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17.14. La educación humana y el 'sistema preventivo'

De los varios Reglamentos conservados u Ordenes que deben observar los alumnos de las Escuelas Pías, empezando por el ‘Documentum princeps’, de los tiempos primitivos del palacio Vestri (1604-1605), se deduce que Calasanz tiene ya entonces muy clara la idea de que sus escuelas no sólo enseñan la cultura elemental y media, desde el deletreo hasta la poesía latina de los clásicos; ni se conforma tampoco con enseñar el catecismo e inculcar el temor de Dios, sino que esas incipientes Escuelas Pías son también centros de educación en el amplio sentido de la palabra. A estos muchachos del pueblo se les enseña urbanidad y se les exigen buenos modales; respeto a sus padres, maestros y personas mayores; disciplina, puntualidad, trabajo, orden, silencio, aseo; se les prohíbe asistir a espectáculos públicos de barrio bajo, comedias, charlatanes callejeros y gentes parecidas, que no se distinguían precisamente por la limpieza de lenguaje, de ideas e insinuaciones; se les prohíbe igualmente tomar parte en juegos de azar, como las cartas; los dados, las tabas, etc.; se les prescribe que se retiren a sus casas al atardecer, después del toque del ángelus; no deben llevar a la escuela ninguna clase de armas, cuchillos, cortaplumas, objetos peligrosos; deben evitar riñas, bofetadas, palabras soeces, injurias, bajezas en su trato mutuo; no deben manchar ni escribir en las paredes, bancos, ventanas, puertas, etc.gfs.<ref group='Notas'>Véanse diversos Reglamentos en V. FAUBELL, o.c., p.64-65, 147-175.</ref>

Todo ello implica que la educación no queda centrada en el tiempo y lugar de la escuela, sino que es cosa de todos los días, horas y lugares. Se piensa en la escuela, en el propio hogar, en la calle. Cuando hacia 1615 se introduzca la práctica de acompañar en filas a los niños a sus casas, una vez terminada la escuela, se añadirá una nueva tutela contra posibles -y comprobados- peligros callejeros. Mucho antes de esta novedad del acompañamiento se conslataba en el recordado Documento de 1604-1605 que 'se tiene particular cuidado de la honestidad, evitando estrechísimamente todas las ocasiones. Y con esta diligencia y con la frecuencia de sacramentos, por la gracia de Dios, se conservan los muchachos en gran pureza,y muchísimos de ellos, cuando llegan a la edad, toman el hábito en diversas religiones'.<ref group='Notas'>‘Doc. princeps’, p.49.</ref>

Educar es prevenir. Con sutil acierto escribe Pedro Braido que 'la educación ‘como’ prevención es anterior a la idea de prevención en la educación'.<ref group='Notas'>'L’educazione come prevenzione, anteriore al discorso della prevenzione nell’educazione' (P. BRAIDO, ‘L’esperienza pedagogica preventiva nel sec. XIX, Don Bosco, en P. BRAIDO, ‘Esperienze di.pedagogia cristiana nella storia’, IIl, p.277).</ref> Distinción tanto más valiosa por introducir el tema del “sistema preventivo”, especialmente considerado en relación con la pedagogía de Don Bosco. Es iqteresante constatar en una serie de escritores italianos decimonónicos, aducidos por el citado autor, la convicción de que la ‘educación de los pobres’ es el remedio más eficaz para librar a la sociedad de las lacras más deprimentes, tanto en el orden económico y social como en el penal, precisamente por su carácter preventivo.<ref group='Notas'>'Il problema della prevenzione si estende pure all’economia, alla legislazione e settori analoghi. Esso ritrova particolari risonanze nel campo penale, nel quale ai concetti di punizione e castigo e di correzione si salda con crescente rigore l’idea preventiva dell’educazione e della rieducazione. Vi intervengono tra gli altri con angolazioni diverse, ma sensibili alle nuove idee diffuse in Europa dopo Beccaria e Howard da una stesa pubblicistica, De Gérando, il Petitti di Roreto e C. Cattaneo' (P. BRAIDO, o.c., p.276) Véanse unas citas de tales autores: 'Di tutte le fogge di beneficenza, quella che previene la miseria nelle sue sorgenti, è la più feconda è la più salutare. Ora, la beneficenza preventiva non può esercitarsi in modo più sicuro e più utile che con la educazione del povero' (DE GERANDO, ‘Della pubblica beneficenza’ [Firenze 1842-1846], vol. II, p.246); entre las medidas indirectas que contribuyen mejor a acabar con la mendicidad pública se pone en primer lugar: 'Promuovere e favorire l’istruzione elementare delle popolazioni minute' (C. I. PETITTI DI RORETO, ‘Saggio sul buon governo della mendicità, degli instituti di beneficenza e delle carceri’ [Torino 18371, vol. I, p.40); para resolver el problema de la mendicidad 'appare indubbiamente giovevole I'educazione dei poveri' (F.CATTANEO, ‘Della beneficenza pubblica: Opere edite ed inedite’ [Firenze 1888], vol. II, p.305). Estas y otras citas similares en P. BRAIDO, o.c., p.274-278.</ref> Y esto nos evoca espontáneamente la insistencia de Calasanz en que la buena educación de los niños es el remedio principal e insustituible para la reforma de la sociedad y para el porvenir feliz de cada uno de ellos. Particularmente nos hace recordar el precioso memorial conjunto de Calasanz y Dragonetti, de 1626, pidiendo limosnas para las Escuelas Pías, pues “ayudar a dichos muchachos pobres será librarles de la horca y de las galeras, donde suelen ir a parar de ordinario cuando son mayores quienes de pequeños se educan con tales vicios.<ref group='Notas'>Cf. n.1 de este mismo cap.</ref>

