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20.02. La Visita Apostólica de 1625 antecedentes
Uno de los acontecimientos más importantes, vividos en San Pantaleón durante el Año Santo, fue la Visita Apostólica del mes de octubre. El papa Urbano VIII, con legítimos deseos de promover la reforma eclesiástica, a los pocos meses de su elección -ocurrida el 6 de agosto de 1623-, decidió promulgar una Visita Apostólica a la ciudad de Roma con la bula ‘Militantem Ecclesiam’, del 27 de marzo de 1624, un mes antes de proclamar para toda la Iglesia el Jubileo de 1625.<ref group='Notas'>Cf. ‘Bull. Rom’. La bula ‘Omnes gentes’ del Jubileo lleva fecha del 29 de abril de 1624 (ib., p.145). No parece, sin embargo, que la Visita Apostólica fuera como una preparación para el jubileo, como a veces se afirma, pues nada de ello se dice en dichas bulas y de hecho la Visita se prolongó hasta 1632. </ref>
Los Visitadores tenían poderes amplísimos respecto a toda clase de lugares y personas. Debían visitar basílicas, iglesias y demás lugares píos, pertenecientes al clero secular o regular: podían someter a interrogatorio a cualesquiera personas, así como recibir cualquier clase de escritos, memoriales, relaciones, delaciones, acusaciones, denuncias contra cualquier clase de personas, tanto eclesiásticas como seculares o regulares de cualquier estado, dignidad o condición; respecto a los religiosos, podían también inquirir sobre su estado, reglas y constituciones, instituto y estatutos, régimen y costumbres, vida común, ritos, disciplina, doctrinas, idoneidad y observancia, tanto de los superiores como de los súbditos.<ref group='Notas'>A la bula primera, ‘Militantem Ecclesiam’, de promulgación, siguieron otras complementarias, especificando personas, incumbencias, etc. </ref>
La Visita comenzó el 14 de abril de 1624, Domingo ‘in Albis’, en San Juan de Letrán, como ordenaba la bula de promulgación, y el papa en persona visitó las basílicas de Letrán, San Pedro y San Pablo, y lo mismo hicieron los cardenales en sus respectivas iglesias titulares.<ref group='Notas'>Cf. PASTOR, o.c., vol. 28, p.254. </ref> Fueron nombrados Visitadores Apostólicos los seis obispos siguientes: Ulpiano Vulpi, Rafael Invitiato, Octavio Mancini, Ludovico Sarego, Antonio Díaz y Alejandro Bosco. De ellos ejerció de secretario Octavio Mancini hasta el 4 de abril de 1626, en que le sustituyó Antonio Ricciulli, que fue nombrado también Visitador el 25 de abril de 1626, junto con otros cuatro, a saber: Antonio Séneca, Jacobo Crescentio, José Anselmo y Fr. Jerónimo de Castroferrato, capuchino.<ref group='Notas'>Cf. G. SÁNTHA, ‘Calasanctius et Visitatio Apostolica ’: EphCal 4 (1959) 161, De los seis Visitadores nombrados el año anterior, R. Invitiato había muerto el 30 de noviembre de 1624; L. Sarego murió también en octubre de 1625, y A. Díaz, Ob. De Caserta, fue nombrado nuncio en Nápoles el 31 de marzo de 1626 (ib.). </ref>
El 11 de febrero de aquel Año Santo llegó a Roma desde Liguria el P. Pablo Ottonelli para ganar el Jubileo. Le había mandado el P. General a Cárcare a dirigir las obras de la casa en junio de 1624.<ref group='Notas'>Cf. EC, p.1975 y EGC, c.223. </ref> Y en Liguria seguían los otros dos Asistentes generales: Casani como Provincial en Génova y Castelli como Rector en Savona. El P. Ottonelli, además de Asistente, había sido nombrado Procurador general el 8 de septiembre de 1624, estando en Cárcare.<ref group='Notas'>Cf. RegCal 13,28, f.1. </ref> No se excluye, por tanto, que su regreso a Roma se debiera a instancia del Fundador, necesitado de sus gestiones. Mas el día primero de agosto de 1625 el P. General destituyó al P. Ottonelli de su oficio de Procurador 'por justas razones', sin que sepamos cuáles.<ref group='Notas'>'A di primo di agosto1625 fu levato l’offitio o carico di procuratore Generale della Religione al sopradetto P. Paolo [Ottonelli] dell’Assontione dal Molto R. P. Giuseppe della Madre di Dio Ministro Generale per giuste ragioni, essendo il tutto a beneplacito del detto Molto R. P. Generale'. (ib.) </ref> Lo cierto es que, cuatro días más tarde, el destituido Procurador se presentaba en el Palacio pontificio del Quirinal y en las estancias reservadas a Mons. Antonio Séneca pergeñaba “de prisa y confusamente”, como dice él mismo, un esbozo de memorial con graves acusaciones contra el P. General y Fundador, hechas a petición de Monseñor, acompañándolas de una carta personal explicatoria que empezaba así: “Para obedecer a V. S. Ilma. He hecho en seguida de prisa, aunque confusamente, un esbozo de algunas cosas, que así a la buena me han venido a la mente, y si ocurre algo más dígnese avisarme, que para el buen servicio de Dios estoy dispuesto con su divina ayuda a manifestar lo que sepa, aun públicamente si fuere necesario”.<ref group='Notas'>EC, p.1976. </ref> Del referido esbozo de acusaciones hablaremos en seguida. Pero hay que añadir un antecedente. El mismo P. Ottonelli había dirigido unos días antes una súplica al papa en estos términos:
- Beatísimo Padre. Se suplica humildemente a V. S. se digne hacer visitar secreramente a los FP. de las Escuelas Pías, pobres de la Madre de Dios, tanto en la casa de San Pantaleón, como en la del Noviciado, por medio de Mons. Séneca y del P. Ferretti, capuchino, solos, dándoles además la orden en secreto. Y Dios le conservé'.
