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17.02. Una obra de Iglesia
'Interesa al mundo -proclama el Concilio Vaticano II- reconocer a la Iglesia como realidad social y fermento de la historia'.<ref group='Notas'>GES, 44a.</ref> Pero sería un error creer que la Iglesia sólo es eso, prescindiendo de su realidad sobrenatural y salvífica, tal como se dice más adelante: “La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, sólo pretende una cosa: el advenimiento del reino de Dios y la salvación de toda la humanidad”.<ref group='Notas'>Ib., 45a.</ref> Con la debida analogía podemos decir que el mundo aceptó muy satisfecho la acción social de las Escuelas Pías como fermento de cultura y de reforma de la sociedad. Ni dejó nunca de exaltar Calasanz este aspecto de su Instituto, particularmente cuando lo vio perseguido y en cierto modo condenado a la aniquilación por decreto de la Santa Sede: “no puedo acabar de comprender –escribía en marzo de 1646- que un Instituto tan útil y solicitado por toda Europa y alabado aun por los herejes, pueda destruirlo tan fácilmente la malicia humana”.<ref group='Notas'>C.4341.</ref> Sería, no obstante, una equivocación pensar que ésa era su finalidad principal, posponiendo su directa relación con el advenimiento del Reino de Dios y la salvación de los hombres.
Las Escuelas Pías, al convertirse en Congregación religiosa y luego en Orden, entraban en una esfera peculiar dentro del organismo espiritual de la Iglesia; una esfera en la que se trastorna la escala de valores a la luz del mensaje evangélico. Con certera precisión teológica empieza Calasanz sus Constituciones con este párrafo, completamente original, es decir, no copiado de ningún otro texto, como hizo en tantos puntos posteriores:
- Ya que en la Iglesia de Dios y bajo la guía del Espíritu Santo todas las Órdenes Religiosas tienden a la perfección de la caridad como a su verdadero fin mediante sus propios ministerios, lo mismo se propone hacer con todo empeño nuestra Congregación mediante el ministerio aprobado por el papa Pablo V de feliz memoria, que hizo las veces de Cristo en la tierra'.<ref group='Notas'>CC, n.1.</ref>
El ministerio específico de la Orden, pues, no es más que un medio para conseguir la caridad perfecta, y no un fin en sí mismo. A ese ministerio específico hay que añadir la observancia de los tres votos comunes a toda Orden, que constituyen el camino genuino del seguimiento del Señor, según el espíritu del Evangelio; camino que lleva indefectiblemente a la cumbre de la caridad perfecta, como dijo también del propio ministerio. Estas ideas complementarias y substanciales en el concepto de vida consagrada las manifiesta Calasanz al hablar de los votos en general:
- Quien desee aspirar al culmen de la caridad perfecta, que es el vínculo de la perfección, no encontrará camino más fácil y seguro que la observancia fiel de las virtudes que por fuerza del voto se empeñan en profesar los religiosos, que renunciando al mundo desean unirse a Dios. De esta manera, renunciando por su amor a todos los bienes externos, podrían seguirle presurosos en cuerpo y alma por la verdadera castidad, la pobreza y la obediencia y todas las demás cosas antedichas'.<ref group='Notas'>CC, n.95. Es interesante observar la armonía de estas concisas ideas de Calasanz con textos del Concilio Vaticano II. El Decreto sobre la vida religiosa empieza así: '‘Perfectae caritatis’ per consilia evangelica prosecutionem Sacrosanta Synodus praevie ostendit… a Divini Magistri doctrina et exemplis originem ducere' (PC, n.1). Calasanz habla del 'Spiritu Sancto duce', y el PC, 1b: 'Spiritu Sancto afflante'; y la LM, 43a: 'duce Spiritu Sancto'. Cf. M. A. AIAIN, ‘La experiencia religiosa de Calasanz’ (Salamanca 1979) p.15-32.</ref>
Calasanz, pues, es plenamente consciente de lo que significa una Orden religiosa en la Iglesia. Y consecuente con esta convicción, exigirá a sí mismo y a los suyos todo lo que la Iglesia exige o espera de los religiosos. Sus Constituciones son, sin duda, las líneas maestras de su concepción de vida consagrada y en ellas habla de todos los aspectos de la misma. Ni podía dejar de lado nada esencial o importante, dado que las redactó teniendo delante al menos las de los teatinos, jesuitas y caracciolinos.<ref group='Notas'>Cf. F. CUBELLS, ‘Explorando las fuentes de las Constituciones de San José de Calasanz’: AnCal 44 (1980) 515-575.</ref> Al escoger como modelos estas tres Ordenes manifiesta su entereza y su ‘sentire cum Ecclesia’ (sentir con la Iglesia), pues desde hacía un siglo todas las nuevas Órdenes religiosas aprobadas constituían la modalidad de, Clérigos Regulares, a los que se sumarán las Escuelas Pías como punto final.<ref group='Notas'>El grupo de Ordenes de Clérigos Regulares lo forman los teatinos, barnabitas, somascos, jesuitas, camilos, luqueses, caracciolinos y escolapios.</ref> Su honda amistad con los carmelitas descalzos y los franciscanos conventuales habría hecho esperar un influjo preferente de sus respectivas Constituciones, pero no fue así.
