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16.08. El noviciado, los novicios y su Maestro

Desde el día 25 de marzo de 1617 los quince que habían vestido el nuevo hábito eran novicios. El período del noviciado, según el breve fundacional, debía durar dos años. En un principio siguieron viviendo todos en San Pantaleón y en Frascati. El noviciado de Trevi había quedado en manos de los luqueses, que lo habían adquirido antes de la unión con las Escuelas Pías. Había que pensar, por tanto, en una nueva casa, tranquila y silenciosa y más adecuada que la de San Pantaleón. sobresaturada de niños y de maestros. Se adquirió, pues, una en la subida al monte Janículo, cercana a la iglesia de San Onofre, hacia mediados de año, pero a principios del siguiente se trasladó el noviciado junto a la iglesia de Santa María ‘in via’, en el barrio de Trevi. En junio de 1620 hubo otro traslado, volviendo a San Onofre, cerca de la primera residencia, y allí permaneció hasta 1623, en que hubo que vender la casa por presión de los PP. Jerónimos del monasterio de San Onofre y adquirirse otra, a finales de 1623,en las cercanías de ‘Quattro Fontane’, en el Quirinal, llamado también ‘Montecavallo’.<ref group='Notas'>Cf. L. PICANYOL, ‘Brevis conspectus…’, p.89; BAU, BC, p.751-754; PosCas, p.295.</ref>

El P. Fundador nombró primer maestro de novicios al P. Casani. Era, sin duda, el más indicado, no sólo por ser el único sacerdote de todo el grupo, además del P. Prefecto, sino sobre todo por su larga experiencia de veintitrés años de vida religiosa en la Congregación luquesa y por su innegable espíritu de piedad y ascetismo. No obstante, si hay que dar fe a lo que escribe el P. Jericó, 'como aún no tenía Constituciones el Instituto, siendo reglas vivas el exemplo del Beato Joseph y de todos los demás, desconfiando de si el Ven. Pedro, le pidió al Beato Padre que en el ínterin que formaba Constituciones le diesse algunas máximas, prescriviéndole lo que devía enseñar a los Novicios. Redúxolas el Siervo de Dios a diez puntos que yo quiero poner aquí por contener lo más subido de la perfección religiosa:

I Que el Novicio del Pío Instituto se tenga y desee ser tenido por el más vil y despreciable de todos los hombres e indigno de qualquier favor, que no sea entender en hazer la voluntad de Dios.

II Que conformándose enteramente con Christo crucificado se niegue absolutamente a qualquiera consolación, haziéndose muy familiares las penas y los trabajos, sin buscar alivio en las adversidades.

III Que se aflixa sólo de las culpas cometidas y de las obras buenas que dexó de hazer, y para satisfacción de uno y otros ame mucho los trabajos, penas y aflicciones, que juntamente castigan y avisan.

IV Que renuncie enteramente a todas las ideas de la propia voluntad, entregándose todo a la disposición del Señor y poniéndose enteramente en manos de quien en su nombre lo govierna y rige, conformándose con Jesús obediente hasta la muerte.

V Que se compadezca del que falta o peca, y no por esso lo juzgue, antes se duela más del daño espiritual de su hermano, que del corporal propio suyo por grande que sea.

VI Que se porte con sus hermanos como una amorosa madre con sus queridos hijos, la qual se aflixe íntimamente de su mal estado y tanto más, quanto él es mayor.

VII Que se alegre de ver en sus hermanos progresso, y adelantamiento en las verdaderas virtudes, emulando generosamente su fervor y siguiendo perfectamente sus huellas.

VIII Que sea muy igual en amor a sus hermanos, imitando al Sol igualmente benéfico a buenos y malos, según la Doctrina de Christo en el Evangelio.

IX Que en quanto piense y execute sea su fin la gloria de Dios y con esto serán sus pensamientos y obras dirigidas inmediatamente al servicio del Señor y utilidad de sus próximos.

