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19.12. Primera fundación fuera de Italia: Nikolsburg, en Moravia
Seguramente la primera vez que se oyó el nombre de Escuelas Pías en algunas cortes y ciudades europeas fue de labios del impostor Massimi, por desgracia. Y esta propaganda, basada en falsas promesas sin ulteriores aclaraciones, debió de ser nefasta; de hecho, no consta que hubiera petición alguna de fundación en los lugares por donde pasó el aventurero. Hubo, sin embargo, una excepción, pero en este caso es muy probable que ya se conociera la existencia de las Escuelas Pías y la persona del Fundador antes de que apareciera por allí el falso Vicario General: era el castillo señorial del cardenal Francisco de Dietrichstein, en Nikolsburg, Moravia, hoy Mikulov, en Checoslovaquia.
No se puede excluir, y aun es fácil suponer, que durante su permanencia en Roma a finales de siglo (1588-1600) conociera el joven Dietrichstein a Calasanz, sobre todo en el ámbito de ciertas Cofradías romanas, como la de la Sma. Trinidad de los Peregrinos, frecuentada por ambos en los fervores del Año Santo de 1600, y que tuviera también noticia de las nuevas escuelas, nacidas en Santa Dorotea en el otoño de 1597.<ref group='Notas'>Después de un trienio en el Seminario de Praga ingresó en el Colegio Germánico de Roma en 1588. Antes de ordenarse de sacerdote (1597) fue nombrado canónigo de Olmütz (1589) y camarero secreto de Clemente VIII (1592), y permaneciendo todavía en Roma, en 1599, fue creado cardenal a ruegos de Felipe III de España, y obispo de Olmütz (hoy Olomouc), adonde se trasladó en junio de 1600 (cf. G. SÁNTHA, ‘Cardínalis Princeps Franciscus Díetríchstein, Episcopus Olomucensis (1570-1636) et Scholae Piae’: EphCal 2 [1960] 45-46). No parece probable que fuera Dietrichstein el 'camarero secreto' de Clemente VIII que ayudó a Calasanz a conseguir canonicatos, como supusieron Picanyol, Bau y Sántha (cf. n.79 del cap.10 y G. SÁNTHA, l.c.) </ref> Igualmente pudo conocer las Escuelas Pías y a su Fundador en los varios viajes que realizó a Roma, sobre todo en ocasión de los conclaves. Pero no nos consta. Lo cierto es que no salió de Nikolsburg ni del cardenal Dietrichstein la primera invitación de fundar Escuelas Pías en tierras del Imperio Germánico.
En efecto, durante el Año Santo de 1625 recibió Calasanz una carta del párroco de Bressanone, Juan Rigger, proponiéndole fundar en las principales ciudades del Imperio, como Munich, Innsbrupk, Viena y Praga, desde donde fácilmente podría extenderse la Orden por toda Germania. Para ello debería conseguirse que los jesuitas y capuchinos fueran los promotores o propagandistas. Tan extraña sugerencia, sin otras garantías, quedó naturalmente en letra muerta.<ref group='Notas'>Cf. EEC, p.1104-1105. </ref>
Mayores esperanzas de éxito ofreció la propuesta de Mons. Juan Bta. Grammay, extraño personaje, conocido e influyente en las cortes de media Europa.<ref group='Notas'>Nacido en Amberes (1579); alumno y profesor en Lovaina; historiador de los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia; por diversos motivos viaja por Francia, Alemania, Italia, Malta, Austria, España, Polonia; al salir de Malta, los piratas le llevan cautivo a Argel, y bajo la protección del cónsul francés recorre el norte de África. Cuyos cristianos le nombran Primado de las iglesias de África, título abusivo, confirmado por Felipe IV de España; Segismundo III de Polonia le nombra (también abusivamente) arzobispo de Upsala; escribe varios libros de historia, fruto de sus viajes. En 1623 conoce al conde y mariscal Imperial, Miguel Adolfo Althan, quien