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Me parece bien describir aquí un suceso ocurrido en la Casa de San Pantaleón de Roma, al Hermano que durante muchos años ha sido cocinero aquí, llamado Juan de San Carlos, en el siglo Juan Macario, del Estado de Génova, el cual había estado desde los 22 años esclavo de los turcos, y vistió nuestro hábito en Roma, el 23 de julio de 1617. Por ser devotísimo de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo se llamaba por antonomasia el H. Juan de la Pasión. | Me parece bien describir aquí un suceso ocurrido en la Casa de San Pantaleón de Roma, al Hermano que durante muchos años ha sido cocinero aquí, llamado Juan de San Carlos, en el siglo Juan Macario, del Estado de Génova, el cual había estado desde los 22 años esclavo de los turcos, y vistió nuestro hábito en Roma, el 23 de julio de 1617. Por ser devotísimo de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo se llamaba por antonomasia el H. Juan de la Pasión. |
Última revisión de 17:36 27 oct 2014
Ver original en ItalianoCAPÍTULO 27 Aparición de San Francisco En San Pantaleón
Me parece bien describir aquí un suceso ocurrido en la Casa de San Pantaleón de Roma, al Hermano que durante muchos años ha sido cocinero aquí, llamado Juan de San Carlos, en el siglo Juan Macario, del Estado de Génova, el cual había estado desde los 22 años esclavo de los turcos, y vistió nuestro hábito en Roma, el 23 de julio de 1617. Por ser devotísimo de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo se llamaba por antonomasia el H. Juan de la Pasión.
A este hermano nuestro el Señor le había concedido el don de lágrimas, y tal ternura de corazón, que oraba de continuo, y hasta lloraba, cuando trabajaba en la cocina. Muchas veces al día y durante la noche, por exceso de devoción, saltaba y bailaba, gritando: -“¡La Pasión de N.S. Jesucristo esté siempre en nuestro corazón! ¡Viva Dios, viva Dios!”. Estando en la celda, o en la cocina, o por la casa, con frecuencia salía con estos excesos de amor de Dios.
Estaba, pues, una vez dicho hermano nuestro en la cocina, muy perplejo por no saber dividir las raciones para la Comunidad, dado que, por la pobreza de casa, había poquísima cosa (es decir, una sola torta hecha por él, pobrísimamente, en una cazuela), y la Comunidad tenía unos cuarenta Religiosos.
No sabía, digo, encontrar el modo de dividirla por igual para todos. Diseñándola con un cuchillo varias veces, como no salían las porciones, se afligía, y al mismo tiempo alababa y ensalzaba la santa pobreza, pidiendo el favor a Su Divina Majestad para poder satisfacer a todos. Levantó el cuchillo para empezar a cortar la torta, con la esperanza de que Dios le sacara del apuro. En esto, sintió que le cogían el cuchillo de las manos, y al mismo tiempo le decían: -“¡Inútil, no sabes hacerlo!”. Y volviéndose nuestro dicho hermano Juan, vio a un Fraile Menor que, con el cuchillo que le había quitado, diseñó y cortó la torta; y devolviéndole el cuchillo, le dijo: -¡Aquí tiene, las piezas justas, dé una a cada uno ”. Cogió el camino de la puerta de la cocina misma, y se fue. Admirado por ello nuestro hermano, y por eso mismo deseoso de saber quién era aquel Fraile, lo siguió corriendo; pero no pudo encontrarlo ni verlo más. Tuvo por seguro que era cosa celestial, el mismo seráfico Padre San Francisco de Asís, como Padre de la santa pobreza, como aquél que se la había dado por esposa a nuestro Venerable P. José, Fundador. Esto era voz común por toda la Casa de San Pantaleón, cuando yo llegué a Roma el año 1624, es decir, que esta aparición fue del seráfico P. San Francisco; y continuó siempre, por todas partes, y en todos nuestros Religiosos antiguos.
Yo estoy convencido ahora de que es desde entonces, cuando nuestro Venerable Padre Fundador dio orden para que, al final de la mesa, después de dar las gracias acostumbras, ´a la romana´, el hermano de la cocina recordara la Pasión del Señor, por la mañana y por la noche, de esta manera: De rodillas, el Hermano de la cocina, en medio del refectorio, en voz alta dice: -“Acordémonos, Padres y Hermanos, de imitar la Pasión de N. S. Jesucristo, porque es el verdadero camino para ir al Paraíso”. Así se ha hecho y se hace hasta ahora, que estamos a 1663, cuando añado esto, al revisar este tomo de las Anotaciones de las Escuelas Pías.
Digo que estoy convencido, porque no lo sé seguro, pero desde 1623 hasta aquí, siempre lo he visto hacer en nuestras Casas. Igualmente, durante la comida y la cena, el lector va recordando dos o tres veces en cada comida: -“[Acordémonos] de la hiel y vinagre que Cristo Nuestro Señor probó en el leño de la Santa Cruz”. Y mantengo que N. V. P. Fundador y General tomó esto de San Juan Clímaco, como también poner una calavera de muerto sobre la mesa donde se come; porque el Santo, en el Sermón 26 “Ut in privilegio similitudinem”, dice así: -“La intensa meditación de la muerte, y la memoria fija y continua de la hiel y vinagre de nuestro Rey Jesucristo, son la madre de la abstinencia”.