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Al tomar posesión de las Escuelas Pías los luqueses en febrero de 1614 había 800 alumnos; en mayo llegaban ya a 1.200, pero no habían aumentado proporcionalmente los maestros. Por ello, las tareas y las fatigas aumentaban peligrosamente sobre los mismos hombros. Ya Bernardini nos dio antes este juicio lapidario: 'dos locales no los podían contener [a los niños], ni los maestros soportar tanto peso'. Sin embargo, todavía no se había introducido la práctica de acompañar a los niños a sus casas dos veces al día. Empezaría en junio del año siguiente, agravando el peso de las labores diarias.
 
Al tomar posesión de las Escuelas Pías los luqueses en febrero de 1614 había 800 alumnos; en mayo llegaban ya a 1.200, pero no habían aumentado proporcionalmente los maestros. Por ello, las tareas y las fatigas aumentaban peligrosamente sobre los mismos hombros. Ya Bernardini nos dio antes este juicio lapidario: 'dos locales no los podían contener [a los niños], ni los maestros soportar tanto peso'. Sin embargo, todavía no se había introducido la práctica de acompañar a los niños a sus casas dos veces al día. Empezaría en junio del año siguiente, agravando el peso de las labores diarias.
  
A las fatigas profesionales de las escuelas se añadían desde el primer momento las graves incomodidades de estrechez de espacio y austeridad de vida, rayana en miseria. Bernardini nos da unas pinceladas maestras: 'como los mejores locales fueron destinados a escuelas, pocos quedaban para los habitantes. De ahí que fue preciso ocupar las habitaciones altas de la casa y mediante tabiques de tablas formar algunas celditas en las que por diversas razones se vivía con grandísima incomodidad, sobre todo en verano, habitando muchas personas en poquísimo espacio'.<ref group='Notas'>Por mucha imaginación que se tenga, no es fácil comprender cómo podían caber en aquella casa no sólo 1.200 y aun 1.500 alumnos (de esto hablaremos luego), sino tantos religiosos y maestros. Si en 1612-1614 eran unos 15, en el trienio de la unión con los luqueses llegaron a 27-28. Pero, casi increíble, en 1629 llegarían a 60 y en 1638 hasta 70 personas de comunidad, bajando luego hasta 40 en 1647 -(cf. G. SÁNTHA, ‘350 anni a condita domo S. Pantaleonis’, p.273-274). La iglesia y el patio eran más pequeños, pero la casa sólo tenía dos pisos y no cuatro como ahora, ni existían tampoco los locales sobre la iglesia (cf. L. PICANYOL: Rass, XVI [1950] 70).</ref> No hay que olvidar que el grupo de Calasanz se había instalado antes y, por consiguiente, los recién llegados debieron sufrir más las estrecheces e inclemencias de los locales más o menos improvisados.<ref group='Notas'>Se ha conservado intacta la habitación de Calasanz, que ocupó durante treinta y seis años. Y todavía hoy impresiona por su austeridad y su estrechez, si se piensa que no tuvo otro despacho para trabajar y recibir a la gente durante sus casi treinta años de General de su Instituto.</ref> Pero hay más: “en cuanto a la alimentación y el vestido -sigue diciendo Bernardini-, las cosas iban igualmente muy estrechas, pues la casa no tenía entradas fijas”. Había que pagar los intereses de las deudas de la compra y “otros gastos, que se hacían para las escuelas, de papel, plumas, tinta y el salario del maestro de escribir [Ventura Sarafellini], pasando con todo de 700 escudos anuales… Además, esta casa cargaba con los gastos de la casa-noviciado, donde había muchas bocas…”. Entre las limosnas fijas que daban el Papa y los cardenales Giustiniani y Montalto “no bastaban todas juntas para pagar las deudas del censo de la casa. Se tenía también cómoda limosna del abate Landriani, pero el resto había que mendigarlo por diversos sitios con mucho trabajo y fatiga. Se buscaba incluso el pan para las dos casas, y aunque el Señor suplía lo necesario, se vivía en realidad con mucha parsimonia, pero con mucha alegría y contento de ánimo, sabiendo que Dios se complace en fundar sus obras de esta manera”.<ref group='Notas'>PosCas, p.265-266.</ref>
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A las fatigas profesionales de las escuelas se añadían desde el primer momento las graves incomodidades de estrechez de espacio y austeridad de vida, rayana en miseria. Bernardini nos da unas pinceladas maestras: 'como los mejores locales fueron destinados a escuelas, pocos quedaban para los habitantes. De ahí que fue preciso ocupar las habitaciones altas de la casa y mediante tabiques de tablas formar algunas celditas en las que por diversas razones se vivía con grandísima incomodidad, sobre todo en verano, habitando muchas personas en poquísimo espacio'.<ref group='Notas'>Por mucha imaginación que se tenga, no es fácil comprender cómo podían caber en aquella casa no sólo 1.200 y aun 1.500 alumnos (de esto hablaremos luego), sino tantos religiosos y maestros. Si en 1612-1614 eran unos 15, en el trienio de la unión con los luqueses llegaron a 27-28. Pero, casi increíble, en 1629 llegarían a 60 y en 1638 hasta 70 personas de comunidad, bajando luego hasta 40 en 1647 -(cf. G. SÁNTHA, ‘350 anni a condita domo S. Pantaleonis’, p.273-274). La iglesia y el patio eran más pequeños, pero la casa sólo tenía dos pisos y no cuatro como ahora, ni existían tampoco los locales sobre la iglesia (cf. L. PICANYOL: Rass, XVI [1950] 70).</ref> No hay que olvidar que el grupo de Calasanz se había instalado antes y, por consiguiente, los recién llegados debieron sufrir más las estrecheces e inclemencias de los locales más o menos improvisados.<ref group='Notas'>Se ha conservado intacta la habitación de Calasanz, que ocupó durante treinta y seis años. Y todavía hoy impresiona por su austeridad y su estrechez, si se piensa que no tuvo otro despacho para trabajar y recibir a la gente durante sus casi treinta años de General de su Instituto.</ref> Pero hay más: “en cuanto a la alimentación y el vestido -sigue diciendo Bernardini-, las cosas iban igualmente muy estrechas, pues la casa no tenía entradas fijas”. Había que pagar los intereses de las deudas de la compra y “otros gastos, que se hacían para las escuelas, de papel, plumas, tinta y el salario del maestro de escribir [Ventura Sarafellini], pasando con todo de 700 escudos anuales… Además, esta casa cargaba con los gastos de la casa-noviciado, donde había muchas bocas…”. Entre las limosnas fijas que daban el Papa y los cardenales Giustiniani y Montalto “no bastaban todas juntas para pagar las deudas del censo de la casa. Se tenía también cómoda limosna del abate Landriani, pero el resto había que mendigarlo por diversos sitios con mucho trabajo y fatiga. Se buscaba incluso el pan para las dos casas, y aunque el Señor suplía lo necesario, se vivía en realidad con mucha parsimonia, pero con mucha alegría y contento de ánimo, sabiendo que Dios se complace en fundar sus obras de esta manera”.<ref group='Notas'>PosCas, p.265-266.</ref>
  