junto con los duques Gonzaga de Mantua y de Nevers acaba de fundar la 'Orden o Milicia Cristiana de Caballeros Regulares de la Inmaculada Concepción'; bajo la Regla de San Francisco, para la redención de cautivos, para luchar contra los turcos y otros enemigos de la Iglesia, propagar la fe católica, recuperar Tierra Santa, etc. Con fines similares fundan también una asociación, llamada Comunión Jerárquica. De ambas es nombrado prelado o jefe espiritual supremo Mons. Grammay. Ambas asociaciones fueron aprobadas por Urbano VIII en 1624 y 1626, respectivamente. En 1623 el emperador Fernando II había nombrado también a Monseñor responsable general y supremo de la asistencia espiritual de sus ejércitos, poniendo bajo su autoridad a todos los capellanes castrenses (cf. G. SÁNTHA, ‘Calasanz, las Escuelas Pías y el Conde Miguel Adolfo Althan, Mariscal imperial; RC, 8 [1956] 429-446; EEC, p.482-485: biografía de Mons. Grammay). </ref> En julio de 1625 llegó a Roma, y en nombre del conde y mariscal imperial Miguel Adolfo Althan firmó un documento singular de confederación o mutua comunicación de bienes espirituales y ayuda fraterna entre la Orden de las Escuelas Pías y la recién fundada Orden o Milicia Cristiana y Comunión Jerárquica, de cuyas dos últimas instituciones era él prelado o jefe espiritual supremo. El motivo de esta unión estaba; según reza el documento, en la convicción del conde y de sus asociados de que para la defensa y propagación de la fe católica en tierras del Imperio Germánico, las Escuelas Pías podían contribuir 'por su especial integridad de vida ejemplar, por su piedad, erudición y otras virtudes, con que obtienen fruto increíble en la Iglesia de Dios'. Por ello, tanto el conde como los demás príncipes, prelados y caballeros de la Milicia Cristiana y Comunión Jerárquica “se empeñaban con todas sus fuerzas a promover y propagar dicha Orden por el Imperio y especialmente y en primer lugar procurar que tengan casa en Viena y en Praga”.<ref group='Notas'>Cf. el documento íntegro en G. SÁNTHA, o.c., p.438, n.38. Está fechado el 19 de julio de 1625. </ref>
Hubo sin duda algo más que promesas y esperanzas, pues, anota Berro que el 28 de septiembre llegaba a Rorna el P. Casani desde Génova, llamado por el P. General, para mandarle a fundar en Viena. Pero por esas fechas Mons. Grammay había salido ya de la Ciudad Eterna, y se aplazó el viaje del P. Casani, esperando nuevas noticias de la corte imperial o de su embajador romano.<ref group='Notas'>Cf. BERRO I, p.142-143. </ref> A esto se añadía que por aquellos meses estaba en Roma el arzobispo de Viena, cardenal Melchor Klesl, y es probable que estuviera enterado de los proyectos fundacionales del conde Althan y de Mons. Grammay. De hecho habló personalmente más de una vez con el P. General, prometiéndole fundar en Viena. Así se expresaba, efectivamente, Calasanz en carta del 27 de diciembre de 1625:
- el P. Pedro [Casani] no sabe estar sin salir muchas veces y lo juzgo más apto para tratar con Cardenales y Prelados que para dicho oficio [de Maestro de Novicios], si no nos lo pide el emperador esta próxima primavera para Viena, adonde pienso que volverá entonces el cardenal Klesl, tan amable con nosotros, el cual desea llevarse consigo nuestro instituto, como me dijo la última vez que le hablé'.<ref group='Notas'>C.380. </ref>
