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Nos lo cuenta Berro. Apenas ocupa media página. Pero merece leerse. No hay barroquismos ni sobrenaturalismos; es la sencilla sublimidad de los hombres de Dios.
 
Nos lo cuenta Berro. Apenas ocupa media página. Pero merece leerse. No hay barroquismos ni sobrenaturalismos; es la sencilla sublimidad de los hombres de Dios.
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Entre los treinta más o menos a quienes denegó la profesión solemne el P. Fundador
 
Entre los treinta más o menos a quienes denegó la profesión solemne el P. Fundador
  
:'''hubo uno -escribe-, el más desaforado y obstinado, que no quería dejar el hábito y, tentado por el diablo, se apostó una tarde detrás de la puerta de la escalera que baja al oratorio de San Pantaleón con un grueso bastón, esperando qué pasara nuestro P. General y Fundador para ir a la oración, para descargarle el golpe. Y hubiera ocurrido como deseaba, si el otrora Capitán Ottonelli, digo el P. Pablo de la Asunción,<ref group='Notas'>Jericó escribe de él: '… en el siglo fue el Conde Otonelo Otoneli… y desde su juventud siguió la milicia en la que se hizo famoso por el valor de su brazo' (J. JERICÓ, ‘Varones insignes’, p.111).</ref> no se hubiera encontrado precisamente detrás de nuestro Padre al pasar por allí, y hubiera detenido el grueso bastón, levantado ya en el aire y amenazante. Hubo que recurrir a la guardia del cardenal vicario para despojarle del hábito, por orden de dicho P. Pablo. Mas el P. Fundador no permitió que se le castigara tal como merecía su osadía. Despojado al fin, se dedicó a lañar –reparar- cacharros por Roma. Y el P. General no sólo le ayudaba en todo, sino que recuerdo que habiendo caído gravemente enfermo el desgraciado en el año santo de 1625, nuestro Ven. Padre no sólo le mandó el médico de casa y Padres para visitarle mañana y tarde, que le llevaban de nuestra enfermería lo que prescribía el médico, sino que él mismo, cada dos o tres días, le iba a visitar trayéndole siempre algo agradable.'<ref group='Notas'>BERRRO, p.124-125.</ref>
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:'' 'hubo uno -escribe-, el más desaforado y obstinado, que no quería dejar el hábito y, tentado por el diablo, se apostó una tarde detrás de la puerta de la escalera que baja al oratorio de San Pantaleón con un grueso bastón, esperando qué pasara nuestro P. General y Fundador para ir a la oración, para descargarle el golpe. Y hubiera ocurrido como deseaba, si el otrora Capitán Ottonelli, digo el P. Pablo de la Asunción,<ref group='Notas'>Jericó escribe de él: '… en el siglo fue el Conde Otonelo Otoneli… y desde su juventud siguió la milicia en la que se hizo famoso por el valor de su brazo' (J. JERICÓ, ‘Varones insignes’, p.111).</ref> no se hubiera encontrado precisamente detrás de nuestro Padre al pasar por allí, y hubiera detenido el grueso bastón, levantado ya en el aire y amenazante. Hubo que recurrir a la guardia del cardenal vicario para despojarle del hábito, por orden de dicho P. Pablo. Mas el P. Fundador no permitió que se le castigara tal como merecía su osadía. Despojado al fin, se dedicó a lañar –reparar- cacharros por Roma. Y el P. General no sólo le ayudaba en todo, sino que recuerdo que habiendo caído gravemente enfermo el desgraciado en el año santo de 1625, nuestro Ven. Padre no sólo le mandó el médico de casa y Padres para visitarle mañana y tarde, que le llevaban de nuestra enfermería lo que prescribía el médico, sino que él mismo, cada dos o tres días, le iba a visitar trayéndole siempre algo agradable.'<ref group='Notas'>BERRRO, p.124-125.</ref>
  
 
Así son las venganzas de los santos: como milagros. Hay hombres que andan siempre por los caminos de Dios, tan distintos de los caminos de los hombres, pidiéndole con humildad y sin mentir: 'perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden'. Y el nuestro se extrañaba de que hubiera cristianos que olvidaran tan fácilmente estas palabras, en las que él meditaba tantas veces.<ref group='Notas'>y escribía: 'Es possibile che il Sig. Manilio non intenda quelle parole sicut et nos dimittimus. debitoribus nostris, et che per amor del Signore che perdè per lui la vita et I'honor non voglia egli perdonar al suo prossimo?' (c.1528); '… non considerano questi Signori che cosi ci perdonarà Iddio come noi perdoniamo a nostri nemici'; (c.1715) 'Quando Ntro. Redentor nos enseñó a alcanzar con eficacia el perdón de nuestros pecados no dixo perdónanos Señor porque havemos hecho mucha penitencia, ni porque havemos [hecho] mucha oración ni milagros, sino porque perdonamos a nuestros enemigos, que quando esto se hace por amor suyo es el-remedio eftcaz para qualquier perdón' (c.2506, original en castellano); 'Et per il bene comune si debe scordar I'huomo d'ogni ingiuria o disgusto particolar seguendo il detto spagnolo: dando gratias por agravios negotian los hombres sabios' (c.2593), etc.</ref>
 
