Diferencia entre revisiones de «GinerMaestro/Cap25/14»
(Página creada con «{{Navegar índice|libro=GinerMaestro|anterior=Cap25/13|siguiente=Cap25/15}} {{OCR}} '''''25.14. Ultima enfermedad, despedidas y milagros Estaban acostumbrados a llamarle...») |
(Sin diferencias)
|
Revisión de 14:09 23 oct 2014
Aviso OCR
Este texto ha sido obtenido por un proceso automático mediante un software OCR. Puede contener errores. |
25.14. Ultima enfermedad, despedidas y milagros
Estaban acostumbrados a llamarle el Santo Viejo, pero nadie sabía exactamente su edad; sin duda, era avanzadísima, casi rozando ya lo inverosímil. Y si por carta hacía ya tiempo que le deseaban y pedían a Dios le conservara aún la vida por muchos años, es que en realidad temían que se les fuera de un momento a otro. El P. Salazar le escribía en marzo de 1645: 'El Señor nos lo guarde un poquito más, pues le necesitamos mucho'; y en abril de 1646: 'padre mío, yo sufriré mientras v. P. viva (si no muero antes, y ojalá Dios lo quiéra, para no ver tal ruina), porque no puedo creer que la bondad del Señor le haga morir con tanto dolor. Pero si V. cierra los ojos y nosotros quedamos así, se acabó el Instituto. Hasta ahora he luchado, rogado y procurado que algunos de aquí no dejaran el hábito y por ello digo que los de Cáller seremos los últimos en morir, pero si V. P. vive'.<ref group='Notas'>EHI, p.1880, 1891.</ref> Y se equivocaba. Ni aun para la continuación de las obras de Dios son necesarios los santos.
A mediados de julio de 1648 salió de casa por última vez el ya achacoso P. General, acompañado del p. Angel Morelli y del joven clérigo siciliano Juan Domingo, para ganar ciértas indulgencias en la vecina iglesita de San Salvador, hoy desaparecida, que estaba situada en el extremo del actual Palacio del Senado, que da a la fachada de San Luis de los Franceses. Al volver hacia casa tropezó con una piedra y se lastimó el pie descalzo, pues llevaba sandalias 'a la apostólica'.No fue. gran cosa, pero lo suficiente para que le retuviera en casa sin poder salir.<ref group='Notas'>Los dos máximos cronistas primitivos, Berro y Caputi, nos dejaron relaciones muy detalladas de todo lo ocurrido en la enfermedad, muerte y funerales del Fundador de todo lo cual fueron testigos presenciales. Caputi escribió una primera relación en 1656, titulada ‘Breve narratione dell'infermità et morte del V. P. Gioseppe della Madre di Dio, Fondatore delle Scuole Píe (cf. CAPUTI, ‘Notizie Historiche’, vól. IV, parte IX, f.56-65). De ella sacó luego otra copia cambiando algo el texto y alargándola mucho al final (cf. ib., f.26-55). En 1673 escribió en Nápoles la ‘6ª. Relatíone’, en la que volvió a tratar el tema con mucha mayor amplitud y como nuevo relato (cf. ib., vol. III, parte VI, párrafo I., f.1-120). Fr. Egidio de Marigliano, OFM, amigo de Caputi y revisor de sus manuscritos napolitanos, compuso un Índice de esta relación -como hizo con otras- que dividió en números marginales (dos por página) (cf. EcoCen 11-12 [1948] 79-83). Por su parte, Berro escribió en 1664 una Vita del P. Fondatore delle Scuole Pie, cuya única copia existente la llevó a cabo Caputi en 1675 y fue incluida en su vol. IV (parte IX, f .1-26). Su cap. XXII (f.18-27) trata de la enfermedad y muerte del Santo, es decir, el mismo tema de las 'Breves narraciones' de Caputi. La distancia de años respecto a los hechos les hace confundir detalles a ambos, qué pueden corregirse y ampliarse con las declaraciones de testigos oculares, como Castelli, Morelli, Scassellati, etc., hechas en el Proceso Informativo de 1651-1653.</ref>
