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23.06. Los principios de un mal gobierno

Las cosas sucedieron con mucha rapidez. Terminado el proceso de Faustina el 24 de noviembre, como el P. Mario estaba en Roma, Mons. Albizzi le preguntó -según Berro- 'de qué manera quería ser remunerado por el Santo Oficio por tal denuncia, y él pidió que le hicieran Provincial de las Escuelas Pías de Toscana'.<ref group='Notas'>Cf. BERRO II, p.17; la versión de Caputi en BAU, BC, p.883.</ref> Mons. Asesor se encargó de pedir al P. General que extendiera el nombramiento oficial. El pasado 20 de octubre había tomado posesión del cargo el P. Jacobo Tocco, pero por razones de salud había tenido que dejarlo a los pocos días y salir de Florencia. El puesto estaba vacante.<ref group='Notas'>Cf. L. PICANYOL, o.c., p.147, n.2.</ref>

Ni el P. General, ni el Cardenal Protector estaban conformes en admitir este nombramiento. Pero los del Santo Oficio, de cuya Congregación era también miembro Cesarini, 'no han tenido consideración a nuestro Sr. Cardenal -escribe el P. Settimi al príncipe Leopoldo el 14 de diciembre- que se ha esforzado mucho por impedir a dicho padre tal dignidad, alegando razones que hubieran debido no sólo privarle del Provincialato, sino que eran suficientes para meterle con justicia en la cárcel. Mas a estas propuestas respondían dichos Señores (como muchas veces me lo han dicho a mí), que conocían muy bien a dicho Padre y sus cualidades, pero que ahora no se podía hacer otra cosa, importando mucho a la Sda. Congregación que este hombre sea reconocido y remunerado'.<ref group='Notas'>EC, p.2466-2467. Toda la carta es una queja o un ataque contra el modo de proceder del Santo Oficio. Véase este otro párrafo: 'la S. Congregazione l’ha remunerato con il detto Provincialato, volendo ancora che apparischino costà [en Florencia] gli onori che si danno a simili uomini che rivelano al Tribunale le indegnitá degli uomini'. Con razón Mons. Albizzi decía -añade Settimi- 'che ero buon Religioso, eccetto peró che gli pareva che io stimassi poco il Santo Offizio'. Recuérdese, además, que era el secretario ocasional y confidente de Galileo.</ref> Entiéndase que al decir que 'conocían muy bien a dicho Padre y sus cualidades' no querían significar que lo consideraran apto y digno del cargo por sus dotes y virtudes, lo cual hubiera sido olvidar todo lo que habían leído en los procesos hechos y en las declaraciones orales; sino que, a pesar de saber cómo era, creían necesario recompensarle, dándole lo que pedía. Berro hace notar, además, que el cardenal Cesarini había leído también los procesos hechos contra el P. Mario.<ref group='Notas'>Cf. BERRO II, p.16.</ref> Con lo que confirmaba ampliamente el mal concepto que de él tenía desde tiempo atrás.

El P. General tuvo que resignarse y extendió el nombramiento oficial el 4 de diciembre. Pero Mario no estaba satisfecho. Pensando en Florencia, no estaba dispuesto a encontrarse de nuevo con alguno de los que le habían humillado y aun vapuleado. Y pidió plenos poderes para elegir de toda la Orden a los religiosos que formaran la comunidad de la casa florentina en que él había vivido y seguiría viviendo como Provincial. Y el Santo Oficio impuso al P. General que aceptara este insano capricho. Berro añade el detalle de que la primera patente de nombramiento, que era la normal, no gustó; redactó otra con más amplios poderes y fue rechazada también; entonces el Fundador 'dijo al Ilmo. Mons. Asesor que se dignara redactar una según sus deseos y que él la firmaría y pondría su sello. Y lo hicieron con todas las peticiones y gustos del P. Mario'.<ref group='Notas'>Ib., p.17. BERRO confunde aquí las ideas, aludiendo al futuro nombramiento de Vicario General. Esta patente última y definitiva ha desaparecido. A ella parece aludir el Santo en la c.3955. Sántha presenta la primera, fechada el 4 de diciembre de 1641, diciendo al final que se diferencia de las normales, pues manda que deben obedecer a Mario todos los religiosos de la Orden, y no sólo los de Toscana. Se equivoca, sin embargo, pues el texto es idéntico a otros nombramientos.de Provincial, por ejemplo, el de Alachi (cf. EGC X, p.316). La frase en cuestión distingue simplemente entre 'los ‘Ministros locales’ en la misma Provincia' y 'todos los demás hermanos' de la misma Provincia, se entiende (cf. G. SÁNTHA, ‘Card. Franciscus Albitius…’, p.61-62, n.26).</ref> Fuera de este modo o de otro, lo cierto es que Mario recibió estos poderes extraordinarios. La primera vez que el P. General alude a ellos es el 14 de diciembre, manifestando con heroica sencillez su plena obediencia al Santo Oficio, que es como obedecer al papa. Dice:

V. R. debe saber, que la Sda. Congregación del Santo Oficio, que no suele dar órdenes sin que lo sepa Su Santidad, ha ordenado que el P. Mario vuelva a Florencia como Provincial… y que él se elija los sujetos a su gusto, a lo que yo he obedecido de buena gana, y he dado orden a todos los que dicho Padre tiene en lista, para que vayan cuanto antes a Florencia, y a todos mandaré la obediencia de rigor, a fin que cumplan esta orden de la Sda. Congregación'<ref group='Notas'>C.3824. En otras cartas especifica: 'e per la Casa di Firenze ha faccoltà d’elegersi la famiglia che vuole' (c.3834 y 3835, 3839, 3840, 3847…).</ref> .

Y empezó el trasiego. Despiadadamente, el P. Mario comenzó a pedir Padres y Hermanos de los colegios de Italia, sin consideración ninguna a los desórdenes que provocaba en ellos al dejar en pleno curso clases sin maestros adecuados, casas sin rectores o administradores, con una insaciable voracidad y un espíritu insensato, que nos hacen pensar si en el fondo lo que pretendía era el prestigio de su propia casa florentina o el descalabro de toda la Orden. Y el pobre P. General tenía que explicar a cada uno de los mandados a Florencia las razones de su traslado, instándoles a obedecer las órdenes del Santo Oficio.

Desde que recibió el nombramiento de Provincial a principios de diciembre de 1641 hasta finales de enero de 1642.<ref group='Notas'>El 11 de enero de 1642 decía el General que Mario saldría de Roma dentro de diez días (c.3870), y la primera carta que le escribe a Florencia lleva fecha del 2 de febrero de 1642 (c.3908).</ref> se entretuvo en Roma sin justificación alguna, a no ser esperar que el General formara la nueva comunidad florentina de selectos y pacificara los ánimos de todos, probablemente contrarios a su nombramiento. Y efectivamente, durante esos dos meses, con heroica paciencia y resignación, escribe el P. General a todos los elegidos por Mario que dejen su colegio y sus ocupaciones y vayan a Florencia.<ref group='Notas'>Véanse las numerosas cartas siguientes: 3834, 3835, 3839, 3840, 3841, 3842, 3847, 3852, 3865, 3868, 3877, 3880, 3881, 3906. Y dos modelos de obediencias de fecha posterior: c.3956 y 3957.</ref> Más todavía, el primero de enero de 1642 firmaba el Santo Viejo una humillante carta circular dirigida a la Provincia Toscana, en la que tras unas breves palabras de recomendación y confianza en el celo, caridad y buenos deseos del nuevo Provincial, a requerimiento indudable del mismo, derogaba todas las disposiciones dadas hasta ahora como General de la Orden, proclamando los nuevos poderes del Provincial, con lo que prácticamente reconocía su plena autonomía. Decía:

… a tenor de la presente… derogamos, anulamos y declaramos de ningún valor cualquier orden, privilegio, facultad o licencia tanto general como particular de cualquier clase, que haya sido concedida por nosotros en el pasado a cualquier religioso nuestro, tanto superior como súbdito, residente en la mencionada provincia [toscana], a no ser que sean confirmadas por el Provincial… ni queremos en adelante conceder ni concederemos facultad o licencia alguna sin saberlo dicho Provincial, y si algún religioso, tanto superior como súbdito residente en esa provincia… obtuviere de nosotros cualquier licencia o facultad o privilegio, aun mínimo, sin saberlo el Provincial… lo declaramos subrepticio y de ningún valor… '.<ref group='Notas'>C.3854ª.</ref>

No hay que quitar una tilde siquiera a la enorme gravedad e injusticia de este forzado decreto, pues no sólo abdicaba el-General de sus legítimos derechos sobre la Provincia Toscana, sino que el Provincial mantenía la omnímoda libertad de despachar de su provincia a quién quisiera y llamar de las otras a todos los que deseará. Y ello sin la menor acusación -por el momento- de culpa en el General, sino sólo por complacer al delator de los abusos de la Faustina.

