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16.01. La gran decisión

Al menos en dos ocasiones había amenazado el Cardenal Giustiniani a los luqueses con quitarles las Escuelas Pías para dárselas a otros si no ponían más interés en ellas.<ref group='Notas'>Lo recuerda Bernardini en sus Crónicas: 'se non fanno per voi (las Escuelas Pías), lasciatele che le daremo ad altri' (PosCas, p.281); 'penserò di dar le Scuole Pie ad altri' (ib., p.282).</ref> Y lo más probable es que esos 'otros' fueran religiosos, pues según el testimonio de Bernardini y de Cioni, ya desde el principio otras congregaciones habían pretendido unirse con las Escuelas Pías y no faltaban algunas que pedían todavía la unión.<ref group='Notas'>Cf. n.141 del cap. anterior y el texto de Bernardini, correspondiente a la n.4 del mismo cap.</ref> Además, las extremas exigencias de pobreza de parte del cardenal y del Prefecto a la Congregación de Luca, junto con la pretensión de que el instituto de las Escuelas Pías fuera considerado como principal, si no único, hacían muy difícil encontrar alguna de las congregaciones existentes -y deseosas de unirse- dispuestas a tales condiciones. Al estado a que habían llegado las cosas no parece que Calasanz se resignase a que sus Escuelas fueran asumidas “como un apéndice” de ninguna congregación, como se expresaba en la carta a Glicerio.<ref group='Notas'>Cf. texto de la n.176 del cap. anterior.</ref> Ni parece tampoco muy verosímil que tanto Giustiniani como Calasanz pensaran volver atrás, a la situación anterior a la unión, a la “Congregación secular de las Escuelas Pías” con ayuda esporádica de seglares.

¿En quiénes, pues, pensaba Calasanz al escribir al papa, en su memorial de quejas, que 'no faltarán sujetos aptos para ejercitar dichas escuelas con toda diligencia y perfección' en caso de que las dejaran los luqueses? No podía referirse a “seglares”, pues precisamente una de sus quejas en dicho memorial es que los luqueses han descuidado tanto las escuelas que ha habido necesidad de recurrir a seglares.<ref group='Notas'>'… per non volervi o non potervi attendere di presente almeno di queste due case, bisogna adoperar molti secolari' (EGC II, p.50). Nos parece, por tanto inadmisible la opinión de C. Vilá, que transforma esta queja en una afirmación de principio (cf. C. VILÁ, ‘Las Escuelas Pías seglares’: Archivum 14 [1983] 261). Además, tanto en el citado artículo como en el siguiente (ID., ‘Galería de escolapios 'seculares': ib., p.263-340), usa con excesiva ambigüedad los términos seglar y secular, que no significan siempre ‘laico’. Igualmente, las repetidas alusiones al caso de Frascati no confirman la tesis de que Calasanz quiera volver 'al sistema de ‘maestros seglares’' (cf. C. VILÁ, ‘Las Escuelas Pías seglares’, p.260), sino que lo considera como una solución forzada, dado que Bernardini no está dispuesto a ayudarle con religiosos.</ref> Y dada la armonía ideológica que manifiestan en todo este conflicto Calasanz y Giustiniani, lo más lógico es suponer que ambos piensen lo mismo, es decir, en recurrir a “otros religiosos”, si fallan los luqueses.<ref group='Notas'>Que lo pensara así Giustiniani lo afirma Vilá, y no se comprende por qué lo niega respecto a Calasanz (cf. PosCas, p.231, n.4 y 5).</ref> ¿Pero cuáles?

En el mencionado memorial todavía Calasanz mantiene la débil esperanza de que los luqueses acepten la 'fórmula de la Dieta'. Pero tal como se está agravando la situación, mientras Bernardini hacía un último sondeo entre los suyos, en el convento de carmelitas del Trastévere debieron tener reuniones asiduas el cardenal Protector, el P. Prefecto y el prior de la Scala. Habia que prevenir los acontecimientos. Lo más probable era que los luqueses dieran una respuesta negativa. Por lo dicho, no era pensable encontrar una congregación existente que aceptara las propuestas condiciones, ni mucho menos volver a la situación anterior a la unión. Por consiguiente, no cabía otra alternativa: había que crear una congregación nueva. Y, naturalmente, ponerla en manos del P. Prefecto, como Superior General. En tales circunstancias no debió ser muy arduo para el cardenal y para el P. Ruzola convencer al P. José a aceptar la voluntad de Dios. Hoy, además, sabemos por las Crónicas de Bernardini que desde mucho tiempo atrás había tenido deseos de formar una nueva Religión.<ref group='Notas'>'Fu cosa meravigliosa che il P. Prefetto havendo havuto molto tempo prima desiderio di formare una Religione con tal perfettione- avvenne che egli era andato pensando alle medesime cose alle quali havevamo noi pensato. Haveva havuto i medesimi motivi di-noi' (BERNARDINI, ‘Delle cronache’, f.34v). Párrafo omitido en publicación parcial de C. Vilá (cf. PosCas, p.263)</ref> Durante demasiados años había conseguido por humildad evitar dar el paso -decisivo de ser Fundador, buscando y encontrando soluciones transitorias, pero no había podido menos de pensar que quizá un día tendría que doblegarse a su propio destino.<ref group='Notas'>Los hagiógrafos excluían incluso el pensamiento de llegar a serlo: 'no poniéndole jamás su humildad en el pensamiento el hacerse a sí mismo fundador de una orden' (J. JERICÓ, ‘Compendio histor. de la vida de S. José Calasanz’, Valencia,1768, p.113). Entre los modernos: 'tale era la sua umiltá che mai avrebbe pensato di divenire lui fondatore di una Congregazione religiosa' (Q. SANTOLOCI, ¡Giuseppe Calasanzío educatore e santo’, Roma 1948, p.64).</ref> Y ese día había llegado.