El primero de agosto, sábado, celebró su última misa, después de la cual se sintió indispuesto y se echó en la cama. Pero al día siguiente, aun siendo domingo, no se atrevió a decir misa por sentirse sin fuerzas, y esperó la hora de la misa de niños que se tenía todos los domingos en el oratorio doméstico, contiguo a su habitación. La celebró el P. Berro y el Santo Maestro asistió rodeado de los alumnos, recibiendo la comunión. Y éste es el momento que inmortalizó Goya en su célebre cuadro 'Ultima comunión de San José de Calasanz',<ref group='Notas'>Hasta 1990 se conservaba en la Iglesia de San Antón (Madrid), aneja al Colegio homónimo. Vendido éste, el cuadro se instaló en el Oratorio del ex Colegio Mayor Calasanz (Gaztambide, 65. Madrid).</ref> más exacto si hubiera añadido 'entre los niños', pues todavía comulgó varias veces antes de morir
La persistencia de su indisposición aconsejó llamar a los médicos, concretamente a cuatro en distintas ocasiones, que fueron: Juan María Castellani, ya médico de Gregorio XV, gran amigo y fundador con sus hermanos del Colegio de Cárcare y catedrático de Anatomía de la Universidad cercana de la Sapienza; Pedro Prignani, médico ordinario de casa, Ludovico Berlanzani y Juan Jacobo, médico que fue de Pablo V y su familia Borghese. Todos estaban de acuerdo en que era debilidad, cosas de la vejez, sin darle mayor importancia. Pero el enfermo insistía en que era cuestión del hígado, cuya dolencia padecía desde muchos años atrás. Y comentaba a los suyos: 'Los médicos no conocen mi mal. Cuando el Señor quiere llevarse a uno al cielo, quita a los médicos el conocimiento del mal, para que no apliquen los remedios oportunos'.<ref group='Notas'>Cf. BAU, BC, p.1166.1</ref> Y el remedio casero que usaba él para calmar sus ardores era aplicarse al costado una lastra de mármol que mojaba con agua fresca.<ref group='Notas'>En el inventario de objetos conservados en la habitación del Santo, hecho el 17 de junio de 1649, se incluyen cinco lastras de éstas, dos de ellas medio rotas (cf. R. PUIGDOLLERS, ‘Texto y actualización del inventario de 1688 de las reliquias de S. Jósé de Calasanz…’: Archivum 11 [1982] 163-164, n.50 y 56). Las cinco se conservan todavía (cf. ib., p.101, n.1-2).</ref> Otro remedio que prescribió el doctor Castellani, contra la opinión de los otros médicos, fue hacerle una sangría, recurso bastante frecuente entonces para muchos males.
De lo que más sufría, al parecer, era de sed, tanto por el ardor del hígado como por fiebre alta y continua y en pleno agosto romano. Los médicos le prohibieron beber, por lo que tenía que resignarse a mojarse la lengua o enjuagarse la boca. Un día le visitó un gran amigo, noble inglés, llamado Tomás Cocchetti, a quien había favorecido desde su llegada a Roma en 1616.<ref group='Notas'>Llegó a Roma viudo y con cuatro hijos, de los cuales tres fueron alumnos del P. General. Uno de ellos entró luego en el Colegio Nazareno y otro fue sacerdote escolapio. Además también los otros tres fueron sacerdotes: canónigo Regular de Letrán, monje celestino y monje benedictino respectivamente (cf. S. GINER, ‘El Proceso…, p.78-79).</ref> Y he aquí lo que contó de esta visita el P. Angel Morelli el 6 de marzo de 1652 como testigo en el Proceso Informativo:
- … estando muy abrasado por la fiebre y no pudiendo apenas hablar, le dijo el Sr. Tomás Cucchetti (sic),<ref group='Notas'>Generalmente escriben Coechetti, más siendo inglés, lo más probable es que se llamara Cook o algo parecido y que al llegar a Italia lo cambiara por Cocchetti, pronunciando Cucchetti, como debió de hacer Morelli</ref> gentilhombre inglés, camarero del entonces Rey Carlos Stuart de Inglatera, que tomara tajaditas delgadas de limones pequeños con azúcar y se las pusiera sobre la lengua, pues se la mantendrían más fresca; así hacía dicho Rey de Inglaterra. Habiéndole nosotros preparado algunas tajaditas cogió una, pero luego reflexionando que había sido un remedio usado por aquel hereje no quiso usarlo en modo alguno, abominando de aquel remedio por relación a la persona que lo había inventado. Y todo sucedió en mi presencia; más aún, yo mismo le serví dichas cosas'.<ref group='Notas'>ProInf, p.407-408.</ref>
