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25.13. Resquicios de esperanza
El fracaso de tantas intervenciones diplomáticas y otros intentos para conseguir algo positivo, hace que el Santo Fundador desconfíe cada vez más de los medios humanos y espere los auxilios divinos. Concretamente alude a ellos en la muerte de algunos personajes. La triste noticia de la del rey de Polonia le hace expresar en dos cartas la esperanza de que desde el cielo podrá conseguir más favores ante Dios de los que consiguió en la tierra ante su Vicario.<ref group='Notas'>C.4562, 4573.</ref> La muerte de Cherubini le da también esperanzas en sentido inverso, es decir, por haber desaparecido un obstáculo. Probablemente, su mayor confianza en estas ayudas de los difuntos se la dio la muerte del P. Pedro Casani, sobre todo por la afluencia de gente que asistió a sus funerales y ciertos rumores de que había obrado gracias o milagros, todo lo cual testificaba su fama de santidad y, por consiguiente, su mayor poder de intercesión. Murió el día 17 de octubre de 1647 a las 9 de la noche. En tres cartas escritas el 19 repetía el Fundador el mismo párrafo comunicando la noticia. Decía:
- Plugo a Dios Bendito que nuestro P. Pedro de la Natividad de la B. Virgen, después de larga enfermedad se le agravase el mal con un catarro muy fastidioso. Y como en el curso de su vida vivió muy devotamente, así plugo a Dios Bendito que el jueves por la tarde, 17 de los corrientes, en edad de 76 años, a dos horas y media de la noche. [las.9] muriera santamente. Llevado su cuerpo a la iglesia, todo el día del viernes hubo innumerable afluencia de pueblo. Nada diré por ahora de las gracias que algunos han recibido, salvo que fue necesario para impedir tanta afluencia meter el cuerpo dentro de casa. Esperamos que ayudará a la Religión más en la muerte que en vida. Tengan la bondad de hacerle los sufragios acostumbrados y si pasara algo de nuevo respecto a su cuerpo, les avisaremos'.<ref group='Notas'>C.4497-4499. En la c.4500 modifica algo, diciendo que estuvo expuesto el viernes 'y el sábado' y que hubo afluencia de pueblo 'y nobleza'</ref>
Antes de terminar el año 1647 empieza a interesarse por recoger información 'sobre la vida, virtudes y obras maravillosas', obradas por Dios por intercesión del P. Casani. A principios de 1648 hizo editar un folleto con la imagen del mismo y con el título de ‘Venerable’, 'con licencia -dice- del Maestro del Sacro Palacio', con la esperanza de que 'ahora ruegue por las necesidades de la Religión'. Tiene, pues, intención de iniciar el proceso de Beatificación, pero, como dice a primeros de agosto de 1648, 'veo también ahora las dificultades que hay al presente por falta de dinero para llevar a un notario y otros ministros por tantos lugares diversos. Me parece que será mejor diferir esto para otra ocasión más oportuna'.<ref group='Notas'>C.4575 y 4504, 4517, 4529, 4534,4551, 4563. Más documentación sobre la muerte, fama de santidad y principios del proceso en posCas, p.1516-1606.</ref>
El sembrador de esperanzas se iba acercando también a la muerte. Al escribir la citada carta sólo le quedaban 25 días de vida. Sin duda, mucho hubiera sido mantener su ilusión y su confianza en vivos y difuntos hasta el último momento y haber legado a los demás su optimismo. Pero, en realidad, hubiera sido demasiado poco. Hacía falta algo más que promesas y esperanzas. En aquel ambiente cerrado, en que las puertas sólo servían para salir, había sensación de asfixia. Y el Santo Viejo tuvo la inmensa satisfacción de ver abrirse una nueva puerta: la del noviciado.
