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11.06. Otro insigne carmelita: P. Jerónimo Gracián
Hubo también otro venerable español, íntimamente partícipe de la espiritualidad del Carmelo descalzo, que moró en Roma en aquellos últimos años de fin de siglo. Era nada menos que el P. Jerónimo Gracián, confidente, admirador y colaborador de la Santa Madre Teresa de Jesús<ref group='Notas'>Un capítulo biográfico entero le dedicó la Santa en su Libro de las Fundaciones (c.23), y entre los muchos elogios que le tributa quizá ninguno supere a éste: 'si yo mucho quisiera pedir a Su Majestad una persona, para que pusiera en orden todas las cosas de la Orden en estos principios, no acertara a pedir tanto como Su Majestad en esto nos dio. Sea bendito por siempre' (ib., n.3).</ref> y una de las mayores glorias del Carmen descalzo, del que fue el primer Provincial. Su azarosa vida es un ejemplo extremo de las lamentables perturbaciones internas que agitaron las antiguas Ordenes religiosas, particularmente en España, por causa de las reformas claustrales. La amistad y asiduas conversaciones con los carmelitas de la Scala debieron poner a Calasanz al corriente del drama personal de aquel hombre, tan significativo en la reciente historia del Carmelo, que vivía entonces en Roma, aunque forzosamente alejado del convento del Trastevere, pues no sólo había sufrido la oposición de los calzados, sino también la persecución de los descalzos, que acabó con su expulsión de la Orden en 1592.
En todo el entramado de influencias más o menos decisivas en la espiritualidad teórica y práctica del futuro Fundador de las Escuelas Pías, no se puede dejar de valorar también el impacto espiritual- psicológico que tuvo que recibir Calasanz al vivir de cerca y observar con cierta consternación las luchas y discordias internas de las grandes Ordenes religiosas por motivos de mayor o menor observancia, y que indudablemente evocaría dolorido y paciente cuando le tocara a él ser también víctima insigne.
Después de casi dos años de cautiverio en África, volvía a Roma en agosto de 1595 el P. Gracián y con hábito de carmelita descalzo fue admitido como teólogo por el Cardenal español Pedro de Deza a quien sirvió por cinco años hasta mediados de 1600, en que Clemente VIII le mandó a África a promulgar el Año Santo.<ref group='Notas'>Cf. su ‘Tratado de la Redención de cautivos’: Obras del P. Jerónimo Gracián, ed. por SILVERIO DE SANTA TERESA, t.III, p.60.</ref> En esos cinco años de permanencia en Roma, dada su experiencia como reformador del Carmen junto a la Madre Teresa, y la fama que debía tener de hombre espiritual, acudieron a él en demanda de consejos e influencias otros religiosos que intentaban establecer sólidamente la descalcez en su propia Orden, como fueron —según él confiesa— los agustinos descalzos y también fray Juan Bautista de la Concepción, el santo reformador de los trinitarios, que acabamos de ver novicio ocasional de los carmelitas de la Scala.<ref group='Notas'>Cf. ‘Peregrinación de Anastasio’, en ib., p.210.</ref> Pero más interesante es su intervención en la fundación del primer convento de monjas carmelitas descalzas en Roma, que él narra en su autobiográfica ‘Peregrinación de Anastasio’ con estos términos:
- El día que llegué a Roma rescatado, había el padre Soto, cantor del Papa, gran siervo de Dios, concertado de comprar una casa para fundar en ella convento de Carmelitas Descalzas en Roma. Conocíame este Padre de muy antiguo tiempo, trató conmigo esta fundación, compramos la casa junto al Monte Cavalo [Quirinal], hícela aderezar y fabricar todas las oficinas al modo que acostumbraba la madre Teresa fabricar sus conventos. Hablé a seis o siete doncellas que el padre Soto tenía diputadas para primeras monjas Descalzas, y recogidas en una casa particular, donde les enseñé las ceremonias de las Descalzas, leyéndoles la Regla y procurando que hiciesen lo que ellas hacen, con que quedaron industriadas sin tener fundadora descalza; porque sentía el padre Soto gran dificultad en fundar convento de ellas, sin tener quien las enseñase el ejercicio de la Regla y Constituciones. Del monasterio de las monjas Descalzas de Génova no le quisieron dar ninguna fundadora ni tampoco de las de España… Y con esto se fundó muy bien el convento y con mucho gusto del papa Clemente VIII, que les favoreció con buen gobierno, haciéndolas mediatamente sujetas a la Sede Apostólica, porque en su lugar las gobernaba el cardenal César Baronio (que después metió allí una sobrina suya)…'<ref group='Notas'>Ib., p.205. En el examen de testigos para el proceso de beatificación de Santa Teresa, tenido en Roma desde octubre de 1609 hasta mayo de 1610, fueron llamadas a deponer 'la Superiora y Comunidad del Monasterio de Carmelitas Descalzas de San José en Roma, atestiguando bajo juramento cómo al contacto de una reliquia de Madre Teresa había sido curada instantáneamente una religiosa de aquella Comunidad a estando herida de muerte y sin remedio de vida en lo humano. La Religiosa curada era sobrina del Cardenal Baronio' (P. FLORENCIO DEL NIÑO JESÚS, o.c., p.156). Sobre esta reliquia dijo el P. Gracián: 'en este monasterio acaeció que sacando a la iglesia un poco de carne de la madre Teresa que allí tenían, dio tanta suavidad y fragancia de olor … ' (P. J. GRACIÁN, o.c., p.206).</ref>
Y es curioso que algunos años después —quizá al morir Baronio (1607)—, el cardenal Marcelo Lante, 'siendo protector del Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Capo le Case [junto a Monte Cavallo], rogó al Ven. Sacerdote [Calasanz] que probase, asistiese e instruyese a dichas Madres en la perfección y mortificación y… les hizo esa caridad muchos días, con mucho provecho… pero como las Escuelas Pías eran la ocupación principal de nuestro D. José, se despidió de ellas…'.<ref group='Notas'>Cf. BERRO I, p.66-67. Armini especifica que era el monasterio 'detto San Giuppe a Capo le Case' (ARMINI, ‘Vita’, p.66).</ref>
Era una incumbencia más propia de los carmelitas de la Scala que de su amigo Calasanz, sin duda, pero a la vez es un indicio de la honda espiritualidad que respiraba el todavía sacerdote secular, y también del desamparo en que continuaban las monjas carmelitas descalzas respecto de sus hermanos del Trastevere, probablemente por el hecho de haber sido fundadas con la intervención de un 'expulso' de su Orden como era el P. Gracián.<ref group='Notas'>Los recelos contra el P. Gracián empezaron ya desde la llegada del P. Pedro de la Madre de Dios en 1596, a quien dijo Gracián que fundaran en Roma, pues de lo contrario fundaría él 'y como vieron —añade— que había ayudado a fundar el de monjas… temieron mi determinación y atrevimiento (porque no se dijese que un expulso de su orden fundaba convento en Roma), diéronse priesa a venir y fundaron el convento de Ntra. Sra. de la Scala, que tanto fruto ha hecho, hace y hará' (‘Peregrinación de Anastasio’, p.206).</ref>