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23.01. Los primeros síntomas

Fatalmente, en las vidas de los Santos no faltan nunca quienes les ayudan a serlo,-llevándoles por la calle de la amargura, pero cargando luego con la odiosidad y condena de la posteridad. En la larga vida de San José de Calasanz no faltaron adversidades y perturbaciones, pero ninguna como la que empezaba ahora, a sus ochenta y pico de años. Y el promotor era el P. Mario Sozzi, una especie de 'genio del mal' para todos los biógrafos del Santo. La responsabilidad de lo ocurrido estaba ciertamente en manos de quienes ostentaban el poder y la autoridad, pero en Mario radicaba en cierta medida la malicia o la-inconsciencia.

Lo reprobable de su conducta desde que empieza su fatal protagonismo, a fines de 1639 en Florencia, hizo que los biógrafos, basándose en los primeros cronistas de la Orden, Berro y Caputi, vieran en su vida anterior algunas sombras o incluso síntomas de su maldad futura. Se dijo que cuando entró en el noviciado de Nápoles el 19 de mayo de 1630 tenía ya 40 años y que en relación con ello el P. General escribía que el Provincial, P. Casani, anduviera muy cauto en admitir a novicios de edad.<ref group='Notas'>C.1315, fecha del 2 de febrero de 1630.</ref> Sin embargo, recientes investigaciones han precisado que nació el 7 de abril de 1608 en Chiusi (y no en Montepulciano, como se decía), y por consiguiente tenía sólo 22 años al entrar al noviciado. El propio Fundador le consiguió las dispensas necesarias para ordenarse de diácono y sacerdote en mayo de 1630, semanas antes de empezar el noviciado, augurándole 'que el Señor lo haga un gran ministro suyo'.<ref group='Notas'>C.1378, fecha del 3 de mayo de 1630. Véase en Bau el concepto peyorativo que se tenía de Mario, según la tradición, desde las primeras noticias que de él se sabían (BAU, BC, p.851-885). Las nuevas aclaraciones, basadas en recientes hallazgos archivísticos, se deben al P. Vilá (cf. C. VILA, ‘El P. Mario Sozzí’: Archivum 5 [1979] 57-86; 7-8 [1980] 87-140).</ref>

Lo más probable es que en los primeros años de su vida religioso - sacerdotal se comportara con cierta normalidad y que sus actividades -había entonces pocos sacerdotes en las casas- fueran más pastorales que docentes, atendiendo preferentemente a las confesiones de propios y extraños. No obstante, en su primera estancia en Florencia, con miras a la Cuaresma de 1633, el P. Castelli escribe al P. General que no puede confiar mucho en el P. Mario, que, además, 'se muestra más apasionado de lo que V. cree'.<ref group='Notas'>EHI, p.606.</ref> Y es probable que tenga relación con este juicio de Castelli lo que Calasanz escribe un mes más tarde al P. Graziani, a Nápoles, al decirle que hay tres Padres en Florencia que quieren pasar a los franciscanos reformados y el P. Mario a los camaldulenses, y -añade- 'aunque parece dañoso para la Religión, yo lo considero útil, pues así se librará la Religión de estos religiosos inquietos y soberbios, que no saliéndoles las cosas a su gusto, no se puede vivir con ellos'.<ref group='Notas'>C.2208. En abril de 1642 escribía Calasanz a Mario que no se acordaba ni creía tampoco que le hubiera pedido alguna vez pasar a otra religión (c.3980). No hay contradicción entre ambas cartas, pues en la segunda dice que no se acuerda, y en la primera no afirma expresamente que Mario le hubiera pedido licencia, como lo hicieron los otros tres.</ref>

De su paso por Poli hay quejas de haberse puesto de parte del párroco local y en contra de su propia comunidad en una cierta controversia,<ref group='Notas'>Cf. BERRO II, p.6.</ref> así como de haber escrito desde Frascati a la Duquesa de Poli dejando en mal lugar a un religioso de aquel colegio, lo cual disgustó a la Duquesa y al Fundador, que lo cuenta.<ref group='Notas'>C.2534.</ref> Sin dar excesiva importancia a estas disensiones provocadas por él en la vida comunitaria, no deja de verse cierta posible relación de su rápido paso por tantas casas en tan poco tiempo y su carácter inquieto y quisquilloso. En efecto, después de un año de Noviciado en Nápoles (1630-1631), se le ve residente en Roma, Florencia, Nápoles, Palermo, Roma, Poli, Frascati hasta 1637, en que de nuevo retorna a Roma y allí permanece hasta su salida a Florencia, en noviembre de 1639.

