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12.12. En las moradas místicas

Cuando a finales de junio de 1599 anunciaba a su párroco la intención de visitar 'algunos lugares de gran devoción', firmó la carta simplemente así: “Joseph Calasanz”<ref group='Notas'>EGC II, c.7</ref>. Hasta la última de finales de septiembre de 1594, se había firmado “El Doctor Joseph Calasans”<ref group='Notas'>Ib., c.3, 4, 5 y 6.</ref>. El José Calasanz de fin de siglo y Año Santo de 1600, inscrito en tantas cofradías romanas con los compromisos sociales y religiosos que implicaban, conmovido profundamente por la pobreza y miseria del pueblo bajo de todos los barrios de Roma y entregado a su servicio, ganado por la idea de pobreza franciscana, inmerso en las devociones populares típicas de la piedad romana, está ya muy lejos de aquel doctor José Calasanz que llegó a Roma en 1592 con aires de conquistador, dispuesto a conseguir a toda costa y rápidamente una canonjía española. Todas aquellas pretensiones acabaron en agua de borrajas.

Había cambiado también de amigos. Aquellos primeros a quienes se acercó en demanda de influencias y recomendaciones para conseguir beneficios, quedaron al margen y aparecieron otros que le empujaron suavemente con su palabra y su ejemplo al encuentro íntimo con Dios. Este cambio llamativo ocurre en esos años, en que se va desprendiendo de sus pretensiones, como lo dicen tantos testigos. Ya los hemos citado antes, pero volveremos a escuchar sus frases más incisivas. Berro dijo: 'se dedicaba a toda obra de caridad, dándose perfecta cuenta de que para mayores cosas le había llevado Dios a Roma, que no para medrar en dignidades eclesiásticas'. Y don Francisco Motes: “como Dios le tenía destinado para cosas mayores... determinó abandonar sus pretensiones y darse de todo corazón a Dios”. Y el sencillo pintor Gutiérrez: “luego, tocado por Dios, y reconociendo que todo lo de este mundo es vanidad, dejó el siglo”. Y el hostiero Tomás Simón: “luego, se resolvió a otro tenór de vida.., y por ello se entregó total mente al espíritu”<ref group='Notas'>Cf. cap. II, n.2-5.</ref>.

Y es que estaríamos tentados a creer que en tan corto espacio de tiempo —unos siete años— no pudo llegar a la altura a que llegó. Las experiencias místicas que le atribuyen los testigos declarantes cabría suponerlas mucho más tarde, cuando las tribulaciones le llevan al culmen del heroísmo, y no en estos años en que apenas ha terminado de preocuparse por dignidades y canonjías. Está rondando aún sus cuarenta años y le quedan todavía unos cincuenta por delante. Y las experiencias místicas parecen más propias de la plena madurez de la vida. No obstante, no cabe dudarlo. A las palabras de los testigos citados hay que añadir el recuerdo del ambiente de alta espiritualidad en que se mueve, tanto en personas de santidad declarada oficialmente por la Iglesia, o de reconocido magisterio en doctrina mística, como en la entrega total al servicio del prójimo más necesitado y a una vida intensa de piedad y devociones.

He aquí, pues, la declaración firmada por el obispo de Potenza, Fray Buenaventura Claver, que conoció, trató y estimó a Calasanz muchos años, siendo conventual del Convento de los XII Apóstoles, como otros tantos religiosos, hermanos suyos:

Comunicándole yo un día en S. Pantaleón, en Roma, algunos sentimientos míos, él me confió que habiendo ido a Asís a ganar la indulgencia plenaria en la fiesta del 2 de agosto en Santa María de los Ángeles [la Porciúncula], se le apareció el Padre San Francisco dos veces y en una de ellas lo desposó con tres doncellas, que significaban y representaban los tres votos de obediencia, castidad y pobreza, y en la otra le mostró la grandísima dificultad que hay para ganar indulgencia plenaria, y me aseguró que no sabía explicarlas, aunque las había entendido por iluminación interior'<ref group='Notas'>Cf. A. GARCÍA-DURÁN, o.c., p.131-132. En el Arch. Gen, de Roma hay tres declaraciones firmadas y selladas por el obispo Claver: la primera, toda autógrafa y sin fecha, reduce la declaración a lo transcrito (RegCal 28, p.67-68); al perderse, el P. Caputi volvió a pedirla al mismo declarante, quien la repitió en dos copias, ambas firmadas por él, aunque no escritas, y fechadas en Potenza el 27 de septiembre de 1658, en que literalmente se repite la primera declaración y se añaden otras líneas antes y después (RegCaI 28, p.71-72 y 75-76). Por lo visto, la primera declaración volvió a aparecer.</ref>