En el nefasto decreto ‘In causa P. Marii’ del 15 de enero de 1643, por primera vez se había prohibido la admisión de nuevos novicios sin licencia del papa, licencia que no se había concedido nunca desde entonces. A mediados de 1645, dando crédito a ciertas cartas llegadas de Génova, que aseguraban que ya había licencia para vestir novicios, el P. Salazar Maldonado y su comunidad de Caller (Cerdeña) admitieron a siete novicios, pero al recibir luego noticias de que tal licencia aún no existía, escribió dicho Padre a Cherubini explicándole el error y rogándole por amor de Dios que no lo dijera a nadie 'ni menos a la Comisión, porque es cosa certísima que si esto se sabe, sucedería alguna ofensa de Dios y la ruina de alguien'.<ref group='Notas'>EC, p.2294.</ref> Y el mezquino Cherubini lo comunicó a la Comisión, de modo que medio año más tarde Pietrasanta se servía de ello para acusar a toda la Orden de desobediencia a la Santa Sede.<ref group='Notas'>EC, p.2121. La carta de Salazar apareció en el dossier de Paolucci (doc. 2), lo cual prueba que Cherubini la entregó a la Comisión Diputada, aun siendo carta dirigida personalmente a é1.</ref>
El decreto de la sesión 5ª. de la Comisión Diputada ‘renovaba’ la prohibición del breve ‘In causa P. Marii’ de admitir al hábito a nadie 'sin licencia de la Santa Sede', pero una mano desconocida borró esta alusión a las licencias pontificias, de modo que el Breve final de reducción prohibía categóricamente la admisión de nuevos candidatos al hábito religioso.<ref group='Notas'>EphCal 1 (1961) 29; EGC IX, p. 115-116. El breve final decía: 'ne de coetero ulli amplius in dicta religione recipiantúr et ne iam recepti in novitiatibus degentes Professionis emissionem admittañtur'. (EGC IX, p.218)</ref> El Santo respetó la prohibición, escribiendo el 5 de abril de 1647: 'aquí no se ha dado el hábito a nadie hasta ahora'.<ref group='Notas'>ef. c.4448.</ref> No obstante, la cuestión no parece que estaba muy clara, porque en julio de 1646 escribía el Fundador a Nikolsburg que el P. Salazar Maldonado había ido a Roma y 'el Card. Vicario Ginetti le había exhortado a que diera libremente el hábito a novicios, dado que antes de que pasasen los dos años de noviciado dijo que se encontrará remedio para hacerlos profesar'.<ref group='Notas'>C.4390.</ref> De nuevo, en octubre, escribe a Nikolsburg, matizando que no se puede vestir novicios 'conforme a las Constituciones antiguas'.<ref group='Notas'>C.4418.</ref> Pero sea por lo ya permitido en Cáller o por concesiones del obispo local, el caso es que en mayo de 1647 se empieza a admitir novicios en Nikolsburg.<ref group='Notas'>C.4469; EGC, p.549,552.</ref> Mas no debe ser la cosa muy ortodoxa, si en julio de ese mismo año presenta el Santo cartas de Bohemia a la Congregación de Propaganda Fide, pidiendo licencias para vestir novicios y el secretario Ingoli apoya la petición, sin que se consiga una concesión expresa.<ref group='Notas'>Cf. G. SÁNTHA, ‘S. Congr. de Propaganda Fide…’, p.120-121.</ref>
Sé llega por fin a enero de 1648 en que Mons. Albizzi da una interpretación de la prohibición del breve, según se expresa el P. General en carta a Nikolsburg: 'No le he escrito antes en los dos correos anteriores, esperando saber la voluntad de Mons. Asesor, el cual anteayer dijo a dos de nuestros Padres que no tenemos prohibido dar el hábito, y que podemos vestir tal como estamos ahora, pero no dar la profesión sin nueva orden de S. S.'<ref group='Notas'>C.4522.</ref> A mediados de julio completaba el Santo la noticia anterior con esta otra: 'En cuanto a dar el hábito a novicios, no hay Breve particular, sino licencia por escrito del Emo. Card. Vicario y dice que podemos vestir conforme al Breve, pero no se puede admitir a la Profesión a iradie sin nueva orden de S. S.'<ref group='Notas'>C.4568.</ref>
No se puede menos de reconocer la benevolencia del Card. Ginettiti y de Mons. Albizzi al conceder licencia para vestir de nuevo a novicios interpretando lo establecido en el Bqeve. Pero, francamente, no hay leyes exegéticas que permitan tal ‘interpretación. Por otra parte, nuestra admiración sube de punto al constatar la coincidencia de ambas opiniones en que no se puede admitir a nadie a la Profesión sin ‘nueva orden de S.S.' Tal licencia posible de S. S. quedaba excluida también en el Breve. Y con mucha lógica, pues la nueva Congregación de las Escuelas Pías no debía tener votos. Todo este embrollo de licencias y a prohibiciones con Breve o sin Breve -como otras veces- delatan a Albizzi. No obstante, el primero que da 'licencia' expresa para vestir es Ginetti en julio de 1646 al P. Salazar, mientras Albizzi la da año y medio más tarde, en enero de 1648, que es cuando se empieza a generalizar.