Así son las venganzas de los santos: como milagros. Hay hombres que andan siempre por los caminos de Dios, tan distintos de los caminos de los hombres, pidiéndole con humildad y sin mentir: 'perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden'. Y el nuestro se extrañaba de que hubiera cristianos que olvidaran tan fácilmente estas palabras, en las que él meditaba tantas veces.<ref group='Notas'>y escribía: 'Es possibile che il Sig. Manilio non intenda quelle parole sicut et nos dimittimus. debitoribus nostris, et che per amor del Signore che perdè per lui la vita et I'honor non voglia egli perdonar al suo prossimo?' (c.1528); '… non considerano questi Signori che cosi ci perdonarà Iddio come noi perdoniamo a nostri nemici'; (c.1715) 'Quando Ntro. Redentor nos enseñó a alcanzar con eficacia el perdón de nuestros pecados no dixo perdónanos Señor porque havemos hecho mucha penitencia, ni porque havemos [hecho] mucha oración ni milagros, sino porque perdonamos a nuestros enemigos, que quando esto se hace por amor suyo es el-remedio eftcaz para qualquier perdón' (c.2506, original en castellano); 'Et per il bene comune si debe scordar I'huomo d'ogni ingiuria o disgusto particolar seguendo il detto spagnolo: dando gratias por agravios negotian los hombres sabios' (c.2593), etc.</ref>
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16.19. Admirable como un milagro

Nos lo cuenta Berro. Apenas ocupa media página. Pero merece leerse. No hay barroquismos ni sobrenaturalismos; es la sencilla sublimidad de los hombres de Dios.

Entre los treinta más o menos a quienes denegó la profesión solemne el P. Fundador

'hubo uno -escribe-, el más desaforado y obstinado, que no quería dejar el hábito y, tentado por el diablo, se apostó una tarde detrás de la puerta de la escalera que baja al oratorio de San Pantaleón con un grueso bastón, esperando qué pasara nuestro P. General y Fundador para ir a la oración, para descargarle el golpe. Y hubiera ocurrido como deseaba, si el otrora Capitán Ottonelli, digo el P. Pablo de la Asunción,[Notas 1] no se hubiera encontrado precisamente detrás de nuestro Padre al pasar por allí, y hubiera detenido el grueso bastón, levantado ya en el aire y amenazante. Hubo que recurrir a la guardia del cardenal vicario para despojarle del hábito, por orden de dicho P. Pablo. Mas el P. Fundador no permitió que se le castigara tal como merecía su osadía. Despojado al fin, se dedicó a lañar –reparar- cacharros por Roma. Y el P. General no sólo le ayudaba en todo, sino que recuerdo que habiendo caído gravemente enfermo el desgraciado en el año santo de 1625, nuestro Ven. Padre no sólo le mandó el médico de casa y Padres para visitarle mañana y tarde, que le llevaban de nuestra enfermería lo que prescribía el médico, sino que él mismo, cada dos o tres días, le iba a visitar trayéndole siempre algo agradable.'[Notas 2]

Así son las venganzas de los santos: como milagros. Hay hombres que andan siempre por los caminos de Dios, tan distintos de los caminos de los hombres, pidiéndole con humildad y sin mentir: 'perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden'. Y el nuestro se extrañaba de que hubiera cristianos que olvidaran tan fácilmente estas palabras, en las que él meditaba tantas veces.[Notas 3]

Notas

  1. Jericó escribe de él: '… en el siglo fue el Conde Otonelo Otoneli… y desde su juventud siguió la milicia en la que se hizo famoso por el valor de su brazo' (J. JERICÓ, ‘Varones insignes’, p.111).
  2. BERRRO, p.124-125.
  3. y escribía: 'Es possibile che il Sig. Manilio non intenda quelle parole sicut et nos dimittimus. debitoribus nostris, et che per amor del Signore che perdè per lui la vita et I'honor non voglia egli perdonar al suo prossimo?' (c.1528); '… non considerano questi Signori che cosi ci perdonarà Iddio come noi perdoniamo a nostri nemici'; (c.1715) 'Quando Ntro. Redentor nos enseñó a alcanzar con eficacia el perdón de nuestros pecados no dixo perdónanos Señor porque havemos hecho mucha penitencia, ni porque havemos [hecho] mucha oración ni milagros, sino porque perdonamos a nuestros enemigos, que quando esto se hace por amor suyo es el-remedio eftcaz para qualquier perdón' (c.2506, original en castellano); 'Et per il bene comune si debe scordar I'huomo d'ogni ingiuria o disgusto particolar seguendo il detto spagnolo: dando gratias por agravios negotian los hombres sabios' (c.2593), etc.