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05.14. Regreso a Peralta y enfermedad providencial
La triste noticia conmovió sin duda a José. Mas no era simplemente una tragedia por las circunstancias violentas de la muerte, sino que era una especie de cataclismo familiar: había muerto el heredero universal sin sucesión. El padre volvía a plantearse de nuevo la cuestión del testamento. Sólo le quedaba un hijo varón de los tres que había tenido. Y sólo él podría perpetuar la descendencia, el apellido, la hacienda familiar. Pero ese hijo último estaba estudiando teología para hacerse sacerdote. Probablemente, nunca se habían opuesto, ni él ni su esposa, a la vocación temprana del hijo José. Incluso, en el primer testamento que hizo en 1571 al morir su primogénito y heredero Juan, había manifestado su esperanza de que el pequeño José fuera sacerdote y había dispuesto, 'confiando sea clérigo, le sea dado patrimonio suficiente para subir a las órdenes sacras, si ya beneficio alguno no hubiere'.<ref group='Notas'>Cf. J. POCH, ‘Tres testamentos…’, p.446.</ref>
Pero ahora las cosas habían cambiado. Lo consultó con su mujer, que por lo visto también estuvo de acuerdo en llamar al hijo a Peralta, tronchando su carrera y sus ilusiones sacerdotales, para hacerle heredero universal de toda su hacienda y forzarle casi a que se casara para perpetuar la línea masculina, el apellido Calasanz. Esta decisión debió de llegar a conocimiento de José junto con la amarga noticia de la muerte de su hermano y la petición de que volviera a casa. Pero la actitud de José fue inquebrantable: renunciaba a la herencia, si incluía necesariamente la boda y consiguiente renuncia del sacerdocio. Así lo testificaron con juramento en 1651 dos ancianos labradores de Peralta de la Sal, parientes de los Gastón. Juan Gaseu dijo: 'habiendo muerto pedro Calasanz su hermano y heredero de la casa y hazienda de sus padres sin hijos, los dichos sus padres le quisieron hazer heredero al dicho Joseph Calasanz de sus bienes y hazienda, y que el no la quiso y esto es verdad'. Y Juan Lajanuy, de setenta y un años, dijo: “que los dichos sus padres después que fue muerto el dicho Pedro Calasanz su hermano, quisieron hazer heredero de su hazienda al dicho Doctor Calasanz y que no quiso serlo y esto es verdad”.<ref group='Notas'>Cf. RegCal 13,6-8. Sobre el parentesco de ambos testigos cf. J. POCH, ‘Tres testamentos…’, p.455. El texto aducido por Poch (ib., p.456) y el que cita Bau (BC, p.114) no son precisos.</ref> El P. Cavada, en sus recuerdos de 1690 ya citados,<ref group='Notas'>Cf. n. anterior 106.</ref> aludía expresamente a la proyectada boda diciendo que su padre “trató por ello de casar en seguida a N. Ven. Padre”.
No sólo hubo rechazo de boda y herencia, sino que continuó en la Universidad, con la intención de terminar aquel curso 1579-1580, o quizá toda la carrera. Pero al poco tiempo le llegó una segunda noticia, más amarga que la primera: su madre había muerto. Nuevas instancias de su padre le movieron a abandonar Alcalá de Henares y emprender el camino de Peralta.
Los antiguos testimonios concuerdan en relacionar tres elementos que deben en cierto modo romper el nudo de este drama, y son: el regreso de Calasanz a Peralta, una gravísima enfermedad que le lleva casi a la tumba, y un voto condicionado de hacerse sacerdote si sale del peligro, aceptado por su padre que le daría su pleno consentimiento. Los tres elementos escuetos deben provenir de confidencias del ya anciano Fundador a sus hijos, curiosos y preguntones. Pero no hay Unanimidad al barajarlos. El primero que habló de ello fue el P. Buenaventura Catalucci, en la famosa Breve Notizia. Después de hablar de Lérida, Valencia y Alcalá y de narrar la tentación de la dama (sin decir dónde ocurrió), empieza nuevo párrafo diciendo: 'Volvió a la patria'; lo tacha y escribe: “Antes de volver”; lo tacha también y sigue: “enfermó gravemente y con hacer voto de hacerse sacerdote, de repente recobró la salud y vuelto a su patria se ordenó de menores”.<ref group='Notas'>Cf. BAU, RV. P.11 y fotocopia del doc. Original en BAU, BC. P.117</ref> Las dudas iniciales reflejan las de los testigos primitivos. En efecto, Berro y Fedele siguen esta versión de Catalucci, mientras Mussesti y Bianchi, entre otros, decían que volvió a su patria, enfermó gravemente, hizo voto y curó.<ref group='Notas'>Cf. estos testimonios y otros más en BAU, RV, p.343-348.</ref> Otros se contentan con recordar que en una grave enfermedad hizo voto de hacerse sacerdote y sanó.<ref group='Notas'>Cf. BAU, BC, p.113.</ref> La insistencia de tantos testimonios en estos hechos da la medida de la importancia que les atribuyeron.
Teniendo que escoger entre tales versiones, la más lógica nos parece la segunda: José acaba el segundo curso de teología y se vuelve a su pueblo. Su padre, y tal vez sus hermanas también, siguen insistiendo en que renuncie a su carrera sacerdotal, se case y dé herederos y descendencia a los Calasanz, a su padre. La tensión psicológica en el pobre joven de veintitrés años, acrecentada por la muerte de su madre y su hermano, origina una enfermedad grave. El enfermo aprovecha la situación providencial para plantear a su padre una especie de dilema: o un hijo muerto o un hijo vivo, pero sacerdote, y en ambos casos sin esperanza de descendencia. Y el padre acepta: mejor un hijo vivo sacerdote. Y acertó.
Aquella noche, al mirar el cielo de Peralta debió de oír en su alma el eco de una antiquísima promesa divina: 'Mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes contarlas... Así será tu descendencia'. (Gn 15, 5) Y durante casi cuatro siglos, miles y miles de adultos y centenares de miles de niños llamarían Padre al hijo de Pedro Calasanz, que temió acabara con él su descendencia.