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25.03. La abominación de la desolación
En la carta en que comunicaba al rector de Frascati la lectura del breve fatal en el oratorio de San Pantaleón -carta escrita por su secretario de entonces, el P. Bandoni, puso el Santo Viejo su acostumbrada firma, dejando para la Historia la expresión más sincera de su estado de ánimo profundamente abatido y desconcertado. Las letras de su nombre, no ya temblorosas por sus muchos años, sino angulosas, confusas, apelotonadas y emborronadas, van bajando de izquierda a, derecha como algo que se derrumba, apoyadas en el extremo de su firma española que mantiene, no obstante, su perfecta horizontalidad, como base inquebrantable.<ref group='Notas'>Véase fotograbada en CS, II, p.160-161 y compárese con otras seis en ib., p.64-65. </ref> Y le decía, como un comentario anticipado a esa firma: 'Yo no sé a qué agarrarme; digo esto, si bien yo no quiero otra Religión, sino estarme así hasta que Dios quiera. El mismo día había escrito a Génova: 'Ha salido el Breve que manifiesta claramente la ruina de la religión, pero yo espero que cuanto más la mortifiquen tanto más la exaltará Dios'.<ref group='Notas'>C.4346 y 4345, fechadas el 18 de marzo de 1646.</ref>
Entre tales sentimientos de ruina, desolación y esperanza, hay uno especial de desconcierto, de enigma incomprensible, qué repite con frecuencia: 'no puedo acabar de entender que un Instituto tan útil y requerido en toda Europa y alabado aun por los herejes, pueda la malicia humana destruirlo tan fácilmente, y mientras me quede aliento tendré esperanza de verlo restablecido en su prístino estado'.<ref group='Notas'>C.4341 y 4348, 4366…</ref> Ni deja tampoco de reiterar la convicción, propia y ajena, de que los causantes de la ruina han sido los jesuitas, y no concretamente Pietrasanta. Escribe a Messina: 'Aquí [en Roma] se dice públicamente que todo ha sido una operación de los PP. Jesuitas, porque ya hace tiempo que algunos de ellos en diversas provincias han dicho a los nuestros que pronto se destruiría Ia Religión de las Escuelas Pías'. Y al obispo de Malta le decía: 'Habrá sabido por el aviso de las gacetas la ruina de nuestra Religión, procurada por quienes Dios sabe'. y de las gacetas de Venecia le escribía su amigo Miguel Jiménez Barber en sabroso castellano:
- La mala nueba presto corre, pues toda Benetia está llena de la mala determinación que se a tomado cerca de las cosas de su Instituto de V. Rma., Pues todas las gacetas hablan dello cómo, a mandado el Papa que no se vistan más y queden sujetos a I’ordinario; y tan bien dicen los avisos públicos, que todo ha sido a instancia de los bravos padres de la compañía de Jesús, de que aquí no pocos murmuran de su ambición… Me perdone i lleve con paciencia estas mortificaciones que sus hijos tan malos le an causado, que Dios les dará el pago que merecen i Móns. de Albis [Albizzi] lo pagará con pena de Dios…'.<ref group='Notas'>C.4347, 4353 y EHI, p.165. Es innegable la constante referencia, al menos desde la década de los años 30, de la hostilidad de los jesuitas; la insistencia cóñ que hablaban de la próxima destrucción de las Escuelas pías desde que empieza el periodo aciago provocado por Mario; la difundida convicción de que ‘ellos fueron los causantes del desastre’, como dicen estos últimos textos citados. Con todo, no es fácil probar con documentos fehacientes quiénes fueron las personas concretas de la Compañía –si las hubo- responsables de esa obra de destrucción; o cuáles fueron los medios, hechos y escritos con que intervinieron, particularmente respecto a la Comisión Diputada. La hipótesis más verosimil gira en torno a las presiones ejercidas sobre Albizzi, dada la familiaridad con ellos, como ya vimos, o sobre los cardenales Spada y Roma, tan empeñados en la destrucción absoluta de la Orden. Pero es sólo hipótesis y faltan hechos documentados. Por otra parte, lo que más interesaba a los jesuitas era quitar la enseñanza secundaria, de latín y humanidades, a los escolapios (como harán luego en el transcurso de la historia), pero eso no lo consiguieron, y aun Pietrasanta, en este caso, se pone de parte de los derechos de los escolapios. Es un tema, por consiguiente, en el que quizá se ha supuesto demasiado, pero se ha probado muy poco.</ref>
