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21.09. Reaparición del P. Alacchi
Para muchos -no excluido el Santo Fundador-, la peregrinación jacobea del P. Melchor Alacchi debió de parecerles demasiado corta, cuando a fines de mayo de 1629<ref group='Notas'>Ib., p.1693. </ref> puso pie en el puerto de Nápoles. Y no es que no hubiera intentado alargarla mucho más embarcándose en Lisboa rumbo a las Indias orientales. Pero una tormenta obligó a volver al puerto de salida. Dejó allí a su compañero, el P. Sebastián Montagnani -quien se estableció luego en Zafra (Badajoz) hasta su muerte-y atravesando la península llegó a Barcelona, en cuyo puerto embarcó para Cerdeña, desembarcando en Cáller a principios de 1629. Había salido de Génova en octubre de 1627.
Es indudable que el P. Alacchi es uno de los personajes más curiosos, extraños y conflictivos de todo el entorno de Calasanz. Durante toda su vida creó problemas de convivencia dondequiera que estuvo, tanto si era en comunidades numerosas como si tenía a su lado uno o dos compañeros tan sólo. En cambio, tenía dotes especiales para ganarse la admiración y protección de altos personajes. Era el caso típico del religioso que no se entiende con sus hermanos de claustre, pero encuentra amigos fuera en todas partes. Y no para evadirse de la observancia regular y obtener privilegios y valimientos en provecho propio. Era, además, el hombre hábil a quien se encomiendan los problemas que los demás no saben resolver, tanto si son de diplomacia o relaciones públicas como de administración o economía casera. Y en aquel ambiente de suma pobreza, querida y profesada por regla, era fácil deslizarse hasta la miseria y difícil mantener un justo término medio de moderación en las casas que se iban abriendo o en las que necesitaban reformas. En tales situaciones interviene a veces el P. Melchor, como encargado de obras de construcción o reforma, buscando a la vez y encontrando fondos para financiarlas. Aunque sumamente austero consigo mismo, tiende a superar el mísero nivel de vida que imponen los rigores pauperistas de otros, como Casani, provocando protestas y acusaciones de relajado.
Por todos estos motivos, el P. Alacchi fue siempre un 'signo de contradicción' hasta su muerte. No obstante, sería injusto considerarle como un personaje anecdótico, sin más trascendencia que dar pinceladas de colorido y exotismo en la biografía calasancia, dadas sus rarezas y excentricidades. Por encima de sus defectos y sus virtudes sobresale de modo inequívoco su profundo y sincero amor filial por la Orden y por su fundador.
No es fácil, sin embargo, definir lo que este último sentía por él en la sinceridad de su alma. Reconocía sus dotes positivas y las aprovechaba hasta donde le permitía la actitud adversa de algunos de sus Asistentes, como Ottonelli, Casani y Castelli; admitia, quizá con excesiva facilidad, las críticas y acusaciones graves contra él, sin salir en su defensa, aun cuando provenían de quienes no merecían tanta credibilidad; la dureza con que le trata a veces en sus cartas personales, dejando al desnudo sus defectos, contrasta con la confianza con que requiere su presencia y su ayuda en asuntos serios para la Orden. Cabe pensar que las iniciativas propias o empresas que le encomendó el Fundador hubieran tenido mayor éxito si Alacchi se hubiera sentido más defendido y apoyado por él y lo hubiera sido efectivamente. Cabe también suponer que Calasanz se encontrara como incapacitado o cohibido para salir en defensa de Alacchi y para exaltar sus méritos, por no chocar con la actitud generalizada de aversión hacia el siciliano, basada en su carácter difícil, pero también en envidias y rencillas típicamente frailunas.
Donde más se advierte su amor al Instituto y su aportación positiva es en su incansable actitud de exaltación y expansión del mismo por dondequiera que iba. Es como una fuerza impulsora, cuyo idealismo algo irreflexivo y temerario contrasta con la moderación realista del Fundador, que reacciona frenando primero y cediendo después en algunos casos. Incluso se nota la tendencia de Alacchi de fundar en ciudades grandes -Cáller, Ancona, Venecia, Padua, Lugano, Palermo, Mesina-, donde más fácilmente se puede asegurar el sustento económico de las casas y los religiosos y admitir mayor número de alumnos, contra la preferencia del Fundador por pueblos pequeños y pobres. No en vano, pues, merecen nuestra atención las andanzas y los problemas del P. Melchor.