La educación en sí misma es, pues, un remedio preventivo para los posibles males futuros de la sociedad y del individuo. Pero cuando esa educación está basada en la religión, en el temor de Dios, el mismo sistema educativo no puede ser más qne preventivo, al tener como finalidad la recta formación de la conciencia cristiana que obra por libre convicción y por principios morales y no por represión violenta de los delincuentes. Con una ecuanimidad que le honra, dice el mencionado salesiano Braido: 'es una idea bastante compartida que Don Bosco ha aparecido a muchos contemporáneos y también a otros posteriores como un educador excepcional y representarrte destacado del sistema preventivo en la educación de la juventud, sin quitar con ello nada a la aportación enriquecedora y original de otros educadores pasados y contemporáneos'.<ref group='Notas'>P. BRAIDO, o.c., p.294-295.</ref> Y en otro lugar confirma la misma idea: “Razón, religión y amor (o si se quiere amabilidad, caridad, mansedumbre) definen, sobre todo los contenidos del mensaje pastoral, espiritual, educativo de Don Bosco, común a tantos educadores cristianos de todos los tiempos.<ref group='Notas'>Ib., p.358. Frente a esta ecuanimidad de juicio contrastan afirmaciones apasionadas como éstas: 'Don Bosco e I'educazione cristiana formano un’equazione che si risolve nell’unità. In questo è la grandezza storicae concettuale di Don Bosco nella vita della Chiesa: che esso ha dato la formulazione defrnitiva della pedagogia cristiana, della pedagogia voluta dalla Chiesa... Santi creatori e divinatori del sistema educativo cristiano non ve n’ha che uno, ed è Don Bosco' (A. CAVIGLIA, ‘La pedagogia di Don Bosco’, en ‘Il sopranaturale nell’educazione’ [Roma 1934] p.105 y 108. Cit. en P. BRAIDO, o.c., p.295, n.1). Tales elogios sólo son aceptables en un ambiente familiar cerrado, pero en público resultan ‘piis auribus offensivi’, como aquel similar -y esta vez entre admiradores de Calasanz- que entre repiques de campanas le proclaman 'el más santo de los pedagogos y el más pedagogo de los santos'.</ref>

Probablemente sea acertado pensar que le hicieron una mala jugada a Don Bosco los que le atribuyeron -y le atribuyen- el ‘sistema preventivo’ como creación propia, por haberse quedado a nivel de genero sin llegar al de especie. Y es indudable que existe esa especie desde el principio, aunque el mismo Don Bosco, a pesar de lo mucho que escribió, no concretó nunca ni definió su propio sistema pedagógico.<ref group='Notas'>'Don Bosco, pur avendo pubblicato molto, non ha affidato a nessuno dei suoi scritti in particolare l’espossizione sistematica della sua concezione pedagogica o almeno degli indirizzi fondamentali della sua pratica educativa' (P. BRAIDO, o.c., p.299). Entre los máximos especialistas expositores del peculiar sistema preventivo de D. Bosco figura P. BRAIDO, cuya obra principat se titula precisamente ‘Il siitema preventivo di Don Bosco (Zürich 19642).</ref> Su método o sistema educativo es sustancialmente preventivo, como preventivos son los propuestos por los grandes Fundadores de institutos religiosos de enseñanza católica, se llamen Calasanz, La Salle, Champagnat o Chaminade, por citar los principales. He aquí, en efecto, una luminosa carta de Don Bosco en Ia que intenta describir su pedagogía preventiva y que podría atribuirse a cualquiera de los citados Fundadores:

V. E. no ignora que hay dos sistemas de educación: uno se llama sistema represivo y el otro, sistema preventivo. El primero se propone educar al hombre con la fuerza, reprimiéndole y castigándole cuando ha violado la ley, cuando ha cometido un delito; el segundo busca educarle con la dulzura y por tanto le ayuda suavemente a observar la misma ley y le proporciona los medios más adecuados y eficaces al efecto. Y éste es precisamente el sistema vigente entre nosotros. Ante todo, aquí se procura infundir en el corazón de los muchachos el santo temor de Dios; se les inspira amor a la virtud y horror al vicio con la enseñanza del catecismo y con apropiadas instrucciones morales; se les encamina y se les mantiene en el camino del bien con oportunos y benévolos avisos y especialmente con las prácticas de piedad y de religión. Además, se les rodea, en cuanto es posible, de una amorosa asistencia en los recreos, €en la clase, en el trabajo; se les anima con palabras de benevolencia y apenas dan indicios de olvidar sus propios deberes, se les recuerdan con buenas maneras y se les reiteran los sanos consejos. En una palabra, se usan todos los medios que sugiere la caridad cristiana, para que obren el bien y huyan del mal por principio de conciencia, iluminada y fortalecida por la Religión'.<ref group='Notas'>Carta de Don Bosco a Urbano Ratazzi, ministro de Gracia y Justicia, abril de 1854 (cit. en P. BRAIDO, o.c., p.314-315).</ref>

Más que definir, pues, el sistema salesiano por su carácter preventivo, tendría que haberse recurrido a otros elementos típicos más individuantes para darle nombre propio, como la amabilidad o afecfividad, la alegría o la fiesta, que no aparecen tan acentuados en otros sistemas o educadores. Ni es tampoco decisiva la presencia de los castigos entre los recursos educativos para afirmar o negar el carácter preventivo del sistema, sino la valoración de los mismos y su aplicación consecuente. No sería justo, por otra parte, juzgar a la par la situación histórica en que se mueve Calasanz y la que rodea a Don Bosco a casi tres siglos de distancia, concretamente en relación a la aplicación de castigos. Ni Calasanz ni Don Bosco desterraron absolutamente los castigos,<ref group='Notas'>Respecto a Don Bosco, cf. P. BRAIDO, o.c., p.378-384; respecto a Calasanz, cf. SÁNTHA, SJC, p.313-315, 538-545).</ref> no eliminados tampoco hoy. Ambos se esforzaron por reducirlos al mínimo, sustituirlos por otras medidas, dulcificarlos, pero era mucho más ardua la tarea de Calasanz por ir contra corriente por encontrar remedios no comunes, siguiendo la línea educacional marcada por los grandes educadores de su época, los jesuitas, y su modelo supremo, el Colegio Romano.<ref group='Notas'>Véanse algunos textos en que se permite y aconseja el recurso al castigo corporal, exigiendo moderáción, en la normativa del Concilio Tridentino, de San Carlos Borromeo, de jesuitas, barnabitas y somascos, y del gran pedagogo cardenal Silvio Antoniano, en SÁNTHA. SJC. p.538-539.</ref>

Más que muchas explicaciones y sutilezas puede darnos una idea exacta de la actitud de Calasanz frente a los castigos esta página en que intenta abolir costumbres, corregir, atenuar durezas, evocando a grandes líneas las prácticas comunes en las escuelas de su tiempo, de las que no era tan fácil librarse:

Si la falta del muchacho mereciera mayor castigo, den aviso al Prefecto de las Escuelas, el cual al aplicar el necesario castigo no golpeará nunca a los alumnos sobre la carne desnuda, sino que les hará ponerselos calzones adecuados, si ‘tiene que darles una mula’';<ref group='Notas'>El castigo 'dei cavalli' o 'delle mule' en Italia consistía en azotar sobre las nalgas desnudas al muchacho, subido 'a caballo' de un compañero mayor. Véase una escena realista, pintada por Benozzo Gozzoli (1420-1498), en BAU, BC, p.455.</ref> “absténganse todos de golpearles en la cara o en el cuerpo con las manos y mucho menos con férulas o palmetas ni con otro instrumento, y al golpearles en las piernas o en otra parte hágase de modo que no dejen moraduras. No les tiren de los cabellos mesándolos, ni les hagan sangrar las narices o las orejas, como suele ocurrir fácilmente por tenerlas dañadas con frecuencia, como también el cuerpo; en resumen, eviten todo lo que es contrario a la mansedumbre de Cristo, de la que deben ser fieles imitadores. No inventen nuevas maneras de castigar a los muchachos, por ser muy poco conforme a la profesión religiosa y causar escándalo a los seglares”.<ref group='Notas'>‘Riti comuni’, cit. en SÁNTHA, SJC, p.313,n.2.</ref>