Mientras tanto, Mons. Grammay, apenas llegado a la capital del Imperio, dio los pasos necesarios para la fundación, consiguiendo la aprobación del P. Provincial y del Rector de los jesuitas de Viena, así como de las autoridades municipales, determinando incluso la escuela que deberían regentar, es decir, la de San Esteban. Pero cuando todo parecía seguro se vino abajo el proyecto debido a la presión de los jesuitas ante el emperador.<ref group='Notas'>Con fecha del 2 de agosto de 1630 escribió Grammay a Calasanz: 'Meminerit haud dubie Rma. V. P. ante annos quinque per litteras meas edocta, qualiter, conscio et etiam, ut videbatur, probante P. Provinciale et Rectore Societatis Jesu Viennensis, cum Consule et Senatu Viennensi tractaverim pro introductione Patrum Ordinis Vestri in Scholam Scti. Stephani dictae Civitatis. Sed dum in portu nos navigare existimo, obtento senatus consensu, per illos ipsos Patres Societatis, interventu authoritatis Caesareae, negotium totum dissipatum est' (EEC, p.481). Debido a la cerril oposición de la Compañía de Jesús, los escolapios no lograron fundar en Viena hasta 1698 y en Praga hasta 1752. </ref> No obstante, siguieron vivas las buenas relaciones entre el conde Althan, Mons. Grammay y Calasanz.<ref group='Notas'>El 8 de septiembre de 1626 escribió el conde a Calasanz una carta, renovando sus deseos de ayudar a las Escuelas Pías, como lo hará más tarde, y Calasanz le respondió a finales de 1626 o principios de 1627 (cf. EEC, p.12.13). </ref>
Por estos años erigió el conde en sus dominios, cercanos a Nikolsburg, un gimnasio, o escuela-internado, totalmente gratuito, para niños pobres y puso su administración y dirección en manos del activo Mons. Grammay. Algo semejante instituyó en su señorío de Nikolsburg el cardenal Dietrichstein, y en 1629 llamó a Mons. Grammay para ponerle al frente de él, trasladando los alumnos. que tenía en el internado-gimnasio del conde Althan, quien seguiría contribuyendo generosamente a su sustento.
La fundación cardenalicia comprendía, además del gimnasio o escuela-internado de pobres, el llamado Seminario Lauretano, es decir, una escolanía de nueve niños de ocho a catorce años que debían cantar todos los días la misa y las letanías lauretanas en un santuario, erigido en 1623 por el mismo cardenal, que reproducía exactamente la Santa Casa de Loreto de Italia. A ello se añadía otro seminario, anexo a la Colegiata de San Venceslao, fundada igualmente por el munífico cardenal; seminario o escolanía compuesta por un grupo de cantores, como el Lauretano, cuya manutención corría a cargo personal de Mons. Grammay. Tales seminarios no hay que entenderlos como los 'conciliares' de hoy, es decir, exclusivos para formación del clero, pero de hecho solían salir de allí vocaciones sacerdotales para el servicio de la diócesis.<ref group='Notas'>Cf. EEC, p.14-22; 485-486; 617 </ref>
En 1630 estuvo en Génova el cardenal Dietrichstein, acompañado del P. Carlos Abbate, conventual, maestro de música y camarero o familiar del purpurado y hermano del Clº. Pedro Agustín, escolapio, residente entonces en dicha ciudad. Al visitarle, tanto él como el cardenal hablaron con el P. Provincial de Liguria, P. Esteban Spinola, proponiéndole calurosamente la conveniencia de una fundación en Nikolsburg para encargarse de los seminarios y escuelas que dirigía Mons. Grammay. Al regresar, el cardenal encomendó a Monseñor que escribiera al P. General proponiéndole el plan de fundación, y así lo hizo por carta eI 2 de agosto de 1630. En ella decía:
- aunque los Padres jesuitas deseaban mucho tener colegio aquí, no obstante, tanto el Príncipe [Cardenal] como yo preferiríamos a los Padres de vuestra Orden, por razones de no poco peso, para educar a los muchachos en la piedad y en las letras ; harían un fruto inmenso, recibiendo un lugar separado y adecuado a su instituto y se encargarían de las escuelas menores vernáculas y latinas, y si quieren, de lengua italiana y española, si tienen sujetos aptos. Digo, todas las escuelas que quieran, esto es, elementales, gramática, sintaxis y más si desean y no permitiremos que les falte nada'.<ref group='Notas'>Ib., p.481-482. </ref>