¡Ah, los tiempos heroicos!, se dirá. Más tales tiempos suelen ser muy cortos y sólo apropiados para héroes. Y los héroes suelen ser pocos. En nuestro caso cabría pensar en Calasanz, Casani, Landriani y algunos más. Calasanz era el Prefecto de las Escuelas, mientras Casani el rector de la casa, sobre el que recaían los problemas diarios del sustento. Su proverbial austeridad sería heroica para él, pero al imponerla a los demás, se hacía insoportable. El P. Baltasar Guinigi, de veintisiete años, fue nombrado vicerrector, pero al remodelarse la comunidad en octubre no aparece ya su nombre. Sin embargo, vuelve a aparecer con el mismo cargo en noviembre de 1616. Quizá hubo un paréntesis de ausencia, aun manteniendo el nombramiento.&lt;ref group='Notas'&gt;Cf. B. BARTLIK, ‘Annales’: EphCal 5 (1934) 216; C. ERRA, o.c.,p.32; PosCas, p.153, n.14 y p.216; EC VI, p. 2874-2875&lt;/ref&gt; El caso es que de su convivencia con Casani en las Escuelas Pías, como vicerector, recordaba en un informe esta extravagancia:
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¡Ah, los tiempos heroicos!, se dirá. Más tales tiempos suelen ser muy cortos y sólo apropiados para héroes. Y los héroes suelen ser pocos. En nuestro caso cabría pensar en Calasanz, Casani, Landriani y algunos más. Calasanz era el Prefecto de las Escuelas, mientras Casani el rector de la casa, sobre el que recaían los problemas diarios del sustento. Su proverbial austeridad sería heroica para él, pero al imponerla a los demás, se hacía insoportable. El P. Baltasar Guinigi, de veintisiete años, fue nombrado vicerrector, pero al remodelarse la comunidad en octubre no aparece ya su nombre. Sin embargo, vuelve a aparecer con el mismo cargo en noviembre de 1616. Quizá hubo un paréntesis de ausencia, aun manteniendo el nombramiento.<ref group='Notas'>Cf. B. BARTLIK, ‘Annales’: EphCal 5 (1934) 216; C. ERRA, o.c.,p.32; PosCas, p.153, n.14 y p.216; EC VI, p. 2874-2875</ref> El caso es que de su convivencia con Casani en las Escuelas Pías, como vicerector, recordaba en un informe esta extravagancia:
  