Estas últimas recomendaciones reflejan el auténtico espíritu de paternidad y mansedumbre del Santo Viejo, que no se cansa de repetirlas en sus cartas de todos los tiempos, de las que bastan para muestra estas citas:

quisiera que el castigo fuera siempre con tanta piedad y prudencia que los mismos muchachos reconocieran que merecen mucho más... Nuestro castigo tiene que hacerse con mucha piedad, pues así lo exige el nombre y la caridad que profesamos'; “me gusta que se castigue con benignidad y misericordia, pues reconociendo los muchachos amor de padre en el maestro, no sienten tanto el castigo”; “mostrar a todos muchísimo amor de padre y enseñarles con tal afecto que los muchachos vean que ama su provecho”; “procure atraer a los alumnos más mostrándose como padre que como juez riguroso”; “sepa que cuando los alumnos ven amor de padre en el maestro y preocupación por su provecho vienen a gusto a escuela”; “quisiera que recordase a todos que usen gran discreción en el castigar… conviene ser muy benignos con los muchachos.<ref group='Notas'>C.224, 893, 354, 1618, 2148, 566.</ref>

El P. Berro sintetiza toda esta cuestión haciendo notar que Calasanz 'en las negligencias de la escuela quería que el maestro fuera dulce y que se encontrasen iniciativas para hacer estudiar sin azotes “.<ref group='Notas'>BERRO, p.154. Véase todo este cap.20.</ref>

Complemento de todas estas amonestaciones y actitudes es la idea frecuente de que en vez del castigo hay que recurrir a la confesión como medio más eficaz para conseguir la enmienda de los muchachos. Véanse algunas citas:

ordenará que ningún maestro pueda dar más castigo que dos palmetazos o cinco azotes sobre la ropa. Si alguno merece mayor castigo, mándenlo a V. R. y ordene entonces el castigo que deba darse y que en principio sea benigno, pero si recae, auméntele el castigo. Pero sobre todo recúrrase a la confesión frecuente que produce mucho mejor fruto'; “en cuanto al castigo de los alumnos, procure que siempre que el confesor pida que se perdone a uno para que se confiese, se lé perdone, porque produce mayor fruto el sacramento que los azotes”; “mejor es que haga frecuentar los sacramentos a los alumnos, aun en el momento en que deberían ser castigados, que darles unos azotes”.<ref group='Notas'>C.1429, 1441, 1427.</ref>

Hay cosas, sin embargo, que escapan a todo sistema preventivo y que ni pueden prohibirse en reglamentos, ni preverse, ni castigarse cuando han ocurrido. Y ocurren dondequiera que haya niños. Y ocurrió un día en las escuelas de San Pantaleón. Por fortuna, andaba por medio un Santo, el P. José. Lo cuenta Berro, certificando haberlo oído de un testigo presencial, de quien da el nombre, oficio y dirección. Sitúa también la escena: en la clase quinta de escribir, 'que está al final de la escalera, frente al oratorio'. Fue de un momento antes de empezar la clase, cuando aún no había llegado el maestro. Unos muchachos encontraron unos palos de escoba y empezaron a esgrimirlos como espadachines. Como tardaba el maestro, se fueron animando en el juego e improvisamente dio uno con la punta del bastón en el ojo del otro y se lo sacó de la órbita, quedando ensangrentado y colgándole en la mejilla. A los gritos y el llanto del herido acudieron otros mayores de las aulas vecinas y “vieron, en efecto, el ojo fuera de su lugar y al chico gritando de dolor. Acudió el V. P. Fundador y visto el mal, puso en seguida el ojo en su lugar y manteniendo sobre él su mano estuvo así un poco, como en acto de oración. El chico dejó de llorar y poco después le mandó a rezar no sé qué oración a la Virgen. Todos vieron que el ojo estaba en su sitio, sin ningún defecto,y almuchacho tranquilo y contento al no sentir ya dolor alguno. Lo cual fue tenido por gran prodigio por los alumnos mayores que habían acudido y lo admiraron como cosa de un Santo, y a mí me lo contó como tal uno de los mismos que lo vieron”.<ref group='Notas'>BERRO, p.154-155; cf. TALENTI, o.c., p.170; BAU, BC, p.536-537.</ref>

Uno es libre de preguntarse si aquello fue obra de la mano de un Santo o de un médico improvisado. Lo que pasa es que demasiadas veces ocurren cosas así en la vida de los Santos, que nunca se las dieron de médicos.

Notas