Berro recuerda los juicios que sobre el breve dieron algunos personajes amigos de la Orden. Así Mons. Ingoli, secretario de Propaganda Fide, dijo al ver el breve impreso: 'En otro pontificado podrán servirse de él para tapón de frasco'. El Abate Orsi, Internuncio de Polonia dijo: 'Es un Breve hecho a hachazos... No dudéis... que en otro pontificado será anulado'. Y el cardenal Fabio Chigi, futuro Alejandro VII: 'Es un Breve hecho con poca consideración; gran carrera han hecho, destruyendo sin causa una Religión… Pero os prometo que si me viene a tiro la pelota, la jugaré a favor vuestro'.<ref group='Notas'>BERRO II,p.215 y III, p.5-6.</ref> ¡Y bien que la jugó cuando sucedió a Inocencio XI
A estos juicios condenatorios del breve se unieron las manifestaciones de condolencia: 'Aquí en Roma -escribía el Santo- todos nos tienen compasión, pero nadie quiere ser el primero en tratar del asunto con el papa'.<ref group='Notas'>C.4366 y BERRO III, p.5.</ref> Y de fuera de Roma escribían al atribulado General destituido, expresándole la solidaria compasión de la gente, sobre todo en los pueblos pequeños: 'No se puede imaginar V. P. -le escriben desde Pieve di Cento- el gran disgusto que tienen en general estos paisanos, sintiendo en extremo nuestra contrariedad, y aún más lo sentirían si tuviéramos que irnos. Pero les hemos asegurado que no les abandonaremos, mientras nos provean de la acostumbrada ayuda para vivir'. Desde Cárcare le dicen: 'En estos pueblos todos nos compadecen y sienten estos contratiempos, manteniendo hacia nosotros aquel afecto y caridad de antes, pues procuramos darles satisfacción en el pueblo y fuera de él'. Desde Ancona: 'Aquí no puede imaginarse cuánto se nos compadece y todos en general esperan nuestra reintegración'. Y de Cesena: 'El Sr. Card. Fachinetti le manda doble saludo a V. P. y al P. Pedro [Casani]… y siente mucho el asunto de la Religión; casi lloraba y se maravilla, pero no puedo escribir todo lo que me ha dicho'. De Varsovia le decían: 'Los PP. Carmelitas descalzos nos compadecen mucho y su P. Prior, que es persona docta, me decía el domingo, que en conciencia se podría decir que no obedezca nuestra Religión, porque lo que se ha hecho procede de ‘male narratis’, y creo que habrá otros que digan lo mismo'. Y los había.<ref group='Notas'>EHI, p.1438, 275, 1788, 2101; EEC, p.1086.</ref>
Pero frente a la general compasión de los amigos abundaron también las burlas y denuestos, insultos y humillaciones de otros, particularmente en las calles, como escribe Berro de Roma:
- Los que iban a la cuestación por la ciudad oían mil despropósitos; los Padres que acompañaban a los alumnos a sus casas, según costumbre, eran afrentados y mortificados, sobre todo cuando se encontraban con otros muchachos que salían de otras escuelas diciendo en alta voz: 'Mira los Padres de la ‘Descongregación’; mira las Escuelas de aluvión (‘Scuole delle Piene’, en vez de Scuole Pie); están excomulgados, desobedientes al Sumo Pontífice, dan escuela contra la voluntad del Papa', y otras cosas que no recuerdo. Así que se evitaba en cuanto era posible salir de casa para no avergonzarse tanto. Y no sólo en Roma sucedía esto, sino también en otras ciudades, donde había Escuelas Pías. En verdad se podía decir de los Pobres de la Madre de Dios lo que decía S. Pablo de sí mismo: Hemos venido a ser como la basura del mundo y el desecho de todos (1 Cor 4,13)'.<ref group='Notas'>BERRO III, p.7.</ref>
