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15.11. La Dieta General de otoño de 1614
Desde un principio el P. Bernardini no pierde de vista la común aspiración de elevar su Congregación a Orden religiosa, y manifiesta a la vez que lo considera no como el remate feliz y lógico de la propia Congregación, sino como el medio más eficaz para fortificar la obra de las Escuelas Pías, pues necesitando gran número de colaboradores, el medio más eficaz para conseguirlos era ordenarlos a título de pobreza, como se hacía en las Religiones, y no de patrimonio, como habían hecho ellos hasta ahora. La Congregación tenía que cambiar, pues, entrando decididamente por el camino estrecho de la pobreza religiosa. De todo ello habló Bernardini con el cardenal Giustiniani, quien hacia mitad de la cuaresma, es decir, a principios de marzo, le ordenó que pusiera por escrito sus ideas o puntos programáticos y los hiciera suscribir por todos los que voluntariamente quisieran abrazar el nuevo instituto de pobreza.
Bernardini hizo una verdadera campaña en favor de la pobreza, hablando con todos, no presentándola simplemente como medio estratégico para conseguir la elevación a Orden, sino profundizando en sus valores espirituales e insistiendo al mismo tiempo en la obligación contraída de atender a las escuelas como algo querido por Dios. Hasta el fin de esta efímera aventura de unión se manifestará Bernardini sincero patrocinador de las Escuelas Pías. He aquí sus palabras:
- … para dar ánimo a cada uno hablé en particular a todos demostrando la importancia del asunto, la obligación que teníamos de arreglar bien el asunto de las escuelas y de cooperar con toda diligencia con el beneplácito de Dios, el cual demostraba querer honrar la Congregación con el título de Religión. Hice ver que estábamos obligados, si no queríamos que el mundo se burlase de nosotros, a proveer las escuelas y que ésta era la provisión leal. Probé que siendo hoy imposible formar religión nueva, incluso por el temor que se tiene comúnmente de que los religiosos se adueñen de todos los bienes, nos veíamos obligados a caminar por la vía de la providencia divina… Dije que la pobreza era fundamento y principio de la perfección religiosa y que… era necesario ‘fundar un instituto rígido…'.<ref group='Notas'>Ib., p.185.</ref>
Con todas estas razones consiguió Bernardini que todos sus religiosos de Roma aceptaran y suscribieran su fórmula de pobreza, que debería añadirse a las Constituciones. En sus ocho artículos renunciaban y se declaraban incapaces del dominio y propiedad de bienes inmuebles, manteniendo en común el dominio de los bienes muebles. Se declaraban igualmente inhábiles para litigar ante cualquier tribunal civil o eclesiástico. Mandó también a Luca la misma fórmula, acompañada de una larga carta con que les invitaba a firmar por las razones que había propuesto a los de Roma, y todos, excepto uno, aceptaron y suscribieron la fórmula. Al devolvérsela firmada el 17-5-1614 le decía el P. Cioni que no le había costado mucho trabajo persuadirles a que firmaran.<ref group='Notas'>Ib., p.167-168.</ref>
Creyendo agradar a Giustiniani, presentó también Bernardini la fórmula a los carmelitas PP. Juan y Domingo de la Scala, tan estimados por el cardenal, y ambos juzgaron que era excesivamente ardua y exigente, aconsejando sobre todo el P. Juan que atenuaran algunos puntos, lo cual sentó mal a Giustiniani y reprochó a Bernardini –como escribe él mismo- 'que se pidiese información, diciendo que mal nos podían aconsejar aquellos que no habían sabido tomar por su cuenta el buen consejo, pues queriendo ellos hacer profesión de pobreza, habían introducido el que sus Casas de Estudios pudiesen poseer bienes estables'.<ref group='Notas'>Ib., p.167. El cronista luqués Erra nos da este dato interesante: 'questa povertà della quale prima d'ogn'un altro parlò il cardinal Giustiniani…' (C. ERRA, ‘Cronache…’ p.1868). Del texto de Bernardini parece deducirse que fue también Giustiniani quien dio a los carmelitas 'el buen consejo', pero no lo aceptaron.</ref>
Este incidente nos da pie para pensar que el extremismo del cardenal debió jugar un papel muy importante en todo el asunto de la desunión, por exigir demasiado en cuestión de pobreza e igualmente en la fundación de la Congregación Paulina de las Escuelas Pías, sin que sepamos discernir hasta qué punto los criterios del cardenal se impusieron a Calasanz, o más bien fue Calasanz quien impuso los suyos a Giustiniani, a Glicerio y a Casani. Lo que parece indudable es que los austeros carmelitas eran más moderados que sus propios dirigidos.
