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17.12. Cuestiones complementarias:

El primer documento autógrafo de Calasanz sobre el origen de las Escuelas Pías, conservado hasta hoy, es un horario detallado, al que deben atenerse los colaboradores de Calasanz hacia 1604. Y en las dos …

… primeras líneas se empieza a oír el tañido de la campana del Colegio Romano, a la que se ha de acomodar el horario de las Escuelas Pías a través del año, así como el de todas las escuelas de Roma.<ref group='Notas'>Cf. el documento íntegro en nuestro cap. 14, n.3 y la explicación del horario romano de entonces en la n.29 de dicho cap. Allí damos razón de la fecha 1604, que creemos más acertada que 1603, que aparece en el documento. En una ordenanza de 1659 para las escuelas pontificias se dice: 'si cominciarà e terminarà di tempo la scuola, come si fa quella del Collegio Romano, il che le potrà esser noto per mezzo del suono della campana di detto Collegio' (cf. G. PELLICCIA, o.c.,p.465, n.13). Y en otra de 1782: 'Le scuole la mattina dovranno cominciare alla campana del Collegio Romano' (ib., p.506 n.4) La falta de datos anteriores a estas fechas nos impiden asegurar si la costumbre era anterior a la desición de calasanz de 1604 o si fue adoptada a ejemplo de lo que se hacía en las Escuelas Pías.</ref> El documento, en efecto, termina así: 'Y según irá variando la hora la campana del Colegio [Romano], por la que se han de guiar los alumnos, se irán cambiando todas las sobredichas horas'. La estratégica ubicación del grandioso colegio jesuita, todavía a medio construr,<ref group='Notas'>El 28 de octubre de 1584 se inauguró solemnemente el nuevo colegio, con la asistencia de Gregorio XIII, y el 5 de noviémbre empezó el curso. Estaban construidas solamente el ala de la fachada y la que da a la Minerva. La iglesia de San Ignacio y su ala correspondiente se construyó luego (1626-1683) y finalmente la parte oriental, hoy ‘Biblioteca Nazionale Vittorio Emanuele’ (cf. R. GARCÍA VILLOSLADA, o.c., p.152-153).</ref> hacla posible que su sonora campana se oyera prácticamente en toda Roma, de perímetro muy reducido entonces, de casas bajas en su mayoría y calles silenciosas, si pensamos en el tráfico de hoy. Y como tocaba media hora antes de empezar las clases, los muchachos podían fácilmente llegar a tiempo desde cualquier punto de la ciudad saliendo de sus casas al oír su tañido.

En las Constituciones (1622) habló Calasanz de la necesidad de seguir un horario y que el Superior se cuidara de hacer cambiar el toque de campana en los diferentes períodos del año.<ref group='Notas'>Cf. CC, n.195-196.</ref> Más tarde (1637), al escribir sus ‘Declaraciones a las Constituciones’, el propio fundador presentó un horario concreto muy detallado,<ref group='Notas'>Cf. SÁNTHA, SJC, p.331, n.3 (texto original italiano); J. M. LECEA, ‘Declaraciones de S. josé de Calasanz a las Constituciones primeras de las Escuelas Pías’: AnCal 50 (1983), p.595-597, n.107-113 (texto traducido). Nótese que en el n.108 dice 25 de febrero y debe ser 15; en el n.112 dice 'oración a las 8' y debe ser a las 9, y 'examen a las 9 1/2' y debe ser a las 15 ½. Por otra parte, en la n.51 se aclara que la oración tenía a las 4 de Ia mañana de nuestro cómputo actual y por consiguiente se levantarían a las 3,30, cosa totalmente absurda; también es inaceptable lo que dice Moncallero, comentando el documento de 1604, a saber, que se levantaban a las cuatro de la mañana, porque a esa hora correspondían las ocho del computo romano (cf. CCP, p.75, n.2). La verdad es que en ambos casos se trata de las 5,30 de la mañana, pues las 12 en noviembre y las 8 de mayo (de que hablan ambos documentos), corresponden a las 5,30 en nuestro cómputo actual (cf. R. GARCÍA-VILLOSLADA, o.c. p.85-86, y nuestra n.29 del cap. 14).</ref> en el que no nombraba la campana del colegio Romano porque escribía para toda la orden, pero en realidad el único punto fijo a través del añó, no obstante los cambios, era el toque de la campana de los jesuitas, a las 8 de la mañana, y el principio de las clases a las 8,30, según nuestro cómputo actual. Las horas de clase seguían siendo las mismas en 1637 que en 1604, es decir, dos horas y media por la mañana y otras tantas por la tarde. Pero mientras las primeras quedaban fijas de 8,30 a 11, las segundas, a fin de evitar los calores excesivos de las primeras horas de la tarde en los meses cálidos, cambiaban de esta manera: desde principios del curso, en noviembre, hasta mediados de abril se tenían de 2 a 4,30; de mediados de abril a mediados de mayo, de 5 a 7,30; de mediados de mayo a mediados de agosto, de 5,30 a 8; del 15 de agosto al 15 .de septiembre, de 5 a 7,30; y el 15 de septiembre hasta las vacaciones otoñales volvían a adelantarse de 4 a 6,30.<ref group='Notas'>Así nos resulta de un minucioso estudio comparativo entre los datos aportados por Villoslada (l.c) y el horario propuesto Calaanz en sus ‘Declaraciones a las Constituciones’ (l.c). ‘Doc. princeps’ se dice también expresamente: 'dura el ejercicio de ensenar, asi en esta como en todas las otras clases, dos horas y media por la mañana y otro tanto por la tarde' (V. FAUBELL, o.c., p.62)</ref>