Berro añade en su narración que en aquel momento entró él en el cuarto y preguntó qué pasaba. El P. García se lo explicó y entonces terció Berro para convencer al Santo Viejo, diciéndole: 'padre, los limoncitos han nacido en Roma; el azúcar será de España o Sicilia; el Rey Carlos ha muerto hace muchos años; os los damos nosotros, que somos sus hijos, que tiene que ver, pues, el ‘Rey Carlos’?' Mas de nada valieron estas palabras -continúa Berro- y no hicieron más que aumentar sus protestas: 'No lo quiero, no lo quiero, que es invención de un hereje', y conminó al P. Caputi, que tenía en sus manos la tacita de limones, que los tirara por la ventana.<ref group='Notas'>Cf. ‘Vita’, de Berro, en Caputti, o.c., parte IX, f.20.</ref>
Aunque un tanto exagerada la reacción, manifestaba con ello el Santo su aversión a la herejía y su profunda adhesión y reverencia a la fe católica que es lo que procuran resaltar los testigos-con esta famosa anécdota. Quizás esto le hizo reflexionar para buscar un medio más positivo y elocuente de profesar su fe, como veremos luego. Es curioso, sin embargo, que la biografía tradicional calasancia hasta el día de hoy atribuyó la invención de aquel remedio a Enrique VIII, contra quien iría concretamente la aversión del Santo enfermo.<ref group='Notas'>Cf. ARMINI, p.170; TALENTI, ‘Vita’, p.469; TOSETTI, ‘Compendio’, p.194; BAU, BC, p.1168 y 1186, etc.</ref> Pero Morelli y Berro nombraron al Rey Carlos, y Caputi habló simplemente del 'Rey de Inglaterra', sin darle nombre en un principio.<ref group='Notas'>Caputi en la primera versión de 1656 de su ‘Breve narratione’ (cf. n. anterior 185) no da nombre al Rey de Inglaterra, ni tampoco en la segunda versión, aunque no literal (cf. Caputi, o.c., parte IX, f.32r y 59r). Pero en la versión tercera, su 6ª.’Relatione’, escrita en 1673, ya le dio el nombre de Enrique VIII Rey de Inglaterra (cf . Caputi, o.c., vol. III, parte VI, párrafo 1,f.77v, n.307), y fue recogida la enmienda expresamente en el Índice de Fr. Egidio de Marigliano (cf. EcoCen 11-12 [1948] 81), que probablemente fue quien aconsejó el detalle. Berro compuso su ‘Vita’ en 1664, haciendo mucho uso del Proceso Informativo de 1651-1653, y por tanto copió de Morelli el nombre (equivocado) del Rey Carlos, como hemos visto en la cita textual. Pero cuando Caputi escribió la copia en 1675, añadió al texto de Berro una nota marginal que dice: 'quiere decir que el inventor es Enrique Rey de Inglaterra' (Caputi, o.c., vol. IV, parte IX, f.20r). Naturalmente, los autores posteriores al copiar a Caputi usaron por facilidad el Indice de Fr. Egidio y aceptaron el nombre de Enrique VIII, más famoso 'como hereje' que el rey Carlos.</ref> Y quien, podía zanjar la cuestión, es decir, el Sr. Cocchetti, nada dijo de esto en su declaración procesal, pero sí recordó que había servido 'la Majestad del Rey de Inglaterra, ‘por nombre Jacobo Estuardo’, de camarero secreto'.<ref group='Notas'>ProcIn, p.178. El reinado de Carlos Stuart I empezó el 27 de marzo de 1625, mientras Cocchetti estaba ya en Roma en 1616. Luego nada tuvo que ver con él, sino con su predecesor Jacobo I. No obstante, Morelli nombró al rey Carlos, cuyo nombre debió sonar mucho en toda Europa entonces por su deposición del trono el 30 de noviembre de 1648 y su decapitación el 30 de enero de 1649. Y Morelli depone el 6 de marzo de 1652, creyendo qué Cocchetti había servido a Carlos.</ref> Por consiguiente, lo más seguro es que 'el Rey hereje' fuera Jacobo I de Inglaterra (1603-1625), hijo de María Estuardo, cuyos secretos y detalles de alcoba y mesa debía conocer bien su camarero, Tomás Cocchetti, y no los del lejano Enrique VIII (+ 1547).<ref group='Notas'>Cocchetti debió hablar mucho a Calasanz sobre el rey Jacobo I, quien profesaba el calvinismo típico de Escocia, donde fue rey (1567-1603). La 'Conspiración de la pólvora' (1605) avivó la persecución contra los católicos de Inglaterra, imponiéndoles en 1606 el juramento de que habla Cocchetti en su declaración: 'salió un edicto, que todos los de la corte debían profesar cada Pascua con juramento que el rey de Inglaterra era la cabeza de la Iglesia' (ProcIn, p.178). Por ello, Cocchetti huyó de Londres. A este 'Rey hereje' aludía, pues, Calasanz y no a Enrique VIII, del que es inverosímil que se recordara en la corte inglesa, después de medio siglo (1547-1603) y tras el cambio de la dinastía Tudor por la Stuart, la minucia de 'las tajaditas de limón con azúcar'.</ref>