Calasanz es igualmente consciente de que su obra es útil y aun necesaria en la Iglesia, y que a pesar de la enorme variedad de Institutos religiosos ya aprobados, el suyo es una auténtica novedad, perfectamente distinto de los otros y en cierta manera complementario de todos ellos. He aquí unos párrafos elocuentes del Memorial Tonti:
- Aunque por hipótesis hubiera o se temiera un excesivo número de Ordenes, no debe referirse esto a los Institutos útiles y necesarios, sino a los superfluos; es decir, a los que no tienen ministerios específicos, sino que se quedan en los generales y comunes a los demás…; si se trata de las otras Ordenes, la confusión puede nacer o del hábito, y el nuestro es ya diferente, o del ministerio, y el nuestro, es diferentísimo… Y si la Santa Iglesia acostumbra a conceder esta gracia [de elevar a Orden] a tantos otros ministerios, ¿por qué no a éste, que puede considerarse compendio de todos ellos no sólo por ayudar al prójimo en caso de necesidad en todo lo que los otros le ayudan, sino por preparar y disponer las almas mediante una buena educación a ser capaces de recibir el servicio de todos los demás ministerios? … Si la Iglesia ha concedido esta gracia a tantos Institutos de ministerio general y común, ¿por qué no a uno específico y peculiar? Si la ha otorgado a muchos específicos, tal vez no tan necesarios y al menos no tan solicitados, ¿por qué no a éste, necesarísimo y solicitadísimo? … Si no se ha denegado a quien ayuda a bien morir [los camilos], ¿por qué y con mayor razón no se concederá a quien desde los primeros años ayuda a bien vivir, de donde depende el buen morir, la paz y sosiego de los pueblos, el buen gobierno de las ciudades y de los príncipes, la obediencia y fidelidad de los súbditos, la propagación de la fe, la conversión y preservación de las herejías… y finalmente la reforma de toda la cristiandad…?'.<ref group='Notas'>Cf. LESAGA-ASIAIN-LECEA, o.c., p. 188-189, 192-193.</ref>
En muchos de sus escritos ya citados hemos visto que Calasanz considera esta última idea de la reforma de toda la cristiandad como la que define con precisión la finalidad de su instituto. Con ello se coloca conscientemente en la línea de la llamada -mal llamada- contrarreforma, predominante en la Iglesia de su tiempo. No falta incluso alguna expresa referencia al mandato recibido por la Iglesia de ejercer el propio instituto, considerando con cierta exageración que el ejercicio de otros ministerios es meterse en campo ajeno.<ref group='Notas'>'Aunque en nuestra Religión haya teólogos prácticos y graduados, yo no he permitido nunca que subieran al púlpito o a la cátedra para predicar, sabiendo que no faltan en la Iglesia de Dios hombres que por oficio y propio instituto tienen el derecho de predicar y lo hacen a la perfección. Y debe estar lejos de nosotros el meter la hoz en mies ajena. No sería poco saber, humillarnos a la capacidad de los muchachos, a cuya instrucción nos ha mandado la Santa Iglesia' (c.2577).</ref> Y no le faltaba razón, en el sentido de que los adultos son suficientemente atendidos por los demás religiosos, mientras que los niños -y más los pobres-, sólo tenían a las Escuelas Pías.<ref group='Notas'>'Atiendan con todo esmero al ejercicio de las escuelas y sobre todo a la-piedad y santo temor de Dios en los alumnos, pues es nuestro propio ministerio, en el que hay mayor mérito que en atender a personas mayores, las cuales tienen muchas Religiones que les ayudan, mientras que los escolares sólo tienen la nuestra' (c-2623).</ref>
La novedad de la Orden radica, pues, en la novedad de ministerio, el cual queda como sacralizado al ser considerado como cuarto voto. A él se refiere a veces Calasanz recordando a sus religiosos que estaban obligados a dar clase por fuerza de este voto específico: 'procuren todos con diligencia ser observantes de las constituciones y atender al ejercicio de las escuelas, conforme al voto que han hecho'; “he leído su opinión sobre el voto de enseñar a los niños, que, bien considerado, no es absoluto, como los otros tres, sino consecuente del voto de obediencia, de modo que si el superior quiere que uno enseñe, éste debe enseñar, y si el superior no quiere que otro enseñe, no le obliga el voto de enseñanza”.<ref group='Notas'>c.2712, 2110.</ref>
