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14.07. El motín de los maestros municipales y el 'certificado de pobreza' de los niños
Más comprensible que la del Rector era la actitud de los maestros de los barrios que veían día a día mermar el número de sus alumnos de pago para ir a engrosar las filas de los que preferían las escuelas gratuitas del palacio Vestri. La campaña de calumnias y desprestigio que desencadenaron debió llegar a oídos del papa y del cardenal vicario. Ni era la primera vez que ocurría, pues el rápido florecimiento del Colegio Romano originó ya en sus principios -medio siglo antes- idéntica oposición de los maestros municipales, que veían amenazados seriamente sus escasos ingresos pecuniarios por la fuga de alumnos hacia las prestigiosas y gratuitas aulas del Colegio de jesuitas.<ref group='Notas'>Cf. R. GARCÍA-VILLOSLADA, ‘Storia del Collegio Romano’, p.23. Idéntica reacción se dio en París por parte de los maestros públicos de escuelas menores contra las Escuelas Cristianas gratuitas de la calle de S. Plácido, en la parroquia de S. Sulpicio, a fines del siglo XVII (cf. S. GALLEGO, ‘San Juan Bta. de La Salle’, BAC [Mdrid 1984], p.124-125).</ref>
La gravedad de las acusaciones movió quizá a Clemente VIII a pedir información a los cardenales Antoniano y Baronio o mandarles incluso que volvieran a las controvertidas escuelas para cerciorarse de la verdad de las acusaciones. La impresión de los purpurados era satisfactoria y como resultado de su informe positivo -según dice Berro- decidió el papa abonar anualmente los 200 escudos del alquiler de la casa. Además, el cardenal Antoniano, ratificando su aprecio y admiración por las Escuelas Pías, les dejó un legado de 200 escudos a su muerte, ocurrida el 16 de agosto de 1603.<ref group='Notas'>Cf. ‘Hier. Cath.’ IV, 7.</ref> Esta fecha nos cerciora de que tanto el amotinamiento de los maestros como las visitas cardenalicias ocurrieron en el último año de vida de Antoniano.<ref group='Notas'>En agosto de 1602 hablaba ya Ghellini de las visitas de Antoniano y anunciaba otra con Baronio, que debió ocurrir luego (cf. EC III, p.1555). Nada dice Ghellini de la campaña denigratoria de los maestros, de lo que se deduce que todavía no había ocurrido en agosto de 1602. Tampoco relaciona la visita de Antoniano y Baronio con un mandato papal para investigar acusaciones. Esto parece indicar que, al lanzar los maestros sus invectivas contra las Escuelas Pías, el papa pediría informes a ambos cardenales que -al menos por referencia de Vestri- sabía que habían visitado las escuelas, o quizá les pidió que volvieran a hacer una visita de inspección. En ambos casos la visita se dio, y con resultado satisfactorio.</ref>
Quizá las quejas interesadas de los maestros fueron en parte atendidas y se llegó a un acuerdo, propuesto o sancionado incluso por los dos Visitadores. En las Escuelas Pías se admitía gratuitamente a los pobres, pero esta categoría social era entonces mucho más amplia que hoy día y habría seguramente entre los alumnos algunos cuyos padres no eran tan extremadamente pobres que no pudieran pagar la escuela. Y éstos eran precisamente los que querían recuperar los maestros de barrio. Por tanto, quizá por este motivo decidió Calasanz -por propia voluntad o por cierta imposición de los cardenales pacificadores- exigir en adelante a sus alumnos el ‘certificado de pobreza’, firmado por sus párrocos.<ref group='Notas'>El primer documento que menciona este certificado es el Memorial al Card. Montalto. Habla de las escuelas que están junto a San Andrés ‘della Valle’, que pagan 200 escudos al año de alquiler, luego se trata del período del palacio Vestri. Dice: 'ivi insegnano per sola caritá… a tutti quelli che con fede del suo parrochiano della povertá ivi concorrono… bona parte delli quali sono della Parrochia di S. Lorenzo in Damaso, della quale tutti sono accettati con la police del Rdo. Padre Felice…' (cf. EGC II, p.47-48).