Desde que se corrió por Roma la noticia de que el P. José de las Escuelas Pías estaba gravemente enfermo, empezó un desfile interminable de ex alumnos, viejos amigos y personalidades de rango o enviados de las mismas que iban a visitarle… y a despedirse. Los testigos oculares recuerdan nominalmente a los religiosos: P. Constantino Palamolla, barnabita, santo varón, de noventa años como él, hermano del secretario del cardenal Ginetti; P. Tomás del Bene y P. Zacarías Pasqualino, célebres teatinos de la cercana comunidad de Sant’Andrea della Valle; P. Lucas Wadding, franciscano irlandés, fundador del convento romano de San Isidoro, que tuvo encontronazos con Mons. Albizzi; P. Vicente Cándido, dominico, Maestro del Sacro Palacio, con quien habló -recuerda Caputi- del P. Nicolás Ridolfi, General de los Dominicos, depuesto y encarcelado en el pontificado de Urbano VIII;<ref group='Notas'>Sobre los PP. Wadding, Vicente Cándido y Nicolás Ridolfi y sus relaciones con Albizzi y los Barberini cf. L. CEYSSENS, o.c., p.102, 200-201; 113; 105, 251-252.y Caputi en EcoCen 11-12 (1948) 81.</ref> a los cuatro Monseñores', ex alumnos suyos, Bernardino Biscia, Nicolás Oreggio, Carlos Vicente de Totis y Juan Francisco Ferentillo, Auditor del cardenal Antonio Barberini; a los enviados personales de algunos cardenales, como don Julio César, Maestro de Cámara del cardenal Ginetti, que le visitó varias veces; don Juan Bautista, hermano del cardenal Pallotta; don Julián, hermano del cardenal Giustiniani; otros mensajeros de los cardenales Lanti, Franciotti, Chigi, Cecchini, Colonna, así como del Condestable Colonna; a Pedro della Valle y sus cuatro hijos, todos discípulos de las Escuelas Pías. Quizás las lamentables condiciones en que había quedado el Fundador y su obra, prácticamente en desgracia de la Santa Sede, impidieron 'diplomáticamente' la visita personal de todos estos y otros purpurados amigos. El único que se sabe que estuvo en casa fue el cardenal Sacchetti, forzado un poco porque el día de los Santos Justo y Pastor (6 de agosto) se dedicó una solemne Academia o velada a dos nepotes suyos, y es de suponer que entrara a ver al Santo moribundo.
Hubo otras dos visitas especiales que acabaron en milagro: la de Sebastián Previsano, tendero de los bajos de San Pantaleón, que conocía al P. José desde hacía más de cuarenta y un años. Subió con muletas hasta la habitación del santo amigo y bajó sin ellas, después de haberle trazado la señal de la cruz al enfermo sobre la rodilla impedida.<ref group='Notas'>.BAU, BC, p.1170. Declaró en el primer Proceso Informativo (cf. S. GINER, o.c.,p.86-87).</ref> El otro agraciado fue el niño de cuatro años Francisco Domingo Piantanidi. Su padre Félix, notario, había sido discípulo del P. José. Su madre, viuda ya, le llevó a San Pantaleón, empeñada en que alguien subiera al niño al cuarto del Santo para que le tocara los pies, deformes de nacimiento, por lo que llevaba siempre zapatos ortopédicos. El P. Fedele lo llevó al P. José, acompañado del P. Caputi, y le rogaron que tocara los pies del niño y rezara por él. No sin cierta resistencia por sospechar que pretendían un milagro, el Santo Viejo hizo ambas cosas. Y a los cuatro días volvía la madre con el niño curado y con zapatos nuevos, para agradecer de algún modo la gracia recibida.<ref group='Notas'>En el proceso testificaron la madre, llamada Victoria Gracchi, y el P. Fedele (cf. S. GINER, o.c., p.85). Caputi lo recuerda también (cf. BAU, BC, p.847-849, 1165).</ref>