El ministerio de la enseñanza no sólo queda sacralizado por constituir el cuarto voto, sino que es considerado por Calasanz como verdadero camino de salvación para sus religiosos: 'No puedo dejar de recordar en todas mis cartas -escribe- que se atienda con todo cuidado a la enseñanza, aunque deban dejarse alguna vez otros ejercicios, porque este de las escuelas es nuestro ministerio específico y cuando no va bien nos desviamos del verdadero camino de nuestra salvación'; “espero que el Señor dé a todos, aquí y ahí, un verdadero sentimiento de la profesión del Instituto en el que consiste nuestra salvación”; “anime de mi parte a todos los de casa a salvar sus almas ejercitando nuestro ministerio que es la verdadera senda por la que debemos llegar al cielo”.<ref group='Notas'>C.1287, 4318 y 4549.</ref> Con lo cual vuelve a la idea primaria de que por encima del bien que se hace al prójimo está la propia perfección, el culmen de la caridad perfecta, para cuya adquisición el camino directo o medio adecuado para los escolapios es el ejercicio del propio ministerio.<ref group='Notas'>Esta es la última conclusión a que se llega en la ‘Declaratio de spiritualitate calasanctiana’, del Capítulo General Especial (1967-1969). Cf. ‘Declarationes et Decreta Cap. Gen. Specialis’ (Roma 1970) p.93-94.</ref>
El último matiz sacralizante del propio instituto, como obra de Iglesia, es la expresa referencia al evangelio, particularmente en relación a los niños pobres: 'si aquellos de los nuestros que han ido a esas regiones -escribe el Fundador al cardenal Dietrichstein- consideraran que lo que se hace a un niño pobre lo recibe Jesucristo en su propia persona, estoy seguro de que pondrían mayor diligencia en ello'.<ref group='Notas'>C.2441.</ref> Ya en el Proemio de las Constituciones se complace en aplicar el texto evangélico a los “niños pobres”, y no simplemente a los “niños”: “Y ya que nos consideramos en verdad Pobres de la Madre de Dios, no menospreciaremos nunca a los niños pobres, sino que procuraremos con mucha paciencia y caridad inculcarles toda virtud, sobre todo diciendo el Señor: Lo que hicisteis a uno de mis pequeños, a mí me lo hicisteis”<ref group='Notas'>CC, n.4.</ref> Es una aplicación que mantiene hasta el final de su vida, como se ve en esta carta de 1647: “Tenemos firme esperanza de que Dios bendito responderá por nuestro Instituto -degradado en 1646-, el cual está fundado solamente en la caridad de enseñar a los muchachos pobres en particular, para que no pueda decirse que ‘los niños pidieron pan y no hubo quien se lo repartiera’ (Lam 4,4). Manténganse ahí todos con gran deseo de servir al Señor en sus miembros, que son los pobres, para que podamos oír a su tiempo: ‘lo que hicisteis a uno de mis pequeños, a mí me lo hicisteis’” (Mt 25,40).<ref group='Notas'>CCP, p.333.</ref> No menos elocuente es este otro texto: “En cuanto a recibir alumnos pobres, V. R. obra santamente admitiendo a cuantos lleguen, pues para ellos está hecho nuestro Instituto, y lo que se hace por ellos, se hace por Cristo Bendito, que no dice lo mismo de los ricos”.<ref group='Notas'>C.2812. Un texto más: 'si amara, no digo al Instituto, sino a Dios Bendito y a sí mismo, se preocuparía de aprender lo que no sabe para hacer bien a los pobres, o mejor dicho, a Cristo en los pobres' (c.3041).</ref>
Esta expresa aplicación del texto evangélico a los niños pobres, cuando podía aplicarlo con más propiedad simplemente a los niños (‘minimis meis’), nos da una vez más la garantía de que la preferencia por los pobres (‘praesertim pauperes’) era un matiz esencial en el ministerio nuevo que surgía en la Iglesia, el de las Escuelas Pías. Con ello la nueva Orden se colocaba en la línea de los Clérigos Regulares cuyo ministerio concreto y específico tenía de mira a los pobres.<ref group='Notas'>Entre ellos destacan los somascos, dedicados a los niños huérfanos y abandonados, y los camilos o ministros de los enfermos pobres. José de Calasanz podría decir de sus niños pobres lo que Camilo de Lellis decía de sus enfermos: 'Esta es mi vocación, mi resolución y todo mi fin: el servir a estos pobres como a mis reyes y príncipes, porque sirviéndoles sirvo a Cristo nuestro Redentor' (A. PRONZATO, ‘Todo corazón para los enfermos. Camilo de Lellis’ [Salamanca 1985] p.256).</ref>