Y en el dorso se leía, escrito por otra mano: 'A Mons. Seneca'.<ref group='Notas'>EphCal 2 (1959) 52, n.6. </ref> Es decir, que Ottonelli se dirigió en primer lugar al papa, pidiéndole una visita secreta a las Escuelas Pías y proponiéndole además dos Visitadores concretos, que no eran de los nombrados para la Visita Apostólica general de Roma. Da la impresión de que pretende una visita especial, al margen de la que está en curso. Y el papa le complace, aceptando el nombramiento de Mons. Séneca, en cuyas manos encomienda el asunto.
La falta de fecha en la súplica al papa nos impide saber cuándo fue cursada, si antes del día primero de agosto o después. Nos parece más probable -como cree Sántha<ref group='Notas'>'Facile tamen fieri potest, ut huiusmodi depositio non iam causa fuerit faciendi delationis, sed effectus eiusdem iam factae vel tentatae', dice Sántha (EC, p. 1977, n.1) La hipótesis contraria aumentaría la malicia pues no solo la redacción de las acusaciones, sino también la petición de visita sería una reacción despechada contra un acto legítimo del General, dado que el nombramiento de Procurador como todos los demás era 'a beneplácito' suyo. Tanto más si había 'justas razones', que no sabemos. </ref> -que fuera antes. Ottonelli, Procurador general de la Orden, pero por cuenta propia y a espaldas del P. General, presenta al papa la súplica, quien inmediatamente la remite a Mons. Séneca. El P. General se entera por el mismo Séneca o por otro medio del paso secreto dado por Ottonelli y lo destituye de su oficio de Procurador, por evidente abuso de sus funciones. Por otra parte, estaba de más esa petición, pues la Visita Apostólica ya en curso llegaría pronto o tarde a San Pantaleón. ¿A qué venía tanta urgencia y tanto secreto? Añádase que cuando Calasanz destituye a Ottonelli aún no había éste concretado por escrito sus acusaciones contra aquél y, por tanto, no fueron éstas la causa de la deposición, sino en todo caso-la petición de visita apostólica secreta, al margen de la pública y oficial.
Cuando escribe Ottonelli cuatro días después sus delaciones, no puede librarse de cierto nerviosismo malévolo y de un despecho no disimulado por la destitución reciente, acentuado por Ia prisa, la irreflexión y el rebuscado secreto. Pero habiendo dado el primer paso, no podía fácilmente eludir el segundo, aunque cabía suavizar las acusaciones, cosa que no hizo. He aquí resumidos los tres puntos en que concentró sus acusaciones contra el Fundador:
I. La suma pobreza que profesa la Orden obliga a vivir exclusivamente de limosna, pero el P. General piensa fundar un Colegio con entradas fijas, procedentes de la herencia del cardenal Nazareno; cobra el alquiler de unas tiendas; se ha aceptado una casita con un campo, que se ha sembrado y vendido sus frutos en Cárcare; se usan rnamentos de seda y oro en la iglesia; se quiere comprar una casa medio en ruinas, en Frascati, obligándose a pagarla a plazo fijo bajo pena de excomunión.