:'''Era yo vicerrector; yo me preocupaba de que la comida para los padres fuera como determinan nuestras constituciones; pero él [Casani] quería que cuando tocase la primera señal para ir a comer, no estuviera en casa ni la menestra, ni la pitanza, ni nada, sino que salía con el Hº. Simón Castiglioncelli y se iba al P. D. Cipriano, al Trastévere, que le había preparado un brebaje de menestra y él con dicho Hermano cogían aquel brebaje, poniéndole dentro un bastón y nos llevaban a casa entre los dos la menestra, lo cual dio luego ocasión de abandonar las Escuelas Pías, no gustando a nuestros Padres tal modo de vivir'.&lt;ref group='Notas'&gt;De la ‘Informatione’ dada por Guinigi en 1664 al P. V. Berro para el Proceso de Beatificación del P. Casani, en PosCas, p.1592-1593. El P. Caputi dice en sus ‘Notizie historiche’, refiriéndose a Casani: 'dal suo esemplo e virtú cominció… una povertá tanto grande che era cosa insuffribile' (cit. en PosCas, p.1753, n.235)&lt;/ref&gt;
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:'''Era yo vicerrector; yo me preocupaba de que la comida para los padres fuera como determinan nuestras constituciones; pero él [Casani] quería que cuando tocase la primera señal para ir a comer, no estuviera en casa ni la menestra, ni la pitanza, ni nada, sino que salía con el Hº. Simón Castiglioncelli y se iba al P. D. Cipriano, al Trastévere, que le había preparado un brebaje de menestra y él con dicho Hermano cogían aquel brebaje, poniéndole dentro un bastón y nos llevaban a casa entre los dos la menestra, lo cual dio luego ocasión de abandonar las Escuelas Pías, no gustando a nuestros Padres tal modo de vivir'.<ref group='Notas'>De la ‘Informatione’ dada por Guinigi en 1664 al P. V. Berro para el Proceso de Beatificación del P. Casani, en PosCas, p.1592-1593. El P. Caputi dice en sus ‘Notizie historiche’, refiriéndose a Casani: 'dal suo esemplo e virtú cominció… una povertá tanto grande che era cosa insuffribile' (cit. en PosCas, p.1753, n.235)</ref>
  
 
No es de extrañar que, en tales circunstancias -excesivo trabajo, excesivas incomodidades, excesiva pobreza, traducida en escasez de alimentos por mengua de limosnas-, al llegar el verano con sus calores sofocantes, llegara también con él otra calamidad: las enfermedades. El panorama se ensombrece. El cronista Bernardini escribe, quizá al ritmo vivo de los acontecimientos:
 
No es de extrañar que, en tales circunstancias -excesivo trabajo, excesivas incomodidades, excesiva pobreza, traducida en escasez de alimentos por mengua de limosnas-, al llegar el verano con sus calores sofocantes, llegara también con él otra calamidad: las enfermedades. El panorama se ensombrece. El cronista Bernardini escribe, quizá al ritmo vivo de los acontecimientos:
  