A finales de 1628 o principios de 1629 salía del puerto de Barcelona el P Melchor y llegaba al de Cáller, capital del reino de Cerdeña, bajo la soberanía española. Por su cuenta y riesgo se entrevistó con las autoridades municipales, proponiéndoles que tanto ellos como el Virrey de Cerdeña pidieran una fundación de Escuelas Pías al P. General de la Orden. Ganados por la convincente palabra del P. Melchor, los ‘Conselleros de Cáller’ -así se firman-, después de presentar sus instancias al Virrey, escribieron al P. Fundador una preciosa carta el 31 de enero de 1629 en perfecto castellano, en que decían:
- Con la venida que el P. Melchior de Todos los Santos hizo a esta Ciudad hemos tenido noticia del grande provecho, que así en lo tocante a virtudes, como también a letras humanas hace la S. Religión de V. P.Rma. en essa Ciudad de Roma y demás de la Christiandád en donde tiene convento, con grande servicio de Dios N. Señor. Y deseosa esta Ciudad de participar-de tan gran thesoro para bien de los que viven en ella, ha suplicad a su Eza. el Sr. Birrey de este Reyno con un memorial se sirviese interceder para que se sirva honrar a esta Ciudad, con hacerla digna de tan S. Religión que se confía han de quedar ambas majestades [Dios y el Rey de España] muy servidas y esta Ciudad notablemente mejorada en santidad y virtud con esta fundación'.<ref group='Notas'>Cf. EphCal 5 (1959) 199, n.38. </ref>
Con fecha del 16 de febrero de 1629 le escribía también el Virrey, don Jerónimo Pimentel y Zúñiga, marqués de Bayona, apoyando la petición de 'los Conselleros': “hágolo -decía-con todas veras y con ellas se lo suplico a V. P. R., asegurándole que será particular merced, pues, estaré desbanecidísimo de que en mi tiempo [1627-1631] se consiga cosa tan del servicio de entrambas majestades”.<ref group='Notas'>C.1115. </ref> .
Con harto sentimiento debió responder Calasanz, denegando la petición y aduciendo las razones de siempre de falta de personal preparado. Por estas fechas, además, urgía, aún la prohibición del Papa (que el mismo Fundador había solicitado) de aceptar nuevas fundaciones durante dos años.<ref group='Notas'>Cit. en SCOMA I, n.60. No cita literalmente a Caputi, sino más bien lo resume. </ref> . Mas quizá no invocó este decreto, pues llevando fecha del 27 de junio de 1627, sólo tenía vigor hasta el próximo junio de 1629, es decir, cuatro meses después de la súplica del Virrey. Nada se hizo, pues, por entonces. Pero once años más tarde, en noviembre de 1640, llegaron a Cáller los escolapios para fundar casa, atendiendo a las nuevas instancias de la ciudad.
De Cerdeña zarpó para Sicilia, el P. Melchor, y sin prisas visitó a amigos y parientes, consiguiendo una donación para fundar un noviciado en Naro, su pueblo natal. 'Estaría bien -le escribía et P. General al enterarse-, pero no hay sujetos para atenderlo'.<ref group='Notas'>C.1129. </ref> A fines de mayo dejó la isla y desembarcó en Nápoles, siendo acogido en el colegio de Puerta Real, del que era rector el P. Provincial, Pedro Casani. Por aquellas fechas se tramitaba la compra de una casa contigua para remediar las estrecheces extremas en que se vivía, muy del gusto del P. Casani, como hace notar Caputi en estas líneas sobrecogedoras:
- Estaban verdaderamente los Padres en la nueva casa tan incómodos y estrechos y cinco por habitación, que al p. Melchor, hombre tan fervoroso, le parecía estar en un potro. El P. Pedro [Casani] lo había arreglado haciendo tabiques y compartimentos con tablas y esteras, que no bastaban para librarse del frío y tan lleno de chinches, que parecía lugar, no ya para ermitaños, sino más bien para bestias. Ni quería el P. Pedro tomar alguna otra casa, antes bien, quería que todos gozaran estando míseramente'<ref group='Notas'>'Quanto alla fabrica di Porta Reale mi pare che il P. Provinciale ha gusto grade del modo che si tiene et spero piacerâ quando sará finita secondo mi scrive. (c.1196) 'Mi scrivono che il refetforio et cucina della casa di Porta Reale sono riusciti molto bene, che vi saranno 35 celle che mi pare una gran cosa in cosi piccola casa' (c.1231) (cf. SCOMA I, nn.60-61). </ref>