X Que contemple a menudo en los beneficios divinos y principalmente sea agradecido al Señor por el imponderable beneficio del Augusto Sacramento del Altar'.<ref group='Notas'>Cf. J. JERICÓ, ‘Varones insignes’, p. 190-191. Al presentarlas C. Vilá dice que 'Versión latina es la del P. B. Bartlik en sus ‘Annales’' (PosCas, p.338). Pero no es precisamente el mismo texto, aunque guarde bastante parecido. Véase, por ejemplo, el nº 8: 'Nihil praeter Deum diligat, nec diligat aliquem amore aliquo particulari, sed communi'; o el nº. 10: 'Dei beneficia crebro recogitet, ac praecipue quod eum voluerit sua immagine insignire, naturamque hominis assumere ac semetipsum in mortem tradere, in praesenti vita se in cibum ibi vero in praemium tradere ac exhibere'. De estas sentencias dice Bartlik: 'Hucusque Regulae P. Praefecti, quas ex Thoma Kempensi collectas dicit P. Gabriel ab Annuntiatione' (EphCal 3 [1937] 75-77). La diferencia de texto depende quizá de la reducción o acomodación a los novicios, operada por Casani, según Jericó. De hecho, el texto de Bartlik empieza así su nº. 1: 'Studeat servus Dei…', y el de Jericó: 'Que el Novicio del Pío Instituto se tenga…'</ref>

Es muy significativo que el P. Maestro de novicios -el experimentado religioso Casani- pida orientaciones de formación espiritual al P. Fundador y que estas normas sean consideradas por Jericó como lo más subido de la perfección religiosa',<ref group='Notas'>No obstante, escribe Vilá en otro lugar: 'Calasanz, en los 5 primeros años, nada aportó a la formación de una espiritualidad característica de la Escuela Pía: las constituciones por él redactadas no se implantaron hasta 1622 y recogieron la espiritualidad aportada por Casani, simbolizada en el conjunto de rezos que son los mismos de la congregación de Luca' (PosCas, p.872, n.95). El autor nos acaba de asegurar que las Constituciones de Casani no tuvieron influjo alguno en las de Calasanz, pues no se las mostró nunca (cf. texto correspondiente a la n.121 anterior). Y si la espiritualidad queda simbolizada por los rezos y éstos son los de la congregación luquesa, ¿en qué queda la influencia de Casani? Pero si ya hemos leído que Vilá niega que Calasanz sea el verdadero Fundador, y que no aportó tampoco ningún elemento a la nueva congregación en el momento de su creación, pues todo el grupo, a excepción de Calasanz, era conquista personal de Casani, no puede extrañarnos que tampoco aportara nada a la formación de su espiritualidad (véase tratado el tema ampliamente en ‘Juicio histórico - crítico…’, p.51-65).</ref>

El maestro de novicios se trasladó al noviciado de San Onofre con un grupo reducido, en el que, al parecer, no había ninguno de los que habían vestido eI25 de marzo, que debieron quedar en San Pantaleón y aun en Frascati para atender a sus tareas escolares o domésticas, evitando trastornos y ausencias innecesarias. El grupo lo formaban los que habían recibido el hábito después de aquella fecha hasta el momento de inaugurar la casa noviciado, aumentando el número a medida que vestían otros nuevos. Así, pues, a finales de 1617 había once novicios, de los cuales dos sacerdotes, seis clérigos y tres operarios. Y entre esos once había unos cuantos cuya fama perduraría a través de los siglos por la santidad de su vida y por su protagonismo en el gobierno de la Orden. Tales fueron: Pablo Ottonelli y Francisco Castelli, ambos sacerdotes y de noble familia, futuros Asistentes Generales; Glicerio Landriani, que ya conocemos; Juan Macari, Hermano operario, venerable entre los venerables varones;<ref group='Notas'>En 1644 escribía Calasanz al P. Apa: '… mi domanda la lista d'alcuni de nostri Padri, morti con opinione di Santità, de quali per adesso le mando i nomi di quattro, che furono dei primi, cioè: il P. Tommaso (Victoria)… Il secondo, P. Lorenzo (Santilli)… Il terzo e primo de fratelli, Giovanni (Macari) di S. Carlo, e per la grandíssima devotione della passione di Cristo chiamato della Passione…' (c.4238). Y en la c.4242 teje un elogio breve de cada uno de ellos.</ref> Juan Pablo Cananea, clérigo, no menos venerable que el anterior y ambos estimadísimos del Fundador; Esteban Cherubini, de aciaga memoria, antagonista del Santo en el drama final de esta larga historia.<ref group='Notas'>Entre los otros cinco me complace recordar por simple homonimia personal al clérigo Francisco Giner (Ginerium) de Sta. María de las Nieves, de Reggio Calabria, muerto antes de acabar el noviciado, a los treinta años (cf. ‘Liber Congr. Paul.’, p.6-8). El P. Baldi, vestido el 25 de marzo de 1617, en su inédita ‘La víta del p. abbate Glicerio Landriani’. escrita en 645, recuerda: 'Insieme con tre o quattro novitii cominciò (Glicerio) sotto la cura del p. Pietro (Casani) della Natività della Vergine darsi alcuna forma al novitiato, che per modo di provisione fu incominciato in una piccola casa situata nella salita di S. Onofrio alli 7 di Iuglio' (cit. en PosCas, p.296, n.21). Landriani vistió, efectivamente, el 2 de julio y desde el 25 de marzo hablan vestido sólo cuatro: Pablo Ottonelli, Francisco Castelli, el luqués Antonio Iacomini y el operario Agustín Mazza(cf. ‘Liber Congr. Paul.’, p.6-7). Luego Baldi es exacto. Bartlik cita a cinco entre los primeros, pues añade a los cuatro de Baldi a Esteban Cherubini, que vistió el 19 de nov. (cf. B. BARTLIK, ‘Annales’: EphCal 5 [1936] 160-161).</ref>