No concretó Mons. Claver si las dos visiones las tuvo en la misma visita o en dos viajes distintos. El P. Berro, aludiendo a esta declaración, dijo por una parte: 'sé que más de una vez [piú volte] fue a visitar a la Virgen de los Ángeles para el perdón del 2 de agosto. Y aunque no se sabe el año en que recibió tales favores y gracias, se sabe de cierto que le ocurrió antes de cambiar de hábito de cura secular'. Y repitió antes de narrar la segunda visión: “no sé si fue el mismo día y año de la primera visión o en otro tiempo”<ref group='Notas'>BERRO I, p.9.</ref>.

Hubo otra visión, íntimamente relacionada con el desposorio con las tres doncellas, pero más confusa todavía, pues cada uno de los declarantes la coloca en un lugar distinto o la define de diversa manera coincidiendo todos, no obstante, en el hecho sustancial. El P. Silvestre Bellei la cuenta así:

Estando en la Iglesia de las Llagas en Roma, se le apareció una doncella medio vestida de harapos y llorando, a la que dijo el Siervo de Dios: ¿Quién eres? Ella respondió: Yo soy la Pobreza. Todos me rehúyen. Entonces el Siervo de Dios le dijo: Ven aquí, que yo te quiero cubrir. Y al querer ponerle encima su manteo, ella desapareció. Y esto lo sé de la propia boca del P. José'<ref group='Notas'>Cf. G. SÁNTHA, Operositas atque industria Calasanctii..., p.337, n.11. El P. Castelli dice que Calasanz 'una volta mi conferi un secreto, che li era successo dormendo, che essendoli apparse tre donzelle, una delle quali piangeva...' y era la Pobreza, etc., y al día siguiente, que era la fiesta de las Llagas de S. Francisco, fue a la iglesia homónima y se le reveló el significado del sueño (cf. A. GARCÍA-DURÁN, o.c., p. 135, n.638). Berro coloca la visión en S. Andrea della Valle o en S. Lorenzo in Dámaso, en tiempos de la unión con los luqueses (1614-1617) y dice que le ocurrió estando en oración o en contemplación (BERRO I, p.88). Caputi lo sitúa en 1611, en un callejón, yendo juntos Calasanz y el P. Castilla, y viendo ambos la aparición de la Pobreza (cf. BAU, BC, p.25O-251). Talenti, como otras veces, sumó los casos: en 1596 el sueño narrado por Castelli y al día siguiente la visión de Bellei (TALENTI, Vita, p.45-46); en agosto de 1597, el desposorio en Asís (ib., p.46); en 1611 la aparición, per quarta volta a Calasanz y a Castilla a la vez, en la calle (ib., p.100); en 1617 'en contemplación en la iglesia de S. Andrea della Valle', nueva aparición (ib., p.120).</ref>.

De todas estas declaraciones diríamos que lo más verosímil es que se trate de tres experiencias distintas, habidas en estado de contemplación, como fenómeno sobrenatural: la primera ocurrida en Asís, en que se le revela la dificultad de ganar el jubileo de la Porciúncula y que pudo ocurrir en la larga peregrinación del mes de agosto de 1599. La segunda pudo ocurrir igualmente en Asís, pero mucho más tarde, durante el período de la unión con los luqueses, y sería la visión del desposorio con las tres doncellas, como una invitación a hacerse religioso con la profesión de los tres votos. La tercera experiencia sería el encuentro con la Pobreza, igualmente en visión interior a él solo durante la oración, y no en la calle o coqueteando en la iglesia. Y pudo ocurrir probablemente en la iglesia de las Llagas y aun quizá en la fiesta del 17 de septiembre, en tiempo en que exige a los luqueses suma pobreza, en 1615. Estas dos últimas visiones, por su referencia expresa a la vida religiosa y a la pobreza suma, no tendrían sentido en aquellos años de fin de siglo en que no piensa absolutamente en ser religioso; y sería absurdo que sólo después de diecisiete años largos diera oídos a aquella invitación interior. Tienen, por el contrario, plena explicación si se las sitúa en los años en que vive la necesidad de exigir suma pobreza, y madura la decisión de ser no sólo religioso, sino directamente fundador de una nueva congregación. Los textos en conjunto permiten esta explicación.

Admitir simplemente el hecho de que en el verano de 1599 tuviera en Asís la visión-aparición de San Francisco, hablándole del jubileo, es suficiente para reconocer que había llegado ya Calasanz a las últimas moradas místicas.

Notas