Muchos eran ya los cambios realizados cuando a fines de enero de 1642 llegó Mario a Florencia, pero aún no estaba satisfecho y no cesaba de pedir más gente. El 2 de febrero le escribe el Santo que sólo de Roma ya han salido once para Florencia, y le da razón de otros siete pedidos.<ref group='Notas'>C.3908. Cf. también c.3910.</ref> Hasta el 22 de marzo sigue el Santo escribiendo una carta semanal y comunicándole con detalle las peticiones que ha hecho y las dificultades que se interfieren, pues están en pleno curso y no es fácil llenar vacíos. Semanalmente escribe también a los Provinciales de Nápoles y Génova presentando y urgiendo las peticiones del impaciente e insaciable Mario.<ref group='Notas'>Se conservan seis enviadas a Mario, otras seis a Génova y dos a Nápoles (cf. EGC VIII, p.78-105) y en todas se trata del tema.</ref> Mas a pesar de todo, aún se lamentó al Santo Oficio de que el P. General no obedecía a la Sda. Congregación, pues no le mandaba la gente que le pedía. y en el Santo oficio, de nuevo, le creen a él, y sin cerciorarse si dice la verdad o miente, mandan a un notario a San Pantaleón el 22 de marzo para que lea un comunicado en el que se insiste en que 'sin réplica alguna manden a Florencia a todos los Padres de dicha Orden llamados y requeridos por el P. Mario… bajo graves penas, al arbitrio de la misma sda. Congregación'.<ref group='Notas'>Cf. BERTLIK, o.c., 4 ( 1954) 90.</ref>

Nada extraño, pues, que el mismo día 22 de marzo escriba el P. General a Mario, hablándole de otros once que está mandando a Florencia y le añada frases como éstas: 'si en toda la Religión le parece que hay algún otro a propósito, dígamelo, que se lo mandaré en seguida'; 'por favor, dígame de una vez los que desea que vayan a Florencia, para que pueda mandárselos y proveer en su lugar lo mejor que pueda'; 'yo en manera alguna me interpondré para deshacer lo que V. haga, sino que le ayudaré en todo lo que sea necesario'.<ref group='Notas'>C.3955.</ref> No es menos significativo lo que le escribe el 26 de abril, con expresa referencia a la personal voluntad de Mons. Albizzi:

Días pasados fui a Mons. Ilmo. Asesor a mostrarle la lista de los Padres y Hermanos que V.R. había querido para la casa de Florencia y otros más que pedía V.R. de nuevo, sobre todo teniendo en cuenta que muchos han salido de la Orden declarando nula su profesión, y quedan pocos sujetos aptos para hacer bien la escuela. Dicho Mons. con toda benignidad sintió la escasez de sujetos, pero no obstante quiere que se manden a V. R. los que sean necesarios…'

Y termina:

Le ruego mucho que considere el daño que puede acarrear a algunas casas, quitándoles los sujetos necesarios, mas estoy dispuesto a cumplir lo que mande Monsr. Ilmo. Asesor'.<ref group='Notas'>C.3980.</ref>

Quejas semejantes abundan en otras cartas, así como la preocupación de que obedezcan todos al Tribunal del Santo Oficio.<ref group='Notas'>c.3966, 3969, 3978, 3982, 3985</ref> Léase esta última carta conmovedora en que el Santo pone el dedo en una de las llagas que más le duelen: los niños pobres. Dice:

Respecto al p. Domingo Antonio aunque aquí [en Roma] se pierde la escuela de niños poco de música que aprendía se ganaban el pan, sin embargo, se lo mando, Si bien me manifestó gran deseo de irse a Nápoles para ver a su madre, pobre vieja, pero yo no se lo he querido conceder, sino que le he ordenado que partiera cuanto antes para Florencia'.<ref group='Notas'>C.3999. para colmo, le recuerda que el último Capítulo General había prohibido tener clases de música fuera de Roma</ref>

El Santo Fundador y su Orden estaban entrando –sin saberlo- en un callejón sin salida, empujados por el despecho y la irresponsable de Mario Sozzi. Pero a la vez, se acentuaba la responsabilidad de quienes no llegaban a comprender o aceptar que, tal como estaban las cosas, enfrentarse al P. Mario era desafiar osadamente al Santo Oficio, con todas las de perder.

Notas