En los casi cinco años que duró la Congregación Paulina, es decir, desde el 6 de marzo de 1617 hasta el I 8 de noviembre de 1621 en que fue elevada a Orden de votos solemnes, vistieron la sotana escolapia 18 sacerdotes, 75 clérigos y 60 hermanos; en total, 153. De ellos murieron o dejaron el hábito antes de sus votos solemnes 10 sacerdotes, 42 clérigos y 24 hermanos, es decir, 76 en total. Perseveraron, por tanto, en su vocación 8 sacerdotes, 33 clérigos y 36 hermanos; en total, 77 religiosos.<ref group='Notas'>Cf. ‘Liber Congr. Paul.’, p.6-28.</ref> El índice de perseverancia fue, pues, del cincuenta por ciento. No podemos sacar conclusiones válidas sobre si era elevado o no, pues carecemos de estadísticas al respecto.

Lo que parece obvio deducir es, por una parte, que existían criterios de selección eficientes; y por otra, que la observancia, la austeridad y las pruebas de espíritu a que se sometía a los novicios no eran soportables por todos. Y de todo ello, quien contribuyó mayormente a crear normas y costumbres fue, sin duda, el primer maestro de novicios, P. Casani, a pesar de que sólo mantuvo el cargo un año largo, pues en octubre de 1618 dejaba Roma para fundar el colegio de Narni. Pero fue un año fecundo, de modo que su dedicación plena a la formación de los novicios, alejado del barullo y tareas escolares de San Pantaleón, le procuró tiempo y ambiente propicio para escribir -al parecer- unas ‘Reglas de Novicios’ (clérigos) e incluso unas ‘Reglas comunes’ para toda la Congregación, ambas revisadas personalmente por el Fundador.

