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22.02. Tonsura y bonete exclusivamente

La apertura de ánimo , y benevolencia de Calasanz en conceder bonete y tonsura a los operarios queda patente en una carta del 7 de enero de 1628, en que dice: 'en cuanto a llevar bonete los Hermanos, me parece conveniente que todos los que sean aptos para recibir la primera tonsura, la reciban y lleven bonete y se llamen Clérigos menores.<ref group='Notas'>C.762 (cf. n.8 anterior).</ref> Con la misma generosidad de términos se había expresado el Capítulo General o Congregación de 1627, unos dos meses antes, al instituir los Clérigos Operarios. La concesión fue recibida por los Hermanos con satisfacción, y como era de esperar, muchos debieron de ser los que expusieron sus deseos de promoción. La elección, sin embargo, había quedado confiada a la prudencia de los PP: Provinciales, reducidos prácticamente a dos, es decir, el P. Pedro Casani, Provincial de Nápoles, y el P. Francisco Castelli, Provincial de Génova, pues el P. Jacobo Graziani, nominalmente Provincial de Roma, no ejercía, asumiendo sus funciones el propio P. General.

Ni Casani ni Castelli se mostraron debidamente prudentes y comedidos en conceder bonetes y tonsuras, como dejó escrito Berro en sus Memorias, diciendo que 'N. S. P. Fundador y General se lamentó conmigo de que dos de los Superiores o Provinciales de Nápoles y Génova le destruían la Religión dando el bonete a Hermanos legos y vistiendo a otros con el nombre de Clérigos Operarios'.<ref group='Notas'>BERRO I p.224. Anteriormente (ib., p.168) había recordado ya la escena, sin nombrar a los Padres ni decir siquiera que eran Superiores, añadiendo: 'yo suprimo los nombres por respeto, pero él los nombró a los dos'.</ref> Con lo que -no obstante reticencias anteriores- desvelaba que tales Provinciales eran los PP. Casani y Castelli y que esta liberalidad en prodigar bonetes y tonsuras había ocurrido particularmente en el primer año de la concesión.<ref group='Notas'>Efectivamente, el P. Casani fue Provincial de Nápoles desde abril de 1627 hasta octubre de 1631 (cf. EEC, p.119-120); el P. Castelli lo fue de Génova desde octubre de 1625 hasta mayo de 1630 (cf, EHI, p.569-570); el P. Berro vivió junto al Fundador en esos años desde 1625 hasta fines de 1628 (cf. EHI, p.294). Luego la conversación de Berro con Calasanz tuvo que ser durante el año comprendido entre noviembre de 1627 -al terminar la Congregación General que instituye los Clérigos Operarios, a los que se alude- y finales de 1628, en que Berro deja Roma, siendo simultáneamente Provinciales Casani y Castelli.</ref> .La queja del Fundador era, por otra parte, muy coherente, si se tiene en cuenta que se lamentó bastantes veces de la ligereza o facilidad con que solía admitir candidatos al noviciado de Nápoles el P. Casani.<ref group='Notas'>C.797, 1160, 1315. Queriendo excusar a Casani, el P. Vilá acusa injustamente a Calasanz de despreocupación por la selección de vocaciones (cf. ‘Juicio Histórico-crítico…, p.119-132).</ref>

Hubo, pues, en un primer momento grandes deseos y demandas de bonete y tonsura por parte de los Hermanos que enseñaban en las escuelas primarias, a lo que condescendieron con excesiva facilidad los PP. Casani y Castelli. Pero la cuestión empezó pronto a complicarse cuando los Hermanos, sintiéndose ya clérigos, comenzaron a proponerse la posibilidad de llegar al sacerdocio, a pesar de la expresa exclusión de tales aspiraciones con que había nacido la institución de los Clérigos Operarios.