Y ya que de milagros hablamos, no podemos omitir dos famosas visiones o sueños o apariciones, reveladas por el Santo a algunos confidentes. Coincidieron un día en su habitación para visitarle el P. Castelli, que residía en el Noviciado del Borgo, y el P. Camilo Scassellati, Rector del Nazareno. De lo que confesó el P. General entonces hicieron declaración jurada ambos en el Proceso informativo de 1651-1653. El P. Castelli depuso:
- … fui a visitarle y le dije: 'Padre, me temo que queréis hacernos una mala pasada; queréis dejarnos; me da de ello mucho miedo'. Respondióme: 'Estoy en las manos de Dios; haga S. D. M. cuanto le plazca'. Y al replicarle yo 'En todo caso, V. P. no puede caer sino de pie', él me respondió bajito, confidencialmente: 'Sí, la Virgen me lo ha dicho, que esté contento y que no dude de nada'. Quedé yo suspenso ante aquella declaración, y para que la repitiera le dije: '¿Cómo, Padre, cómo está eso?' Y él repitió lentamente: 'La Virgen dé los Montes me ha dicho que esté contento, que no dude de nada'. Y lo hice repetir para que lo oyera otro Padre y lo repitió'.<ref group='Notas'>BAU, BC, p.1179-1180.</ref>
En términos análogos hizo su declaración ese otro Padre, que era Scassellati, confirmándola otros, como Armini y Bianchi, que lo sabían de oídas, y especialmente Caputi, que asegura que el Santo lo volvió a revelar a él y a los PP. García, Berro, Morelli y al Padre barnabita Constantino Palamolla.<ref group='Notas'>Véanse los-textos originales en italiano, de Armini, Scassellati, Castelli, Caputi y Bianchi en C.VIlÁ, ‘La Madonna dei Monti e il Calasanzio’: EphCal 9-10 (1980), 388-392. Y de Berro en su ‘Vita’ (Caputi, o.c., parte IX, f.91). No podemos menos de aludir -por objetividad histórica- a otra supuesta 'Aparición de la Virgen', ocurrida -se dice- en el Oratorio doméstico de S. Pantaleón, llamado hasta hoy 'Capilla de la Aparición', presidida por un lienzo que representa la escena: estando el Santo con los niños en la Oración Continua, se le apareció la Virgen con el Niño, quien bendijo a los presentes, es decir, a las Escuelas Pías, por sugerencia de su Santa Madre. Para perpetuar el hecho hizo pintar el Fundador un cuadro -hoy desaparecido- del que el actual (anónimo) sería una segunda-versión más artística. El primer autor que refiere el hecho es Armini en su ‘vita’, editada en 1710 (cf. p.238), pero ya compuesta en 1686. y no estaría muy seguro, si en el Proceso de 1690 no se atrevió a recordarlo, aunque sí habló de la Aparición de la Virgen de los Montes. El silencio absoluto de todos hasta ese momento, sobre todo habiendo hablado tantos de dicha visión de la Virgen de los Montes, deja sin apoyo serio la tardía narración de Armini. No obstánte, Talenti la recogió en su ‘Vita’ de 1753 (cf. p.127-128) y lo mismo Tosetti en su ‘Compendío’ (cf. p.78), dando así cuerpo a la falsa tradición. El primero en negarla fue Bau (cf. BC, p.495-501). No hay duda de que el cuadro, por tanto, no quiso representar 'un hecho', sino un símbolo: la protección de la Virgen a las Escuelas Pías (cf. L. PICANYOL, ‘La Capella dell'Apparizione della casa di S. Pantaleo dedicata a Maria Assunta’: Rass XVI [1950], 2-12).</ref> A este último hizo otra portentosa revelación, estando presentes en la habitación el P. Castelli y el P. Berro, que es quien la cuenta. Debió ser otro sueño o visión en la que fueron a visitarle todos los escolapios difuntos hasta entonces. Unos estaban de pie y otros sentados. Y preguntó el Santo al P. Constantino qué podría significar esa diferencia. El barnabita le preguntó a su vez con quiénes estaba el P. Glicerio Landriani, y el Santo respondió que con los sentados. Dedujeron, pues, que los sentados estaban ya en la gloria y los demás en el purgatorio. Añadió todavía el Santo que solamente faltaba uno, y al preguntarle luego Berro quién era, no quiso responder.<ref group='Notas'>BAU, BC, p.1190; TALENTI, ‘Vita’, p.463.</ref>