El Santo Fundador aceptó la propuesta en carta del 11 de septiembre a la que respondía satisfechísimo Grammay, empezando a determinar las condiciones, exigencias, ocupaciones y otros detalles, particularmente los referentes al largo viaje de los religiosos desde Roma hasta Nikolsburg. Con meticulosa solicitud escribió Monseñor a obispos y conventos de capuchinos especialmente, rogándoles que acogieran a los escolapios que pasarían por allí, describiendo luego en sucesivas cartas al P. Calasanz las distintas etapas del viaje.<ref group='Notas'>Ib., p.487-492 </ref>
Por fin, el 2, de abril de 1631 salieron de Roma los primeros expedicionarios para concentrarse todos en Ancona, de cuyo puerto zarparon el 8 de mayo, entrando por Trieste en tierras del Imperio y llegando a Nikolsburg el 2 de junio. Eran ocho en total: P. Peregrino Tencani, de Módena, Superior del grupo; P. Antonio Rodríguez, de Ávila; P. Ambrosio Leailth, de Bolzano (Tirol); Clº. José Apa, de Nápoles; Hº. Ambrosio Ambrosi, romano; Hº. Juan Verdún, suizo alemán; Clº. novicio Alejandro Riccardi, borgoñón, y el Hº. novicio Francisco Stossel, alemán.<ref group='Notas'>Cf. MORANDI, ‘Narratione’, p.23-24; G. L. MONCALLERO, ‘La fondazione delle Scuole degli Scolapi nell’Europa centrale al tempo della Controriforma (Alba 1972) p.29. Interesante monografía para el tema que nos ocupa. Complemento necesario es el volumen de Sántha EEC, el cual, aunque editado en 1969, no pudo servir a Moncallero por tener casi ultimada su obra. </ref> Como puede verse, el prudente y complaciente Fundador procuró escoger a quienes por sus dotes excelentes -como Apa y Ambrosi-y por su lengua materna pudieran responder adecuadamente a lo que de ellos se esperaba. Iban tres italianos, un español, un francés y tres de habla alemana.
Mons. Grammay, pletórico de satisfacción, escribió al Santo Fundador: 'Yo me atrevería a decir que nada más agradable me ha ocurrido en toda mi vida que el habérseme dado por la bondad divina el haber traído al huerto del Sacro Romano Imperio tan olorosas y fructíferas plantas, las cuales no cejaré nunca, mientras pueda, de proteger y acrecentar'.<ref group='Notas'>EEC, p.493 (fecha del 9 de julio de 1631). </ref> Y no menos satisfecho se mostraba el cardenal escribiendo al Santo:
- Tenía ya en mente escribir a V. P., mas agobiado por tantos asuntos extraordinarios como lleva consigo el gobierno de esta Provincia,<ref group='Notas'>Además de cardenal y obispo residencial de Olmütz, era Príncipe del Imperio, consejero íntimo del emperador y Protector de todos sus reinos y dominios hereditarios, Capitán General del marquesado de Moravia y Presidente de muchas comisiones o ministerios imperiales en Moravia (cf. G. SANtHA, ‘Cardinalis Princeps Franciscus Dietrichstein’. p.45) </ref> no he podido hacerlo antes; ahora, pues, le agradezco que haya mandado a estos Padres a mi ciudad, y le aseguro que se portan tan bien que yo, no sólo como Príncipe temporal, sino también como obispo, estoy tan satisfecho por su ejemplaridad de vida, virtudes y cualidades religiosas, que no podía desear más. Yo ruego a V. P. que les asegure que en adelante pueden recurrir a mí libre y confiadamente, considerándome yo mismo en estas latitudes no sólo como su primer fundador, sino también Protector y Padre'.<ref group='Notas'>Ib, p.362 </ref>
Y lo fue, efectivamente, hasta su muerte, en 1636.