Efectivamente, de todas partes llegaban a manos del Santo los ecos de las injurias y desprecios de que eran víctimas sus hijos y las lamentaciones y lágrimas de quienes se sentían heridos, desconcertados como él, desesperanzados, y que pedían cartas y palabras suyas como único consuelo. Véanse algunos ejemplos. De Nápoles: 'Somos ya la fábula del mundo'. De Cáller: 'Quería Dios perdonar a las ciudades nefandas de Sodoma y Gomorra si había cinco justos, en tiempos del ‘Dios de las venganzas’, y ahora ¿es posible que no haya cinco justos en las Escuelas Pías?... No puedo casi tener la pluma en la mano, no veo bien por las lágrimas; después de cuatro años de martirio hemos salido con esto… un Instituto tan Santo y necesario en la Iglesia de Dios, Religión de la virgen ¿es posible?; no lo acabo de creer hasta que no vea el Breve editado'. De Nursia: 'quién nos hubiera dicho después de tantos años, que nos veríamos reducidos a este estado al que nos ha llevado la malignidad humana, o mejor dicho, diabólica… No creo que Dios perdone a quien ha hecho tanto mal… el mundo dirá: algún gran mal habrán hecho éstos si se les ha reducido a ese extremo'. De Florencia: 'No sé qué decir, sino consolarme con V. P. y llorar la miseria común, a la que tan difícilmente me resigno… Pero siento la gracia particular de N. Señor, que si bien me aflige la ignominia, que creo hemos recibido, sin embargo, tengo viva la esperanza de que Dios nos pondrá en pie de nuevo'. Otro de Cáller: 'Aquí estamos desacreditados fuera de lo creíble, y no sabemos qué partido tomar… por amor de Dios, no deje de consolarnos con algún consejo, pues entre tantos disgustos no encontramos más consuelo que en sus cartas'. Y otro más: '¿Quién podrá explicar, Padre mío carísimo, la pesadumbre de nuestra desdicha, el rubor, la vergüenza en que estamos? Tengo por cierto, que si el Señor no nos consuela, caeremos enfermos de dolor; después de tres años y meses de pena, considere, Padre, en qué laberinto nos encontramos con estos benditos Jesuitas. El Señor perdone al causante de tal resolución. Tendrá que vérselas con Dios y no con los hombres… Todos llorando como niños nos ponemos a sus pies, rogándole que no pierda el ánimo, que espero que el Señor nos consolará'. Uno de Génova: 'Los pobres limosneros están ya cansados de oír tantos reproches de los seglares y lo que es peor, de no encontrar apenas limosnas, siendo despedidos por todos diciéndoles: Vuestra Religión está disuelta, y no se da limosna a quien quiere volver al siglo, y cosas así. Somos el escarnio de todos y todos nos señalan con el dedo. Mas no falta quien nos tenga lástima. Le aseguro, padre, que a muchos les caen los brazos'. Y otro de Génova: 'Escribo y no sé lo que escribo por la enorme angustia que siento por la desgracia ocurrida a nuestra afligidísima Religión. Si supiera que la Religión es inútil en la Iglesia, o bien, que ha hecho algún mal grave, sería un alivio para mi dolor. Pero sabiendo que todo ha sucedido por la pasión de unos pocos, tanto de dentro como de fuera, no puedo sosegarme ni encontrar descanso'.<ref group='Notas'>EHI, p. 1616, 1892, 2211, 1519, 194, 820, 147 , 1341.</ref>
A todos estos insultos exteriores y angustias interiores se unían las voces de los agoreros y falsos consejeros que les decían que no estaban obligados ya a los votos; que se podían ir tranquilamente a sus casas sin pedir breves ni dispensas que sólo servían para sacar dinero y dar de comer a los oficiales de curia. Más todavía, que el papa quería que todos se fueran a sus casas o se buscaran medios de subsistencia; que iba a lanzar excomunión para que dentro de pocos días todos dejaran la descalcez y se vistieran como el clero secular; que el papa no quería ya que se hicieran escuelas de gramática y humanidades para los pobres y, por tanto, las Escuelas Pías eran nocivas a la sociedad; que sólo enseñaran catecismo; que el papa había dado órdenes de que se despojase, aun a la fuerza y acudiendo a esbirros, a quienes fueran por la ciudad con el viejo hábito de las Escuelas Pías.<ref group='Notas'>BERRO III, p.7 y II, p.220. Con fecha 24 de marzo de 1646-ya escribía el Santo a Berro: 'se duda si nos quitarán la pobreza y el vestir a la Apostólica [ir descalzos], que es como extinguirla: se duda también que nos quiten el latín de las escuelas, que quedaría extinguida del todo, en seguida'. (c.4348)</ref>
Por segunda vez, y no ya solamente el Santo Fundador y sus venerables Asistentes, sino todos los pobres escolapios sin distinción, en Roma y fuera de Roma, pasaban por la ‘Calle de la Amargura’. Y no es fácil decir qué era más doloroso, si oír las voces exteriores que les llenaban de vergüenza, o las interiores que les incitaban a dejarlo todo, porque ya no había esperanza de sobrevivir.