La Dieta General empezó el 12 de octubre en Santa María in Pórtico. Asistieron, además del General Bernardini, los rectores de las casas y sus vocales respectivos. Representaron la casa de San Pantaleón el rector Casani y el vicerrector Guinigi. Entre los temas tratados destacan dos: el de la pobreza y el del estado de las Escuelas Pías.
Respecto al primero, se presentó la fórmula aprobada ya por las dos casas, pero atenuada según las indicaciones de los carmelitas. Todavía en la Dieta se añadieron otras precisiones o 'condiciones', con las que se moderaba aún más la práctica o nuevo “estatuto” de la pobreza, al que tendría que atenerse el futuro voto simple o solemne. Entre esas condiciones cabe señalar que no se admitirían fundaciones que no fueran ofrecidas, y en ellas los fundadores debían encomendar a algunos varones piadosos y prudentes que se preocuparan de conseguir, según el tiempo, las pocas cosas necesarias para el sustento de los religiosos; sin aludir para nada a la mendicidad.<ref group='Notas'>No se alude a ella tampoco en las dos fórmulas propuestas de pobreza, y aunque el P. Juan de Jesús María había aconsejado que 'si dovessero tenere i beni nel modo Che tengono gli altri mendicanti', había dicho también que (a lui non piaceva il quotidiano mendicare, perchè (da) la copia di ricercatori non bene aggiustati e mortificari sarebbero seguiti grandissimi inconvenienti' (PosCas, p.267). Tampoco en esto influyó, pues, el carmelita en la práctica adoptada en las Escuelas Pías.</ref> Se permitía además, como excepción, que la casa de Luca y la romana de Santa María in Pórtico continuaran teniendo bienes estables hasta que el General lo creyera oportuno.<ref group='Notas'>Cf. PosCas, p.186-187. De las cuatro casas que tenían, las otras dos de San Pantaleón y de Trevi estaban al servicio de las Escuelas Pías. Sólo excluyeron, pues, las estrictamente suyas. La formula definitiva sobre la pobreza fue aprobada con plena unanimidad y entusiasmo: ‘penitus, penitus, penitus’, dicen las Actas (cf. C. VILÁ, o.c., p.228). También Calasanz alabó estas disposiciones, aunque no sepamos a qué fórmula se refiere en concreto, quizá a la primera, firmada por todos. Dice: 'et mostrarono alcuni ordini circa la povertá di singolar perfetione' (EGC II, p.50).</ref>
Respecto al estado actual de las Escuelas Pías, para poder tomar decisiones adecuadas, la Dieta encomendó a los PP. Cioni, Tucci y Guinigi que fueran a San Pantaleón y se informaran debidamente de la situación y de las necesidades reales de las escuelas. El 16 de octubre, pues, se presentaron allí y, acompañados e informados por el P. Prefecto, recorrieron una por una las aulas, redactando luego una minuciosa relación con datos interesantísimos. Sin embargo, no fueron tan precisos como era de esperar, pues de las once clases en que estaban divididas las escuelas, aunque indican el número exacto de alumnos y la actividad a que se dedican en cada una de ellas, de las cuatro primeras dicen que tenían sendos maestros, pero no los que necesitarían; de las tres secciones en que se divide la quinta, dan el número de maestros necesarios en cada una, pero no los que en realidad había; lo mismo ocurre con la cuarta y tercera; finalmente, en la segunda y primera dicen que hay un maestro en cada una y que necesitan sendos ayudantes. Añaden que hace falta un confesor, un portero y otro Prefecto, además del de las Escuelas, que era Calasanz. En otro documento algo posterior se le llama Prefecto del patio de recreo, que debía ser sacerdote.<ref group='Notas'>En un memorial de octubre de 1615 se dice que las Escuelas Pías 'hanno inoltre bisogno di molti altri ministri, come rettore, vicerettore, prefetto delle scuole, prefetto del Cortile, et altri, che non possono essere se non sacerdoti' (PosCas, p.240)</ref>