Más significativo es lo que refiere Berro sobre una mala costumbre adquirida por Mario y relacionada, al parecer, con su trato frecuente con mujeres, penitentes o simples devotas, que acudían a las iglesias donde él confesaba:

… en la casa de Poli -escribe Berro- le encontré yo, por valor de varios escudos, objetos de devoción y cintas y cosas semejantes. Decía tener licencia, pero yo avisé a los Superiores y 'fue reprendido por la gran cantidad que tenía. Con todo, al ir a Florencia hacía peor, sirviéndose del confesonario como almacén para todo, haciendo tanto en este como en su cuarto mil escondrijos, donde guardaba confites, dulces, mazapanes y toda clase de comestibles, y cintas y otros regalos para toda clase de gentes. Vuelto a Roma, se le encontraron en el cuarto mil rarezas, no sólo aderezos de mujer costosos, sino también trenzas, espejos y cosas semejantes, indignas de estar en el cuarto de un religioso y además descalzo como nosotros, y que hemos hecho voto de suma pobreza. No se sabe dónde las encontraba o de dónde sacaba el dinero para comprarlas'.<ref group='Notas'>Cf. BERRO II, p.6.</ref>

Más que ridículo es escandaloso este espíritu de urraca, y no por lo que tenía de goloso, sino por todo lo demás, aunque es verdad que, aun siendo tantos los dicterios que contra él se lanzaron, no se le tachó nunca de licencioso en ningún aspecto, como se hará con su compinche y sucesor Cherubini. En cuanto a la fuente de dónde sacaba el dinero, el mismo Berro se responde a sí mismo, exagerando quizá las tintas negras en el rechazo y durísimo reproche en boca de la propia madre de Sozzi:

… su madre dijo más de una vez a algunos de los nuestros que no le tenía como hijo por las malas costumbres que tenía siempre, y que seguramente la comadrona se lo había cambiado'…

Y después de repetir las mismas ideas, continúa en otro lugar:

se quejaba mucho de las cosas y del dinero que le sacaba y de la gran cantidad de misas que le hacía celebrar, según le escribía dicho P. Mario, y prorrumpía en palabras de gran sentimiento y lamentándose decía: En vez de decir misas él para mí, he de satisfacer yo cada día sus obligaciones. No es mi hijo, no es mi hijo, me lo han cambiado, no son costumbres de mis hijos las suyas'.<ref group='Notas'>Ib., p.15-16.</ref>

En contraste con estas quejas y acusaciones añadamos, que al parecer, fue vicerrector de Poli y de Frascati, aunque por pocos meses, y no sin protestas de las comunidades.<ref group='Notas'>C. VllÁ, o.c., 7-8 (1980) 119-123.</ref> Más honroso para él fue que, al celebrarse en 1637 los Capítulos provinciales en vistas al Capítulo General del mismo año, el P. General nombró al P. Melchor Alacchi visitador general y presidente de todos ellos, y al P. Mario Sozzi, secretario de los mismos. Y efectivamente, en calidad de tal asistió a los de las Provincias de Liguria, Roma, Nápoles y Sicilia, además de representar, como vocal suplente, al rector de San Pantaleón en el Capítulo Provincial romano.<ref group='Notas'>Ib., p.123-131.</ref> Estos últimos detalles honrosos para la memoria de Mario fueron omitidos por Berro y silenciados igualmente por los biógrafos, por desconocerlos.<ref group='Notas'>Véase, como ejemplo, BAU, BC, p.851-855.</ref> Aunque tales cargos nada quitan a la gravedad de su futura conducta, sin duda manifiestan cierta confianza y aprecio del P. General en las dotes personales del P. Mario.

No obstante, si tan satisfactoria fue su actuación para Calasanz y para las cuatro Provincias italianas, y tan notable el crédito personal y adquirido como secretario de los cuatro capítulos provinciales, como afirma alguien recientemente,<ref group='Notas'>Así lo cree Vilá, convirtiendo además sin documentación alguna al p. Mario prácticamente en director de los dos Capítulos de Sicilia, Nápoles, al retirarse de Narni el P. Alachi(cf.C. VILÁ, o.c., p.130-131).</ref> lo lógico hubiera sido que se recompensaran sus méritos y se aprovecharan su experiencia y sus dotes haciéndole participar en el inmediato Capítulo General como vocal de alguna de las cuatro Provincias -al menos de la romana, a cuyo Capítulo Provincial asistió, además, como suplente del rector de San Pantaleón- o con algún cargo generalicio. Pero no hubo nada de ello.

Notas