En un principio el curso se dividía en tres cuatrimestres con exámenes finales en cada uno y cambio de clase, si se aprobaba. Más tarde se redujo a dos semestres, quizá por exigencia del Colegio Romano que así dividía sus cursos, con los que ténían que homálogar los suyos los alumnos que procedían de las Escuelas Pías.<ref group='Notas'>En el ‘Doc. princeps’ (l.c.) se lee: 'cada cuatro meses se hace examen general en todas las escuelas; y los alumnos que se encuentran haber adelantado pasan a la escuela inmediata superior' Pero en Constituciones se prescribe: 'bis saltem in anno examen fiat, quo diligentes ad superiores scholas grádum faciant'. (CC, n.197) En el Colegio Romano 'si poteva esser glqgr promossi alla classe superiore alla fine di ogni semestre' (A. PIGNTELLI, o.c., p.126).</ref>

El curso empezaba el 3 de noviembre, como en el colegio Romano, pero mientras en este último, desde 1582, las vacaciones largas empezaban el día último de agosto, en las Escuelas Pías comenzaban el 15 de octubre, de modo que sólo había medio mes de descanso entre curso y curso. No obstante, las nonnas no eran tan fijas respecto a las fechas, pues también en esto prevalecía el principio de utilidad y provecho de los pobres hijos del pueblo; así que los quince días de vacaciones se darían en cada lugar teniendo en cuenta el tiempo de la vendimia o cosecha de otoño, para que los muchachos pudieran ayudar a sus padres en tales faenas.<ref group='Notas'>'Si fanno le vacanze degli studi per quindici giorni avanti di ritornare a comiciarli. Queste si assegneranno conformandosi alla qualita dei luoghi particolari, dove saremo, per la diversità delle faccende e vendemie e simili occupationi per le quali gli scolari non sogliono venire alle scuole' (‘Riti comuni’ SÁNTHA, SJC, P.340, N.30; cf. más textos ib.). Respecto a las vacaciones en el Colegio Romano véase R. GARCÍA – VILLOSLADA, o.c., p.86-87.</ref> Las exiguas vacaciones otoñales tenían su compensación en un crecido número de días festivos durante el año, pues frente a 194 días de clase normal tenían 116 de vacación completa y 55 en que tenían clase por la mañana y vacación por la tarde.<ref group='Notas'>Cf. SÁNTHA, o.c., p.342. Véase el calendario completo de fiestas de 1654 en ib., p.337-338, n.24. Hoy día, en la mayor parte de los países occidentales suele haber 150 días de vacaciones al año. La diferencia, pues, consiste en que hoy se tienen 21 días completos de clase más que entonces; pero entonces había 55 días de media jornada de dase. Dicho de otro modo, frente.a los 150 días completos de vacación en nuestro tiempo, había entonces 116 solamente, pero tenían además 55 días de vacación por las tardes.</ref>