No consta, sin embargo, a ciencia cierta que ambas obras fueran de Casani. De las ‘Reglas de Novicios’ parece subsistir una doble tradición que las atribuye a Calasanz y a Casani.<ref group='Notas'>En el Proceso de Beatificación de Calasanz, cuando en 1717 se trataba de la revisión de sus escritos, entre los que expresamente se pidieron por creerlos suyos, figuraban las Reglas de novicios. Y se respondió que no constaba que fueran del Fundador, sino que la tradición las atribuía al P. Casani (cf. S. GINER, ‘El Proceso de Beatificación…’, p.170). No obstante, se revisaron (ib., p.293). En 1845, al editarse por primera vez en Génova, se las titula ‘Regole per li novizi delle Scuole Pie proposte da S. Giuseppe Calasanzio…’; esta edición fue traducida al castellano en 1898, teniéndose 'el original del Santo Patriarca'. Hubo otras ediciones anteriores, al menos desde 1856, pero nada se dice de su autor (cf. PosCas, p.312, n.28 y 29).</ref> ps las Reglas comunes, si llegaron a practicarse, fue tan sólo hasta enero de 1622, en que fueron aprobadas por el papa las Constituciones de Calasanz. Pero no faltan indicios de que en aquellos años no existían reglas fijas comunes,<ref group='Notas'>El P. Baldi, testigo de la época, escribe en la mencionada Vida de Glicerio Landriani: 'Posso io testlmonio di vista asseverare con quale strettezze si vivesse in quel tempo, quando non vi essendo regole particolari, che con discreto freno I'ardente fervore della brincipiante Religione contenessero, dependeva il vivere da persone desiderose in estremo grado di patire…' (RegServ, 39, p.49). El largo estudio o análisis que de ambas obras hace Vilá en la ‘Positio’ no aclara tampoco satisfactoriamente el problema de la autoría (cf. PosCas, p.311-338).</ref> Más probable parece que fueran de Casani las ‘Reglas de Novicios’, como instrumento y programación de su tarea de formación espiritual - religiosa. Y avala la hipótesis el paralelismo ideológico que se observa respecto a las Constituciones de la Congregación luquesa, en cuya composición intervino.<ref group='Notas'>Cf. PosCas, p.315.</ref>

Sería injusto valorar el ambiente característico del noviciado por las extravagancias caprichosas a que recurrían los maestros con la limpia finalidad de crear en los novicios el sentido de humildad y desprecio de sí mismo , raíz de toda imitación de Cristo 'que se humilló a sí mismo'. Las “pruebas” de noviciado traspasaban los límites de la racionalidad y del sentido común, apoyadas en un concepto de obediencia absurdo, que en cierto modo acercaban al hombre al abismo insondable del misterio de un Dios humillado, despreciado y hecho obediente hasta la muerte. Y esta especie de “culto del absurdo” hundía sus raíces en las costumbres de los ascetas del desierto, que por obediencia plantaban coles al revés, con las raíces hacia arriba, o recogían agua con cestos de mimbre; costumbres o “pruebas” que se habían ido pasando de siglo en siglo con sus novedades y refinamientos, dentro de unos límites tan indefinidos como la codificada norma de que hay obligación de obedecer en ‘todo lo que no sea pecado’.

Y el P. Casani -y sus sucesores inmediatos- agudizaron el ingenio para mandar a sus novicios cosas tan extrañas como las siguientes, que nos recuerda Berro: '… a otros dos les hizo ir por Roma, uno sobre un asno al revés, teniendo la cola entre las manos en vez del ronzal y el otro tirando del ramal, y fue por la calle de Bancos… Al ex capitán Ottonelli le mandó con una servilleta llena de mendrugos de pan y una perola de garbanzos cocidos, que fuera con un compañero, un viernes de marzo, a las escalinatas de San Pedro del Vaticano e invitando a los pobres, comiera con ellos ante la numerosa gente que solía en aquellos días visitar la basílica. A otros mandó con una garrafa enorme a comprar un poco de vino; que les limpiaran antes Ia garrafa; que les dejaran catar antes todas las cubas que había en la tienda, sin decir qué cantidad querían, hasta haberlas probado todas, como de hecho hicieron. Y cuando dijeron al tabernero que querían sólo medio litro de tal cuba…' ¡imagínese el lector la furia del vinatero! Y sigue: “al pagarle, le pusieron en la mano un doblón de España, diciéndole que les diera la vuelta en determinadas clases de moneda…” ¡Y lo hizo, pero con una segunda sarta de improperios! Continúa: “Llegados a casa con el vino y el cambio de monedas, el P. Maestro Casani probó el vino, pero no sé qué encontró de malo, y les mandó de nuevo a la taberna, diciendo que no le gustaba, que se Io quedara y le devolviera el doblón…” Tercera reacción del tabernero con amenazas de romperles la crisma con la garrafa, echándoles el doblón al suelo y a ellos a la calle. “Estos dos -dice Berro- eran el P. Castelli y el Abad Landriani, novicios”. A Berro se lo contó Castelli. La anécdota termina aclarando que el tabernero estaba prevenido por el P. Maestro.<ref group='Notas'>BERRO I, p.93-94.Véanse otros ejemplos del período en que fue Casani Maestro de Novicios en Savona, en ib., p.120-122.</ref>

Notas