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Revisión de 19:20 23 oct 2014
Ver original en Italiano- CAPÍTULO 27 Mi salida de Nápoles Y mi estancia en Roma [1646-1647]
Viendo que en el mar el tiempo no se arreglaba, y habiendo recibido carta de Roma, en la que el V. P. Fundador me llamaba, y aunque el tiempo no era bueno, ni siquiera por tierra, a pesar de esto, me decidí a partir con la posta. Los nuestros me habían dado seis ducados, y otras personas, algunas limosnas, así que le dije a un penitente mío que me ajustara el correo; aunque luego me encontré con un cochero de malísimo proceder, que me maltrató muchísimo; además de tener carreteras pésimas, y casi sin agua del cielo.
Llegué a Roma el de 1646. Fui recibido con todo cariño por mi V. P. Fundador y los otros Padres antiguos; pero a los ocho días me asaltó una fiebre alta, que me molestó todo el invierno, y no pude rehacerme hasta el siguiente mes de abril.
El V. P. Pedro [Casani], primer compañero de N. V. P. Fundador, con los Padres Francisco [Castelli] de la Anunciación, y Castilla [Superior de la Casa], y algunos, o mejor, muchos de nuestros antiguos Religiosos, incluso no sacerdotes, me apreciaban; pero algunos otros, secuaces del P. Esteban [Cherubini] de los Ángeles, se mostraban muy apasionados, tanto en sí mismos, como incitando a otros de su bando. Por eso, cuando se propuso en una reunión o Congregación que fuera admitido en la comunidad de la casa de San Pantaleón de Roma, al someterlo a votos, fui excluido.
Estando en cama con fiebre, vinieron a mi cama el P. Antonio [Boscarelli] de San Miguel, calabrés, y el clérigo Lucas [Anfossi] de San Bernardo, genovés; me dijeron que, habiendo sido excluido, debía buscar otra casa para residencia, para que, cuando curara del todo, pudiera ir a ella. Respondí que ahora me encontraba maltrecho por la fiebre, que después hablaríamos. Al día siguiente se lo conté todo a N. V. P. Fundador, que se lamentó mucho de aquella noticia, como también los demás Padres antiguos antedichos. Todos me dieron ánimo, diciéndome que procurara curar, que no me preocupara de lo demás. Cuando curé, hice el siguiente memorial, que, firmado por dichos Venerables Padres, Fundador y Pedro [Casani, su primer compañero, y también por el P. Juan [García del Castillo, o Castilla] de Jesús María, Ministro o Superior de la Casa, se lo llevé al Ilmo. y Revmo. Monseñor Vicegerente de Nuestro Señor, del que recibí el siguiente rescripto:
MOMORIAL
Fuera
“Al Ilmo. y Remo. Sr. y Dueño Excmo., Monseñor Vicegerente. Por el P. Vicente [Berro] de la Concepción de las Escuelas Pías.
Dentro
El P. Vicente de la Concepción, sacerdote profeso de las Escuelas Pías, residente en San Pantaleón de Roma, suplica humildemente a Vuestra Señoría Ilma. que, al ser uno de los que, como forastero, en el mes de noviembre de 1646 fueron expulsados de Nápoles por decreto del Emmo. Cardenal Arzobispo, y que, al llegar aquí hace poco, cayó en cama con fiebre durante mucho tiempo, y mientras estaba aún indispuesto, fue excluido en el escrutinio por la mayor parte de los hermanos de esta casa, con disgusto de los Superiores y de los antiguos Sacerdotes. Y como dicho Padre hace 24 años que lleva el hábito, y ha hecho gran parte de su noviciado, y profesado también en esta casa de San Pantaleón, suplica a Vuestra Señoría Ilma. que, no obstante tal determinación, pueda quedarse, y ser de la comunidad de las Escuelas Pías de San Pantaleón. No parece justo que quien lleva tantos años en la Orden deba ser pospuesto a los que ni siquiera llevan seis años. Y si su persona desea alguna información, le suplico se informe por el P. Fundador, el P. Castilla y el P. Pedro [Casani], y por los demás antiguos Religiosos de la Orden, y podrá ver el modo como ha vivido durante tantos años. Todo lo cual recibiré como gracia singular de V. S. Ilma. Quam Deus, etc.
José de la Madre de Dios,
Juan de Jesús María, Superior,
Pedro de la Natividad de la Virgen María.
RESCRIPTO
Vista la relación de los Padres nominados en la parte superior del escrito, Nos damos licencia a dicho P. Vicente para poder quedarse de comunidad en San Pantaleón, hasta nueva orden. A 26 de abril de 1647.
Del Obispo de Alatri,
Vicegerente
Bien puedo decir aquí que S. D. M. ha mostrado infinitamente su bondad sobre mí; pues, los que -tanto en Nápoles como en Roma- se mostraron exaltados para conseguir que saliera de aquellas casas y Ciudad, todos están fuera. De donde se ve y conoce que todo lo hacían, no por el bien, sino por la pasión.
Incluso el Sr. Pedro Pablo de Monti, Maestro de Actas del Arzobispado de Nápoles, al cabo de algunos años, también se quedó sin oficio. Otros han muerto igualmente; y antes de morir han tenido necesidad de mi ayuda, como diré en el siguiente capítulo. Y otros, recuperado el honor de nuestra pobre Congregación, han solicitado ser readmitidos en ella, aunque no han obtenido la gracia. Alabado sea Dios.