El P. Dragonetti usó siempre en sus clases de latín la gramática del famoso Nebrija, considerándola la mejor de todas.<ref group='Notas'>'La grammatica che egli haveva letta sempre e che legge ancora (Dragonetti) a suoi scolari è quella del Nebrissense, la qual approva per migliore di tutte' (Carta de Pedro de la Valle, del 1 de agosto de 1626, en G. SÁNTHA, ‘P. Gaspar Dragonettí’: EphCal 5 [1960] 171). Elio Antonio de Nebrija tituló su gramática latina: ‘Institutiones Grammaticae’</ref> Los demás profesores de latín de las Escuelas Pías usaban el ‘Donato’, muy elemental, y el ‘Emanuele’, o sea la gramática del jesuita portugués Manuel Alvarez.<ref group='Notas'>En 1629 escriben a Calasanz desde Moricone: 'domando a V.P. qual gramatica dobbiamo usare, perchè qui non si trova altro che Donato'. (EHI, p.1685) En 1616-1617, recién fundada la casa de Frascati, Calasanz pide a Roma que le manden 'un Emmanuele piccolo novo'. (EGC, c.9) La gramática de Alvarez se titula: ‘De institutione grammatica libri tres’. En 1588 el P. Torsellini había hecho una edición abreviada, a la que probablemente se refiere Calasanz. Para el Donato cf. n.169 de este cap.</ref> Se comprende que se sirvieran de estos dos textos, porque el ‘Donato’ era lo que prácticamente exigían ya sabido a los alumnos que ingresaban en el Colegio Romano y el ‘Emanuele’ era el texto adoptado en las clases de gramática de dicho Colegio.<ref group='Notas'>Cf. R. GARCÍA-VILLOSLADA, o.c., p.88 y 101.</ref> No obstante, dado el interés obsesivo de Calasanz por facilitar las cosas a sus niños pobres, se preocupó mucho por encontrar una gramática latina más breve.<ref group='Notas'>En 1642 escribía: 'per il desiderio grande che io ho havuto fin da principio di trovare un modo breve e facile quanto fusse possibile per insegnar la lingua latina' (C.4021). Y en 1619 llevaban entre manos este asunto D. Cipriano Martínez y Andrés Bayano, ambos huéspedes en San Pantaleón, sin que llegaran a nada concreto.</ref> En 1629 se enteró del nuevo método abreviado que presentaba Gaspar Schoppe, basado en los escritos del español Francisco Sánchez el Brocense, y envió a Milán a tres de sus clérigos para que lo aprendieran directamente del maestro. A finales de ese año empiezan a usarse en las Escuelas Pías los ‘Rudimentos de gramática’ del referido autor, recién editados en Milán.<ref group='Notas'>‘Rudimenta Grammaticae Philosophicae ad usum tironum. Mediolani 1629’. En carta del 9 de noviembre de 1629, el P. Pietrangeli escribe a Calasanz desde Moricone: 'se gli pare bene introduchiamo il Scioppio potrà far la caritá di commetere a qualcuno la cura di trovare un libraro costà che habbi corrispondenza in Milano et facci venire per addeso 50 di detti libri cioè ‘Rudimenti’ per scholari' (EHI, p.1685). Y el 1 de diciembre de 1629, desde Génova, le escribe el P. Preterari: 'porterà seco (a Roma) 40 ‘Rudimenti del Scioppio venuti poco fa da Milano' (EHI, p.1714).</ref>

Con todo, la gramática de Schoppe resultaba aún demasiado farragosa y por indicación de Calasanz el P. Casani emprendió la tarea de simplificarla, recurriendo a la propia fuente de Schoppe, es decir, la gramática del Brocense.<ref group='Notas'>El 24 de diciembre de 1633 escribe Calasanz: 'La Grammatica sanctiana (de Sánchez el Brocense) stava costi (en Nápoles), la faccia trovar in ogni modo che il P- Pietro (Casani) pensa ridur quella del Scioppio a qualche facilità'. (c.2162)</ref> Casani no llevó a cabo su propósito, sino el joven P. Juan Francisco Apa, partiendo igualmente del Brocense y de Schoppe. Su obra fue doble: en 1643 editó la gramática destinada a los maestros, toda en latín, como era costumbre; en 1655 publicó la dedicada a los alumnos, con la importante novedad de que estaba redactada en italiano.<ref group='Notas'>El título de la primera es ‘I principi della tingua latina’, y el de la segunda, ‘Teatro della latinità’ (cf. SÁNTHA, SJC, p.182, n.12. En esta larguísima nota se da un juicio crítico sobre todo de la segunda).</ref> No obstante, la decisión de abandonar la gramática de Schoppe no fue sólo por el deseo de encontrar una más breve y sencilla, sino también por el hecho lamentable de que en 1632 emprendió Schoppe una campaña contra los jesuitas con numerosas publicaciones, convirtiéndose en uno de los más acérrimos adversarios de Ia Compañía, de modo que desde 1634 empezó la Santa Sede a condenar sus obras. La prudencia, en este caso, debió de aconsejar a Calasanz y a la Orden abandonar la gramática del proscrito alemán. Así se hizo en el Capítulo General de 1637, en que se prescribió volver a adoptar la de Alvarez, err espera de tener una propia.<ref group='Notas'>'Che generalmente in tutte le nostre scuole si usi la grammatica del l'Emmanuele, ne si ammetta altro autore o modo di insegnare anche a persone particolari senza licenza del P. Generale' (cit. en SÁNTHA, SJC, p.181, n.10).</ref>