Durante años, el P. General y sus Asistentes se mantuvieron firmes y constantes en negar el sacerdocio a los Hermanos pretendientes, amenazando con tomar medidas disciplinares, pues iba en contra de lo establecido.<ref group='Notas'>Calasanz escribe el 11 de enero de 1631: 'Quanto alli fratelli operarii che pretendono esser sacerdoti, se sono novitii mi avisino che io li leveró il pensiero, se sono professi parimente mi avisino chi sono che io vi manderò il rimedio' (c.1560).</ref> Incluso se considera que tales pretensiones son fruto de soberbia, tachándolas hasta de pecado grave, como escribe el Fundador en carta del 10 de marzo de 1629, dando razón de tal imputación:

Lo siento mucho por el H.º Juan [Castiglia] de S. Esteban, que mientras se mantenga en la opinión de querer ser sacerdote está en pecado mortal… pues prometió en la profesión no pretender en la Religión oficio o dignidad alguna y queriendo ser sacerdote va directamente contra la promesa hecha a Dios en público, pretendiendo una dignidad que no merece'.<ref group='Notas'>C.1075. En la fórmula de la profesión, común a todos, se decía, efectivamente: 'Promitto etiam me nunquam curaturum, ne indirecte quidem ut in aÍiquam Prelationem vel ‘dignitatem’ in Congregatione eligar seu ‘promovéar…'. (CC, n.31)</ref>

La actitud del P. General era de total intransigencia, sin permitir excepción alguna, pues si se cedía una vez, se dejaba ya brecha abierta, por donde seguirían pasando quienes no tenían ni ciencia suficiente ni dotes adecuadas a la altísima dignidad sacerdotal, tantas veces exaltada por él en sus cartas. Y ello supondría un desorden grvísimo en la Religión. He aquí cómo se expresaba escribiendo el 10 de enero de 1632 al P. Alacchi:

En cuanto al asunto del Hº. Juan, [Verdún] de Santa María, él sabe bien lo que es necesario para ser sacerdote, pero habiendo vestido desde un principio para Hermano operario, el hacerle ahora sacerdote sería trastornar la Religión, pues hay otros que saben para ser sacerdotes y si vieran este principio, habría que hacerles a todos sacerdotes, y aun aquellos que no saben, querrían ser sacerdotes. Por tanto en este asunto, que tenga paciencia dicho Hermano, pues su pretensión y la de otros nace de pura soberbia, aunque parece escondida, y los soberbios no son ni para la Religión, ni para-el cielo, si no se enmiendan'.<ref group='Notas'>C.1733. Véase el texto corregido por Moncallero (CCP, p.154-157).</ref>

Fueron en cierto modo palabras proféticas. Hubo Hermano que viéndose honrado con la coronilla y el bonete soñó, en su sencillez e ingenuidad -más que en su soberbia-, poder llegar al sacerdocio. Y las insistentes preguntas, más o menos maliciosas o burlonas, de sus parientes y paisanos sobre su ansiada ordenación y-primera misa llegaron a trastornar su salud. A uno, de ellos le afectaron tanto estas bromas, que murió de melancolía<ref group='Notas'>Cf. c.1385 y 1739.</ref> .

Ante la firme actitud, mantenida por el General y sus Asistentes, de no promover al sacerdocio a ninguno de los Hermanos tonsurados, no cabía otra solución más que resignarse a ello o salir de la Orden. Los pretendientes comprendieron que esa alternativa podía considerarse definitiva cuando el P. Fundador fue nombrado General vitalicio el 12 de enero de 1632 por Urbano VIII.

Para salir de la Orden dos eran los medios normales para los profesos solemnes, según las normas canónicas: pasar a otra religión o declarar inválida la profesión. Hubo algunos que optaron por lo primero, bajo el pretexto de aspirar a mayor perfección en alguna de las religiones reformadas. Y el P. General fue especialmente comprensivo y benévolo, no sólo dando plena libertad para tales deseos, sino prestando también su apoyo e intercesión para que fueran admitidos en otras Órdenes. En sus cartas de estos años suele recomendar o aprobar con complacencia el paso a los dominicos, agustinos descalzos, carmelitas, franciscanos reformados y camaldulenses.<ref group='Notas'>Cf. c.2157, 2204, 2263, 2267, etc.</ref>

Más- complicado era el recurso a la nulidad de la profesión para poder volver al siglo. En este caso, junto a quienes con buena intención querían salir para poder fuera ordenarse de sacerdote, no faltaban quienes querían aprovecharse de la ocasión para desligarse de los votos y de la obediencia, recurriendo incluso a testimonios falsos para probar que habían hecho la profesión forzadamente (‘per vim et metum’),<ref group='Notas'>Cf. c.1067, 2110, 2204, 2210, 2226, 2267, 2276.</ref> o bien antes de haber cumplido los dieciséis años, como exigía el Concilio Tridentino.<ref group='Notas'>Cf. c.2244, 2248; Conc. Trid., sesión XXV, ‘Decret. de regularibus, c.XV’.</ref>

Notas