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Año 1599 de Cristo. Tercero de las Escuelas Pías. Octavo de Clemente VIII.
Ephemerides Calasactianae I (1932, 147-149)
En este nuevo año las Escuelas Pías abrieron más tarde, a causa de la inundación del Tíber, que a finales de año, en la vigilia de Navidad, se desbordó, inundando toda la ciudad, ocasionando la ruina de muchos edificios, la muerte de mil quinientas personas ahogadas y la pérdida de innumerables cabezas de ganado.
Así, pues, para que las escuelas volvieran a abrirse fue necesario esperar a que Roma emergiera de las aguas estancadas, y a que, libre de tales angustias, respirase un poco. Y además a que se dieran las debidas gracias a Dios por no haber sido totalmente inmersa y hundida con todas las casas y torres, templos y monasterios.
Después el cielo quedó despejado, sopló el viento y toda el agua del Tíber se fue al mar. Después de Navidad el Pontífice (que había vuelto hacía poco de Ferrara) decidió que no se indagaran curiosamente los principios naturales, sino que juzgando que la causa de tantas calamidades había sido la multiplicación de los pecados de la gente contra Dios, tras exhortar al clero y al pueblo romano a sacar el mejor provecho posible, ordenó solemnemente que se hicieran procesiones a las Basílicas de Santa María la Mayor y a San Pedro, con tres días de ayuno y la práctica de algunas otras buenas acciones; animó a confesar y a recibir la comunión, ofreciendo indulgencias plenarias según la forma del jubileo, ampliadas por su clemencia a todos los fieles de uno y otro sexo; hasta tal punto que la Divina Majestad, aplacada, con gran clemencia apartó el flagelo de su ira, y libró a la ciudad romana y lugares vecinos de todo peligro, y toda su población se vio salva y sin daño.
Una vez concluidas estas devociones del modo indicado, las escuelas comenzaron a abrirse poco a poco, y la juventud dispersa por las colinas se volvió a reunir, y de este modo se renovaron los ejercicios literarios y espirituales. Los cuales intentaba José imprimir con tanto empeño en las tiernas mentes, cuanto se preocupaba por volverlos a tener bajo su cuidado.
En consecuencia, quería que todo el tiempo en las escuelas fuera empleado de manera diligente; que los cuentos e historias desaparecieran; no permitía ausencias ni salidas, sino que estuvieran siempre con los discípulos pobres, para que lo más pronto posible aquellos que se veían incapaces de estudiar latinidad pudieran salir ganándose el pan, y con estos quiso que se esforzaran para que aprendieran bien la escritura y las matemáticas, en lo cual, si veía a veces que los maestros estaban fatigados, él mismo echaba una mano, y compensaba las negligencias.
Para que todos aprendieran más fácil y felizmente los rudimentos de la fe, y los retuvieran de manera más tenaz en la memoria, preparó un breve resumen de los mismos en forma de diálogo, y cada día debía explicarse alguna parte, y cuando los examinaba, puestos en orden fuera de los bancos, para ver el fruto de la explicación, de la misma manera que daba a los diligentes algún premio de imágenes, a los negligentes les dirigía palabras ásperas, o los castigaba con alguna mortificación leve.
Si ocurría que durante el tiempo de las clases algunos prelados o cardenales (cosa que ocurría bastante a menudo) venían para ver cuánto aprendían los jóvenes, organizaba una competición sobre el resumen de los misterios de la fe, procurando así un interesante espectáculo a tan amables huéspedes. Y lo mismo que esto era agradable de ver y oír para estos señores, era aún más agradable para los discípulos el ser premiados liberalmente por estos generosos patronos. En esta generosidad muy pocos excedieron al Cardinal Baronio; sin duda lo aprendió del ejemplo de su santo fundador San Felipe Neri, de quien los historiadores atestiguan que daba a los estudiantes pobres dinero, vestidos, libros y papel.
No nos equivoquemos, sin embargo, pensando que porque vemos a José ocupado en las tareas de la escuela, tal vez se olvidaba de sus otras obligaciones, pues el tiempo que le sobraba de las clases lo dedicaba a meditaciones piadosas, a lecturas espirituales, o a la visita de los lugares sagrados, y todos los días mortificaba su cuerpo con ayunos y cilicio. Dormía muy poco, y en las horas antes del amanecer, con la luz de Cleanto (como dicen) escribía las muestras en caracteres italianos y latinos, preparaba dictados para los maestros de las escuelas, barría las clases y, en lo referente a los deberes divinos, cumplía con las oraciones de las horas canónicas en un lugar solitario, y celebraba el Sacrificio de la Misa cada día con gran edificación de la gente.