Todo da la impresión de que las cosas se hicieron con gran rapidez, en pocos días. El día 7 de febrero de 1617 aun escribía Cioni a Bernardini comunicándole su decisión de unirse a los 'rebeldes' y confiando en que el General se decidiera definitivamente<ref group='Notas'>Cf. PosCas, p.224.</ref> : Y el día 15 del mismo mes daba su placet Pablo V a la minuta del breve de fundación de la Congregación Paulina de las Escuelas Pías.<ref group='Notas'>Cf. G. SÁNTHA, ‘Nova quaedam documenta…’, p.204, n.4I.</ref> Naturalmente, a la composición de dicha ‘minuta’ precedió la del memorial que pedía el breve y sus relativos trámites. ¿Todo ello en una semana?

Añádase que a la composición de dicho memorial debió preceder la decisión de anular la unión entre luqueses y Escuelas Pías, y erigir una nueva congregación cuyo Superior General sería Calasanz, dando además ciertas líneas maestras constitutivas de dicha Congregación. Y son muchas cosas -y muy graves- para llevarse a cabo en una semana. Por lo que parece más probable que mientras Bernardini hacía sus últimos sondeos en Luca a finales de enero, empezaran las conversaciones decisivas entre Giustiniani, Ruzola y Calasanz, a quienes se sumó también el cardenal Escipión Cobelluzzi, secretario de breves, pues en su mano estaba o debía pasar por ella el esperado breve que sancionara la 'fórmula de la Dieta', así como el relativo a la separación de congregaciones y creación de una nueva. Mas su intervención en estos últimos trámites va más allá de lo exigido por sus funciones de secretario de breves, que mantuvo hasta 1623, aun siendo cardenal desde el 19 de septiembre de 1616.

Hubo prisas, sin duda, y tal vez se acortaron caminos burocráticos gracias al interés, benevolencia e innegable poder de influencia de los cardenales Giustiniani y Cobelluzzi y del P. Domingo Ruzola de la Scala, sin olvidar la manifiesta estima que por las Escuelas Pías sentía el papa Borghese. Esto explicarla también una frase significativa del P. Francisco Castelli, contemporáneo de los hechos, quien hablando de estos trámites preliminares a la obtención del breve fundacional dice que 'negociando secretamente el P. José General formó de nuevo congregación (y) obtuvo de Pablo V breve de nueva erección de congregación'.<ref group='Notas'>Declaración procesal, en PosCas, p.1617.</ref>

La rapidez con que se procede en las dos últimas semanas aproximadamente no es signo de precipitación, irreflexión o improvisación, sino más bien de madurez. No había urgencia alguna de llegar a una fecha determinada, ni de cumplir plazos preestablecidos. Simplemente, puestos ya a decidir la creación de una nueva congregación, todo estaba suficientemente claro. No cabían sorpresas de última hora,, ni respecto a lo que debía ser la congregación de las Escuelas Pías, ni a quién debía encomendarse su gobierno. Dejemos por el momento la primera cuestión y veamos la segunda.

¿Quién más preparado que Calasanz para ponerse al frente de su propia obra? En efecto, era un hombre de una sólida formación universitaria, con estudios completos de Derecho y título de doctor en Teología. Tenía amplia experiencia de trato con las jerarquías eclesiásticas, a cuyo servicio directo había dedicado sus primeros años de sacerdocio en España, y desde que llegó a Roma no había dejado de relacionarse con los más altos cargos y dignidades de la Curia, aun siendo extranjero, empezando por los dos cardenales Colonna y siguiendo con todos los purpurados y curiales que se movían en torno a las cofradías a las

que él había dado su nombre. Desde que empezó con su obra de las Escuelas Pías, su fama y su estima habían cautivado a muchos otros cardenales y hasta a los papas Clemente VIII y Pablo V. Era, en realidad, un personaje famoso. Y no era menor su experiencia personal con ambientes y personas religiosas: desde su infancia estuvo en contacto con religiosos, como fueron los trinitarios en Estadilla, los jesuitas en Lérida, Valencia y Alcalá; convivió con dominicos en el palacio episcopal de Barbastro y con cartujos en el de Urgel; intervino en la reforma de los agustinos en Monzón y de los benedictinos en Montserrat; mantuvo un trato familiar con los franciscanos conventuales de la basílica de los Doce Apóstoles, cuyo espíritu captó también profundamente en la Cofradía de las Llagas de San Francisco; influencia decisiva ejercieron en su alma los carmelitas descalzos de ‘la Scala’, amigos, protectores, consejeros y confesores suyos; se relacionó con dos fundadores, cuales fueron los Santos Juan Leonardi y Camilo de Lellis, y con toda probabilidad trató con San Felipe Neri y con San Juan Bautista de la Concepción, el reformador de los trinitarios; llevaba tres años de convivencia con los luqueses y unos quince años de vida común con sus compañeros de la Venerable Congregación de las Escuelas Pías, con un régimen de vida similar al de la vida religiosa. Se le llama ya entonces 'gran siervo de Dios' y “santo hombre”, y consta que había tenido visiones y experiencias místicas relacionadas particularmente con ‘Madonna’ Pobrezay San Francisco, que le habría desposado con tres doncellas, símbolo de los tres votos de la vida religiosa. Y si todo ello fuera poco, bastaba un solo título: é1 era el padre de la criatura, sus Escuelas Pías. Un solo defecto tenía, y huy grave: rondaba ya los sesenta años. ¡Demasiado viejo para aquella nueva andadura…! Pero Dios se encargaría de corregírselo, dándole otros treinta.

Notas