</ref> La consecuencia inmediata fue la disminución de alumnos, que de 700 bajaron a 500.<ref group='Notas'>En julio de 1602, antes de la visita de los dos cardenales, eran 700 alumnos, según Ghellini (cf. EC III, p.1552); en el memorial al card. Montalto dice Calasanz 'sono hoggidí li scolari poveri da loro insegnati almeno 500' (cf. EGC II, p.48).Pero según el memorial de 1623 de Calasanz, ya antes de pasar al palacio Vestri 'concorrevano presso a 500 scolari… e perché il numº delli scolari continuamente andavano crescendo furono necessitati a pigliar un altra casa maggiore', que fue dicho palacio Vestri (cf. EGC II, p.170). Luego ese bajón de unos 200 debe tener una razón.</ref> Pero el vacío dejado por esos 200 sería pronto colmado por otros.<ref group='Notas'>Probablemente encaja aquí el dato de la ‘Breve Relatione’ o ‘Documentum princeps’, en cuyo título completo puso Calasanz en un principio que los alumnos eran 'più di ‘seicento', y luego corrigió alguien ‘settecento’ (cf. n.33 y 37 de este cap.). Hicimos notar que tal documento nos parecía compuesto en los años 1604 ó 1605, después de la implantación de la vida común (julio-sep. 1604), y por tanto un año más o menos largo después de la imposición del certificado de pobreza, que expresamente menciona esta ‘Breve relatione’: '… a nadie se recibirá sin el testimonio del párroco de que es pobre…' (cf. SÁNTHA, SJC, 1ª. ed., p.749). El número de alumnos, pues, había superado ya los 600 ó 700 al cabo de un año.</ref>
Parece obvio que el 'certificado de pobreza' era humillante para los niños y sus familiares. Y Calasanz conocía por su experiencia de Visitador de la Cofradía de los Apóstoles lo que cuesta a la gente declararse pobre. Precisamente la atención caritativa a los “pobres vergonzantes” era una de las finalidades primarias de la Cofradía.
Tuvo que haber, por consiguiente, alguna razón poderosa para que Calasanz exigiera ese 'certificado de pobreza' a sus alumnos. Y nos parece motivo suficiente -a falta de otro mejor- el que hemos propuesto: era un acto de concordia con los maestros de pago de las escuelas municipales. Pero apenas tenga ocasión de eliminar ese certificado lo hará. De hecho, diez años más tarde, al unirse con los Padres de la Congregación de Luca y vislumbrar con optimismo la expansión de sus Escuelas Pías por el mundo entero,<ref group='Notas'>'… havendo detto Prefetto (Calasanz) per esperienza di molti anni veduto la molta utilitá e frutto di dette scuole, desiderosó di faile perpetuare et augmentare non solo per la cittá di Roma, ma per tutto il mondo ancora…' (cf. G. SÁNTHA, ‘Nova quaedam documenta…’; EphCal 6 [1960] 199, n.18).</ref>, en el memorial dirigido a Pablo V en noviembre de 1613 para que sancione la unión, pondrá entre las condiciones “que en las Escuelas Pías de la ciudad de Roma se admitan solamente a los pobres con testimonio de sus Párrocos, que sean tales, o siendo hijos de familias nobles venidas a menos, con el testimonio del confesor o de otra persona fidedigna; pero fuera de la ciudad de Roma se puedan admitir a todos sin otro testimonio”.<ref group='Notas'>Ib., p.189. Sólo de Calasanz y no de los Padres luqueses pudo provenir esta cláusula de liberación del certificado de pobreza fuera de Roma, pues dichos Padres ni pensaban ni querían admitir escuelas fuera de Roma, como lo probó elocuentemente el General al fundar Calasanz las Escuelas Pías de Frascati (cf. EGC II, p.57-59).</ref> Y la razón de esta distinción sería que sólo en Roma había aceptado esta exigencia para pacificar a los maestros municipales. Fuera de Roma no había por qué pedir tales comprobantes odiosos; bastaba que fueran pobres, sin que tuvieran que certificarlo. El Breve pontificio (1614) se limitó a confirmar la necesidad del certificado en Roma solamente, sin alusión a posibles fundaciones fuera de la ciudad.