Además, como su caridad se extendía también hacia los extraños, y para acrecentar sus méritos prestando servicios a los peregrinos, aquel año (según algunos) se inscribió en la cofradía de la Santísima Trinidad, que ofrece ayuda a los peregrinos y convalecientes, de la que era director el presbítero florentino D. Juan Francisco Fiamelli<ref group='Notas'>Falta un párrafo: Et facile mihi persuaserim Josephum annum sequentem, quo universale Jubilaeum celebrandum incidit, ejusmodi praevenisse inscriptione, quatenus nempe liberiorem aditum, pro peregrinorum obsequiis exhibendis sibi emereretur. Traducción: No me costaría mucho creer que José anticipó de este modo su inscripción al año siguiente, que coincidía con la celebración universal del jubileo, de modo que, incorporado por su gusto, podría ganar algunos méritos sirviendo a los peregrinos. </ref>.
Ephemerides Calasactianae I (1932, 197-199)
Por lo demás, aunque no sabemos de muchas cosas que ocurrieran en este año, una cosa es cierta, y es que le vino una gran preocupación con ocasión de la muerte de su muy amado en el Señor Don Antonio Brendani, párroco de Santa Dorotea, a quien nuestro P. Rodolfo de S. Jerónimo considera como uno de los primeros asociados de nuestro Padre Fundador. Como no era previsible que en el futuro encontrara en su sucesor tanta benevolencia como la que había gozado mientras Brendani vivió, tenía necesidad de buscar un nuevo local para sí y para los estudiantes. Y si en otras ocasiones no, en esta sí que deseó la visita de Su Santidad, tal como lo había prometido en los primeros tiempos (esto es, cuando deseaba que hubieran sido sus escuelas), para que, tocado de lástima hacia tantos jóvenes, de algún modo se hubiera dignado asignar algún local para las escuelas. Sin embargo, del mismo modo que el año había estado ausente durante mucho tiempo, este año estuvo dedicado a otros importantes asuntos, y no pudo ofrecer esta satisfacción. Por lo tanto había que buscar un local para el año siguiente, y hasta entonces continuar las escuelas según el acuerdo anterior.
En cuanto a Su santidad, si se nos permite recordar algunos asuntos, ¿qué le impedía visitar las Escuelas Pías?<ref group='Notas'>Falta un párrafo: publica et orbitati nota fuerunt, duo recenter, erecti ordines Religiosi, nimirum: Fratrum Reformatorum Discalceatorum Stmae. Trinitatis Redemptionis Captivorum, de quibus Tamburinus referit constitutionem ejusdem Sanctissimus de dato 20 augusti Tom 2 de Jure Abbatum. Et Congregatio Eremitarum Discalceatorum S. Augustini apud eundem Tamburinum eodem Tomo 2. Ad haec multum impensi studii visum est in ordinandis decretis pro Reformationem Ordinum Religiosorum, quae sub dato 5 julii publicam in lucem prodiverunt. Idem ordinatio demotionis pro inventione, seu potius repositione Reliquarum Stum. Lucii et Urbani Pontificum, nec non S. Ceciliae et Valeriani MM de qua sat fuse Papebrochius Tom I Martii. At super haec omnia… Traducido: (entre los asuntos que le impidieron visitar las Escuelas Pias) los hubo de carácter público y universal, como la erección reciente de dos órdenes religiosas, concretamente la de los Hermanos Reformados Descalzos de la Stma. Trinidad para la Redención de los Cautivos, cuya constitución con fecha 20 de agosto refiere Tamburino en su Tomo 2 sobre El Derecho de los Abades. Y la Congregación de los Eremitas Descalzos de S. Agustín, en el mismo Tamburino en el mismo tomo 2. Parece que además dedicó mucho esfuerzo para preparar decretos para la reforma de las órdenes de los religiosos, que fueron publicados con fecha 5 de julio. Hubo además la orden de traslado por el hallazgo o más bien reposición de las reliquias de los Santos Pontífices Lucio y Urbano, así como de Santa Cecilia y San Valeriano, mártires, de quienes habla abundantemente Papebroquio, en el Tomo I de marzo. Y además de todas estas cosas…</ref> Entre otras muchas cosas, padecía frecuentemente indisposiciones corporales, a causa de las cuales tenía sus reuniones con sus colaboradores postrado en su lecho. A causa de este hecho, no pudo abrir la puerta santa como era costumbre en la víspera de Navidad para comenzar el año jubilar que había anunciado en junio. Sin embargo se esperaba que el Pontífice, convaleciente de los dolores de podagra, pudiese llevar a cabo la ceremonia al menos el día de San Silvestre, que cierra el año, la cual se realizó con toda solemnidad, acompañado de los cardenales y el clero romano, como atestiguan los historiadores.