En toda esta distribución de maestros se alude expresamente a una norma general que dice: 'un maestro puede atender, a lo sumo, a 50 discípulos', que es la regla áurea, aplicada y exigida por Calasanz y tantas veces recordada en sus escritos.<ref group='Notas'>'… cum unus praeceptor ad summum quinquaginta discipulis satisfacere possit' (PosCas, p.172-173). Otros textos en SÁNTHA, ‘SJC’, p.271-272).</ref> Aquí, sin embargo, se piden más maestros, casi con cierta prodigalidad, quizá con la esperanza de que pidiendo más de los necesarios se obtendrían los justos.<ref group='Notas'>En las tres secciones de la 'escuela quinta' piden 4 maestros para 150 alumnos, 3 para 80 y otros 3 para 106; en la segunda piden 2 para 70 y 2 más para 60 en la primera 'propter aetatem praeceptoris', que era Dragonetti. Aunque a veces parece que quienes calculan el número necesario de maestros son los visitadores luqueses ('nobis visum est'), lo lógico es pensar que quien calculaba y pedía era Calasanz, como se desprende de lo que dicen al principio: 'dicimus quod res in dictis scholis piis iacent, ut infra, prout a Praefecto audivimus, et nos ipsi vidimus' (cf. el informe íntegro latino en PosCas, p.172-173; traducido y comentado en C. VILÁ, ‘En torno a la unión…’, p.221-225).</ref> Por otra parte, no se especifica cuántos y quiénes eran del grupo de Calasanz y cuántos y quiénes eran luqueses.<ref group='Notas'>Vilá comenta: 'En la relación queda patente que no hacía clase en aquel momento ningún religioso luqués, ya que era lógico se indicase. Ni el P. Guinigi ni el P. Casani habían logrado dar antes a la asamblea explicaciones suficientes de la marcha de las clases, pues las ignoraban en detalle: no hacían clase'. (C. VILÁ, o.c., p.224). Ambas conclusiones nos parecen inaceptables, tanto por lo que dijimos antes, probando la presencia activa de luqueses en clase, como por lo dicho ahora sobre la imprecisión del informe. Más interesante hubiera sido decir concretamente cuántos maestros daban clase y cuántos más parecían necesarios, y tampoco lo dijeron. Casani y Guinigi, por su parte, no podían saber de memoria el número de alumnos que había en cada clase o lo que pensaba concretamente el Prefecto sobre la necesidad de más maestros. La visita, pues, era necesaria. Por otra parte, Erra dice expresamente y en términos generales: 'Tutti o quasi tutti i nostri, anche i Fratelli che erano andati a S. Pantaleo, facevano scuola, secondo il talento, che Iddio aveva dato a ciascheduno di loro' (C. ERRA, ‘Memorie…’, p.33).</ref>
Los tres visitadores redactaron su informe, que fue leído en público ante la Dieta el 17 de octubre por el secretario, P. Guinigi. Debió causar impacto la noticia de que los alumnos habían bajado a 1.015, cuando a mediados de mayo eran 1.200. Examinaron la situación a conciencia y con pleno sentido de responsabilidad y generosidad decidieron el 29 de octubre, para comenzar el nuevo curso, remodelar la comunidad luquesa de San Pantaleón, destinándole tres sacerdotes, cinco clérigos y cinco hermanos legos. El P. Casani fue confirmado como rector, pero el P. Guinigi no volvió a las Escuelas Pías.<ref group='Notas'>Cf. PosCas, p.153, n.14; C. ERRA, o.c.,p.32.</ref> Con los trece luqueses y los que formaban el grupo de Calasanz quizá llegaban a veintisiete o veintiocho,<ref group='Notas'>Ese número propone Sántha para estos años de unión (cf. G. SÁNTHA, ‘350 anni a condita domo…;, p.274). El P. Erra escribe: 'nell'anno 1616 erano (en el noviciado) 4 padri, 13 chierici e 5 fratelli, in tutto 22 soggetti', y luego añade: 'da spesa di quella casa (de S. Pantaleón)… passava 800 scudi, non essendo calculata in questa somma la spesa per lo vitto e vestito di 50 persone, che in qualche maniera servivano alle Scuole Pie, tra la quali erano compresi quei che stavano nel nostro Noviziato, posto alla Fontana di Trevi' (C. ERRA, ‘Croniche… en PosCas, p.1866-1867). Por tanto, en San Pantaleón había 28 personas: 13 luqueses y 15 del grupo de Calasanz.</ref> que era el número de personas necesario para aquella casa, según puede deducirse del impreciso informe de los visitadores.<ref group='Notas'>Cf. C. VILÁ, o.c., p.225.</ref> Hay que reconocer que los padres luqueses dieron una nueva prueba de su interés por las Escuelas Pías.