:'''Durante todo aquel verano se soportaron grandísimos contratiempos, principalmente por los muchos enfermos que hubo en la casa de las Escuelas Pías y en el noviciado; murieron dos novicios que prometían mucho y que el Señor se llevó en el mayor fervor&lt;ref group='Notas'&gt;Erra escribe: 'i due chierici Giambattista da Palliano e Orazio Banelli luchese, che morirono tra quelle fatiche, il primo nell'agosto e l'altro nel settembre del 1714' (sic, por 1614) (C. ERRA, ‘Memorie de’Religiosi…, p.32). A estos dos añade al Cl. Carincioni (cf. nota anterior 71) y al 'P. Nicolao tonardi della Diocesi di Fano che essendo tuttavia Novizio, benché di 50 anni, tra quegli esercizi passò al Signore nell'aprile del 1616. Sicchè… quattro de’nostri Religioii finirono la vita, sagrificata al Signore in servicio delle Scuole Pie' (ib.).&lt;/ref&gt; … Además, las limosnas fueron muy escasas y como la casa de las Escuelas Pías y la del noviciado se mantenían de limosnas, la situación era muy precaria. El abad Landriani había obtenido de Dios la gracia de encontrar limosnas en forma razonable, cuando las buscaba, mas parece que Dios permitiese que en este tiempo hubiera perdido el crédito… y concretamente, una mañana en que urgía mucho la necesidad, después de esforzarse mucho, volvió a casa muy cansado, pero muy alegre por la confianza puesta en Dios, y trajo una moneda de un cuarto de julio, que era todo lo que había encontrado… Se oían con frecuencia de parte de muchos externos [no luqueses] y también a veces de parte de los nuestros, voces contra el estado de pobreza y contra la tarea de las escuelas y desde Luca me escribió alguien que no quiero nombrar, que se sentía horror y espanto con sólo oír recordar Roma por las enfermedades que hubo y por los muertos y otros trastornos ocurridos… Con todas estas angustias, no faltaba Dios de suplir lo necesario'.&lt;ref group='Notas'&gt;PosCas, p.269-270. Para explicar la disminución de limosnas de este período dice Erra, cronista luqués: 'le limosine avventizie talora scarseggiavano assai forse perchè il popolo sapeva che i nostri avevano il patrimonio' (C. ERRA, ‘Cronache dei chierici regolari della Congregatione della Madre di Dio’: PosCas, p.1867).&lt;/ref&gt;
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:'''Durante todo aquel verano se soportaron grandísimos contratiempos, principalmente por los muchos enfermos que hubo en la casa de las Escuelas Pías y en el noviciado; murieron dos novicios que prometían mucho y que el Señor se llevó en el mayor fervor<ref group='Notas'>Erra escribe: 'i due chierici Giambattista da Palliano e Orazio Banelli luchese, che morirono tra quelle fatiche, il primo nell'agosto e l'altro nel settembre del 1714' (sic, por 1614) (C. ERRA, ‘Memorie de’Religiosi…, p.32). A estos dos añade al Cl. Carincioni (cf. nota anterior 71) y al 'P. Nicolao tonardi della Diocesi di Fano che essendo tuttavia Novizio, benché di 50 anni, tra quegli esercizi passò al Signore nell'aprile del 1616. Sicchè… quattro de’nostri Religioii finirono la vita, sagrificata al Signore in servicio delle Scuole Pie' (ib.).</ref> … Además, las limosnas fueron muy escasas y como la casa de las Escuelas Pías y la del noviciado se mantenían de limosnas, la situación era muy precaria. El abad Landriani había obtenido de Dios la gracia de encontrar limosnas en forma razonable, cuando las buscaba, mas parece que Dios permitiese que en este tiempo hubiera perdido el crédito… y concretamente, una mañana en que urgía mucho la necesidad, después de esforzarse mucho, volvió a casa muy cansado, pero muy alegre por la confianza puesta en Dios, y trajo una moneda de un cuarto de julio, que era todo lo que había encontrado… Se oían con frecuencia de parte de muchos externos [no luqueses] y también a veces de parte de los nuestros, voces contra el estado de pobreza y contra la tarea de las escuelas y desde Luca me escribió alguien que no quiero nombrar, que se sentía horror y espanto con sólo oír recordar Roma por las enfermedades que hubo y por los muertos y otros trastornos ocurridos… Con todas estas angustias, no faltaba Dios de suplir lo necesario'.<ref group='Notas'>PosCas, p.269-270. Para explicar la disminución de limosnas de este período dice Erra, cronista luqués: 'le limosine avventizie talora scarseggiavano assai forse perchè il popolo sapeva che i nostri avevano il patrimonio' (C. ERRA, ‘Cronache dei chierici regolari della Congregatione della Madre di Dio’: PosCas, p.1867).</ref>
  