<ref group='Notas'>Cf. ‘Bull. Sch. P.’, p.15, n.4.</ref> Y cuando se trate de la creación de la Congregación Paulina de las Escuelas Pías, ni en los memoriales ni en los proyectos ni en el Breve definitivo ‘Ad ea, per quae’ (1617) se aludirá ya para nada a la cláusula del certificado de pobreza.<ref group='Notas'>Cf. G. SÁNTHA, ‘Iter Calasanctii ad condendam Religionem Sch. P…’: EphCal 2 (1967) 82; ‘Bull. Sch. P.’, p.18-21. Lo cual confirma la idea de que la apertura propuesta ya en 1613 (cf. n.82 anterior) provenía de Calasanz y no de los Padres luqueses, que nada tenían que ver con la creación de la Congregación Paulina.</ref> Quedará ya fija la fórmula, mencionada en dicho Breve, de que el Instituto de las Escuelas Pías está al servicio de los niños “praesertim pauperum”, es decir, ni ‘exclusivamente’ para los pobres, ni para todos sin distinción, sino para los niños, pero ‘principalmente para los pobres’.<ref group='Notas'>'… nos, ne tam pium, ac praesertim pauperum liberorum Christianae educationi et eruditioni proficuum opus aliquod propterea detrimentum patiatur…' (‘Breve Ad ea, per quae: Bull. Sch. P.’. p.19). Por todo lo dicho, nos parece inaceptable la opinión de C. Vilá de que el carisma personal de Calasanz fuera enseñar exclusivamente a los pobres con ‘certificado de pobreza’, y que tanto los religiosos luqueses como Pablo V le obligaron a renunciar a este exclusivismo; más todavía, dicho Papa sería el creador del instituto al dejar el carisma de la Orden en 'enseñar gratuitamente a los niños; así, sin adjetivo alguno y sin certificado alguno'. La mentalidad de Calasanz es clarísima e inmutable desde el principio al fin de que su Instituto ha sido fundado para los pobres ‘principalmente’ y no para toda clase de niños sin distinción (cf. ‘Juicio histórico-crítico sobre la 'Positio super virtutibus' del P. Pedro Casani, Sch. P.’ [Salamanca 1983] p.173-188).</ref> La solidez institucional que le confería la aprobación pontificia le permitía dejar aparte los forzados condicionamientos de los maestros romanos de antaño.
Curiosamente, esos maestros romanos debían acoger gratis a los pobres en sus escuelas, pero sólo admitían a unos pocos para cumplir, mientras la mayor parte de alumnos debían pagar. Las autoridades escolásticas insistían para que pudieran ser admitidos más pobres gratuitamente, pero en vano. Y en 1646, en las ordenanzas del rector de la Sapienza, Carlos Cartari, se prescribe que los maestros primarios de cada barrio 'deben enseñar gratis a todos los alumnos que les presenten la ‘fe de pobreza’ de sus Párrocos, confirmada por el Rector'.<ref group='Notas'>Cf. G. PELLICCIA, o.c, p.457. En estas mismas ordenanzas se dan las tasas que deben exigirse a los alumnos de pago por cada asignatura. Véanse también ib., n.59-60, 90, 135, 345, etc.</ref> Era la misma fórmula que había adoptado Calasanz, obligado por las protestas de los maestros -según suponemos-, pero de ella le había librado definitivamente Pablo V en 1617 con el ‘Breve Ad ea, per quae’, con el que instituía la Congregación Paulina. La diferencia, sin embargo, era enorme, pues para Calasanz aquella fórmula supuso una discriminación: sólo podría aceptar a los pobres que llevaran aquel certificado y no a otros; para los maestros -no para todos, sino solamente para los primarios de cada barrio- suponía la obligación de aceptar gratis a los que presentaran la fe de pobreza, haciendo pagar a los demás. Desde 1617, sin embargo, las Escuelas Pías quedarían abiertas gratis para todos los niños, pero preferentemente para los pobres, sin necesidad de certificado alguno.