1.-Los Asistentes Generales deberían estar en Roma para ayudar y aconsejar al General, pero él los tiene alejados, y uno de ellos (Ottonelli) ha venido a Roma con su permiso para ganar el jubileo del Año Santo, pero no le consulta ni en las cosas graves ni en las leves, 'queriendo hacer él todas las cosas a su modo, como Príncipe absoluto, corno si sus súbditos y sus mismos Compañeros o Asistentes fueran esclavos'
2.-Sin embargo, el P. General se deja dominar con grave escándalo y subyugar insolentemente por el P. Alacchi, un siciliano o calabrés, que -según dicen-fue expulsado del noviciado de los capuchinos por poseso; y cuando era novicio nuestro no obedeció nunca a los superiores y ha hecho muchas extravagancias, juzgadas por él como obras heroicas. 'Todo el mundo se asombra del poco o ningún respeto con que él trata al P. General y de que éste le exalte continuamente hasta el cielo'<ref group='Notas'>Cf. EC, p.1977, n.2; PosCas, p.499-503. </ref>
No es que fueran estrictamente calumnias estas acusaciones por ser falsas, pero expuestas así, 'de prisa y confusamente', como él dice, sin aclaraciones y justificaciones de la conducta del P. General, eran sin más una burda delación, indigna de un Asistente y ex Procurador General. Todo el punto primero consta de minucias de administración ordinaria, miradas con la lupa de un pauperismo a ultranza, en el que no quedaría tampoco inmune el propio Ottonelli como fundador de la casa de Fanano con sus bienes personales y como Procurador general.
El punto segundo raya entre la incomprensión malévola y el pataleo pueril de quien cree postergados sus derechos y valores personales. Es cierto que el Fundador tenía un carácter autoritario y decisivo, y lo que podía hacer por sí mismo no lo encomendaba a otros. Pero era tergiversar sus intenciones el decir que alejaba de Roma a sus Asistentes para actuar en solitario. Por una parte, la escasa docena de casas que componían la Orden no necesitaba la constante presencia consultiva o deliberante de cuatro Asistentes más el General en Roma. La calidad del personal y las eventuales fundaciones exigían que el anciano fundador echara mano constantemente de sus Asistentes, como personas más valiosas y hábiles, tanto para fundar nuevas casas como para presidir nuevas, Provincias o controlar situaciones especiales. Con estos cargos e incumbencias quedaban más valorados y dignificados que asistiendo en Roma a reuniones oficiales de gobierno. Y si en su ausencia recurría el General a otros pidiendo consejo o ayuda, podría parecer explicable más que reprobable.
El punto tercero es una mezcla de despecho, envidia y odiosidad mal disimulada, aunque el personaje era efectivamente extravagante y fuera de serie. Pero, a pesar de sus defectos, supo el Fundador aprovechar sus innegables dotes positivas, dándole cargos y encomendándole misiones comprometidas.
Con todo, lo más probable es que Calasanz no leyera jamás este alegato panfletario de Ottonelli y se quedara tan sólo con una idea vaga de los motivos que decidieron a su Asistente y Procurador a pedir una secreta Visita Apostólica. Por otra parte, prescindiendo del contenido de las acusaciones y de sus matices más o menos difamatorios, era evidente la imprudencia y extraña impaciencia, al pedir semejante visita secreta, cuando estaba en curso la promulgada, que a su debido tiempo debía pasar por San Pantaleón, como pasó por los otros 334 lugares píos, iglesias, conventos y monasterios de Roma hasta el 12 de mayo de 1632, en que concluyó.
Probablemente durante el mes de agosto recibió Calasanz alguna comunicación de los futuros Visitadores, sin concretarle la fecha de la visita, pues el día 31 de dicho mes escribía al P. Cananea: 'yo estoy esperando la Visita Apostólica y mientras tanto no se puede cambiar nada. Espero también al P. Pedro [Casani] que hacia el 18 ó 20 de septiembre llegará a Roma'.<ref group='Notas'>C.314. </ref> Esta inquietud por la anunciada visita y las conversaciones entre Calasanz y Ottonelli en torno al tema hicieron reflexionar seriamente a este último hasta sentirse culpable de su actuación y pedir perdón públicamente como comunicaba el P. General al P. García con fecha del 17 de septiembre: “El P. Pablo ayer por la noche se arrodilló para pedir perdón reconociendo su soberbia y error pasado. Que el Señor le dé perfecto conocimiento de sí mismo, como yo lo deseo para mí”.<ref group='Notas'>C.318. Ignoramos si se acusó solamente de haber pedido una Visita Apostólica secreta, a espaldas del P. General, o añadió algo más referente al contenido de sus acusaciones, presentadas por escrito a Mons. Séneca. </ref> . Y tres días más tarde volvía a escribir a Frascati, al P. García: “El P. Pablo ha ido al convento de la Scala a hacer ejercicios. Cuando sepa seguro [el día de] la visita haré que venga V. R. para que se encuentre aquí”.<ref group='Notas'>C.319. </ref> Estas escuetas referencias a la conducta del P. Ottonelli sin más explicaciones nos sugieren que el P. García -y quizá también los demás estaba enterado de lo ocurrido.