La consecuencia lógica de esta situación fue que empezaron a disminuir los alumnos, y si en mayo eran 1.200, en octubre, al acabar el curso escolar, eran sólo unos mil. Y la explicación no parece ser otra más que el exceso de alumnos y la forzada ausencia de maestros por enfermedad. Quizá, incluso los mismos alumnos cayeron enfermos en gran número, como ocurrirá otra vez en 1625, por las mismas causas, como declaraba Calasanz: 'El pasado verano cayeron enfermos en nuestras escuelas muchísimos alumnos por la estrechez de las aulas; enfermaron también muchos de nuestros operarios, los cuales (según dicen los médicos) es por dormir bajo el tejado, por no haber en casa suficientes habitaciones para todos'.&lt;ref group='Notas'&gt;Así se explicaba Calasanz en mayo de 1626 al pedir licencia a la Congregación de la Visita Apostólica para hacer obras en casa (cf. G. SÁNTHA, o.c., p.288, n.34).&lt;/ref&gt;
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La consecuencia lógica de esta situación fue que empezaron a disminuir los alumnos, y si en mayo eran 1.200, en octubre, al acabar el curso escolar, eran sólo unos mil. Y la explicación no parece ser otra más que el exceso de alumnos y la forzada ausencia de maestros por enfermedad. Quizá, incluso los mismos alumnos cayeron enfermos en gran número, como ocurrirá otra vez en 1625, por las mismas causas, como declaraba Calasanz: 'El pasado verano cayeron enfermos en nuestras escuelas muchísimos alumnos por la estrechez de las aulas; enfermaron también muchos de nuestros operarios, los cuales (según dicen los médicos) es por dormir bajo el tejado, por no haber en casa suficientes habitaciones para todos'.<ref group='Notas'>Así se explicaba Calasanz en mayo de 1626 al pedir licencia a la Congregación de la Visita Apostólica para hacer obras en casa (cf. G. SÁNTHA, o.c., p.288, n.34).</ref>
  
 
La situación se volvía angustiosa, pues por lo visto las bajas ocasionadas por los maestros enfermos no eran cubiertas debidamente por los luqueses, entre los que cundía cada vez más el desánimo y aun el miedo, como consta que ocurría en Luca. Por ello, Calasanz debió recurrir al cardenal Protector para que interviniera. Y Giustiniani, con fecha del 29-9-1614, escribió a la casa de Luca:
 
La situación se volvía angustiosa, pues por lo visto las bajas ocasionadas por los maestros enfermos no eran cubiertas debidamente por los luqueses, entre los que cundía cada vez más el desánimo y aun el miedo, como consta que ocurría en Luca. Por ello, Calasanz debió recurrir al cardenal Protector para que interviniera. Y Giustiniani, con fecha del 29-9-1614, escribió a la casa de Luca:
  
:'''Habiéndome notificado el P. General de vuestra Congregación que en el próximo mes se ha de celebrar la Congregación General, he pasado oficio a él y a los demás Padres que residen aquí que tomen a pechos las necesidades de las Escuelas Pías, puestas, gracias a mí, por Su Santidad bajo el gobierno de vuestra Congregación y lo mismo me ha parecido bien recordar a Vdes. para que teniendo todos juntos esta obra en consideración, se inflamen más y más en su progreso para servicio de Dios y honor de la Congregación de Vdes.'&lt;ref group='Notas'&gt;PosCas, p.156&lt;/ref&gt;
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:'''Habiéndome notificado el P. General de vuestra Congregación que en el próximo mes se ha de celebrar la Congregación General, he pasado oficio a él y a los demás Padres que residen aquí que tomen a pechos las necesidades de las Escuelas Pías, puestas, gracias a mí, por Su Santidad bajo el gobierno de vuestra Congregación y lo mismo me ha parecido bien recordar a Vdes. para que teniendo todos juntos esta obra en consideración, se inflamen más y más en su progreso para servicio de Dios y honor de la Congregación de Vdes.'<ref group='Notas'>PosCas, p.156</ref>
  
 
A vuelta de correo respondieron al cardenal el rector y comunidad de Luca, manifestando su sincera y óptima disposición de prestar inmediata y generosa ayuda a las Escuelas Pías. He aquí sus palabras:
 
