo inditio demonstravit. Traducción: Se vio volar un águila que no señalaba otra cosa. El águila, casi segura del resultado futuro, dio una primera vuelta a la colina del Vaticano a gran velocidad, y después de sobrevolar alegre el castillo de Adriano (Santángelo), descendiendo se paró sobre el gentilicio del insigne Gregorio XIII llevando una serpiente como si se cansara de volar, y el hecho de que representara el escudo de los Borghese mostró que anunciar a Camilo como Pontífice no fue un vano augurio, sino un signo cierto. </ref>. A lo cual pronto siguió el júbilo y el aplauso de las personas de todo estado y condición, como plenamente se expresó y demostró tras la publicación de este Pontífice en la basílica vaticana. De la misma manera que otros escritores lo dieron a conocer con plumas eruditas, yo describiré el modo como nuestro José con las Escuelas Pías manifestó su afecto al nuevo Pontífice. Lo hizo de la siguiente manera: con el pincel de un artista hizo representar un dibujo de la casa de Loreto, dentro de la cual la Virgen, escoltada a un lado por Santa Ana y al otro por San José, elevando a su hijito lo ofrecía al Padre celestial. Delante se encontraban los discípulos de las Escuelas Pías, inclinando la cabeza sumisamente, a los cuales se dirigían los ángeles del cielo con el epígrafe: Ofreceos como ofrenda. El pórtico estaba adornado con esta inscripción: Los niños de las Escuelas Pías venerarán el pío misterio de la Santa Casa Lauretana, tanto por sí mismos como por la larga edad de Su Santidad Paulo V, y orarán por la feliz marcha de la Santa Iglesia Romana. Roma, mayo de 1605. Y un escrito al pie adornaba el regalito:
Acepta Virgen las pías oraciones que te ofrece
La Casta Cohorte, y llévalas al Sumo Padre.
Sostén con tu diestra de este modo a las mentes que vacilan
Para que con tu dirección no caminen en las tinieblas.
De este modo nuestro José presentó su felicitación y se acercó a venerar a Su Santidad, y después de besar píamente su pie, presentó humildemente sus votos entre las felicísimas autoridades. Hasta qué punto esta obra fue provechosa y grata, y con qué alegría fue recibida, puede deducirse del hecho que él (me refiero a Su Santidad) prometió además de los favores ordinarios de la Sede Apostólica también los doscientos escudos que el anterior Pontífice difunto había dado cada año como ayuda a las Escuelas Pías. Pues Su santidad conocía muy bien de vista, de conversación y por sus obras, a nuestro José.
El cual, después de recibir tantas promesas de Su Santidad, regresó rico a casa, y tan pronto como pudo celebró una misa por el Pontífice, y lo encomendó a las devotas oraciones de los escolares, y narrando el efecto de la graciosa audiencia con especial consuelo de todos los de la casa, estimuló los ánimos de sus colaboradores para seguir adelante con las tareas tanto escolares como eclesiásticas para gloria de Dios. A todas las cuales se dedicaban con celo y habilidad entonces, como dan testimonio las actividades externas que llevaban a cabo: los RR. SS. Colaboradores no se ocupaban sólo de las escuelas, sino que también iban a ayudar a las iglesias parroquiales. Así D. Gellio, además de lo que hacía en el oratorio de la casa, siendo Presidente de lo que se conoce en nuestras Constituciones como oración continua, también servía como catequista en S. Lorenzo in Dámaso, y como confesor de las religiosas de clausura de Santa Ana. D. Flaminio tenía una capilla beneficiada en la misma Santa Ana.
Ocurrió en una ocasión que durante todo un año no se recibía ninguna limosna de las que solía dar el Cardenal Montalto, no porque se negara el buen príncipe, sino porque tenía puesto el ánimo más bien en dar limosnas a otros que a nosotros. Así que, enterado José, escribió un memorial al cardenal que decía así:
- “Ilustrísimo y Reverendísimo Señor,
- Vuestra Señoría ilustrísima ha favorecido durante algunos años con una limosna de 20 escudos el día de Navidad, y otros 20 el día de Pascua a los Padres de las Escuelas Pías, que viven cerca de S. Andrea della Valle, y allí enseñan a los niños pobres enviados de sus propias parroquias a leer, escribir, gramática y ábaco, doctrina cristiana y rectitud de costumbres, no pagando, sino por amor de Dios, y además les dan papel, libros y otros requisitos, y además pagan 200 escudos anuales de alquiler para llevar a cabo esa tarea con los niños. Los cuales en el actual ejercicio son al menos quinientos, la mayor parte de los cuales recomendados por D. Félix de la parroquia de S. Lorenzo in Dámaso, en la cual además los dichos padres los domingos y festivos ofrecen no poca ayuda enseñando la doctrina cristiana, junto con otros servicios y ayudas a la dicha iglesia. Ha llegado a nuestros oídos que aquella limosna que solía entregarnos dos veces al año, aunque se gastaba en un mes, en lugar de a los Padres de las Escuelas Pías, a quienes se entregaba antes, ahora se les da a los Padres de la Doctrina Cristiana del Trastévere. Por lo cual suplicamos a Vuestra Señoría Ilustrísima que se digne por la clemencia mostrada hasta ahora a favor de los pobres a volver a poner en la lista a los PP. de las Escuelas Pías para seguir recibiendo la limosna quitada, los cuales no dejarán, como hasta ahora, de ofrecer sus servicios en la parroquia de S. Lorenzo, y al mismo tiempo seguirán orando al Señor por la salud de Vuestra Señoría Ilustrísima. A la cual etc.”
Así consta la súplica de nuestro José, y de su eficacia da prueba el libro de limosnas, donde dicha limosna se nombra repartida en 4 escudos cada mes.
Ese mismo año, el Rvdo. D. Antonio Guidetti, sacerdote del Oratorio de S. Felipe Neri, dejó en su testamento a las Escuelas Pías unos libros escolares y algunos muebles, los cuales no se sabe si fueron entregados; en los escritos sólo constan los libros. También este año, el 19 de marzo, aparece una entrada de 100 escudos, y 22 escudos para celebrar misas por el feliz recuerdo del Cardenal Terra Nova. Ese día comenzó a guardarse bajo dos llaves esa limosna junto con otras, una en posesión del P. José y otra de D. Gellio. El dinero era guardado por el Depositario, que hasta entonces había sido el Ilmo. Sr. Francisco de Rusticis, cuñado del Rmo. Sr. Vestri.
Por lo demás quién fue el Cardenal Terra Nova, ni qué día murió o bajo qué Pontífice, no lo encuentro en Ciaconio, que escribe la vida de todos fielmente<ref group='Notas'>Falta: Cum hoc dubio proinde annum praesentem claudio plurium scribendorum ad nostram historiam pertinentium laborans penuria. Traducción: Con esta duda cerro el año presente, trabajando en la pobreza para escribir muchas cosas pertinentes para nuestra historia. Al margen hay una nota, de otro autor, que aclara la duda. Traduzco directamente: Fue el cardenal Simeón Tagliavia de Aragón, de Sicilia, hijo del duque de Terra Nova, que falleció el 20 de marzo de 1604. Ciaconio habla de él en Vit. S. T. 4 column. 101, en el pontificado de Gregorio XIII, card. N. 32. </ref>.