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Revisión de 14:00 23 oct 2014
- CAPÍTULO 24 De cómo abrieron el Noviciado En Roma y en otras Casas [1617-1618]
Sabiendo que el fundamento de toda Congregación u Orden, que desee perfeccionar su Instituto, son los noviciados, mediante la buena educación de los soldados noveles que se quieran inscribir en la milicia del Señor en aquella Congregación, por eso, viendo nuestro P. José de la Madre de Dios, Fundador, que había sido privado del noviciado que formaron cuando estaban unidos con la Congregación de Lucca, buscó otro; arriba de la Piazza Colonna, cerca de Santa Maria in Via.
Estando en él, como Maestro, el P. Pedro [Casani] de la Natividad, vistieron el hábito algunos jóvenes de honorables familias, tanto romanos como forasteros. Especialmente, los dos primeros [hijos] del Excmo. Doctor Laercio Cherubini, romano, Cobrador de Bulas; y el Señor Francisco Castelli, el 29 [25] de julio [junio] de 1617, -gentilhombre de los primeros, de los Señores Vittori, Nepotes del Papa Paulo V. Precisamente sus padres habían tratado de darle por esposa a una Señora de las Primeras Casas de Umbría, con treinta mil escudos de dote. En la Orden se llamó P. Francisco de la Purificación. Todos fueron preparados por el susodicho Maestro con mucha edificación del prójimo, mediante continuas y grandes mortificaciones, tanto públicas como privadas, en las que los ejercitaba.
Una vez mandó a dos, con una escalera, a Campo Vaccino, pasando por medio de Roma, el día llamado ´Media Cuaresma´, cuando en aquella plaza se hacían grandes chacotas, llamadas ´Estruja la Vieja´, para que fueran despreciados y mortificados.
A otros dos, les ordenó también ir por la Ciudad. A uno, montado al revés, sobre un burro, agarrando la cola con la mano, en vez del ronzal, mientras el otro tiraba del ramal; esto era por la calle de I Banchi. De esta forma, la humildad de tales Religiosos fue muy admirada por las personas sensatas; pero fueron ridiculizados por quien no sabía lo que era el desprecio del mundo.
Al susodicho Capitán Ottonelli, le impuso que, llevando un montón de trozos de pan en un talego, y una olla de garbanzos cocidos, fuera un viernes de marzo, junto con un compañero, adonde las escalinatas de San Pedro del Vaticano, a invitar a los pobres que allí había a comer con ellos, en presencia de tantísima gente como aquellos días frecuenta la Basílica.
A otros, les mandó que fueran con un garrafón a comprar una garrafa de vino, ordenando al tabernero que antes les lavara el garrafón, y luego ellos cataran de todas las barricas que había en la taberna, sin decir nunca qué cantidad querían, hasta que las hubieran catado todas, como hicieron, efectivamente. Dijeron luego al tabernero de qué cuba querían llenar garrafón. Él, con gritos e insultos de ¡frailazos borrachos! y otros parecidos, se dirigió a ellos diciendo: -“¡Me han hecho lavar el garrafón, me han tenido ocupado una hora, me han bebido un jarro de vino, y luego quieren un garrafón para las Misas!” Encima, al pagarlo, le pusieron en la mano un doblón de España, diciéndole que les devolviera el resto en monedas de cambio. Al oír esto, el tabernero gritaba cada vez más, y con mayor frecuencia, las impaciencias que profería, contando las monedas de cambio.
Al volver con el vino y las monedas, el P. Maestro, cató el vino, y al encontrar en él algún pero, ellos se lo devolvieron al tabernero, diciendo que no le gustaba, que lo recogiera, y les devolviera el doblón. Al oír el tabernero lo que pedían, se enfureció, lanzándoles injurias y mortificaciones gravísimas, pateando la tierra con los pies, y amenazando romperles el garrafón en la crisma. Arrojó, finalmente, el doblón por tierra, y, a gritos, los echó a la calle.
Los dos a quienes les sucedió esto eran nuestros Padres Francisco de la Purificación, en Casa llamado Castelli, y el Abad Landriani, que eran novicios. A mí me lo ha contado el primero. -Téngase en cuenta, sin embargo, que el tabernero había sido antes prevenido por los Superiores, para que los mortificara de aquella manera.
Así, de esta y otras formas parecidas, además de las comunitarias, eran tan ejercitados los nuestros, que, en efecto, parecían ser verdaderos despreciadores del mundo.
El Ilmo. y Excmo. Príncipe Peretti, nepote del Papa Sixto V, de feliz memoria, deseosísimo de ayudar a sus vasallos, y propagar esta santa Obra de las Escuelas Pías, hizo grandes instancias para tenerlas en su tierra de Mentana, a 15 millas de Roma, lo que, en efecto, hicieron los Padres, con grandísima alegría de todos. Estuvo como Superior el P. Tomás [Victoria, de la Visitación], español, y vulgarmente llamado Apóstol de la Sabina, como se dirá en su lugar más ampliamente.
El Abad Landriani, es decir, nuestro Hermano Glicerio de Cristo, murió este mismo año en dicho Noviciado, es decir, el día 16 de febrero de 1618, en opinión de gran santidad, como se puede ver en el Compendio de su vida, publicado por otros. Si Dios quiere, se verá más amplia recogida de datos en los Procesos tenidos para él.
Aquí sólo quiero añadir que, en este mismo año de 1618, el 1 de julio, vistió nuestro santo hábito el P. Francisco [Lamberti] de la Madre de Dios, palermitano, llamado en el siglo Fabio Lamberti, religioso adornado de toda suerte de virtudes, y verdadero compañero del Abad Landriani, sobre todo en el desprecio de sí mismo, y de una profundísima humildad, y rigurosísima vida, tanto en las abstinencias y disciplinas, y en toda clase de mortificación del cuerpo, como en la caridad, casi indecible, y en la conversión de los pecadores, especialmente por medio de nuestro Santo Instituto de las Escuelas Pías, del cual fue siempre devotísimo. Fue adornado de un rigurosísimo silencio, como custodio y defensor de la santa Oración, en la que fue tan asiduo, que parecía estar siempre abstraído de los sentidos.