A vuelta de correo respondieron al cardenal el rector y comunidad de Luca, manifestando su sincera y óptima disposición de prestar inmediata y generosa ayuda a las Escuelas Pías. He aquí sus palabras:
  
:'''… nos ofrecemos, siempre muy dispuestos con toda diligencia y cuidado posibles, para los servicios de aquel lugar, sobre todo teniendo el patrocinio de S. Sría. Ilma. y Rma., y así como al principio no dejamos de destinar para ello los sujetos que pudimos, así esperamos suplir de aquí en adelante con mayor solicitud, ayudados por la divina gracia y por la intercesión de la Sma. Madre de Dios, Señora Nuestra'.&lt;ref group='Notas'&gt;Ib., p.266&lt;/ref&gt;
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:'''… nos ofrecemos, siempre muy dispuestos con toda diligencia y cuidado posibles, para los servicios de aquel lugar, sobre todo teniendo el patrocinio de S. Sría. Ilma. y Rma., y así como al principio no dejamos de destinar para ello los sujetos que pudimos, así esperamos suplir de aquí en adelante con mayor solicitud, ayudados por la divina gracia y por la intercesión de la Sma. Madre de Dios, Señora Nuestra'.<ref group='Notas'>Ib., p.266</ref>
  
 
Y no hay por qué dudar de la plena sinceridad de tales palabras, como lo probarán las decisiones tomadas en la anunciada Dieta General de octubre de aquel año.
 
Y no hay por qué dudar de la plena sinceridad de tales palabras, como lo probarán las decisiones tomadas en la anunciada Dieta General de octubre de aquel año.

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15.10. Primeras muestras de cansancio

Al tomar posesión de las Escuelas Pías los luqueses en febrero de 1614 había 800 alumnos; en mayo llegaban ya a 1.200, pero no habían aumentado proporcionalmente los maestros. Por ello, las tareas y las fatigas aumentaban peligrosamente sobre los mismos hombros. Ya Bernardini nos dio antes este juicio lapidario: 'dos locales no los podían contener [a los niños], ni los maestros soportar tanto peso'. Sin embargo, todavía no se había introducido la práctica de acompañar a los niños a sus casas dos veces al día. Empezaría en junio del año siguiente, agravando el peso de las labores diarias.

A las fatigas profesionales de las escuelas se añadían desde el primer momento las graves incomodidades de estrechez de espacio y austeridad de vida, rayana en miseria. Bernardini nos da unas pinceladas maestras: 'como los mejores locales fueron destinados a escuelas, pocos quedaban para los habitantes. De ahí que fue preciso ocupar las habitaciones altas de la casa y mediante tabiques de tablas formar algunas celditas en las que por diversas razones se vivía con grandísima incomodidad, sobre todo en verano, habitando muchas personas en poquísimo espacio'.[Notas 1] No hay que olvidar que el grupo de Calasanz se había instalado antes y, por consiguiente, los recién llegados debieron sufrir más las estrecheces e inclemencias de los locales más o menos improvisados.[Notas 2] Pero hay más: “en cuanto a la alimentación y el vestido -sigue diciendo Bernardini-, las cosas iban igualmente muy estrechas, pues la casa no tenía entradas fijas”. Había que pagar los intereses de las deudas de la compra y “otros gastos, que se hacían para las escuelas, de papel, plumas, tinta y el salario del maestro de escribir [Ventura Sarafellini], pasando con todo de 700 escudos anuales… Además, esta casa cargaba con los gastos de la casa-noviciado, donde había muchas bocas…”. Entre las limosnas fijas que daban el Papa y los cardenales Giustiniani y Montalto “no bastaban todas juntas para pagar las deudas del censo de la casa. Se tenía también cómoda limosna del abate Landriani, pero el resto había que mendigarlo por diversos sitios con mucho trabajo y fatiga. Se buscaba incluso el pan para las dos casas, y aunque el Señor suplía lo necesario, se vivía en realidad con mucha parsimonia, pero con mucha alegría y contento de ánimo, sabiendo que Dios se complace en fundar sus obras de esta manera”.[Notas 3]