La preocupación social impregna, pues, la mentalidad pedagógica de Calasanz. Piensa en que sus alumnos son sobre todo pobres y que deben dejar pronto las aulas para encontrar ocupación, ganarse la vida y ayudar a sus padres. No pueden perder tiempo en la escuela. Ha de enseñárseles lo indispensable, pero con la solidez y amplitud adecuada. De aquí la necesidad de métodos intuitivos en todas las escuelas en que predomine la brevedad, la sencillez y la claridad, tres cualidades totalmente antibarrocas, en una época en que se respira y se vive el barroco. Todo ello no le impide tenef los ojos abiertos para captar con amplitud y sensibilidad los progresos de la ciencia, de la didáctica y de la pedagogía para aplicarlos a sus escuelas, renunciando a encerrarse en métodos fijos, creyéndolos los mejores y por ende perdurables.

Con precisión genial resumió estas ideas en este párrafo de sus Constituciones, totalmente original, es decir, independiente de los textos de las Constituciones de otras Ordenes que le sirvieron de pauta para las suyas: 'En la enseñanza de la gramática y de cualquier otra materia es de gran provecho para los alumnos que todos los maestros sigan un método sencillo, eficazy, en lo posible, breve. Por tanto, se pondrá todo ernpeño en elegir el mejor entre los preconizados por los más doctos y expertos en la materia'.<ref group='Notas'>CC, n.216;F. CUBELLS; ‘Explorando lasfuentes de las Constituciones de S. José de Calasanz, p.561.</ref> Con ello no dejaba libertad para que cada maestro escogiera el método o texto que él creyera mejor, sino que expresamente exige la uniformidad de métodos en toda la Orden: “No sólo -escribe- todas nuestras casas deben observar el mismo orden en la observancia doméstica… sino que todos los Superiores deben procurar con solicitud que en todos nuestros colegios se imparta la misma enseñanza y se empleen los mismos métodos didácticos”. Y concretamente respecto al latín: “Los que empiezan a aprender los rudimentos de la gramática aténganse en todos los colegios a las mismas reglas, a no ser que en alguna provincia lejana parezca más acertado otro método, con licencia del General”.<ref group='Notas'>CC, n.212 y 215.</ref> Así se armonizaba debidamente el progreso de las ciencias y la puesta al día con la uniformidad y estabilidad de métodos.

Complemento necesario para la buena marcha de los colegios fueron los Reglamentos, con sus Ordenes para los maestros y Ordenes para los alumnos. Los primeros aparecen ya en el llamado ‘Documentum princeps’ o ‘Breve relazione’, de 1604, en el que, además de describir en sus dos primeros apartados 'cuanto concierne a las letras' y “cuanto concierne a la piedad” se dan 15 breves disposiciones para los alumnos, seguidas de otras 10 para los maestros. La importancia de este primer documento radica en ser la base de todos los demás reglamentos que fueron apareciendo luego, a medida que se fundaban nuevas casas, una vez constituida la Congregación Paulina y luego la Orden de las Escuelas Pías.<ref group='Notas'>Se han conservado los. Reglamentos de los colegios de Frascati, Narni, Campi, Florencia, Nápoles y Leitomischel, todos muy similares, y el del Colegio Nazareno (Roma), muy distinto de los anteriores por su extensión y sóbre todo por su contenido, pues.es el único que se refiere a un coleglo-internado. Todos estos reglamentos han sido publicados de nuevo en traducción española en V. FFAUBELL, ‘Antología pedagógica Calasancia’, p.147-175.</ref> Todos ellos fueron en gran parte compuestos o bien, aprobados por el Fundador, partiendo del documento-base de 1604. Pero ni éste ni aquéllos fueron totalmente originales, dependiendo casi por completo de los que regían los colegios de jesuitas.<ref group='Notas'>El reglamento basico de los jesuitas es, sin duda, las ‘Regulae externorum alumnorum societatis Jesu’ (cf. C. VILÁ, ‘Fuentes inmediatas’ p.256-257, n.86). Comparando sus XV puntos con los 15 del ‘Doc. princeps’ (cf. FAUBELL, o.c., p.65), se adviérte que solo en cuatro no hay dependencia apreciable. Esta dependencia es todávía más evidénte en el Reglamento del colegio de Leitomischel (Bohémia), por estar en latín, como las ‘Regulae’, y copiar literalmente párrafos enteros (cf. C. VILÁ, o.c., p.255-257; SÁNTHA, SIC, p.343-350).</ref> Sobre el contenido de tales reglamentos y órdenes trataremos luego, dada su finalidad de educar en la fe y en las buenas costumbres.

Notas