El P. General, sin embargo, no estaba satisfecho con tales estreche-y a mediados de junio escribía: 'en cuanto a la compra de la casita, dada la gran necesidad que hay de ensancharse un poco, me gustaría que se hubiera adquirido cuanto antes, y si no se lograra y tuvieran que estar con la incomodidad que están actualmente, se pensará entonces si no sería más conveniente buscar sitio en otra parte, pues no faltarán en Nápoles'.<ref group='Notas'>Calasanz lamenta las deudas contraídas en las obras y el capricho del P. Melchor de haber puesto una fuente en medio del comedor (cf. c.I237), mientras Alacchi en sus Memorias acusa a Casani de haber gastado mucho dinero excavando el subsuelo de la casa en busca de tesoros ocultos (cf. SCOMA I, n.62). </ref> Una semana más tarde se había comprado ya la casa. 'Et provincial dejó las obras de reforma en manos del P. Alacchi, quien las llevó a cabo en pocos meses, con la aprobación y satisfacción manifiesta del General y del Provincial.<ref group='Notas'>Cf. c.1133, 1142, 11l47, 1156, 1157, etc. </ref> No obstante, no faltaron desavenencias entre el P. Melchor y el P. Casani por su diversa actitud ante la pobreza y sus manifestaciones, que repercutieron en los juicios peyorativos del P. General contra Alacchi al terminar las obras.<ref group='Notas'>C.1226,1231 y 1242. </ref> Pudo también excitar la irascibilidad de este último la frecuente intervención del P. Cherubini, cuyo control en las obras y gastos pedía o aconsejaba el P. General en sus cartas.<ref group='Notas'>'Licentiam tibi concedimus, ut non solum ad loca Terrae Sanctae, sed etiam,si occasio tibi se obtulerit, ad Indias Orientales contendas, et in itinere quaecum loca sacra, quocumque te ire contigerit, pro salute animarum et tua consolatione, invisere valeas Et si Institutum nostrum ab aliquibus Dominis seu communitatibus postulatum fuerit, statim per litteras nobis significes, ut tibi socios ex nostris fratribus submittamus' (SCOMA I, n.65). </ref> Y unos y otros provocaron su reacción: a primeros de octubre de 1629 empieza a proponer su deseo de irse en peregrinación a Jerusalén.
Desde un principio el P. General aceptó la idea, convencido de que las acciones y reacciones del controvertido siciliano hacían insoportable su presencia, y ta mejor solución era tenerle alejado. Esta fue una de las ocasiones en que el Fundador lanzó contra Alacchi sus más duros juicios: 'en cuanto al P. Melchor -decía-, Yo creo que sigue con su Soberbia y precipitación y, por tanto, pienso darle licencia para ir a Jerusalén para que haga allí sus fervores, pues estando aquí y no acatando la obediencia como debe no puedo menos de resentirme de las cosas pasadas'. Y luego: “veré de mandar la licencia para el P. Melchor, que no estará quieto hasta que se muera”.<ref group='Notas'>Cf. c.1283 y 1284. </ref> Y así sería, en efecto. Pero quien fomentaría y aprovecharía esa inquietud para el bien de la Orden sería precisamente el P. Fundador.
EI 29 de noviembre de 1629 firmaba el P. General una licencia de viaje (‘obediencia’), cuya amplitud de términos manifiesta el deseo de tenerle alejado el mayor tiempo posible, dándole además la ‘posibilidad de promover nueves fundaciones’ con la promesa de mandarle colaboradores.<ref group='Notas'>C.1293. </ref> Una grave enfermedad le tuvo postrado hasta fines de año,<ref group='Notas'>Cf. SCOMA I, n.69; EHI, p.64, n.1. A esta fundación Ie dio Calasanz particular valor estratégico por ser escala para ir a Venecia, a Alemania por Trieste y a Oriente por Dalmacia (cf. CCP. p.86 y 130). </ref> de modo que salió de Nápoles ya entrado el mes de enero camino de Ancona, con prohibición de pasar por Roma.<ref group='Notas'>Cf. SCOMA I, nn.71-72, 76. </ref> En Ancona embarcaría hacia Venecia, de donde partían las naves para Oriente. En los veinte días que estuvo en Ancona esperando pasaje para la Ciudad de las Lagunas, se puso en contacto con ciertos personajes y autoridades locales, proponiéndoles una posible fundación de Escuelas Pías. Y de hecho, en junio de aquel mismo año el Concejo aprobó la idea y empezaron los trámites oficiales que culminaron con la apertura de las escuelas en julio de 1633, tras no pocas dificultades, como ya vimos.<ref group='Notas'>C.1365. Fecha: 19 de abril de 1630. </ref>