¡Ah, los tiempos heroicos!, se dirá. Más tales tiempos suelen ser muy cortos y sólo apropiados para héroes. Y los héroes suelen ser pocos. En nuestro caso cabría pensar en Calasanz, Casani, Landriani y algunos más. Calasanz era el Prefecto de las Escuelas, mientras Casani el rector de la casa, sobre el que recaían los problemas diarios del sustento. Su proverbial austeridad sería heroica para él, pero al imponerla a los demás, se hacía insoportable. El P. Baltasar Guinigi, de veintisiete años, fue nombrado vicerrector, pero al remodelarse la comunidad en octubre no aparece ya su nombre. Sin embargo, vuelve a aparecer con el mismo cargo en noviembre de 1616. Quizá hubo un paréntesis de ausencia, aun manteniendo el nombramiento.[Notas 4] El caso es que de su convivencia con Casani en las Escuelas Pías, como vicerector, recordaba en un informe esta extravagancia:

Era yo vicerrector; yo me preocupaba de que la comida para los padres fuera como determinan nuestras constituciones; pero él [Casani] quería que cuando tocase la primera señal para ir a comer, no estuviera en casa ni la menestra, ni la pitanza, ni nada, sino que salía con el Hº. Simón Castiglioncelli y se iba al P. D. Cipriano, al Trastévere, que le había preparado un brebaje de menestra y él con dicho Hermano cogían aquel brebaje, poniéndole dentro un bastón y nos llevaban a casa entre los dos la menestra, lo cual dio luego ocasión de abandonar las Escuelas Pías, no gustando a nuestros Padres tal modo de vivir'.[Notas 5]

No es de extrañar que, en tales circunstancias -excesivo trabajo, excesivas incomodidades, excesiva pobreza, traducida en escasez de alimentos por mengua de limosnas-, al llegar el verano con sus calores sofocantes, llegara también con él otra calamidad: las enfermedades. El panorama se ensombrece. El cronista Bernardini escribe, quizá al ritmo vivo de los acontecimientos:

Durante todo aquel verano se soportaron grandísimos contratiempos, principalmente por los muchos enfermos que hubo en la casa de las Escuelas Pías y en el noviciado; murieron dos novicios que prometían mucho y que el Señor se llevó en el mayor fervor[Notas 6] … Además, las limosnas fueron muy escasas y como la casa de las Escuelas Pías y la del noviciado se mantenían de limosnas, la situación era muy precaria. El abad Landriani había obtenido de Dios la gracia de encontrar limosnas en forma razonable, cuando las buscaba, mas parece que Dios permitiese que en este tiempo hubiera perdido el crédito… y concretamente, una mañana en que urgía mucho la necesidad, después de esforzarse mucho, volvió a casa muy cansado, pero muy alegre por la confianza puesta en Dios, y trajo una moneda de un cuarto de julio, que era todo lo que había encontrado… Se oían con frecuencia de parte de muchos externos [no luqueses] y también a veces de parte de los nuestros, voces contra el estado de pobreza y contra la tarea de las escuelas y desde Luca me escribió alguien que no quiero nombrar, que se sentía horror y espanto con sólo oír recordar Roma por las enfermedades que hubo y por los muertos y otros trastornos ocurridos… Con todas estas angustias, no faltaba Dios de suplir lo necesario'.[Notas 7]

La consecuencia lógica de esta situación fue que empezaron a disminuir los alumnos, y si en mayo eran 1.200, en octubre, al acabar el curso escolar, eran sólo unos mil. Y la explicación no parece ser otra más que el exceso de alumnos y la forzada ausencia de maestros por enfermedad. Quizá, incluso los mismos alumnos cayeron enfermos en gran número, como ocurrirá otra vez en 1625, por las mismas causas, como declaraba Calasanz: 'El pasado verano cayeron enfermos en nuestras escuelas muchísimos alumnos por la estrechez de las aulas; enfermaron también muchos de nuestros operarios, los cuales (según dicen los médicos) es por dormir bajo el tejado, por no haber en casa suficientes habitaciones para todos'.[Notas 8]

La situación se volvía angustiosa, pues por lo visto las bajas ocasionadas por los maestros enfermos no eran cubiertas debidamente por los luqueses, entre los que cundía cada vez más el desánimo y aun el miedo, como consta que ocurría en Luca. Por ello, Calasanz debió recurrir al cardenal Protector para que interviniera. Y Giustiniani, con fecha del 29-9-1614, escribió a la casa de Luca:

Habiéndome notificado el P. General de vuestra Congregación que en el próximo mes se ha de celebrar la Congregación General, he pasado oficio a él y a los demás Padres que residen aquí que tomen a pechos las necesidades de las Escuelas Pías, puestas, gracias a mí, por Su Santidad bajo el gobierno de vuestra Congregación y lo mismo me ha parecido bien recordar a Vdes. para que teniendo todos juntos esta obra en consideración, se inflamen más y más en su progreso para servicio de Dios y honor de la Congregación de Vdes.'[Notas 9]

A vuelta de correo respondieron al cardenal el rector y comunidad de Luca, manifestando su sincera y óptima disposición de prestar inmediata y generosa ayuda a las Escuelas Pías. He aquí sus palabras:

… nos ofrecemos, siempre muy dispuestos con toda diligencia y cuidado posibles, para los servicios de aquel lugar, sobre todo teniendo el patrocinio de S. Sría. Ilma. y Rma., y así como al principio no dejamos de destinar para ello los sujetos que pudimos, así esperamos suplir de aquí en adelante con mayor solicitud, ayudados por la divina gracia y por la intercesión de la Sma. Madre de Dios, Señora Nuestra'.[Notas 10]

Y no hay por qué dudar de la plena sinceridad de tales palabras, como lo probarán las decisiones tomadas en la anunciada Dieta General de octubre de aquel año.

Notas

  1. Por mucha imaginación que se tenga, no es fácil comprender cómo podían caber en aquella casa no sólo 1.200 y aun 1.500 alumnos (de esto hablaremos luego), sino tantos religiosos y maestros. Si en 1612-1614 eran unos 15, en el trienio de la unión con los luqueses llegaron a 27-28. Pero, casi increíble, en 1629 llegarían a 60 y en 1638 hasta 70 personas de comunidad, bajando luego hasta 40 en 1647 -(cf. G. SÁNTHA, ‘350 anni a condita domo S. Pantaleonis’, p.273-274). La iglesia y el patio eran más pequeños, pero la casa sólo tenía dos pisos y no cuatro como ahora, ni existían tampoco los locales sobre la iglesia (cf. L. PICANYOL: Rass, XVI [1950] 70).
  2. Se ha conservado intacta la habitación de Calasanz, que ocupó durante treinta y seis años. Y todavía hoy impresiona por su austeridad y su estrechez, si se piensa que no tuvo otro despacho para trabajar y recibir a la gente durante sus casi treinta años de General de su Instituto.
  3. PosCas, p.265-266.
  4. Cf. B. BARTLIK, ‘Annales’: EphCal 5 (1934) 216; C. ERRA, o.c.,p.32; PosCas, p.153, n.14 y p.216; EC VI, p. 2874-2875
  5. De la ‘Informatione’ dada por Guinigi en 1664 al P. V. Berro para el Proceso de Beatificación del P. Casani, en PosCas, p.1592-1593. El P. Caputi dice en sus ‘Notizie historiche’, refiriéndose a Casani: 'dal suo esemplo e virtú cominció… una povertá tanto grande che era cosa insuffribile' (cit. en PosCas, p.1753, n.235)
  6. Erra escribe: 'i due chierici Giambattista da Palliano e Orazio Banelli luchese, che morirono tra quelle fatiche, il primo nell'agosto e l'altro nel settembre del 1714' (sic, por 1614) (C. ERRA, ‘Memorie de’Religiosi…, p.32). A estos dos añade al Cl. Carincioni (cf. nota anterior 71) y al 'P. Nicolao tonardi della Diocesi di Fano che essendo tuttavia Novizio, benché di 50 anni, tra quegli esercizi passò al Signore nell'aprile del 1616. Sicchè… quattro de’nostri Religioii finirono la vita, sagrificata al Signore in servicio delle Scuole Pie' (ib.).
  7. PosCas, p.269-270. Para explicar la disminución de limosnas de este período dice Erra, cronista luqués: 'le limosine avventizie talora scarseggiavano assai forse perchè il popolo sapeva che i nostri avevano il patrimonio' (C. ERRA, ‘Cronache dei chierici regolari della Congregatione della Madre di Dio’: PosCas, p.1867).
  8. Así se explicaba Calasanz en mayo de 1626 al pedir licencia a la Congregación de la Visita Apostólica para hacer obras en casa (cf. G. SÁNTHA, o.c., p.288, n.34).
  9. PosCas, p.156
  10. Ib., p.266