Las primeras cartas que escriben a Roma, sobre todo los italianos, son muy interesantes, pues describen el pueblo -típico burgo a los pies del castillo señorial-, las gentes, las costumbres, la calidad de los niños que van a las escuelas, los sentimientos de admiración por tantas cosas extrañas, buenas y malas, que contrastan con las de Italia, empezando por el clima y luego, frío invernal, que se les hará casi insoportable. El Hº. Ambrosio, por ejemplo, escribe 'estamos a 7 de agosto y aún estoy esperando el verano, pues apenas llueve un poco, hay que ponerse el señor abrigo'; “hay muchísimos hebreos y los viernes por la tarde desde la ventana de mi cuarto distingo perfectamente todas las casas de hebreos, porque todas sus chimeneas fuman por estar haciendo la comida del día siguiente”; “las casas de la ciudad, que serán unas 50, parecen todas palacios y toda la ciudad no es más que una calle”; “Nikolsburg está en los confines de Austria y a la entrada de Moravia, no muy lejos de Bohemia, de Silesia, de Polonia, de Hungría <ref group='Notas'>Ib., p.14-16. </ref>
No es menos pintoresco el conglomerado de alumnos que asiste a las escuelas de los escolapios en estos primeros tiempos, como refiere Ambrosi. En el llamado ‘seminario’ vivían los becarios de la Colegiata de San Venceslao a expensas de Grammay y los nueve becarios lauretanos a expensas del cardenal; aneja al seminario había otra casita para muchachos de fuera y que 'dormían sobre la desnuda tierra, de modo que sin moverse podían ver por la noche todas las estrellas del cielo y van tan mal vestidos, que dan lástima , y seguramente son los mismos de los que antes ha dicho: “los que van a sintaxis son cinco o seis forasteros, que están aquí más por el pobre chusco y algo más que les da el seminario (o sea, el conde Althan) que por otra cosa'. A estos internos se unían los externos, entre los que cabe incluir a los judíos también: “todos los muchachos que se encuentran en Nikolsburg vienen ahora a nuestras escuelas, porque antes, por pobres que fuesen, nadie mandaba a sus hijos al seminario por razón de los piojos ; “en mi clase todos son de la Corte de Monseñor y algunos del Castillo [del cardenal], pero no hay nadie del mismo país, excepto dos que son de Escocia, y ninguno de dichos alumnos duerme en el seminario”; de los becarios de Monseñor, la mayor parte son bohemos y tienen también en las escuelas a muchos polacos y húngaros. Esta preciosa carta de Ambrosio Ambrosi termina diciendo: “ruego a V. P. que no se olvide de nosotros ‘habitantes in finibus terrae’ .<ref group='Notas'>Ib., p.16-19. </ref>
En términos parecidos se expresaba el tirolés P. Leailth en carta del 6 de agosto:
- la gente nos quiere tanto que no se puede decir. Todos han mandado a sus hijos a nuestras escuelas. El Cardenal nos dijo entre otras cosas que la ciudad sentía gusto especial y que les parecía maravilloso que acompañáramos a los muchachos a sus casas y aun la Corte estaba muy satisfecha. Más todavía, nos ofreció otros tres lugares suyos, apenas tengamos gente, diciendo que los Padres jesuitas costaban demasiado caros. Nos dijo también que espera que, así como en Italia nuestra Religión tuvo origen de un español, así también será dilatada nuestra Religión en estas regiones de Germania por un príncipe español.<ref group='Notas'>El Cardenal, en carta citada-de agradecimiento, rogaba a Calasanz que admitiera las súplicas del conde Francisco Magni, que pedía una fundación en su ciudad de Strassnitz -realizada en 1633-y le recordaba: 'non dubito punto che lei come Capo supremo et Fundatore et spagnolo, corrisponderà in questo alle mie instanze, che anch’io sono spagnuolo . (EEC, p.362) En efecto, el Cardenal había nacido en Madrid el 22 de agosto de. 1570, donde residía entonces su padre, el barón Adam von Dietrichstein, como embajador del emperador Maximiliano II. Además, su madre era española: doña Margarita de Cardona, hija del Virrey de Cerdeña (cf. G. SÁNTHA, o.c., p.43-44). </ref> En cuanto a los muchachos, hasta ahora hay unos 180 y no hay apenas día que no vengan otros nuevos. Ahora empiezan a venir forasteros y espero que dentro de poco habrá tantos que no podremos atender a todos'.<ref group='Notas'>EEC, p.617-618. </ref>
Empezaba así su andadura la que desde 1634 se llamaría Provincia de Germania, después de las fundaciones de Strassnitz en 1633, debida al conde Francisco Magni, y de Leipnik en 1634, nueva obra del cardenal Dietrichstein, destinada a noviciado.