Desde la 'concesión' de Albizzi empieza, en efecto, el P. General a comunicar a todas partes la posibilidad de vestir novicios y en San Pantaleón empiezan a aplicarla a fines de mayo de 1648.<ref group='Notas'>C.4551 y 4528, 4531, 4533, 4552.</ref> Sin embargo, cuando en Nápoles admitieron a los primeros novicios, el cardenal Filomarino llamó a los superiores locales pidiéndoles razón de su osadía por estar prohibido por el breve. Le explicaron que el Vicario General de la diócesis les había dado licencia de viva voz y que en Roma se admitían ya novicios con todas las licencias de la Curia Romana. Pero el despótico Cardenal, sin atender a tales razones, metió en la cárcel pública a tres Padres: Francisco Trabucco, Juan Francisco Apa y Marcos Manzella. Escribieron a los de Roma, y Berro –que lo cuenta- se encargó del asunto, recurriendo a los Mons. Albizzi y Farnese y al Card. Ginetti. Dos cartas tuvo que escribir Albizzi al Cardenal de Nápoles para forzarle a liberar a los pobres encarcelados, después de más de cuarenta días de prisión, diciéndole 'que no había nadie que pudiese saber mejor la mente del Papa Inocencio X y que era una injusticia tenerles prisioneros'.<ref group='Notas'>BERRO III, p.61-63.</ref> Que era exactamente la idea de Albizzi y, por tanto, que Berro es fiel en transcribirla lo prueba otra carta del Monseñor, escrita el 10 de mayo de 1653 al obispo de Savona, que aún sentía escrúpulos por conceder licencias para vestir. Decía Albizzi que al reducir el papa la Religión de las Escuelas Pías en Congregación 'no fue intención de S. S. prohibir que pudieran vestir, con tal que no se les obligara a cualquier clase de votos, no queriendo que se extinguiera el Instituto tenido por útil en la Iglesia. De esta intención de S. S. estoy plenamente informado por haber sido Secretario de aquella Comisión y haber redactado la Bula'.<ref group='Notas'>EC, p.68, n.3.</ref>
Un poco tarde aclaraba Albizzi su propia mentalidad y aun la del Papa, aunque más que aclaración era tergiversación, pues todos habían entendido el Breve como prohibición absoluta de admitir novicios. Cabría sospechar, ante estas incongruencias interpretativas de Albizzi que después de tanto forcejeo de la Corte de Polonia y de otros personajes, tanto el Papa como Albizzi comprendieron que habían ido demasiado lejos y 'no pudiendo retractarse', decidieron dar esta extraña versión del breve, que en realidad no era sólo un resquicio de esperanza, sino una verdadera puerta abierta de par en par.
En estos últimos años, tan cargados de tribulaciones, debieron parecerle también como nuevas puertas abiertas a la esperanza las dos propuestas de fundación en España, concretamente en los Reinos de Valencia y Aragón. La primera la ofrecieron los Marqueses de Quirra y Nules y Condes de Centelles (Castellón) en agosto de 1646, residentes entonces en Cáller. La Marquesa era dirigida espiritual del P. Salazar, y ambos muy afectos y bienhechores del colegio. El P. Salazar, sin duda, les informaría de la prohibición de fundar y del estado lamentable en que se encontraba la Orden después del breve de marzo de aquel mismo año. Por ello, la Marquesa alude a la intervención buscada de un agustino, Asistente de España, 'para que alcanze de el Sr. Cardenal Ginetti licenzia para dilatar esta Religión al Reino de Valencia, donde tenemos nuestro estado… y… comodidad de podérsela hazer a los Padres'.<ref group='Notas'>EHI, p.1762.</ref> El P. General se excusó, no pareciéndole oportuno hablar de ello con el papa, 'habiendo mostrado ánimo de querer más bien extinguirla que extenderla [la Religión], pero si el Señor nos consuela poniéndola de nuevo en pie, v. Sría. Ilma. será servida en primer lugar'.<ref group='Notas'>C.4428. Fechada el 1 de diciembre de 1646.</ref> Y así quedó la cosa…
La segunda petición se la dirigió el 4 de febrero de 1648, a nombre del Consejo Real de Aragón, don Miguel Pablo Gamón, que termina su carta diciendo: 'holgaríame cierto ser instrumento para la introducción de tan Santa Religión y tan provechosa al bien común y particularmente de los menesterosos'.<ref group='Notas'>EcoCen 8 (1947) 28-29.</ref> A esta petición, cuya respuesta no conocemos, puso el Santo mayor interés, relacionándola con su amigo y casi paisano don Miguel Jiménez Barber, que había manifestado su deseo de ser escolapio y que Calasanz ya le veía en Cerdeña haciendo el noviciado y partiendo luego con algunos Padres a fundar el primer colegio de Escuelas Pías en sus tierras de Aragón.<ref group='Notas'>Cf. c.4543,4547.</ref> Pero todo quedó también en agua de borrajas.