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CAPÍTULO 13 De cómo llegó la santa Visita Apostólica A Visitar San Pantaleón y las Escuelas Pías [1625]

Su Santidad, el Papa Urbano VIII, poco después de ser elevado al Sumo Pontificado, que fue el día 6 de agosto de 1623, entre otros preparativos para el año Santo, ordenó intimar la Visita Apostólica a las Basílicas, iglesias patriarcales, episcopales, colegiales, parroquiales y regulares. Su Santidad mismo les dio principio. Después, fue intimada la Visita a las Escuelas Pías la noche del 26 de octubre de 1625, para la mañana siguiente, Vigilia de los Santos apóstoles Simón y Judas.

Dicha mañana, vinieron tres Ilmos. Prelados, entre los que estaba Monseñor Ilmo. Séneca, que antes había servido ya a San Carlos Borromeo. De los otros no recuerdo el nombre. Fueron recibidos con el mayor decoro posible; hicieron la visita de la iglesia y sacristía, y quedaron satisfechos y edificados, tanto por la limpieza que resplandecía, como de la santa pobreza en los sagrados utensilios y vestiduras.

Visitaron después las oficinas, en particular la cocina; se admiraron del poco y pobre alimento, pero limpio, para tantos religiosos. Era, de hecho: cebollas cocidas, como ensalada; lentejas como menestra; y atún en salsa. Alabaron la santa pobreza y mortificación de todos, y el espíritu de nuestro hermano cocinero, que era el susodicho Juan de San Carlos, llamado por antonomasia ´el de la Pasión´. Monseñor Séneca se vio obligado a decir estas palabras en alabanza nuestra: “Sine Cerere et Bacco frigescit Venus”<ref group='Notas'>Sentencia romana: Sin compañía de Baco y de Ceres, Venus languidece. Es decir, Sin vino y sin comida se enfrían las pasiones.</ref>.

Dichos Ilmos. Se dividieron después la Visita personal en tres partes, cada uno con su secretario. El portero llamaba a los Padres de la Casa, primero juntos, y después ordenadamente. Estando allí Nuestro V. P. Fundador y General, con el P. Pedro [Casani], su primer Asistente, y el P. Pablo [Ottonelli] de la Asunción, también Asistente, dichos Ilmos. Señores quedaron edificadísimos del espíritu y observancia regular con que vivían, y mucho más de la prudencia y santo celo de N. V. P. Fundador; y se fueron muy contentos, terminando aquella mañana.

Después de muchas semanas y meses, dicha Sagrada Congregación, por medio de uno de sus secretarios, mandó algunos decretos, en los cuales a N. V. P. le pareció que había algo que perjudicaba a nuestro Santo Instituto. Así que acudió en la Sagrada Congregación, y, con las debidas palabras y respeto, manifestó su sentimiento; y dándole la razón, le respondieron que el pensamiento de ellos era ayudar y no perjudicar al Instituto y Orden de las Escuelas Pías; pero que, no obstante, se lo tramitaban.

En la primera conferencia que después pronunció N. V. P. Fundador, conforme a su costumbre de cada domingo –que no cayó en la solemnidad de Todos los Santos, día de la renovación de los votos, conforme nuestras Constituciones- hablando con gran fervor, dijo entre otras cosas: “Si el Sumo Pontífice, conociendo mis falta en esta Visita, me enviara como penitencia a una galera, yo aceptaría esto como una gracia de Su Divina Majestad, y me consideraría feliz sufriendo en esta vida lo que debería sufrir en la otra”. Dijo esto con tal afecto, que produjo gran compunción en todos nosotros, que vimos en estas palabras un sentimiento de la profundísima y altísima humildad de Nuestro Venerable P. Fundador y General.

Notas